Celos que rompen el pecho
que se agolpan en los sesos
martillando la razón
destrozando el sentimiento
fustigando lo trivial.

Celos que nublan momentos
que embotan y enloquecen,
celos que impulsan al delirio
y del delirio a la pasión
derrocando lo apacible
y enturbiando la visión
celos vestidos de rojo
rojo de sangre furiosa
que se desboca y deriva
en manos agarrotadas
y en los dientes que rechinan
¡ay de aquel que los provoca!
¡ay del que invoque piedad!
las manos serán tenazas
que atraparán su cuello leve
y el perdón no lo salvará
de esa tormenta afincada
en el pecho del agresor.

Celos, no jueguen con ellos
que la pasión los alienta
y ni la súplica los apaga
la muerte se pasea sonriente
cuando huele ese aroma
a hierro triturando huesos
a pájaros incinerándose
en la jaula de la impaciencia
nombres que son estigma
en la mente enfervorizada
arena que será aventada
sin tiempo que la perdone.

Celos, quemando entrañas
abriendo cauces dolientes
consumiéndose por dentro
el que ama y se sabe acechado
por las dudas de un matiz
por el latido escuchado
y que tañe en otra escala
¡ay del que asoma a la puerta
del que mora dicho infierno
y sin saber lo que es, sonríe
y su cabeza rueda inútil
por esa senda de sospechas,
bramarán los dioses
pedirán justicia y acaso
esta llegue cuando
el celoso se esté desangrando
sobre el cadáver de su amada…