El silencio acobijó una rosa, que blanca es por la muerte que presenta y la sangre mancha tal piel para absorver tal delicioso néctar.
La obscuridad a presenciado su caminar y el mundo más placentero que jamás pudo imaginar, lo rodea en su lecho, es como el pecho de su mamá.
La soledad, fiel compañera, en el amor se ha convertido, recordandole que la quiera y que de amor no muera, aunque su alma este moribunda en la esquina de la prisión que le espera.

Ese soy.