| Revelación 2
 
 Gorgoteaba,
 Un poco de esa
 Masa ebrica,
 Que después del acto
 Queda siempre en el cuerpo.
 
 
 
 Un atraso inesperado,
 Produjo una de esas tantas
 Molestas indigestiones
 A la inmaculifica
 Genialidad,
 Y fui vomitado
 Sin pasaje de vuelta,
 Al universo
 De los mortales.
 
 Lo primero que pensé,
 Al verme en tal situación
 Fue:
 ¿Por qué no nací
 A los 27 años y
 Un día?
 
 Estando los primeros 27 años
 De mi vida
 En el vientre materno
 De tus labios
 Inmaculados
 Y despertar
 A la vida,
 De un
 Soforico
 Galope,
 Nacer con la ruptura
 Del verbo.
 
 ¿Por qué no
 Ser un embrión
 Gestado en
 La inesencia
 De tus
 Ojos atolondrados?
 
 Y a todo esto,
 Me pregunto
 ¿En que lugar
 De esta vagifica tierra,
 Vine a quemar
 Mis últimos 27 años de vida?
 
 Y sinceramente,
 No tiene sentido
 Seguir altazoriando
 Con estas preguntas inconclusas,
 Es cierto,
 Estamos perdidos,
 Carecemos de rumbo.
 
 
 Sin embargo,
 Este no era el caso
 De pasearse
 Durante 27 años,
 En la misticidad
 De estas obsoletas interrogantes,
 En la misticidad
 De estos dilemicos
 Horrorificos,
 Si este viaje
 Al fin y al cabo,
 Es una trituración
 Infernica
 En el  gran universo.
 
 
 Ciertamente,
 Tampoco,
 Iba hacer o perderme
 De mucho durante
 Estos primeros 27 años,
 En esencia,
 Podría
 Retomar varias cosas,
 Como algún
 Vals interminado,
 En una de esas esquinas
 Tan intimas,
 Que recalan en esas
 Embarcaciones
 Negruzcas.
 Podría
 Volver a ponerme de calzado
 Mis seniles pies
 Y tacharlos a 1 cm
 De la primera fémina,
 Que me corrompa el tacto.
 
 Podría
 Volver a ampolletar
 Mis ojos,
 En la dentrificidad
 De la rutina,
 De esa rutina,
 De ese sentimiento
 De no haber
 Perdido segundo
 Alguno,
 en esta perra vida,
 Por que,
 confesándome un poco,
 No puedo ser más feliz
 Si aun,
 Puedo conservar
 Las brisas matutinas,
 Como un anónimo
 Binocular
 Y observar a la
 Distancia
 El mundo sentado
 En una carreta,
 Campaneando la espuela,
 Al febrilifico
 Rechin del polvo,
 Levantando
 Al mismo tiempo
 La ebreficidad
 De este aire,
 Que aunque,
 Chasconeado
 Con las tardes
 Gastronomicas
 Del infectado
 Tumulto,
 Se siente
 Una dionisifidad
 De mil orgasmos
 Mariaficos.
 
 Así me doy cuenta
 Que me queda
 Mucha vida,
 Para poder
 Humedecerme las manos
 Con la vagina oriunda
 De la hermosa
 De turno,
 Todo esto
 En la escena más
 Discorde a
 Nuestra pomposa
 Burguesía,
 O tal vez
 Pantaniarme
 En la esplendicidad
 De las primeras
 Vírgenes corrientes
 De primavera,
 Que traen
 Al recuerdo
 El olor
 Borrachifico
 Del roce de la amada,
 Por que es ahí,
 Donde vagan
 Esas fragancias,
 Donde
 Los orquídeos
 Infantes,
 Se remojan
 Sus pies,
 Y luchan
 Descarriadamente
 Contra la dictadura
 Del fulgor de
 Mediodía,
 Donde las cañas
 Se quedan
 Con el honor y la fama
 Del perpetuante
 Anzuelo,
 Anzuelo
 Que se desvanece
 Y se excita
 Con el toque manso,
 Virginifico,
 Del pez ebrio,
 Mientras todo esto sucede,
 En una infidelidad
 Morbofica.
 
 Mientras todo esto sucede,
 En la vulgaridad,
 De un pantano,
 Lugar donde el barro
 Abunda
 En las       Siembras
 De las colonias
 Amapoleficas,
 Que cosechan
 La peyorativa
 Peste fragante
 Del musgo,
 No obstante,
 Mis pobres
 Botas
 Se iluminan
 De euforicidad,
 Cuando se pasean
 En socialite
 Con su galán
 De turno.
 
 ¡Que hermoso es todo esto!
 
 Y si,
 Aun tengo vida
 Para dormir en las calles
 Y despertarme
 Con el perfume,
 De la cítara
 Nocturna,
 En las partes
 Que se iluminaron
 Con el golpe
 De su erotifico
 Semblante.
 
 
 Empezar a
 Caminar,
 Ciego
 En la niebla
 Borrabrifica.
 
 Romper mis
 Rodillas
 Al compás
 De la danza más
 Ebria,
 Caer
 En la fugacidad,
 De las escarchas
 Bohémicas,
 Y descansar el
 Líbido
 En una brisa
 Alcoholifica
 De plaza.
 
 Aun tenemos
 La nieve
 Pomponeándose en gala,
 Peinando para el festín
 A la delgada
 Doncerzuela,
 Que como loba en celo,
 Aúlla
 Ante la mirada
 Nocturnifica.
 
 Podríamos
 Hartarnos
 De tanta infinidad,
 Pero,
 Si los bosques
 Aun relampaguean
 Su odorífica iluminación,
 Si sus laberintos
 Agujerean la
 Sublimidad
 De los rasgos
 Candificos
 Del atardecer,
 Los lirios
 Con la
 locuferica
 Densidad,
 Se mecen
 Río abajo,
 Terminando en
 La desembocadura
 De la cascada más
 Ninfica,
 Donde
 No importa
 Cuanto se viva,
 Ahí
 Se tejen
 Los respiros
 Y los latidos estrenan
 Su galope.
 
 
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