| EL ARROLLADO
 Necesito escribir esto para desahogarme. No se lo he contado a nadie y aún no me
 atrevo, pues ni el mejor de los amigos creería la situación en que me vi involucrado,
 malditamente involucrado. Y digo malditamente, pues no he podido dormir una
 noche seguida, no he vuelto a tener la lucidez que tenía antes, la frialdad que me
 caracterizaba; he perdido esa chispa que demostraba al conversar con las personas.
 Quizás el escribir esto me sirva como terapia. Maldito el día que me propuse estudiar
 con Max. En ese entonces, aquella decisión era estupenda, pues Max Arenas era uno
 de los mejores de aquel curso y nos llevábamos bien.
 -¿Cuándo nos juntamos?
 -Mañana sería bueno, en "El Arrollado", como a las diez y media- Respondí.
 Así de sencillo. No más palabras, no más comunicación, los dos sabíamos perfectamente
 que aquella sociedad era beneficiosa para ambos, luego un par de "nos vemos" sirvió
 de cierre para aquel espontáneo acuerdo académico.
 
 Esa mañana desperté con el chillido de mi reloj, pero sonaba... extraño. No era el
 mismo sonido rutinario de todos los días. El aire denso que respiraba en mi habitación
 era distinto, no sé si más sucio o más limpio, solo distinto al de todos los días.
 Realizé el ritual diario de levantarme; sin darme cuenta ya estaba en el paradero
 esperando la micro de las nueve y media. Me sentí un poco "exigente" cuando maldecí
 el sonido del motor de la micro porque no era igual al de todos los días. Luego
 me tranquilicé pensando -"no seas tonto, no todo tiene porqué ser igual todos los
 días... voy a tener que dejar de fijarme en estos detalles, me voy a volver loco"-
 y culpé la sensación de irrealidad que me rodeaba a la falta de sueño que había
 tenido esos días de exámenes finales.
 Llegué con diez minutos de anticipación a la hora acordada con Max. Esperé, esperé
 ...esperé demasiado. El lugar de encuentro era "El Arrollado", un restaurant cercano
 a la Universidad. En realidad ahora me doy cuenta que fue estúpido haber elegido ese
 lugar, hubiera sido mejor en la biblioteca, en el patio, donde sea, menos en
 "El Arrollado". Fue lo primero que se me vino a la mente, quizás prediciendo
 comitrágicamente lo que más tarde iba a pasar. Como iba diciendo, esperé demasiado.
 Eran las once y cuarto cuando decidí llamar al celular de Max. Marqué los números con
 rabia y esperé a que contestara...
 -¿Aló?
 -¡Aló!, ¡¿Por qué no llegas todavía?¡, ¡Apúrate!- me contestó con el mismo tono de
 impaciencia que yo demostraba. Traté de recordar si le dije bien el lugar donde nos
 íbamos a juntar... en efecto, lo recordé nítidamente y dije
 -¿Dónde estás?, Se supone que nos íbamos a juntar en "El Arrollado"
 -¡Pues aquí estoy!- contestó exaltado-
 -Pensé que nos íbamos a juntar en la entrada, disculpa, ahora entro...
 -¿Q... q.. qué onda?, para de hablar tonteras, si estoy acá en la entrada- me dijo
 con unas risitas burlonas en las últimas palabras. Traté de imaginar qué enredo había
 entre nosotros, dos personas totalmente cuerdas, y más aún, serias. Max no era una
 persona de hacer bromas, y yo menos. No había ninguna razón para tener esa ridícula
 conversación a través de nuestros celulares.
 -A ver-, le dije-¿Estás en la entrada de "El Arrollado", el que está cerca de la "U"?
 -¡Sí!¡Desde hace rato esperándote!, está bien llegar un rato atrasado, pero estás
 abusando- me replicó con tono serio. Dudé en decirle que yo también estaba en la
 entrada del famoso restaurant. Al momento en que pensaba esto, había llegado un
 camión distribuidor de bebidas para abastecer al restaurant. Me tuve que hacer
 rápidamente hacia un lado de la entrada para dejar pasar a los repartidores. Uno de
 ellos caminaba muy de prisa y con una java de bebidas sobresaturada. Tanto, que
 algunas botellas cayeron al suelo al suelo y se quebraron; una de las botellas dio
 directo en la cabeza de un perro que merodeaba siempre el restaurant. Max escuchó
 todo aquel revuelo y preguntó
 -¿Qué fue eso?¿Se quebró algo?
 -A un repartidor de bebidas se le cayeron algunas botellas... y a un perro le cayó
 una en la cabeza, que mala- comenté y reí, viendo al perro alejarse asustado y aullando.
 Bruscamente cambié mi actitud y finalmente exclamé harto de tanta conversación sin
 sentido
 -¡Cómo vas a estar en la entrada de "El Arrollado"!- reí y luego seguí exclamando
 enojado -Si yo estoy acá y no te veo, ¡Cómo vamos a estar los dos en el mismo lugar!
 yo te creía una persona seria y responsable, para el gueveo y...- callé. Ya era ridículo
 seguir explicándole la situación a una persona tan racional como yo, era demasiado.
 Esperé su respuesta, pero sólo hubo silencio. -"Creo que no debí gritarle así"- pensé.
 El silencio que reinaba la comunicación sostenida entre Max y yo fue interrumpida por
 una sonajera de vidrios... y un aullido de perro. -"Detalles, piensas mucho, para gueón,
 para"- me dije a mi mismo. Quise hacerme el tonto, quise pensar que el aullido que
 escuché por mi celular era distinto al del perro golpeado por la botella... pero era el
 mismo. ¿Como lo supe?...¡Pues me fijo en los malditos detalles!... mis pensamientos
 fueron interrumpidos por Max
 -¿Q...qué onda gueón?- Dijo Max Arenas con una voz temblorosa. Su voz temblorosa sólo
 me hizo entrar en un estado de nerviosismo mayor del que me encontraba. Sentí pánico.
 no lo contuve y grité
 -¿¡Dónde estás gueón!?, ¡Para de hacer estupideces y ven al "Arrollado"!, ¡Al "Arrollado"
 que está cerca de la "U"!, ¡El único "Arrollado" cerca de la "U" y no se te ocurra decir
 que estás aquí, porque aquí estoy yo y no tú!...
 -P... pero gueón... si estoy... ¡Estoy en la puta entrada del puto "Arrollado"!-
 exclamó con todas sus fuerzas para luego caer a una especie de quejido o llanto
 -Para de gueviarme gueón...- era una súplica que me decía Max, una súplica con voz
 temblorosa y llorosa que me hizo entrar en un nuevo pánico que fue interrumpido por la
 imagen de Max cruzando corriendo la calle hacia mí y hablando por celular. Pero en ese
 mismo instante llegaban a mi oído las palabras de un Max estático y confundido, no
 corriendo; no podía ser la misma persona que me hablaba por el celular
 -L... las botellas, el perro... cómo...- en un tono de concentración y susto, tratando
 de encontrar la respuesta a algo inexplicable. En un tiempo que duró ni siquiera
 un segundo, pero que recordaré el resto de mis días, vi cómo atropellaban a Max en su
 frenética corrida y sentí el silencio sepulcral del corte de comunicación que en ese
 preciso instante interrumpió a Max diciendo –Cómo supiste…-, esto mezclado con el
 chirrido de las llantas que trataban de frenar el verdugo vehículo que lanzó a unos
 cinco metros a Max... ¿o a Max? Ya no sé que pensar. Mejor trato de imaginar que nunca
 tuve aquella conversación telefónica... pero es imposible no recordarlo cada día que
 pasa, tratando de encontrar una explicación lógica... es imposible pasar una noche sin
 escuchar en mi mente una sonajera de vidrios, aullidos, el chirrido de unas llantas y
 ver a Max agonizando, el correr de la sangre y los gritos de personas que estaban
 en un restaurant... que nunca más se llamó "El Arrollado".
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