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Luego de un viaje de veinte horas, el cansancio era visible en las mujeres. La del pelo corto, entre cano y delgada, traía de la mano a una jovencita de doce años. Tocaron a la puerta con temor. La mujer pensó en voz alta “espero que sea la casa”. De lejos se escuchó una voz “Ya voy, ya voy”. Abrió una señora carirredonda y baja de estatura, que las recorrió con la mirada y confundida preguntó:
— ¿Qué desean?
— ¿Vive doña Sandra?
— Sí, aún vive, pero ella no recibe visitas.
Doña Sandra, aunque muy debilitada, sólo acogía en su recámara a hijos y amistades de años. Hacía tres meses había dicho que no deseaba platicar con nadie. “Se me acabaron las palabras y las ganas de hablar”.

—Si Dios aún le conserva la memoria, dígale que venimos de muy lejos… ¡Imagínese, tenemos más de un día de viaje y no sabemos de una cama!
—Yo soy la hija de doña Sandra y conozco todas las amistades de mi mamá. A usted, perdone, no la recuerdo.
—Es que cuando conocí a Doña Sandra, usted no estaba, vine con su hijo, —el finado—. Ella se portó gentil y me ofreció un té.
—Le preguntaré a ella. ¿Cómo se llama?
— Por mi nombre no se acordará. Menciónele que la visité acompañada del finado por la mañana y que ella platicaba con una comadre.
La señora musitó entre dientes un “ahora regreso” y se fue por la calzada que va hacia la vivienda.
La niña apretó el brazo de su madre
— Mamá tengo sueño.
— Aguántatelo, que pronto regresaremos.
“Mi hermano tiene años de muerto y todavía hace sonar campanas. Mi mamá duerme mucho, mas bien creo dormita, porque a veces la he visto sonreírse”

Mamá Sandra estaba en su recuerdo. Se veía a orillas del río, cuando acompañaba a su hermana y a su mamá. Mientras lavaban la ropa, ella se divertía viendo los peces juguetear por entre las piedras.
Después se miraba de jovencita y sonreía cuando los muchachos competían nadando de orilla a orilla del río. Fue época de bonanza pues los grandes buques cargaban sus bodegas de naranja y se veía gente de todos colores.
Noventa y cuatro años cumpliría ese mes y sabía que la muerte se había tardado en llegar; estaba lista, sin embargo, había relámpagos en los sueños que le inyectaban un desasosiego; un algo que no se acomodaba.
— Mamá, ¡mamá!, hay un señora que desea saludarte.
Sin abrir los ojos, arrugó la frente, como preguntándole “… y quién es”
La hija le respondió que nunca la había visto. Dice que estuvo aquí; que vino con José y que tu le invitaste un té. La abuela volvió a arrugar la frente y la hija interpretó.
—No sé que quiera mamá. ¿Le digo que estás dormida?
—No. Hazla pasar. Pero antes péiname y entreabre la ventana y busca mis lentes.
—Le diré que la vas a recibir y que aguarde en la sala.
Los años la habían debilitado, las fuerzas eran parcas para ir y venir, pero sus ojos aún podían reconocer y sus oídos escuchaban con claridad. En cuanto su hija se fue, ella sintió rodar por su mejilla un hilillo de lágrimas. Hubiese deseado no presenciar las exequias de su hijo, pero son designios de Dios. —¿Quién será? —Se preguntó. Visualizó al finado y en la penumbra de la memoria recordó la vez que llegó de improviso para que conociese a la amiga. Fueron unos instantes, pero suficientes para darse cuenta que en la figura breve de la invitada, había esa clara luz que distingue.

La mujer delgada y de cabellos cortos no pudo evitar el recuerdo de aquel día caluroso de invierno -Inesperadamente le había llegado un intenso dolor de cabeza que taladraba las sienes causándole una visión borrosa-. Después del té, le pareció escuchar las palabras de José: “Esta estatuilla la modelé yo”., y la voz de Doña Sandra que le decía pegando su voz al oído de ella: “ fue el unico de mis hijos que quiso ser artista” La voz chillona de la hija de la anciana la sacó de su evocación.
—Puede pasar.
—Gracias.
Entró en silencio, frente a la anciana, ella la tomó por sus hombros, acercó su cara y la besó, Se mantuvo cerca de ella y doña Susana le correspondió.
— ¿Eres la amiga de José? —Le dijo al oído, e irrumpió en sollozos pequeños.
Minutos después ambas lloraban. Las palabras se quedaron mudas y sólo las caricias de las manos hablaban. Ella acariciaba con sus palmas los hombros de la anciana y la abuela recorría la pulpa de sus dedos sobre las mejillas.

—Te esperaba. Deseaba mirar una vez más la cara de la mujer que comprendió cabalmente a mi hijo.
—Lo quiero mucho, aun de que no esté.
—El paisaje más íntimo es el que está en el corazón y tú llegaste a esta tierra, no por los ríos o las playas, llegaste por un mandato.
— Le traigo dos regalos, uno está en el sobre, el otro afuera. El sobre contiene los recuerdos de aquel día.
— ¿Afuera?
La mujer llamó a la niña.
La anciana al verla la abrazó y sus manos palparon la cara. La besó plena con sus labios marchitos.
—saca, por favor, de este cajón —señalaba un buró— una cajita de madera que tiene grabada una casa y dos árboles otoñales y dámela.
La anciana con sus dedos temblorosos la abrió y sacó una medalla con la virgen de Guadalupe donde tenía inscrita la frase “Para mi hija Mari” Se la puso en el corazón a la niña y después, tomando con sus dos manos la cajita le dijo:
—Esto te pertenece.
La mujer de pelo entrecano y corto, sólo gimió un instante, tomó su pañuelo y se lo restregó en sus ojos.
— Me siento mucho mejor, ese encargo, me daba alientos. Ahora sé que podré descansar y jugaré a las escondidas con mi hijo en otro sitio.

Texto agregado el 15-04-2005, y leído por 554 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
25-10-2011 Precioso cuento. He ido viendo todo lo que corre paralelo a las palabras. Un maestro de las entrelíneas. Gratamente sorprendida, vengo de hacer un recorrido por tus otros cuentos, y ha sido, largamente, el mejor espacio del día. laura_de_azul
22-02-2008 ***** De una belleza sin igual. Maravilloso. Redondito y muy bien narrado. Me encantó. Felicitaciones. flop
23-08-2007 Hermoso texto. buena narrativa como siempre en tus letras, la temática ni hablar, nos llevas a formar parte de ese momento, sabes como expresar esos sentimientos tan profundos que describes de los personajes de esta historia tan humana... me encantó de verdad leerlo. ************ para ti romantica_7
30-11-2005 Como otras historias, tienes la capacidad de introducirnos dentro del cuento, le parece a uno que está viviendo la escena, que la abuela estaba en el patio de atrás de mi casa. Es una historia llena de recuerdos, de ilusiones y de mucho amor. Mis besos estrellados. ctapdb
13-07-2005 Es algo largo, pero pienso que tuviste muy buena idea en acertar con el título de tu cuento, por que despierta mucha curiosidad en saber de que se trata tu relato. El léxico es muy rico, las descripciones son estupendas, me pareció original, sobre todo por que destacas la importancia de evocar recuerdos, y en cada recuerdo hay una historia por contar. Me gustó. 5* fabiangs
02-07-2005 <Bien , para variar con el senderote leechong
01-07-2005 Estrellas para una historia bella, de esas que regala la vida. Con maestría regalas el entorno, los recuerdos, las vidas. Pude estar allí, en esas escenas que llevan muy bien tu pluma. Gracias por invitarme a pasar. FaTaMoRgAnA
28-06-2005 Muy buen relato, bien escrito y en ningún momento decae su intensidad. jmaalb
25-06-2005 Magnífico relato de una visita llena de recuerdos y sentimientos muy bien traídos. Te felicito. entrelineas
25-06-2005 Diversidad y habilidad psicológica para meterse en los pensamientos de los personajes. Estas evocaciones interiores -recuerdos del pasado-, además de ser partes esenciales del realato en su descripción y antecedentes narrativos, predeterminan el presente, con tal maestría, que lo reconcilian con el ayer. Y es así como esta "Visita" ensarza en un perfecto círculo los eslabones de un tiempo, más allá de las divisiones dicotómicas en las que las contingencias de la vida zurcen su trivial existencia. azulada
21-06-2005 Rubén, este cuento es tierno y conmovedor, me recuerda aquel primigenio: "las lupitas"...A parte que tiene realismo, tiene mucho sentimiento y realismo màgico hispanoamericano. Hay que pulir detallitos que sentì: quien lo dijo?, quien està hablando. Mejor lo bajo...y veo como te doy una mano. Un abrazo. evalix
19-06-2005 Cuanta ternura para recibir este dia. Es una historia que llega hondo, con ese tipo de magia que no se dice, pero se evoca, se palpa el amor y entrega que hubo entre dos personas, y de subito una tercera, una tercera que espera pacientemente el ultimo respiro. El final magnifico, una caja que tiene historia. Hay una frase que dice -A veces el hombre más pobre deja a sus hijos la herencia más rica- Gracias por este regalo que enriquece el espiritu. Mi respeto. Eu ElSerYelTiempo
05-06-2005 "Tallar es afilar la paciencia" dices en tu presentación. Este relato es muy bueno, y pide más desarrollo ¡ Escritor de alcancía! Hay frases que despiertan a la memoria, como si fueran ecos de los personajes en busca de más historia ¡Felicitaciones! La ternura te ha dibujado esta noche las estrellas. Un abrazo maravillas
06-05-2005 Ruben, un escalofrio me recorrio el cuerpo. Cosas como estas pasan muy a menudo aunque no las querramos ver ni sentir. Muy bien narrado y gracias por mostrarlo franlend
01-05-2005 Magistral. Muy bien llevado. La pluma del escritor debió estar temblando de emoción al escribir esta obra. Los protagonistas son tan reales como los sentimientos que contagian. ***** dehumanizer
26-04-2005 me he quedado pegada a este cachito de corazón que has vertido, maravilloso, tierno, nostálgico. burbuja
25-04-2005 Qué bueno! Sigues siendo un maestro. Felicidades y otras 5 estrellas... jau
19-04-2005 Es un texto llenito de sentimientos que van formando la historia de dos seres que se amaron, que dejaron recuerdos en el corazón de la anciana y una niña en el mundo. Un final precioso y conmovedor. Bellas imágenes y dulces sensaciones en tus letras. meci
18-04-2005 Entrañable cuento***** india
18-04-2005 Una historia de sentimientos fuertes que fueron construyendo vínculos a través del tiempo. Y al final de vida los recuerdos se hacen presente y traen las vivencias de entonces. Todo tu relato está impregnado de esa tensíón y religiosidad que se va suscitando en los encuentros y desencuentros de sus personajes. Nostálgico. Impecable, a tu estilo. Un abrazo Shou
17-04-2005 Vivir de los recuerdos en la ancianidad, los que más duelen, como ese hijo que le punza en el alma, en cada paso que dan otros, ahora se le presenta en la mirada de una niña y su madre que han regresado para llevarle un pedazo de su hijo en sus últimos momentos. Una tensión se cuela en el tiempo, en las voces, en el pensamiento, las inquietudes, en todo tu relato, todo para contribuir a ese ambiente de adioses, de despedidas de muerte. Hermoso relato con el toque de lluvia que sólo tú sabes dar. Dainini
16-04-2005 Muy buen relato, Rubén. Parece la idea de una novela, con la vida de José. Enhorabuena. JuanRojo
16-04-2005 Muy buen relato, Rubén. Parece la idea de una novela, con la vida de José. Enhorabuena. JuanRojo
15-04-2005 Rubèn, muy linda historia, el final es muy entrañable. Él tono, se hace cada vez más intimista. Sólo hay una parte que no me suena tan bien, es como que no es eso lo que tendría que hacerle recordar la mujer, o a lo mejor nada. O decir quizás recuerde el te que tomamos esa tarde... Es cuando dice "Ella se portó gentil y me ofreció un té. —Le preguntaré a ella. ¿Cómo se llama? — Por mi nombre no se acordará. Menciónele que la visité acompañada del finado por la mañana y que ella platicaba con una comadre." creo que lo de que platicaba con la comadre puede no estar, quizás que diga que estuvieron los tres toda la tarde tomando el te... miriam-chepsy
15-04-2005 Mucho sentimiento y nostálgia. Bien escrito. Un saludo de SOL-O-LUNA
 
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