| Al vaivén de estentóreos consuelos, en mi huída,olvidaste tus heridas putrefractas en las mias,
 respiraste más fuerte mis orgásmicos pulmones,
 atragantado y asmático de ilusiones.
 
 desde entonces,
 
 qué rancio perfume languidece en mi antiguo lecho?
 qué brisa, aturdida, atravieza inexistentes vidrios de mi vieja ventana?
 qué pasos intrusos violan sus desgastados maderos ?
 
 
 y lo más doloroso es, que te has ido, y no del todo…
 
 
 Sigues siendo el eco maldito de mi desnuda infancia,
 una sombra neurótica que a mis espaldas se ensancha,
 
 
 Sigues bebiendo de mi sangre la poca corta vida
 sigues adherido -medio borroso, medio mutilado-
 a mis noches y a mis dias, tú, maldito recuerdo.
 
 Pero ayer te cogeré en mis desvelos y
 mañana te maté en mis sueños,
 para que hoy no me partieras el pecho,
 ni con ese amarillento sabor a sangre seca,
 ni con ese azulado olor negro
 de tu longeva existencia.
 
 Y así, pasado mañana, cuando alucine que te he vencido,
 cogeré mi cuerpo y mi melena
 y los bañare con el más oloroso olvido que nada en mi pulcra bañera.
 
 A Robert, quien me salva cada nórdica noche, con su cálida compañia,
 de los gélidos miedos del sur de mi vida.
 
 Esmeralda Deike.
 
 |