Monótono atardecer
que no sabe de colores,
vestido de gris.
El tiempo no avanzó,
y yo,
una vez más te esperaba

Con lo ojos cerrados,
mis brazos seguían extendidos
esperanzado,
rogando por un sueño,
todavía creyendo.
Mis dedos rozando el aire
en procura,
de los fragmentos de tu piel
que en otro tiempo
habitaron mis espacios,
los mismos,
donde tantas veces respiré tu aroma,
llenándome de ti.
Donde inventé caricias
para dibujar tus formas,
aprender de memoria tu silueta
que sabía como fundirse con la mía
inspirada con un beso.


Viviendo en tu ausencia
imposible negar los deseos,
de reconstruir una existencia
que se transforma en imposible.

Alcé mi vista hacia el cielo,
perdiendo mi mirada
embriagado por el brillo
de las estrellas.
Lejanía,
convertida en refugio
de la belleza.