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Inicio / Cuenteros Locales / Los_Hermanos_Plastilina / Las Aventuras de Ester, “la abuela guerrera”*. Hoy presentamos: Ester contra Papá Noel (Segunda Parte- Final) (Por Chester Piedrabuena)

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A mi Hermano Plastilina, el Sr. Pierre Castro (Sduv31) en el mes de su cumpleaños, con afecto y enorme admiración...








“¡Qué frío que hace, vieja!”, se quejó Melchor. “Tranquilo que ya llegamos”, murmuró Ester, apurando el paso de su trineo. Y tenía razón, tras 2 semanas de viaje, el cartel de la villa “Acá vive Papá Noel”, ya podía visualizarse en el horizonte. Nieve y más nieve, el Polo Norte se asemejaba a todas esas cosas que uno ve por televisión ¿o no, lector? “Parece una pista de algodón”, comentó Baltasar en una oportunidad. “Negro, no me digas que otra vez te estás fumando el relleno de la almohada...”, bromeó Gaspar. “Solamente estuve masticando un par de hongos que encontré por ahí, pero no creo que eso me haga mal”, sentenció, serio, Baltasar, para luego ponerse en cuatro patas y desafiar a los perros de su trineo a una carrera a través del campo congelado.


Al mediodía, dieron con la entrada principal del lugar. Una mujer-guardia, escoltada por un ciempiés y armada con un secador de pelo, los detuvo: era Isabel Allende. Vestida con una campera estampada con el rostro de Raphael, un pantalón corto de la Selección portuguesa de fútbol, y descalza, la escritora no dejaba de mascar chicle mientras intentaba, con la ceja izquierda, hipnotizar a una mosca que justo revoloteaba por el lugar. “Alto, maracas”, les ordenó. Los Reyes y Ester se detuvieron. Después, trataron de solucionar todo mediante el diálogo. Demasiado tarde, en cuanto Isabel Allende se agachó para comerse a una hormiga colorada que la estaba mirando, Baltasar le propinó un rodillazo en la oreja que la dejó inconsciente. Así, nuestros héroes penetraron en la villa...


Enseguida, dieron con la casa principal: un castillo medieval que se erigía por sobre un centenar de construcciones pequeñas, humildes, hechas con papel higiénico y restos de comida. “Pobres, en esas casuchas seguro que viven los duendes que le ayudan a preparar los regalos. ¡Gordo explotador!”, murmuró Gaspar, y se mandó otro litro de ginebra casi sin respirar. La abuela guerrera tomó su afamado bastón, modelado en madera de sauce llorón, y golpeó tres veces la puerta de la fortaleza papal. Enseguida, un hombre regordete, a medio afeitar, y con aliento a caballo, salió a recibirlos: se trataba de Luciano Pavarotti. “¡Qué Quieren!”, tronó el tenor y, sin disimulo, procedió a arrancarse un diente. “Buscamos a Papá Noel”, contestó Ester. “¡Yo soy Papá Noel, alias Santa Claus, alias San Nicolás, alias Viejo Pascuero!”, siguió gritando el barbudo. Todos enmudecieron.


“Vine por el Peque, mi nieto...”, siguió la anciana, al tiempo que elevaba su bastón. “¡Ah! ¡El enano neumático ese!”, dijo Papá Pavarotti. “¡No sirve para nada! ¡Lo tengo armando regalos y es un desprolijo!”, vociferó. “Es un niño ¿por qué lo secuestraste?”, lo interrogó Melchor. “¡Porque el chico tiene el pelo largo y yo me estoy quedando pelado! ¡Lo envidio! ¡Voy a secuestrar a todos los pelilargos como él, Brian May, Johnny Deep, o Luis Miguel!”, siguió gritando el panzón. “Luis Miguel es calvo”, lo interrumpió Baltasar. “¡No me importa! ¡Una vez tuvo pelo y ahora tiene plata para hacerse implantes!”, ladró. “Basta”, se interpuso Ester. “Dame a mi nieto”, agregó.


“¡Jamás!”, dijo Papávarotti. “Muchachos... ¡A ellos!”, indicó el navideño y, al instante, un centenar de enanos depilados de la rodilla para arriba se abalanzó sobre los recién llegados. No duró mucho: Los Reyes Magos se colocaron con celeridad, cada uno, una falda color rojo, unieron sus manos, y comenzaron a bailar una canción de los Depeche Mode. Alzando sus pies, lanzaron patadas de un lado a otro, despejando el paisaje de todo enano posible.


Desencajado, Papávarotti intentó perderse dentro del castillo. Pero la abuela guerrera no se lo permitiría. Lanzándole el bastón, hizo trastabillar al italiano, quien cayó levantando una oscura nube de tierra. Ya de pie, Varotti apenas pudo adivinar el salto de Ester, su permanencia en el aire por 16 segundos, el cuerpo agazapado, casi como una bolita, y después los puños de la abuela lanzados hacia adelante, rígidos, y el impacto certero de dos trompadas en la axila y laringe del italiano. Luego, la anciana apoyó una mano en el piso, elevó su cuerpo verticalmente y, cabeza abajo, comenzó a girar, como un trompo arrugado, a una velocidad vertiginosa. Por fin, separó una de sus piernas y, con el taco de su zapato, dio de lleno en la sien del tenor. Recitando un Ave María en ecuatoriano básico, Pavarotti se derrumbó, completamente aturdido.


Tras el silencio, un rumor de pies puso nuevamente en guardia a los visitantes. Pero no había que preocuparse: era el Peque: el nieto de la abuela guerrera. Al instante, el niño y la anciana se fundieron en un abrazo. Luego, apareció alguien más: delgado a raíz de una huelga de hambre iniciada a modo de protesta, el verdadero Papá Noel se presentó ante ellos. Pavarotti lo tenía encerrado en una de las torres del castillo. Y había procedido a ocupar su lugar. Los enanos, repuestos ya de la golpiza, saltaron y patearon, rebosantes de felicidad, al cuerpo inerte de Pavarotti. La Navidad estaba otra vez a salvo. Rápidamente, los Reyes, Ester, y el pequeño se montaron en sus trineos. De nuevo en su puesto, Isabel Allende intentó detenerlos mediante un recurso siniestro: comenzó a recitarles, de memoria, una de sus últimas novelas. Por fortuna, los perros corrían rápido: nuestros amigos abandonaron la villa “Acá vive Papá Noel” y salvaron sus oídos, milagrosamente, antes de que la chilena completara el capítulo uno de “La Ciudad de las Bestias”.


Ya en Oslo, la anciana comprimió entre sus brazos a los Reyes Magos. “Chicos, no se peleen más: la infancia los necesita”, comentó. Y, esbozando una sonrisa, agregó: “Y vengan a visitarme: todos los jueves hago torta de chocolate y dulce de leche. Los espero...”. Los Reyes guiñaron un ojo, dieron media vuelta y partieron. Melchor y Gaspar iban charlando, a pie, cuando Baltasar los alcanzó en su Ferrari verde. “Suban, pavos, que los invito a tomar un tequila”. Y así desaparecieron, rumbo a “La Musaraña”. Una vez allí, dieron con Chatrán, Batman, Batistuta, y Anthony Hopkins, que aún permanecía en el lugar. Entre copas, bocaditos de barro, y cabezazos contra las paredes, los Magos nuevamente sellaron su amistad.


A cuadras de allí, Ester relataba, a su nieto, un cuento de Horacio Quiroga con el fin de que éste se entregue, de una vez, a la calidez del sueño. Luego, apagó la luz, y se dirigió al comedor donde, pronunciando malas palabras y tirándose gases ininterrumpidamente, la cobra María del Carmen hablaba por teléfono con su amiga, la rana René. Sin emitir sonido alguno, la anciana guerrera se tiró a dormir sobre el sofá. Estaba completamente agotada. Y el reuma persistía. Aún así, lo había logrado: su nieto estaba con ella. Ahora, sólo le faltaba una razón para recuperar la sonrisa: dar con el paradero del ser más preciado: su siempre adorada hija.





* Basado en una historia real




Chester Piedrabuena




® Saga "Ester, la abuela guerrera". Derechos Reservados.





Texto agregado el 23-03-2005, y leído por 307 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-06-2005 EXCELENTE... y cuando continuas.. mira k el misterio de la hija no me dejará dormir... será la lewinsky? o latoya jackson? o la reina sofía? o.... no por favor, no, no... la conchitasv...? noooooooooooooooo KaReLI
23-03-2005 estuvo bien, pero hay otras mejores, siempre me encanta k salga la viborita. Lum
23-03-2005 jjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjAAAAAAAjJJAjajJAJajJAjjJJAJAjJAJAJj esto ya es demasiado jJAJAJa que buenaaa la de Isabel Allende recitando su novela! jajJAJJAJAJjaj oye Patricio no me digas que otra vez te estás fumando el relleno de la almohada... que extraordinaria saga es esta!! eres el nuevo mel brooks. ojo . no confundir con Brook SHield. sduv31
23-03-2005 Jjaja me encantó, excelente relato y esos reyes magos me hicieron acordar a los tres chiflados. Un abrazo y estrellas. Magda gmmagdalena
23-03-2005 Vaya, a mi me sucedió una cosa muy similar. Samuel_Tristan
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