ALAS DE MARIPOSA

Autora: Emperatriz


Sabina despierta sudorosa y cansada. Apenas durmió durante la noche, debido al excesivo calor que aunque la aletargaba, impidió a su cuerpo entregarse de lleno al sueño.
Abandona la cama sin ganas y observa a través de la ventana. Es un día para disfrutar. Brillante, luminoso y colorido. Aún descalza y en camisola, se apresura a salir al jardín.
Le agrada el contacto de sus pies con el pasto recién cortado. Frescura y un leve cosquilleo. Esa es la sensación. Mira a su alrededor. Tantas flores y aromas entremezclados. Cierra los ojos y se deja llevar por la tranquilidad perfumada que la envuelve. Debía quedarse allí para siempre, donde nadie le hiciera daño y sólo la presencia de la naturaleza la acariciara. Es un lugar idílico, pero todavía no sabe por qué está en una casa desconocida. No recuerda ni siquiera cómo llegó hasta ahí.
Una mariposa naranja la distrae de su incipiente inquietud, y le da la bienvenida revoloteando sobre su cabeza. Sabina la sigue con la mirada e intenta atraparla. El insecto alado escapa directo a las dalias. Prosigue su danza en torno a los rayitos de sol, las azaleas y las hortensias. Luego, se pasea entre arbustos y ciruelos, hasta perderse definitivamente en el follaje de un viejo ceibo. Sabina, que ha corrido tras la mariposa todo el tiempo, se siente decepcionada. No entiende por qué las cosas bellas suelen ser breves e inalcanzables.
Abruptamente la distrae un sonido. Cree reconocer el rechinar del balanceo de un columpio. Mira a todos lados, pero no ve ninguno. Entonces, cierra los ojos y escucha. El ruido parece más fuerte. Es un columpio al viento,no cabe duda, piensa, mientras siente como una tenue brisa que va y viene le golpea suavemente el rostro. Sabina mira de nuevo, pero nada. Sin embargo, el sonido del aire que se corta al compás del vaivén, es evidente.
Tal vez sea un columpio fantasma, reflexiona. Entonces, irrumpe en ella un natural temor a lo desconocido, y siente deseos de huir. Pero una morbosa curiosidad, la insta a estirar un brazo. Un viento tibio acaricia su piel. De pronto, sus dedos chocan con algo invisible. Al palparlo, se percata de que es un tubo de fierro. Sus yemas siguen la figura hasta constatar de que se trata de la base que sostiene el columpio. Repentinamente el balanceo empieza a disminuir, y Sabina se atreve a dar unos pasos hacia adelante. Con sus dos manos y lentamente toca las cadenas y el asiento del columpio. Sin entrar en elucubraciones sobre la veracidad de su descubrimiento, se sienta, y delicadamente, primero, y con fuerza, después, da impulso a sus piernas para que éstas le den el vuelo necesario. En un par de minutos, Sabina se siente tomada en brazos por el viento que la traslada de un lado para otro, agitando su cuerpo, y enredando sus cabellos. El movimiento la marea, pero le gusta. Es vertiginoso, revitalizante, y arrebatador. Qué bueno no pensar, no sentir, sólo dejarse llevar por oleadas de aire,y sentir que uno es libre, se dice a sí misma.
Inesperadamente, el vaivén comienza a ser más brusco, como si una mano invisible también empujara el columpio. Sabina mira hacia atrás pero no ve nada. El terror se apodera de ella, cuando el impulso es tan fuerte que se ve expulsada al vacío. Pero cuando cree que todo terminará, aparece la mariposa naranja. Experimenta una especie de alivio al verla, aunque no sabe por qué. Un ser tan ínfimo en tamaño, nada podría hacer por ayudarla y evitar la caída. No obstante, para su sorpresa, la mariposa comienza a agrandarse hasta quedar de la estatura de un ser humano. Con sus alas la abraza y la salva, y lo más asombroso, le habla.
Sabina se deja conducir mansamente a su habitación por una mujer que le parece conocida, pero que no sabría decir quién es exactamente, y que ha ocupado el lugar de su mariposa. Por lo menos ambas tienen algo en común, y eso la apacigua. Las alas y el pelo de la mujer son del mismo color: naranja.



FIN