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LA DESPEDIDA
(Una vivencia personal)

Es el 25 de diciembre de 1993 y Miguel se va de la casa para siempre. La mañana es transparente en la paz y el cielo parece entrar por la ventana del living, pintando de celeste las murallas impregnadas de dolor e incredulidad. Miguel está parado allí, maleta en mano, vestido con pantalones oscuros y su camisa blanca le ilumina el rostro, dejando ver la inmensa tranquilidad que siente un hombre cuando cierra la puerta de la lluviosa angustia y llega al umbral que lo conduce a ser libre como las aves que vuelan y, cantando, se mezclan con los acordes del silencio que llena cada rincón de la casa. Sus ojos claros recorren todo por última vez, quizás para llenarlos con recuerdos de hogar que guardará en la miel de su alma.

Yo lo observo desde mi dormitorio. Navego en aguas alborotadas de incredulidad y quisiera decir tantas cosas, pero las palabras, las ideas chocan entre sí, enredándose para luego desvanecerse en mi mente, dejando sólo el sentimiento de resignación que nace y se apodera de mí cuando entiendo que es el minuto final, ese minuto que dura sesenta segundos reales y sin embargo, parece ser eterno en la esperanza de que todo cambie y siga como antes. Es una ilusión, sólo una loca idea porque el minuto agota su recorrido y el final se acerca sin piedad... nos lleva a decirnos adios. La mirada de Miguel se encuentra con la mía y lo veo acercarse lentamente, cruzando aquella claridad celeste en medio del silencio que mortifica la tristeza y a la vez reconforta los corazones dolidos. Su presencia me invade, me mira y me sonríe con la ternura de un niño y con esa complicidad que siempre nos unió.

- Me tengo que ir – es la corta frase que sale de su boca mientras estira su mano para despedirse. Me resisto a tocar su mano, pensando en que tal vez ya no sienta la tibieza del cariño. Sin embargo, la osadía acompañada del apego me hacen tocar su mano y darme cuenta, en un respiro de alivio que la tibieza aún existe... el cariño sobrevive, persiste en el tiempo y también en mundos distintos.

- Si... tienes que partir, pero dime una cosa – pregunto ansiosa - ¿Cómo es el lugar a donde vas?, ¿estarás bien?

- No te preocupes, es un lugar muy hermoso y hay alguien allá que me va tratar muy bien. Tranquila... ya soy feliz.

Despacio se aleja de mí y camina con paso firme hasta el centro del living. Allí se para, gira y me mira sonriendo por última vez. Luego se va, su figura desaparece en la nebulosa que se forma densa y liviana al mismo tiempo dentro de mi mente y en mi alma, que guarda el más lindo de los mensajes.

Abro los ojos y aún estoy soñolienta. La luz del sol se pasea por mi dormitorio y me hace despertar poco a poco. Miro hacia el living... y aún creo ver la celeste claridad que permanece en el aire. Veo el rostro de mi madre, piel transparente de pena y ojos huérfanos de alegría. Su voz quiebra mis pensamientos y rompe el silencio reinante.

- ¿Cómo durmió hija? – pregunta con dulzura, dejando en el velador la bandeja con el desayuno.

- ¡Dormí bien mamá, buenos dias! – respondo mientras me siento en la cama y me dispongo a tomar el café.

- Yo dormí poco hija... desperté a cada rato y se me venía a la mente mi hijo Miguel... cuatro días han pasado desde su funeral. ¿Dónde estará... cómo estará?

- Mamita... tranquila, Miguel está bien porque el lugar donde vive ahora es un paraíso hermoso, libre de sufrimiento. Jesús lo trata muy bien. Créame, yo se porque lo digo.

Los ojos de mi madre, húmedos de tristeza, se iluminaron y logré ver en ellos un atisbo de conformidad. Ese infinito dolor que produce la pérdida de un hijo parecía acallarse por unos momentos. Nos abrazamos y sin decir una palabra simplemente dejamos que el silencio y la claridad acaramelada con cariño eterno nos invadiera, aún cuando Miguel ya se había ido de la casa.


Texto agregado el 29-03-2005, y leído por 243 visitantes. (17 votos)


Lectores Opinan
30-09-2005 Me has hecho llorar... que bonito y que triste... Gracias por leerme!! _arikel_
17-08-2005 Tiene una sorpresa profunda que te estremece, transmitiéndote la vivencia en forma directa. Mis Felicitaciones ***** duckfeet
06-05-2005 concuerdo con aukisa, pero es ciérto, la técnica puede ser una herramienta o una jaula. (O, para algunos psicopatas como mi persona, una herramienta para construir una jaula de la que escapar)..... Respecto a tu texto, anita, que tu estilo y el sentir que tiene detrás me hace recordar a una antigua enamorada, por cierto tocaya tuya.... Preciosa la escena de la despedida... Saludos y un abrazo. aasraloth
29-04-2005 Esa espedida ha dejado marca en tu vida. Emociona este escrito y la vivencia que en el relatas. Diría más bien que algo de él perdura en el recurdo y el sentimiento por siempre. Un abrazo Shou
29-04-2005 He paseado por tus textos. Tienes pulso, temperamento y la sangre impregnada de literatura. Creo sin embargo que la tecnica literaria esta ausente en tus cuentos. Esta opinión puede crear controversias, sin duda. Pero creo que no es posible escribir sin posser esos principios bin claros. Visita "enlaces" en esta misma pagina. Hay alli abundante material en el que se habla de técnicas literarias. Un escritor boricua (Nieves?) tiene un lugar excelente sobre variados temas. Bueno dejo aqui material para un debate. Espero que si. aukisa
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