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Siendo estudiante de abogacía tengo que pasar mucho tiempo leyendo, esta actividad que tanto aborrecí en un principio fue convirtiéndose con el tiempo en mi más grande afición, podía pasar noches enteras leyendo historias escritas por alguien más que me llevaban a otras vidas y otros lugares, siempre me dijeron que podemos vivir muchas vidas pero solo una a la vez, leer libros me permitió vivir muchas vidas en un solo día, a pesar de lo finitas y establecidas que resultan estas vidas.
Una tarde gris de domingo de ésas en las que el ánimo no da para mucho, decidí salir a recorrer el centro de Montevideo, ese cielo gris que sugiere el comienzo de un diluvio no me tenía preocupado, mojarse un poco de vez en cuando no le viene mal a nadie.
Me subí al ómnibus y me senté justo atrás de dos viejas que venían discutiendo sobre la última película de un aclamado director, que había estado muy buena, que fue con su hija y que ambas la disfrutaron, que tenía ganas de verla de vuelta pero esperaría a que saliera en video porque el cine era demasiado costoso, etc. Como andaba con pocas ganas de pensar en mis propios problemas escuché la conversación con tal atención que no me di cuenta en que punto exacto del trayecto comenzó a llover copiosamente, ya no podía escuchar la conversación por el ruido de las gotas sobre el metal del techo del ómnibus, apenas pude distinguir que ya andábamos por el centro me bajé del ómnibus.
Comencé a caminar con poco ánimo, la lluvia hacía que todo el mundo corriera, corriera hacia allá, hacia acá, hacia los locales donde los recibían con los brazos abiertos, el aire acondicionado y la caja registradora a punto. Decidí bajar dos calles para evitar la gran cantidad de gente que estaba pasando y me encontré de repente enfrente a una librería chica y mal iluminada, andaba con unos pesos de sobra por lo que me decidí a entrar. Se respiraba un aire pesado, el olor particular a humedad que tienen los libros viejos empapaba el ambiente.
-Buenos días, ¿en que puedo ayudarlo?
-Andaba buscando algún libro
-¿Anda buscando alguno en especial?
-No, nada específico
-Revise tranquilo entonces
El viejo me miraba impaciente desde detrás del mostrador, me preguntaba a cada rato que tipo de libro buscaba: novelas policiales, de amor, de suicidio, de finales felices, de finales trágicos, libros de historias de gente común. Le dije que de ésos ya tenía, que andaba buscando algo diferente.
-Tengo un libro que es muy especial, tiene todas las historias de quienes entran acá.
-¿Todas las historias de quienes entran acá?
-Claro, todas las personas que entran acá tienen su historia ya escrita, usted también
No entendía demasiado a que se refería, decidí marcharme porque estaba harto de que no me dejara buscar tranquilo alguna historia que me interesara entre tantos libros. Salí de la librería y comencé a caminar, entonces me entró a trabajar la curiosidad. ¿cómo va a estar mi historia escrita si el viejo no me conoce?, ¿quién escribió ese libro?, el viejo me debe estar mintiendo, ¿pero para que me mentiría, para que me vaya? ¡si se dedica a vender libros!, volví a la librería y el viejo al verme sonrió, una risa como diciendo “ya sabía que volverías”, me hizo pasar al fondo a una sala iluminada por una lámpara a media altura, en la habitación había un escritorio en el que había un libro de tapas duras de cuero sin ninguna inscripción.
Comencé a leer el libro, en las primeras páginas comenzaba con la historia de una ama de casa que había salido de su casa con su hijo buscando un libro de cuentos infantiles, después estaba la historia de un anciano aburrido que andaba interesado en conseguir información sobre la dictadura, también de una estudiante de literatura que andaba buscando un libro de Kafka para las clases. Todas las historias tenían en común que estas personas terminaban en la librería en la que yo me encontraba, pero las historias carecían de un final, pasé páginas con historias similares hasta que me encontré con una que comenzaba “…Siendo estudiante de abogacía tengo que pasar mucho tiempo leyendo, esta actividad que tanto aborrecí en un principio fue convirtiéndose con el tiempo en mi más grande afición…”, no podía ser, se trataba de mi historia, seguí leyendo y me di cuenta de que esa historia era la mía, terminaba conmigo leyendo un libro con historias de otras personas.

Entonces me di cuenta que yo era otro de los
cuentos del libro del viejo.


Texto agregado el 15-03-2005, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-04-2005 Estoy paseando por estos cuentos de este señor JuanT y me doy cuenta de que no comebté este. Así que acá le quedan estas felicitaciones mías por este cuento que me resultó entretenido, sencillo y fácil de leer. "Preziozo" Iemanja
 
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