|          Tras  los  arboles  mas  altos  del  viejo  pueblo,  llamado  “El Amanecer”,  se  ubicaba  justo  frente  al  río  el  pequeño  castillo  de  la  realeza  regional.Los  pocos  habitantes  de  este  bello  lugar  siempre  veían  a  lo  lejos  las  ventanas  del  castillo,  donde  la  mayor  parte  del  día  sé  hacia  presente  la  más  hermosa  de  las  princesas  que  ahí  vivían.  Sofía,  la  menor  de  las  hermanas,  era  la  que  acostumbraba  a  posarse  en  cualquiera  de  los  ventanales  a  mirar  el  cielo.  Por  este  hecho  reiterativo  los  lugareños  comentaban  que  era  una  joven  diferente,  que  su  tristeza  y  soledad  se  notaba  a  la  distancia,  y  que  su  vida  se  le  acabaría  entre  las  paredes  que  la  rodeaban.  El  tiempo  que  Sofía  gasto  cada  día  mirando  al  cielo  fue  en  ascenso  y  crecía  junto  con  su  gusto  por  hacerlo.
 Ella  no  conocía  nada  que  fuera  ajeno  a  lo  que  componía  su  castillo,  para  no  poner  su  vida  en  peligro,  según  la  tradición  familiar.  El  único  consuelo  que  Sofía  encontraba  era  contemplar el celeste  cielo,  que  era  la  única  parte  exterior  que  conocía.  Un  día  el  tiempo  que  la  princesa  pasa  mirando  el  cielo,  fue  tanto  que  su  mirada  cada  vez  menos  podía  divisar,  claro  la  noche  sé  hacia  presente  por  primera  vez  ante  los  ojos  de  Sofía.  Ni  si  quiera  en  sueños  la  había  visto,  antes  de  que  el  sol  se  escondiera  ya  la  princesa  descansaba  dormida.  La  oscuridad  de  la  noche  que  por  primera  vez  veía  Sofía, no  le  permitió  seguir  observando  mas  que  el  negro   paisaje  que  le  regalaba.
 En  el  cielo  nocturno  nada  existía,  ni  el  imponente  sol,  ni  las  muchas  figuras  que  las  nubes  dibujaban  alegrándole  las  tardes  a  Sofía.  Esta  imagen  desierta  del  cielo  agudizaba  aun  más  la  tristeza  que  la  princesa  llevaba  dentro,  sus  fieles  acompañantes  de  cada  tarde  ya  no  estaban,  sus  únicos  confidentes  habían  partido  y  no  sabia  cuanto  tiempo  pasaría  hasta  volver  a  verlos.
 Esa  noche  la  princesa  Sofía,  se  fue  intranquila  a  la  cama,  se  fue  con  la  incertidumbre  de  no  saber  el  significado  que  tenia  el  nuevo  cielo  que  se  le  presentaba,  no  entendía  como  esa  nueva  visitante,  la  oscuridad,  se  podía  llevar  todo  lo  que  conocía  sin  que  ella  pudiese  hacer  algo.  La  tristeza  inmensa  se  quedo  junto  a  Sofía  durante  todo  el  tiempo  que  tardo  en  dormirse.
 Al  rápido  despertar,  Sofía  se  dirigió  de  inmediato  a  su  ventana  más  cercana  y  con  alegría  comprobó  que  sus  fieles  acompañantes  de  cada  día  habían  vuelto,  estaban  en  el  lugar  de  siempre,  por lo  que  el  alivio  fue  inmediato  y  prolongado.  El  tiempo  paso  rápido  y  la  claridad  se  iba  dando  paso  a  la  oscura  noche.  La  princesa  pensaba  en  la  gran  cantidad  de  flores  que  habían  en  su  jardín  y  en  como  estas  se  cerraban  cuando  la  luz  del  día  se  debilitaba  hasta  no  existir.  Creía  que  las  embargaba  la  tristeza  como  a  ella,  cuando  la  oscuridad  era  dueña  del  momento  y  no  existía  nada  mas  que  su  imponente  postura.  Esa  noche  Sofía  paso  toda  la  noche  despierta,  sin ver  nada  mas  que  la  oscuridad  que  la  rodeaba,  pero  estuvo  despierta.  Luego  de un  interminable  tiempo  para  ella,  vio  por  su  ventana  que  tras  la  montaña  ya  se  lograban  divisar  los  primeros  destellos  de  su  más  fiel  y  querido  acompañante.  Apenas  este  se  logra  divisar  imponente  y  por  completo  ya  en  celeste  cielo,  la  princesa  baja  apresuradamente  a  su  jardín,  para  cortar  la  mayor  cantidad  de  flores  que  caen  en  sus  manos.  Al  terminar,  Sofía  se  arrodilla  frente  al  Sol  y  confiesa  todo  su  querer  hacia  él  y  también  el  indeseable  miedo  que  la  envolvía  mientras  el  no  estaba.  Lo  único  que  pidió  fue  que  antes  de  caer  se  llevase  las  flores  que  esta  le  ofrecía,  para  que  no  sufrieran  lo  mismo  que  ella  mientras  el  no  estaba.  Las  suplicas  se  repetían  en  el  tiempo  como  un  rezo  desesperado.  Solo  cuando  el  Sol  pasaba  justo  en  medio  del  cielo,  logro  ver  la  sinceridad  y  agonía,  conque  la  princesa  le  suplicaba.  Nunca  antes  el  Sol  había  visto  en  su  largo  y  constante  camino,  un  ser  que  se  dirigiera  a  el,  con  tanta  admiración,  respeto  y  claro  mucha  fe,  que  el  sentimiento  que  produjo  en  su  interior  fue  reciproco,  su  brillo  parecía  ser  mas  fuerte  que  en  todos  sus  pasados  días.  Uno  de  sus  rayos  alcanzo  tal  magnitud  que  logro  rodear,  envolver  y  elevar  a  la  princesa,  que  en  sus  manos  llevaba  flores,  hasta  su  altura.  El  Sol  quiso  también  confesar  su  extraño  y  nuevo  sentimiento,  declaro  sentir  un  querer  hacia  ella  desde  el  instante  que  la  diviso y  que  por  lo  mismo  jamas  la  dejaría  a  oscuras  nuevamente,  ni  a  sus  flores.  Tomo  sus  manos  suavemente,  como  acariciando  las  montañas  en  el  ocaso,  saco  de  su  interior  las  flores y  las  esparció  por  todo  el  inmenso  cielo,  llenas  de  brillo  y  de  color.  A  ella  la  elevo,  el  vestido  blanco  que  la  princesa  llevaba  se  lleno  de  brillo,  adquiriendo  el  tono  de  la  nieve  iluminada  por  siempre.  Antes  de  partir,  el  Sol  dijo  a  la  que  ahora  era  su  princesa,  que  tenia  una  labor  para  ella,  que  era  acompañar  las  noches  de  los  seres  desamparados  y  tristes  y  jamas  dejarlos  solos  en  la  oscuridad.
 Desde  esa  tarde,  cuando  el  Sol  callo,  la  princesa  Sofía  se  presenta  junto  a  sus  flores  en  las  bienvenidas  nuevas  noches,  tomando  el  nombre  de  Luna  y  Estrellas  respectivamente,  como  las  bautizo  la  gente,  acabando  con  la  otrora  soledad  y  tristeza.
 Su  amor  con  el  Sol  se  hizo  eterno  y  juntos  cada  día  además  de  sembrar  una  flor,  contemplan  las  nuevas  copias  de  su  amor,  que  se  dan  en  su  querida  madre  Tierra.
 
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