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El hombre de la televisión

Horacio entró en su cuarto. Las paredes y techos eran de un color azul marino. En el centro se encontraba la cama y frente a ella una pequeña televisión. A la izquierda se distinguían las puertas corredizas del closet y a un lado la puerta que conectaba con el baño. El abanico de techo se encontraba encendido y refrescaba el lugar. Horacio caminó hasta sentarse en la cama. En ella descubrió sus piyamas. Comenzó a cambiarse cuando de pronto escuchó un ruido ligero que atrapó su atención. Se asomó por la ventana que se encontraba detrás de la televisión. A través de la ventana se podía contemplar el jardín de la casa, donde dormía Rufo, su perro. Pero no descubrió nada fuera de lo normal. El ruido había cesado. Regresó, terminó de cambiarse y por último se acostó. En ese momento distinguió que la figura de un hombre se dibujaba en el interior de la televisión.

El hombre aparentaba que se encontraba en los inicios de los cincuentas, el poco pelo que tenía arriba de las orejas era de un color grisesco. Usaba lo que parecía una túnica. Se encontraba en un cuarto oscuro sentado detrás de un escritorio de madera. Sus codos reposaban en el mueble. Con las manos unidas formaba una base con sus pulgares en donde descansaba su barbilla. Frente a él un cenicero donde reposaba un cigarrillo a punto de terminarse. Observaba a Horacio fijamente. Sin dejar de mirarlo recogió el cigarrillo con su mano derecha y fumó.

- Hola. – saludó el hombre.

- Hola. – contestó Horacio.

- Me llamo Cornelius- le confeso - y tu ¿cómo te llamas?

- Horacio.

En ese momento, Rogelio, padre de Horacio entró en el cuarto. El hombre de la televisión desapareció. Horacio permaneció desconcertado por unos segundos. Rogelio se sentó a su lado.

- Dime hijito, ¿en qué piensas?.

- Salió un hombre en la televisión papi.

- ¿Un hombre?

- Si, dijo que se llamaba Cornelius...

- No deberías de ver programas a estas horas, mejor te cuento un cuento te parece?

- Si!!!

Rogelio le relató el cuento de “Peter Pan” que tanto le gustaba. Horacio terminó en un profundo sueño. Rogelio se levantó, contempló a su hijo por unos momentos y se retiró. Mientras caminaba por el pasillo, en el cual se encontraban algunas cajas de cartón, encendió un cigarrillo. Llegó a la entrada de su cuarto. Contempló a su esposa, Amelia, por unos segundos. Ella leía un libro. Se acostó a su lado y dejó la cajetilla de cigarros en una mesa que descansaba a su derecha. Platicaron unos momentos sobre la mudanza y pagos que tenían pendientes. Horas después dormían profundamente.

Horacio despertó temprano al día siguiente. Tan solo llevaba dos días en la nueva casa y no se aburría de jugar en ella. Había descubierto que el sótano y jardín eran lugares muy entretenidos donde pasar horas aventurándose y explorando. Se levantó y se dirigió al baño. Era un niño muy independiente, había aprendido a vestirse y asearse por sí mismo. Momentos después, ya bañado, se dirigía hacia la aventura. Pero lo sorprendió el ruido que había escuchado la noche anterior. Ante él, en la televisión, se materializó la figura de Cornelius. Lo observaba fijamente y fumaba.

- Hola Horacio, ¿cómo amaneciste?

- Bien.

- Tengo algo que enseñarte.

- ¿Qué es?

- Ven, te lo enseñare.

Justo antes de que Horacio pudiera llegar ante Cornelius se abrió la puerta del cuarto. Como la noche anterior, Cornelius desapareció. Era Amelia, su madre, lo observaba con una sonrisa radiante. Le informó que era momento para desayunar. Horacio obedeció y juntos se dirigieron a la cocina. Ahí en la mesa los esperaba Rogelio. Una vez sentados todos, comenzó el almuerzo. Durante el mismo Horacio les comentó sobre el misterioso hombre que se la había aparecido. Asimismo, les dijo que había hablado con él durante la noche y mañana. El comentario pareció no alarmar a los padres. Le dijeron que por lo cansado que estaba lo había imaginado todo. Finalmente sin mas premura se retiró a sus eternas aventuras de niño, mientras Rogelio encendía un cigarro.

Caída la tarde, cerca de la noche, Horacio regresaba cansado pero satisfecho. Había tenido muchas aventuras, algunas en el sótano y otras en el jardín con Rufo. Pero recordó a Cornelius. Sabía que una vez en su cuarto seguramente se le aparecería de nuevo. Entró en la cocina y cenó rápidamente junto a sus padres. Momentos después se dirigía a su cuarto. Ya en el cuarto se sentó frente a la televisión. Como de costumbre se escuchó un ruido y segundos después la figura de Cornelius se volvía a presentar frente a él. Lo observaba mientras fumaba. Horacio sonrió.

- Hola Horacio, ya es momento de que te enseñe lo que tengo para ti.

- Enseñamelo.

- Tienes que acercarte para que lo puedas ver mejor.

Era tanta la curiosidad de Horacio por descubrir lo que Cornelius tenía que decidió obedecerlo. Se levantó y se dirigió hacía la televisión. Cuando estaba cerca de la misma pudo distinguir que Cornelius sostenía un pequeño objeto luminoso en su mano izquierda. Le ordenó que tocara la pantalla justo donde se encontraba el objeto. Horacio obedeció. Sintió como un calambre mientras tocaba la pantalla. De pronto un ligero dolor y después...

Rogelio y Amelia escucharon un grito. Provenía del cuarto de Horacio. Rogelio llegó primero. Dentro del cuarto observó el cuerpo de su hijo en el suelo. Se acercó y lo despertó. No tenía indicios de alguna herida o lastimadura. Amelia permanecía en la entrada del cuarto. Horacio se encontraba semidormido. Lo acostaron y velaron su sueño por unos minutos para después retirarse.

Rogelio despertó a la mañana siguiente. Una vez sentado en la cama se dio cuenta que Rufo ladraba constantemente desde el jardín. Lo había comenzado hacer desde temprano. Se asomó por la ventana y le ordenó que se callará. El perro abandonó sus ladridos. Notó que la cajetilla de cigarros había desaparecido de su mesa. Trató de recordar si se le habían acabado mientras se preparaba para el trabajo.

En el cuarto contiguo, Horacio permanecía frente a la ventana. Observaba a Rufo y le hacía señas. El perro lo observaba y le ladraba. Después, regresó a su cama y extrajo un cigarrillo de la cajetilla que había robado del cuarto de Rogelio. Lo encendió y comenzó a fumar.




Texto agregado el 14-08-2003, y leído por 503 visitantes. (18 votos)


Lectores Opinan
23-11-2011 Lo encontré interesante, mantiene cautivo al lector, le diste un desenlace que pude dar origen a una segunda parte.... Me ha gustado**** pithusa
17-09-2003 Simplemente Excelente, aunque le falta un poco más de consolidación al relato. fly
03-09-2003 Gracias por invitarme a leer tu cuento, me parece buena la idea, pero pienso que le falta un poco de fuerza. La podria tener si describieras mas tus personajes, ya que bien cracterizados, dan mas rumbo y claridad al cuento. Me parece que sabes mantener la tension, lo cual no suele ser facil, y es agradable de leer, por el buen ritmo con el que escribes... Sigue escribiendo!!! Azulee
31-08-2003 GRacias por invitarme a leer tu cuento. No hagas caso de recomendaciones y comentarios. Sigue adelante, poco a poco podras aprenderte en las relecturas. Sil silbetan
30-08-2003 me mantuvo en tensión, me gusta y no eches cuenta de los superescritores que rondan por esta página, escribe como tu quieras. barrasus
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