| Revelación 1      
 Iré a encallar
 En un geometrismo
 Más que pomposo
 En la franquicia
 Del inmundo
 Descenso.
 
 Metafísicamente, soy un dante.
 
 Estanquemos nuestros ebrios monstruos,
 En la esencia boreal del sorrento agónico y su desahucio.
 
 Despídete del conocimiento alegórico
 De tus cóncavos y de las mentes fijistas aristotélicas.
 Despídete del galope, del sexo morboso y sus hímenes desechos en espiritualidad.
 Despídete de la escoria que conoces, que piensas, de las circunvalaciones ebrificas
 Y saluda en un arrodillamiento dentífrico,
 El nuevo adiós infernal.
 Saluda, con un moribundo, furibundo,
 “Heil”
 Al macbeth de turno y muerte,
 Y ve plegarse, con temor, su sangre temblorosa.
 
 Arrodíllate, como magdalenas, ante, la inmensa
 Supremacía del incendio infernico de la eternidad.
 Veremos a ese, ante todas sus hienas lucifericas,
 Ese que cree, con sus espinas de orquídea,
 Y su cuerpo de sauce finado, justo antes, de copular en el matadero,
 En los místicos horripilantes campos,
 Desechos, ante el destino de la calamidad, el edén.
 Por que, hermano,
 A sí, lo escribió, su padre.
 A sí, lo cagó Sade.
 A sí, lo eyaculó Baudalaire.
 A sí, lo vomitó Rimbaud.
 A sí, lo escribió Lucifer.
 
 Vomitare, tu sombría hostia
 En tu puñal diestro,
 Y eyaculare con un gozo de mil horrores
 En tu siniestra, distorsionaré, tu lenguado conciliador,
 Con tus vociferas evangélicas,
 !!falacias ¡¡
 Tu gran cetro, es mi pene, que se sienta,
 con la mayor de las caballerosidades, en el vientre de tu virgen.
 ¡¡Qué penetración!! ¡¡Qué voraz!!
 Eso es espiritualidad, eso es santidad.
 
 Ana retuerce, como el sonido,
 Del descarnamiento entrañal,
 Y del carroñamiento en putrefacidad,
 ¡¡Maldito Satanás!!
 ¡¡Muere en mi palabra!!
 
 Alucinando, con el Gran parnaso y su iris de murano,
 ¿Eso es lo que llaman paraíso?
 Yo te renazco como bailarín infernal,
 Mis pies se regeneran en tus llagas arteficas,
 Mis entrañas devoran tus cuervos inmaculados,
 En la sangre de prometeo.
 Mi negrura del candente tono fueguino
 Del descenso, empalidece tu languidez de burgués.
 Me rió, en tu frágil, inmunda y putifica soberbia,
 Y tu creencia, sólo tu dogma escéptico,
 De esa falsedad  rígida, que piensas,
 Crees, alucinas, en ver
 Me meo, a carcajadas
 De tu reino eterno y dorado, por el utópico rugido de la castidad, tu angelical destrucción profética, construirá al nuevo Mesías poético.
 Por eso, te ordeno, te comando,
 ¡¡Muere!!
 En vida cetra,
 Muere, con conciencia,
 En una dionisífica, jerga espectral,
 Te violara, hasta que renazcas en nuevo adán,
 Del escombro del concepto,
 Esa es tu gran miseria, tan pausada,
 Tan vocifera, tan malditamente real,
 Por eso como última orden, te comando que mis labios copulen,
 En tus sierras endiabladas.
 
 Calla al poeta, ese que crees, que creaste.
 
 
 
 
 
 
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