Me pesan los pies, la piel me aprisiona las venas, el cuerpo solo es el aguantadero, del que trata de zafarse mi ansiedad, mi enemiga, mi prisionera, mi carcelera.
Los gritos se pierden en un silencio eterno, o vuelven como eco, volviéndose a meter en el interior de mi coraza de hierro, haciéndome saber que no es indestructible, y mucho menos impenetrable.
Las horas pasan y el sentimiento de vacío crece, nada me llena, hay tantos huecos!!, profundos, insondables; tanta inconformidad -acaso es mi placer?-, -por qué siempre necesito más?.
El deseo, entonces, se vuelve un verdugo.
Los amigos donde estan?. Acaso alguna vez me prometieron presencia eterna?. La soledad y el vacío serán lo mismo?.
Cuando la traición, cuando la desilución se presentan mas asiduamente de lo que deberían, -hay alguna forma de detenerlas?-.
Hoy él está, es el único que me salva, -y me mata-, que me acompaña, con el peligro inminente de que me deje, e inevitablemente caiga. Sí, a ese pozo del cual salgo algunas veces, el que está justo debajo de mis pies, y ya no veo, pero siempre siento.
Pero se, pero Sé, que en mi interior soy tan fuerte... quizá como una roca, -o como una rosa-, ambas a la par y de la mano, para hacerme padecer esto que es tan extraño, de ser yo y ni siquiera conocerme.