En mis ratos oscuros, mis ojos se tornan café tristeza; vuelco mi espiritu en la telaraña mate de la melancolia.

Amo profundamente el significado de la vida; vivo mis personajes al igual que trumann Capote cuando loco de pasión sublime entre el terror del asesino, lo entremezcla con su amor por el, y jamás fue capaz de volver a escribir, al ser entregado su espiritu junto al de aquel monstruo al momento de expirar.

En mi imaginación, vuelo a Cuba y me refugio tras una cerveza y una copa de ron, alcoholizada con Hemingway (aunque una sola bebida me provoca estragos y soy mas bien abstemia); pero las alas de la imaginación me llevan a ello.

Puedo amar a mi amante cubierta de alas espumosas, personalizada en Anaís Nin, perdida en Paris, enfundada en medias de lycra y liguero o sujeteador. veo a Neruda sonreirme en mis brazos; y pinto las estrellas con pinceladas plateadas de intensa pasión, observando en Coyoacán a la atormentada alma de mi pintora predilecta, a su lento caminar: espectral, entre el fulgor amarillento de un quinqué.