EL BESO



Para qué mentir: soy un fanático de los besos. Cortos, prolongados, tiernos, salvajones, franceses, húngaros, checos, polacos. Me da igual. Besar es mi pasión. Pero de lo que no me había percatado es de lo mal que se ve a esa pareja de allá adelante besuqueándose. Me imagino que a mí no se me ha de ver así (eso hemos de pensar todos).
También se nota que el muchacho es inexperto: está demasiado apurado, demasiado ansioso, le falta práctica y carece de estilo. Sin un estilo propio está perdido. Nada que ver con los besos que se ven en las películas: ¡esos son besos de verdad! Bueno, en realidad son de mentira. Quién sabe cuántas veces tendrán que ensayar para que se vean tan bien, que hasta ganas de besar le entran a uno. Pero (y no es por ser ofensivo con el muchacho) verlo besar me produce náuseas. Náuseas y rabia. También es que este bus no ayuda en nada con tantos frenazos y saltos... Por lo que hay que darles mérito es por la resistencia: no se despegan por nada. ¡Vaya, qué aguante!
A esas alturas seguro que yo ya me hubiese acalambrado la mandíbula. Pero ellos no se desprendieron aunque se les vino encima el gordito que está de pie. Nada... ni se inmutan. Ya me siento un poco pervertido por andar espiando, pero es que no puedo dejar de ver. Igualito que como me pasa con los reality shows... Eso... ya era hora de que se separen. Bueno, ahora sí me paro para empezar a salir, que con tanta gente que mete este chofer no queda otra que empujar... pero mejor que no me vea, no vaya a ser que se ponga coloradita de la vergüenza de saber que la estuve observando todo este tiempo... ahí nomás están junto a la puerta... que no mire, que no mire, que no me... ¡mierda, miró! Yo mejor me hago el loco, como que no he visto nada, bajito digo “Pare, por favor”, salto hacia la calle y alcanzo a escuchar que me grita por la ventana: “¡¡¡Mi amooor, te juro que no es lo que pareceee!!!”


Guayaquil, 28 de noviembre del 2002.