Es muy sencillo criticar la obra de otro. Alcanza con leer la obra, tal vez dedicar unos instantes a reflexionar acerca de las sensaciones despertadas en lo más profundo de los sentidos. Esto es vital: el afecto u odio hacia el escritor, la pasión o indiferencia por el género, o cualquier otra apreciación individual pueden llevar al endiosamiento de una bazofia, o la lapidación de un héroe de la pluma. Este tipo de apreciación es insalvable, por lo que evitaremos continuar la discusión.
Conviene proseguir desmenuzando las sensaciones por orden de aparición. Primero las primeras; segundo, las segundas. Habitualmente, a esta altura, suele darse una rápida revisación del texto para reafirmar las impresiones, que normalmente se notan para dar una columna vertebral al documento final.
El medio de comunicación suele influir en esta etapa. Enfrentarse a un papel, hoja, diario y/o libro invita a realizar garabatos al márgen, simulando palabras, frases o símbolos que denotan los mentados sentimientos. El ejercicio se dificulta cuando el medio es otro: resulta sumamente engorroso llevar apuntes en la pantalla del televisor si este es el canal a través del cual uno percibe el mensaje. Ni hablar de una obra de teatro: difícilmente se acceda a la oreja del actor durante la obra, no siendo este el único obstáculo. También es arduo escribir en ella y, más aún, conseguir que permita cortarla para llevarla a casa. Para no extenderme innecesariamente en detalles baladíes, obviaremos el caso de émulos de Van Gogh. Se sobrentiende que la metodología a seguir en la resolución de este problema es munirse de papel en condiciones de ser escrito.
Ha llegado el momento más esperado: dar forma a la crítica. Todo el esfuerzo anterior es absolutamente inútil sin la etapa cúlmine, EL objetivo. Es la etapa en donde una serie de signos, aparentemente inconexos, se transforman en un sistematizado cuerpo de ideas, unidos a través de una florida prosa. Siendo es el género más común, no es excluyente. Lo que es indudable es que es el más sencillo, ergo, el más elegido. Para ejemplificar, expresar una crítica a “El Príncipe” de Maquiavelo a través de una serie de sonetos puede transformarse en un verdadero engorro, excepto para un verdadero virtuoso.
Así, queda plasmada la obra. Estamos frente a la reacción generada por un estímulo que despertó sentimientos y sensaciones que llevaron a generar otro mensaje. Bah, igual que cualquier obra artística, se inspira en algún hecho previo, pertenece a un género y, por tal, se escribió más o menos parecido.

Nadie inventa nada. Escucho críticas.