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Inicio / Cuenteros Locales / Santiago Ferrari (noctambulearas) - [U:noctambulearas] 















La noche que decidí cortarme los brazos, reverberaba una luna intacta sobre el parqué. La noche traspasaba el cristal de la ventana, la intimidad de un rito milenario, el murmullo de los otros, mientras yo dejaba de ser el cerdo que todos desprecian. Las baldosas en un patio con galería recomiendan nostalgia; el sueño de los cangrejos también. Alguien que se acerca me cuanta la costillas con un palo. Pronto se dejarán ver, murmura con la picardía de un diablo, y más adelante secará tu caparazón el paso incendiario de los soles. Ahora mismo,
-¿Te gusta mi tatuaje?
-Si mi reina; pero más quisiera yo devorarme un limón.
-¿Un limón?
-Claro; un jugoso y exquisito… ¿Es de tu preferencia un limón?
-…
-¿Que ocurre mi reina?
-Acabamos de hacer el amor… Deberíamos estar hablando de mi tatuaje.























Dadaísmo y tecito inglés para las fieras y para los bares

-¿azúcar?
-sí, por favor.












"ahora hablo bien, pero tartamudeo cuando pienso" (Nicolita, un amigo mío)


Anoche Nicolita balbuceaba algo sobre del llanto de los hombres, y yo, que tengo vicios de niño, casi le doy un piñón en la cara. Al final tenía razón, el Nicolita ese.
Ahora voy y me repongo un poco en el baño. Pero el baño tiene un espejo, que se yo. Todo se trata de lo mismo: el gusano murió de viejo, mientras que el otro animalito, el de la existencia corta, ha dicho cuánto ha vivido; y los coches pasan, y los avisos publicitarios cambian; lo anotó en algún lado el viejo ciego que no por tanto odio dejo de leer; porque en definitiva es verdad: las arañas tejen, mueren, y nacen otras. Y este universo perdido en los espejos, el universo en el baño. Tú me has visto la espalda desnuda, el cuello hercúleo; me has visto viniendo de espalda, no yendo, no yéndome. ¡Tú me perteneces cuando me paro delante del espejo, tu reflejo es mi yo mirándote!
Nicolita tiene esas cosas; es un filósofo escondido, de uñas largas y llenas de grasa, de pan en la boca haciendo palabras ininteligibles; así es él, todo él. Cuando lo veo venir me río, porque es un gigante chueco que camina con la gracia de los hombres chuecos; el enorme pecho de Nicola viniendo sobre piernas delgadas, cortas y chuecas. El torso de un gigante colocado sobre las piernas de un niño. Y yo aquí, siempre aquí, siempre acá. Cagándome a palos en el baño.
-¡Pero no llore así hombre!
-Sí, ya sé.


Bibliografía:


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