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La cama no me permite estirar ni un solo músculo. El desayuno está frío, pero para mi eso no tiene importancia. La verdad, hace mucho rato que las cosas para mi no revierten mayor importancia, como que el paso de el tiempo se encargó de sepultar toda esperanza de encontrar un sentido a mi vida venidera... pero no fue así.

Las micros del Gran Santiago se ven llenas, casi como una peregrinación multitudinaria, y como no ha de serlo, si es un andar tras el Dios del dinero y la comodidad, no sé si simple instinto de sobrevivencia o llana ambición, solo sé que todas esas personas van donde mismo, unos antes, otros después. Me subo a una de ellas, un hedor espantoso me corre la cavidad nasal y trata de colarse en medio de mis sentidos para poder asimilarlo, me cuesta comprender como en la Tierra existe una sociedad donde las feromónas resultan ser actores pasivos pero de gran importancia en esos viajes. Me bajo de la micro y camino rápido hasta el Metro para poder seguir mi camino. El tiempo se hace pequeño y mientras mi culpa se hace más y más grande, no alcanzo a dimensionar los estragos que esto puede ocasionar en mi.

Tras el viaje en Metro, un silencio sepulcral inunda aquel lugar donde alguna vez te dije “te amo”, quizás es el paso del tiempo, o tal vez la modernidad que le ha dado la frialdad necesaria para congelar ese lugar y condenarlo a un abandono y a una melancolía evidente e irremediable. Apareces tú, con tu falda escocesa, encajes en tu blusa y chasquilla negra al aire suponiendo que también vienes por el mismo propósito. Las palabras no logran salir sin antes invitar cordialmente a un cigarrillo:

- Qué haces aquí? Le pregunto
- Lo mismo que tú
- Vienes a ver pasar el tiempo y constatar que aun te amo pero que la ciudad no es la misma?
- Ja!, si fuera eso, dudo que algo me ataría a este lugar.
- Ya veo, lo olvidaste.
- No, no lo he olvidado. Solo que tú te encargaste de destruir este misticismo, con tu desidia y desapego.
- Tienes razón. Pero me gustaría que reconocieses te tú también tuviste algo que ver en ello.
- Yo?
- Si, tú. Con tu temor, con tu exigencia implícita, por no decirme las cosas cuando mis ojos no las querían ver.
- Mentira!, todo es mentira...

La discusión se hizo eterna, ni yo ni ella lograban tener la razón. De repente, un avión hace sonar y temblar las alturas de Santiago, naturalmente, las culpas se enmudecieron hasta que el ruido pasó y al unísono se escuchó un “te amo”. La discusión paró y el resto fue reflexión:

- Dime, qué nos pasó?
- Es como si el avión sonara tanto que nuestra voz interior fuera acallada a la fuerza.
- Pero aún, en los peores tiempos, hemos sido felices.
- Quizás amor mío, pero si tienes que reconocer que somos unos fracasados.
- No. Peor que eso, somos unos perdedores, porque perdimos el propio rumbo de nuestros corazones y los sumergió a eternos y mortales letargos.

Tras el beso protocolar, ambos personajes se separaron. Tras de ellos, enormes columnas de razón se abrieron ante sus ojos... esa lágrima que humedece los suyos no logra inundar esta ciudad que en un par de segundos sepultó al olvido esta triste historia de amor.

Texto agregado el 12-04-2005, y leído por 107 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-04-2005 yo se mi niño que la susodicha te ama ...no sé si se a dado cuenta aun de que no puede estar sin ti ...por que estoy segura de que cuando se de cuenta de eso ...tu ya no escribiras mas historias tristes como esta...saluditos ..chauuus klita
 
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