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Está sola, desorientada. Busca el camino de regreso y se encuentra al acecho de las demás alimañas.

La hormiga deambula por toda la habitación. La observo desde mi rincón con una breve sonrisa en los labios, esperando se defina por un camino u otro. A veces se para, como queriendo saber el lugar adecuado para llegar a la salvación, que no es otro que sus compañeras, las cuales hacen rato desaparecieron por el único y minúsculo agujero que hay y que esta despistada no es capaz de encontrar.

Mientras se decide, yo tomo nota en un papel del acontecimiento.
Debo avisarlas que han perdido a uno de sus miembros y deben regresar lo antes posible. La hormiga parece saber que me
preocupo por ella y se ha parado cerca de mis pies. Quieta, como queriendo que yo haga algo por ella. Creo que me mira a los ojos, no puedo asegurarlo, pero apostaría algo a que los tiene clavados
en los míos.

Me desespero porque no sé como puedo hacerles saber a sus compañeras que vuelvan a buscarla. Yo no soy una hormiga como ellas, ni sé donde estará el dichoso agujero por el cual han salido
todas, de saberlo, la hubiera puesto delante y todo resuelto. Estoy en un apuro, creo que estamos los dos en circunstancias parecidas.

Ella no es capaz de encontrar la salida y yo veo difícil poder dar aviso del percance.

Le echo una miga de pan. Se acerca rápidamente y lo atrapa con sus mandíbulas, recapitula y enfila el camino otra vez hacia ningún lado.

Quizás busque un lugar apartado de mi vista para engullirlo, o vuelve a buscar la salida para almacenarlo. Creo que eso es lo más normal en la vida de las hormigas. Pero no lo halla, ante la pared se detiene, no suelta la miga de pan, sigue quieta, muy quieta...

Voy tomando nota de todo lo que veo, aún sabiendo que esta carta no tiene destino, sigo apuntando todo aquello que la hormiga hace.

Sigue parada con la carga entre sus garras. No me imagino que estará pensando, pero debe ser algo definitivo para alcanzar su salvación, de lo contrario nada más le queda que comerse el pan y
esperar a que la vengan a buscar o... a morir. ¿Qué puedo hacer?.

Por fin alguien se acerca a la hormiga perdida. Algo
más pequeña que ella y con paso ligero se para justo delante, entre la miga de pan y su portadora. Debe de estar echándole la bronca por apartarse del grupo. Pasados unos segundos veo como las dos hormigas enfilan el camino de regreso por aquel minúsculo agujerito que tanto dolor de cabeza le dio a la despistada. Ahora va delante siguiendo las indicaciones de la rescatadora. Las dos han desparecido por fin, todo se ha resuelto satisfactoriamente. Me alegro, ya no hace falta que siga anotando en mi papel nada más.

------------------------------------------------------------------------------fin

©TINTIN (Roky)-2004





Texto agregado el 25-03-2005, y leído por 153 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-05-2005 Me encantó. hadamadrina
13-05-2005 que hermoso cuento titin . mapata
25-03-2005 Tintin: Tu cuento está muy bien narrado. Creo que solamente el ser humano es capaz de preocuparse y ayudar a otra especie... además de ser el peor de los depredadores. joaqledo
 
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