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La despedida.

Las toscas paredes de piedra de la cafetería en la que nos hallábamos no reflejaban nada del pensamiento moderno del siglo en el que vivimos. Imagino que el diseñador del edificio pretendía que así fuera, mas de todas formas, lo había hecho lo suficientemente bien como para conseguir un clima de intimidad y confort. Un café con leche humeante y espumoso parecía observarme e impulsarme a tomarlo, mas me contuve brevemente para mirar a mi mejor amigo. Sus largos cabellos negros y su barba cerrada no impedían ver en él toda la inteligencia que emanaba de sus ojos. Unos ojos marrones, con tendencia al negro cuando se esconde el Sol. En esos momentos me miraba con esos ojos tristes, llenos de un dolor y una melancolía inimaginables. Parecían llorosos, pero lo único que querían expresar era lo complicado de la situación por la que estaba pasando. Yo le comprendía perfectamente, pues hacía ya unos años que nos conocíamos y sabía de las inquietudes de mi gran amigo. Su expresión denotaba esa sabiduría que conoce los deseos de la gente y sabe que son completamente distintos de los de sí mismo. Su mirada elocuente sugería que sólo yo, un idiota acabado, podía tener unos deseos parecidos a los suyos. Fue entonces cuando habló.
-Me voy a Estados Unidos a trabajar y a estudiar la carrera que he empezado aquí, me despido de ti durante una larga temporada, te echaré de menos. –Una breve y amarga sonrisa apareció en su rostro.
Un profundo dolor atenazó mi corazón. “No, no me puede suceder esto, debe ser una pesadilla”, fue mi primer pensamiento, pero sabía que todo era real y un nudo en la garganta me impidió decir lo que quería. Mejor, seguramente hubiera empeorado las cosas diciendo algo que no debía decir. Le miré; en sus ojos pude ver que me estaba diciendo la verdad, y también pudo ver la expresión de dolor que me arremetió.
- Siento habértelo comunicado así de bruscamente, pero necesitaba hacerlo.
- Está bien, supongo que me sobrepondré.
- Ahora tengo que dejarte, debo preparar las maletas y todo lo demás.
- De acuerdo, te echaré de menos. Salud, hermano.
- Salud.
Y nos abrazamos, cómo no, fue una despedida calurosamente fría, experimentaba una sensación de vacío y desasosiego que me revolvió el estómago. Lo vi alejarse lentamente, con su larga melena al viento y esa chupa de cuero que tanto me gustaba. Al momento, algo templado descendía por mi rostro. Cogí un pañuelo y ante mi asombro vi que lloraba lágrimas de sangre.

Texto agregado el 28-11-2002, y leído por 467 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
29-06-2007 Me gusta ese toque de dolor y melancolia esa tristeza tan soberbiamente demarcada en el contorno matizado de cada hermosa palabra que tu osadamente plasmas... ***** arcangel_solar
15-11-2004 maravilloso! Por cierto, este tipo es mi primo. ja, ja mpatrocinio
 
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