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[C:959]


Sale del baño recién peinado. El agua del pelo todavía gotea sobre sus hombros y le moja la remera. Camina hacia el dormitorio pero antes decide abrir la heladera y beber un largo trago de jugo directo desde el cartón. Después, arrastra un poco los pies descalzos para sentir la suavidad de la alfombra bajo sus plantas, se detiene en el enorme espejo del living. Se acerca, abre la boca y con la lengua aparta un invisible resto de la cena que ha quedado aferrado entre un diente y la encía. Luego se hace un guiño cómplice, toma aliento y abre la puerta del dormitorio.
Masturbarse implica también la ceremonia anterior. El peinado prolijo, la aprobación final frente al espejo y colocar lentamente la película XXX en la video grabadora.
Sonríe a la cama, descorre la colcha de su lado y tantea el calor de la otra pierna.
Siempre era de esta manera. Todos los martes desde hacía dos meses. Así redescubrió los carnales placeres que regalaba su mano sumado a los jadeos provenientes de la televisión.
Comenzaba acariciando la rodilla con el canto del dedo meñique, una pasada suave. Sabe que ese toque sutil provocara un estremecimiento sin suspiros ni palabras, que sólo logrará contraer un poco el abdomen y luego se aflojará hasta culminar con una leve exhalación. Luego subirá suavemente hasta chocar contra la tela y allí se detendrá un rato. Jugará entre la piel y la rugosidad del género sin avanzar demasiado, como una contienda en la cual estaba marcado el límite preciso entre el comienzo y el final de la batalla. Este movimiento espesa la respiración. Puede notar, aún sin ver, como baja y sube el pecho, como la pierna tiembla augurando un final de boca abierta y lengua húmeda.
Sin embargo, un sonido inesperado y torpe le arranca la mano del lugar. Recuperado del susto y la sorpresa, con un movimiento fastidioso y mecánico, toma el auricular.
-Hola- dijo. Se arrepiente, se inclina, espera.
-¿Horacio?...yo- explicó la voz metálica del otro lado de la línea
-¿Quién?
-Yo-
-¿Alberto?-
-Sí. ¿Te desperté?-
-No, no. Está bien-
-¿Qué hacías? ¿No te desperté, verdad?-
-No, no, no. Estaba leyendo un libro. No tenía sueño- Se justifica, se incorpora un poco, se incomoda, gira apenas, baja el volumen.
-No sé porqué te llamé. En realidad no entiendo porqué lo hice- dice con un tono angustiado, desorientado.
-¿Qué te pasa?
-Nada... no sé...todo. Qué se yo-
-¿Qué te pasa? ¿Y Marcela?- insiste, agrega, se sienta, apoya la espalda en el respaldo.
-No está. Se fue.-
-¿Cómo que se fue? ¿Se separaron?-
-No, no. Ojalá fuera eso. No está. Llegué de la oficina y ya no estaba. Estoy desesperado. Son las doce de la noche. Las doce y todavía no llegó-
-Bueno...tranquilizate. Debe estar tomando algo con alguna amiga. Que se yo...en la casa de la madre-
-No, ya llamé y la vieja no sabe nada. Estoy desesperado... desesperado-
-Pará. Calmate un poco. ¿Tuvieron algún problema? ¿Volvieron a discutir?- Se estira, toma un cigarrillo, lo enciende, arroja humo.
-¿Qué?-
-Si tuvieron algún problema, te digo-
-Sí. Algo de eso hubo-
-¿Qué pasó?-
-Nada, no pasó nada. Discutimos esta mañana. Sólo eso-
-¿No querés hablar?- se inclina, se arquea, toma el cenicero, deja caer la ceniza
-Si. No. No sé qué pasó...-
-¿Cómo no sabés qué pasó?-
-Sí, lo sé...en realidad no sé lo que me pasó-
-¿Por?- Aspira, revuelve las cenizas, larga el humo, mira a su lado, hace un guiño que parece un tic nervioso.
-¿Qué?-
-¿Que qué hiciste para que se vaya?-
-No se fue. La ropa esta aquí, no falta nada-
-Falta ella- abre una pierna, choca con la otra, apaga el cigarrillo.
-Sí, ella no está y son pasadas las doce. Estoy preocupado. ¿Si le pasó algo?-
-¿Qué le pudo haber pasado?-
-No sé...un...un accidente-
-¡Dejate de joder!. Qué accidente ni accidente. Debe estar con una amiga tomando algo en algún bar-
-No. Con qué amiga, si ya no le queda ninguna-
-Yo qué sé- Mira la tele, dos pechos enormes, un pene, se excita.
-No...no tiene amigas. Debe estar revolcándose con otro-
-¿Con otro?- Busca la pierna, vuelve a acariciar, se corre, para.
-Sí. No será la primera vez...ni la última-
-Pará, calmate un poco-
-Qué mierda me voy a calmar. La voy a matar. Eso voy a hacer-
-Haceme caso. Calmate. Tomá algo fuerte. Acostate y esperala. Debe tener una buena excusa-
-Sí, claro. Siempre tiene una buena excusa. Ayer tuvo una buena excusa. La semana pasada también la tuvo.
-¿Ayer?- Se desorienta, mira, enciende el velador.
-Sí, ayer también llegó como a la una. Es una puta.-
-Vamos, no digas eso. Mañana te vas a arrepentir-
-Qué me voy a arrepentir. Es una Puta, puta, re mil puta.
-Dejate de joder. Andá a servirte algo fuerte. Yo te espero-
-¿Qué decis?-
-Que te vayas a servir un whisky y que te calmes- Sube un poco el volumen, se aburre, ve dos mujeres, un hombre, su fantasía.
-Ya me tomé como una botella y estoy peor. Tengo más ganas de matarla que antes. Si entra ahora le pego dos tiros-
-Dejate de decir pavadas- gira, observa el cuadro, toca a su lado, quita una ceniza de la sábana.
-...-
-¿Estas allí?-
-Sí-
-Qué pasó esta mañana-
-Ayer llegó a la una. ¿Te lo dije?
-Sí-
-Y discutimos toda la noche. No me quiso decir dónde estuvo ni con quién. La cagué a trompadas.
-Cómo-
-Que la cagué a trompadas-
-¿Pero vos estás loco? ¿Cómo le vas a pegar?-
-Le di en los brazos aunque debería haberle dado en la cara a esa puta. Para que nadie más la mire.
-Estás loco...vos estás loco- Reafirma, se incomoda, busca otro cigarrillo, lo enciende nervioso.
-Si, debo estarlo. Ni siquiera la quiero. No me importa que se muera, que le agarre un cáncer en la garganta, un infarto. Quiero verla muerta-
-¿Llamaste a la oficina? Tal vez esté laburando- cambia de tema, se pone nervioso, fuma, echa violentamente el humo, mira.
-Sí. Me atiende la señal de fax-
-¿Llamaste a lo de la madre?-
-Ya te dije que sí-
-Ya va a llegar, entonces- cuatro pechos saltan, se tocan, se inflaman, levanta el sonido, gimen, desean, se buscan.
-Sí-
-Cómo-
-Te dije que sí. Qué ya va a llegar. No sé para qué te llamé-
-Porque somos amigos- Una lengua, la otra, se entrelazan, se babean, tocan, sudan. También él toca, cruza el límite, traspasa la tela, toca vellos, se retuerce apenas.
-Bueno, te voy a dejar. Mañana nos vemos.
-Bien, no hagas boludeces. Debe estar por llegar- Mira, siente, sube la mano, se cruza con la otra, la baja, esconde un jadeo, lo ahoga en la garganta
-Está bien, no me importa.
-Mañana nos vemos- descorre la colcha, libera, encuentra, palpa, se mete.
-Chau-
Cuelga el auricular con la mano que no tiene ocupada y queda de medio lado, de cara a la mesita de luz que sostiene el teléfono. Observa el brazo de la mujer que tiene a su lado.
Otra vez el sonido metálico del teléfono lo saca de la situación. No atiende. Deja que la campañilla descargue su energía contra en el vacío de la habitación. La mano sube directamente pero decide tomar el teléfono que insiste, que se mete, que explota.
-Si- se pasa la mano por el pelo, se molesta, se enoja.
-Otra vez yo, para que no te preocupes-
-No estaba preocupado- escupe, desprecia, resbala.
-Te quería decir que acaba de entrar-
-¿Qué?...¿quién?-
- Marcela...acaba de llegar. Estaba demorada en lo de la tía Emma. Vos conoces cómo son las mujeres cuando se ponen a charlar-
¡Qué loco de mierda! Piensa mientras le corre el elástico de la bombacha y comienza a masturbarla sin preguntar con quién había estado el día lunes.





Final

Texto agregado el 29-11-2002, y leído por 1874 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
17-10-2005 Naturalidad en el tratamiento del tema. Bien por ti. Ruth
05-11-2004 tu voz, de nuevo. SALAMANCA
30-09-2004 Estimado ORLANDO: Habrá talento y gusto para todo. Lo que más admiro es en la forma tan sencilla y simpática que lo narras. Y POR SUPUESTO QUE NO ESTÁ DE MAS LEER LAS DESVENTURAS DEL SEXO. MIS ESTRELLAS PARA TÍ. *** luciernagasonambula
 
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