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Corrían los primeros noventa cuando volaban mis primeros veinte.

En Lituania se respiraba nuevamente aire de libertad mientras los tanques soviéticos cesaban su cerco a Vilnius. Yo apenas sabía a qué olía esa palabra, mis tanques también me habían tenido cercado mucho tiempo.

La libertad que yo buscaba tenía la piel más blanca, los ojos más azules y el pelo más rubio que cualquier otra. Así que no me costaría demasiado encontrarla, pensé.

Llegar fue fácil. Entrar no tanto. El policía de fronteras entre Polonia y Lituania me despertó de una patadita en la pierna y me pidió el pasaporte. Mientras despertaba, buscaba el documento en mi cartera colgada al cuello bajo mi camiseta. Por la ventanilla del tren la estación se me dibujaba más como un mercado. Cientos de personas se agolpaban con bultos amorfos en un baile frenético. Ofrecí el pasaporte al policía, quien mientras lo hojeaba me dijo burlón:

- Hiszpanii!... Olé!

Yo guardé silencio detrás de mi sonrisa, claro. Porque cómo podría corresponder yo completando una frase que empezara con 'Polska...'. ¿Solidarnosk? ¿Walesa? ¿Wojtyla? Me selló mi casi inmaculado pasaporte y me lo devolvió con una media verónica al más puro estilo de Morenito de Cracovia.

El tren se puso en marcha, dejando trás de sí Suwalki, el último pueblo Polaco. Avanzaba muy lentamente, como quejándose y resoplando, hacia Sestokai, el primer pueblo lituano.

Antes de llegar, una estación fronteriza y de nuevo los mismos bultos amorfos bailando sobre las personas que invadían la estación. Entonces me di cuenta de que aquellos no eran viajeros, sino trabajadores. Cada día hacían el mismo trayecto, cambiando ilegalmente ropas por tabaco, y alimentos por ámbar, comprando y vendiendo mercancías a cada lado de la frontera bajo los comprados ojos ciegos de los policías de ambos lados.

El policía de fronteras lituano fue menos simpático. No necesitó la patada porque ya estaba despierto, pero su actitud altiva, arrogante fue mucho más hostil, y me puso a la defensiva.

- Pass!

O bien me pedía el pasaporte o bien el Lituania te abofeteaban onomatopéyicamente. Se lo di y tras mirarlo largamente dijo:

- Visa!

'¡Joder, ahora me pide la tarjeta de crédito, y la mía es Mastercard, mierda! A ver si ahora no voy a poder pagar el visado y... ¡un momento! Visa... visado... ¡coño, si me está pidiendo el visado!' En fin, que casi casi le planto la Master delante, en vez de explicarle que como él bien debería saber, Lituania se encontraba en medio de su proceso de independencia, que aún no había embajadas para expedir el documento, y que obviamente las rusas ya no lo hacían.

Yo iba bien informado, y sabía que debía pagar 50$ por entrar en el país. Y como el poli sabía muy bien hacer su trabajo dijo:

- 100$!

A mi billete de 50$ acompañaba una copia de la carta que su única y precaria oficina de exteriores en París me había enviado indicando el precio del visado, además de una sonrisa del tipo 'a mí me la vas a dar'.

Pues sí, me la dio. Porque después de hacerme bajar del tren para acompañarle a su oficina, y seguirle a duras penas con la mochila a medio colocar por un andén atestado, fumó varios cigarrillos y esperó hasta exactamente 1 segundo después de que se oyera el pitido que indicaba que las puertas de los vagones se cerraban para estampar su sello en el pasaporte, y dármelo con una sonrisa del tipo 'qué lástima me da que pierdas el tren, capullo', cerrando el ventanuco que nos separaba.

Al salir fuera para ver cómo mi tren se iba me pareció estar en otro lugar. La estación estaba desierta. ¿Dónde estaba todo el mundo? No había un pueblo a varios kilómetros, ya que era únicamente la estación de la frontera. Así que pensé en esperar y tomar el próximo tren.

El cartel que mostraba el horario de trenes habría sido comprensible si no le hubieran faltado tantas letras y si éstas no hubieran sido cirílicas. La señora con pañuelo negro y dientes a juego que vendía los billetes no hablaba. Un hombre, que barría la ceniza que caía de sus cigarrillos, me hizo entender que el próximo tren llegaría al día siguiente. Una mujer con un saco enorme pasó frente a mí y salió de la estación. La seguí.

Varios minutos después me llevó hasta un autobús, en el que esperaban unas 7 personas. Ya estaba mi problema resuelto. Compré un billete a un precio ridículo de unos pocos rublos, escogí un buen sitio y me senté.

Media hora más tarde, el conductor cerró su periódico. 'Ya salimos', pensé. El conductor se acomodó sobre su asiento y se dispuso a dormir. Un chico se sentaba delante de mí, y le pregunté:

- ¿A qué hora saldremos?
- No lo sé. Cuando se llene.
- ¿¡Cómo!? ¿Y cuándo puede ser eso más o menos?
- Pues depende de los viajeros del tren de mañana...

Acababa de cruzar la frontera del telón de acero, y ya había conocido algunos de sus lados más oscuros: corrupción, desencanto, resignación, silencio... Afortunadamente, me quedaba por conocer todo lo demás. Y aunque había prometido no ser ni actuar como lo que en realidad no era, un capitalista, empecé rompiendo mi promesa el primer día.

Desperté al conductor, y le compré todos los billetes que quedaban libres. Ante su incredulidad y la del resto de viajeros compré mas de 50 billetes y el autobús partió de inmediato.

Me esperaba mi libertad.

Texto agregado el 07-04-2005, y leído por 230 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
07-10-2005 ¿siempre buscas los amores tan lejanos?... un susurro* susurros
15-04-2005 Hermoso y entretenido relato, cruzabas tantos países en busca del amor? Me pareció muy bueno porque nos mantienes entretenidos hasta el final. Mis estrellas. Magda gmmagdalena
13-04-2005 ¿Te han dicho que escribes muy bien? Este relato me ha gustado mucho. Es entretenido, has sido muy minucioso escribiéndolo. Da la sensación de estar en la mochila del protagonista haciendo ese viaje con él con cada detalle de la historia. Además has dado toques de humor al contratiempo y las situaciones adversas. Muy bien escrito, enhorabuena. Dejo mis cinco estrellas. Un saludo. claraluz
07-04-2005 Es fabuloso. Muy bueno. ¿Forma parte de un libro? Desde luego lo merece. Me parece Excelente. yoria
07-04-2005 Muy buen relato. No obstante, es más un extracto que una historia propiamente tal. Se me asemeja al capítulo de una obra más larga. Sería interesante ver la continuación para ir viendo cómo se redondea la idea. Felicitaciones tambordehojalata
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