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Inicio / Cuenteros Locales / EXHIBICIONISTA / Carnaval en cuatro carillas

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-Ya autora, puedes expresarte como quieras sobre lo que quieras, pero sólo en cuatro carillas y con doble espacio… ¡no puedes olvidar lo del doble espacio!
-Pero mi única intención es contar mi cuento, ¿qué pasa si mi historia se prolonga más de lo…?
-Bla, bla, bla… ¡Pon tu “Había una vez” pronto y deja de perder líneas!
-¡Pero…! Yo… En fin… Había una vez, un artesano, con más canas en la cabeza que dientes en su boca, que tallaba máscaras de la más diversa índole, unas eran hermosas y perfectas, otras eran terroríficas; había algunas pequeñísimas, pero casi todas eran enormes y con muchos colores.

Viajaba de pueblo en pueblo con sus gubias y pigmentos en una maletita de cuero. Cuando llegaba a un nuevo poblado, lo recorría calle a calle y por cada persona que conocía, hacía una máscara que luego le regalaba. A veces las personas le preguntaban por qué: “Porque YO no pierdo nada”. Rara vez esta respuesta satisfacía la curiosidad de los que habían sido obsequiados con una bella artesanía, sin embargo, por más que interrogaran, no conseguían una respuesta más directa que aquella. Excepto esa jovencita… debía ser especial, debía ser inteligente, debía ser distinta, debía percibir las cosas de otra manera, debía ser… como todos, pero con voz.

Fue la primera persona a la que vio el artesano al entrar a Salamandra y le agració el hecho de que coincidiera aquel nombre con el tono de sus cabellos cobrizos. Observó mucho tiempo a la jovencita rodeada de mujeres que bromeaban con ella y de hombres que soñaban con ella. El artesano comenzó a tallar.

Recordó a un niño de Vicuña, a quien le había tallado una gruesa, muy gruesa máscara del material más liviano que conocía; la pintó blanca y talentosamente logró plasmar la luz en su decoración. Al recibir aquel inesperado obsequio, el pequeño se sintió dichoso, y la rapidez con la que se cubrió el rostro evidenció una necesidad: el niño que cuidaba los autos de los turistas NECESITABA aquella blancura, luz… inocencia.

También recordó un lejano pueblo en el que estuvo, Pomaire, donde todo era café: el suelo, las casas, las manos; el aire… y ese mismo café que demarcaba el rededor, alimentaba raquíticamente las bocas con el escaso dinero que les proporcionaba el antiguo arte de la greda… café…
-¡Ya! Sí, ya captamos la idea: todo estaba lleno de tierra… ¿Tanto te cuesta resumir? Te advierto que te estás poniendo latosa y que ya ocupaste dos carillas…
-…Café… todo, todo café…pero sus caras no lo eran. Sus rostros reflejaban los colores de una primavera selvática, diversa, llamativa, propia de un carnaval… ¿por qué? ¿Por qué, donde sobraba el hambre, donde se desconocía la comodidad, donde el trabajo era un estereotipo y el dormir, un sueño, la gente se veía tan feliz? Porque ERA un carnaval: otro artesano había estado allí antes.
-¿Qué te dije de las descripciones latosas? ¡Por favor! No te me vayas a poner cursi también… esas fueron seis líneas menos…
-Terminaron los recuerdos y el esculpir de la máscara. Asimismo terminaron las bromas de las mujeres y los sueños de los hombres que rodeaban a la jovencita de fogosos cabellos, dejándola en compañía de su enlutado vestuario y justificadas lágrimas.
-Ay, pobrecita, ¿se le murió el marido? Qué pena… ¡Vamos! Dame algo de acción y déjate de imitar a Shakespeare con sus dramas “corta-venas”, que sólo te queda carilla y algo.
-El artesano se acercó solemne, pero su presencia no fue percibida hasta el momento en el que posó su obra en el negro regazo. Una obra áspera, tosca, resistente y enorme: roble. Sin embargo era hermosa; la delicadeza de un gato no deja de ser tal porque rasguña…
-Gracias, artesano, pero no la necesito –dijo devolviéndosela-. Las máscaras son para ocultar rostros, y aunque el mío esté triste, no tengo nada que ocultar.
-Te equivocas… todos tienen algo que ocultar… todos lo hacen… Déjame darte este disfraz.
-¿Por qué te empeñas en entregarme algo que no quiero y que no te brinda ningún beneficio?
-Porque YO no pierdo nada…
-¡Pero YO pierdo mi identidad! –Ante esta respuesta desesperada de la joven, el artesano no pudo evitar el reír a carcajadas; tampoco trató-. Los disfraces son para actuar, y la actuación es un arte que se aprende hasta hacerlo TAN bien y TANTO que luego no se logra distinguir entre la acotación del parlamento y lo que realmente se está sintiendo.
-Identidad… bonita palabra aquella, de una dimensión inmedible para alguien con tan pocos años en los ojos… Identidad… una cosa te puedo decir sobre la identidad, y es que es un arma de doble filo: sí, serás auténtica, espontánea, pero también serás vulnerable; todos conocerán tu forma de pensar y tus gustos; y también conocerán tus debilidades y falencias, es allí, precisamente, donde apuntarán, EXACTAMENTE donde más duele, y créeme que aciertan.

Entonces la joven comprendió que él también usaba una máscara, una muy bien hecha, tal vez por él mismo, una que ocultaba un dolor pasado, un resentimiento bajo el cansancio de los años. Él era el hacedor de máscaras y aún así ocupaba una, ¿quién le aseguraba a ella que, a pesar de rehusar la idea de enmascararse, no lo estaba ya? ¿Qué podría entonces hacerle tan bella máscara, si no protegerla? Identidad… ¿para qué le servía, si sería “espontáneamente” herida? ¡Tómala! ¡Tómala! ¡Escúdate y actúa! En aquel instante la jovencita supo lo que haría, ella…
-Ella va a llegar, va a tomarle la máscara al viejo y se convertirá en una más de “Los Enmascarados”… ¡Ja, ja, ja!
-¡¿Cuál es tu problema?! ¿Por qué no me dejas contar mi historia tranquila? ¿Tienes acaso miedo de lo que puedo contar? ¿Tienes miedo de darte cuenta que tú también usas una máscara, que no eres tú, que nunca PODRÁS ser tú, porque un ser auténtico no existe después de la adquisición de la conciencia? ¡¿Es eso acaso?!
-Y si es eso, ¿qué? ¿Desearías tú que te sacaran la máscara?
-En una guerra, en plena batalla, ¿te sacarías la armadura y le pasarías al enemigo tu arma? … Deseo que el que nos quiera sepa cómo es mi piel sin tener que sacarme la armadura; sin que te la saque.

Texto agregado el 03-04-2005, y leído por 1555 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-05-2005 wow!!! qiza muchos de nosotros ya nos encontramos con el artesano, y tenemos una mascara puesta. un beso. rumpelstinsky
 
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