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De ninguna manera me he de presentar ante ustedes como un hombre interesante. Yo solo he de compartirles lo que un día se me fue revelado, los recuerdos de dicho momento no deben ser alterados ni mucho menos destruidos. Sé que el tiempo y las circunstancias habrán de hacerles creer que lo que diré a continuación no es más real que es absurdo e ilusorio cuento. Mantengo la esperanza de que en el caso que mi historia fuese destruida, perdurará para siempre en sus corazones.
Las palabras han sido las elegidas para dar a conocer esta historia. No hay otra cosa en el mundo más libres que aquellas, que se deslizan ágilmente sobre el papel dando vida a historias únicas e irrepetibles sean estas reales o ficticias. Debo reiterar nuevamente que mis palabras son ciertas y autenticas. De ellas no deben dudar.

El cielo de aquella mañana era imponente y las oscuras nubes podían abrazarlo hasta más allá de sus visibles horizontes. Por las plateadas calles solitarias nadie ni nada se movía a excepción de mí. Me imaginé por un momento estar solo en el mundo, nada emitía ni siquiera un leve ruido, sólo el murmullo del viento que se colaba por entre los callejones. No iba a ningún lado, no tenía ninguna razón para salir al encuentro de aquel gélido día, pero existen circunstancias en la vida que simplemente no tienen una razón de ser o una explicación lógica, ni siquiera una excusa elemental y sin embargo, deben ser acatadas por la fuerza de un ímpetu ininteligible.
A lo lejos, grandes árboles se agitaban inclinándose ante los fuertes vientos, pequeñas gotas caían del cielo y lo que comenzó como una leve llovizna se trasformó al rato en una densa cortina de lluvia. Me es difícil pasar al papel los distintos pensamientos que asaltaron mi mente en aquel momento y sería demasiado largo darles a conocer todos por lo que solo me he de referir a los más cruciales, omitiendo así, todo aquello que no tenga relativa importancia. Quizás algún día pueda relatarles los innumerables pensamientos que acaecieron sobre mí, mas ahora deben poner mayor atención a lo que prosigue y así comprendan y vean siquiera un vislumbre de mi alma. Recuerden que un alma es impenetrable para otra. Son escasas las personas que han logrado ver algo, más allá de este vislumbre del que les habló. Un alma puede traernos millones de sorpresas durante nuestra existencia, es debido a esto que la vida es tan interesante.
Me pregunté en ese instante si la lluvia no sería el llanto del cielo. Todos sin excepciones la hemos visto nacer, crecer y morir. Quizás sea lo única cosa en el mundo cuya existencia dependa de su propia tristeza. Pero aquel día ella y el viento parecía adquirir una voz, que susurraba en mi oído palabras incomprensibles. Anhelé poder entender aquellas palabras, puede que cada gota que cae del cielo tenga un secreto, un misterio que revelar. En ese instante solo cerré mis ojos, solo quería escuchar.
No recuerdo cuanto tiempo pasé tratando de escuchar aquellos místicos susurros, solo recuerdo que tras un instante, bruscamente, el tacto del agua que pesaba sobre mi desapareció, el viento continuaba soplando con gran vehemencia. Al abrir los ojos, la ciudad había desaparecido, las calles, los árboles, los edificios, todo parecía haber quedado atrás, muy lejos, mas allá que la inverosímil distancia de un sueño. Sin embargo en aquel lugar desconocido aún perduraba el intenso cielo, cubierto de nubes amenazantes que pasaban velozmente sobre mí. Bajo mis pies arenas grises que no tenían fin y se extendían todas direcciones. Era una visión desoladora pero imponente lo que mis ojos aún lograban asimilar. Más al ver lo que había a mis espaldas, esa desolación se fue. Allí estaba un mar, en el que se reflejaban una multitud de rostros humanos, infinitos como las mismas arenas. Las expresiones de aquellas caras parecían mostrar diferentes sentimientos y emociones pero de una manera franca. Algunas sonreían, otras permanecían serias, algunas reflejaban odio, otras terror, pero ninguna parecía notar mi presencia. Mientras observaba aquel océano advertí otra sensación diferente y desconocida, la inexistencia del tiempo. Puede que muchos ustedes no crean con facilidad lo que digo, pero ni aun utilizando las palabras, podría convencerlos de esto. A los seres humanos nos cuesta creer en lo extraordinario mientras tengamos algo conocido a la vista. La forma más simple, clara y concisa en que puedo explicarles es que ni el presente, ni el pasado, ni el futuro parecían converger en aquel lugar. Supongo que tendrán que aferrarse a lo que algunos llaman fe. Más todo en ese lugar parecía ser más real y profundo.
Ignoro cuanto tiempo pude haber permanecido allí, a mi solo me pareció un suspiro.
Al sentir el tacto de la lluvia y oír a los árboles agitarse de forma impetuosa me di cuenta de que me encontraba nuevamente en la ciudad. Solo en la tormenta y nada parecía moverse aún en aquellas plateadas calles solitarias, solo yo bajo la lluvia, en aquella fría mañana. En algún lejano y desconocido lugar del planeta.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y jamás mis ojos han vuelto a ver una tormenta como aquella. Por las tardes me asomo a la ventana y observo a la gente pasar, al rato las luces en las calles se encienden anunciando que el día se extingue cediendo inevitablemente el lugar a la oscuridad. Una ciudad brillando en la noche por miles de luces es algo hermoso de contemplar. Inevitablemente aquello me recuerda al imponente y hermoso mar, y no puedo evitar preguntarme si acaso los seres humanos formamos parte de él. Puede que cada uno de nosotros se encuentre perdido en la inmensidad de aquel océano que no conoce límites. Y me preguntó si existe alguien que supere esa inmensidad y sea capaz de explorar su interior, comprender la existencia de cada ser que forma parte de ese Mar de Rostros. Muchas interrogantes más permanecen conmigo y con el tiempo me he ido respondiendo algunas. Más a ustedes les corresponde responder sus propias interrogantes acerca de lo que digo, nunca se sabe, quizás cuando menos lo piensen, el día inimaginable llegará y la que fue mi cómplice, aquella triste lluvia se presentará ante ustedes y les habrá de revelar un nuevo misterio. He sido afortunado, y sé que por lo menos he sido uno, uno en aquel universo, uno en aquel millón de rostros.

Texto agregado el 15-04-2005, y leído por 162 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-04-2005 Quiza solo seamos un rostro mas de ese mar, pero impresindibles para que ese mas exista. En fin, me gusta muchisimo las frases que utilizás para escribir, muy bueno. namy
 
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