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«Historia de la esclava Tawaddud» (las mil y una noches) Resumido.

....Cuando el dueño hubo agotado todos sus bienes y se dio cuenta de que sólo le
quedaba esta esclava, se quedó tres días sin probar bocado ni descansar
durmiendo. La esclava le dijo:
— ¡Señor mío! Condúceme ante el emir de los creyentes, Harun al-Rasid y
pídele diez mil dinares por mí. Si encuentra que soy muy cara, dile: «Emir de
los creyentes, mi esclava vale mucho más que esto. Examínala y su valor
aumentará ante tus ojos, ya que no tiene igual». La esclava añadió: No me
vendas por menos de lo que te dicho, pues es muy poco para una mujer como
yo.
La condujo ante el emir de los creyentes y se la ofreció. El califa preguntó:
— ¿Cuál es tu nombre?
— Tawaddud.
— ¡Tawaddud! ¿Qué ciencias sabes?
— ¡Señor mío! La gramática, la poesía, el derecho, la interpretación del Corán,
la filología; conozco la música, la ciencia de la partición de herencias, la
aritmética, la geometría, la topografía y las antiguas tradiciones; conozco de
memoria el magnífico Corán; domino las tradiciones proféticas por estudio y
tradición. He estudiado las ciencias exactas, la geometría, la filosofía, la
medicina, la lógica, la retórica y la composición; he aprendido de memoria
muchos textos científicos, me he preocupado de la poesía y sé tocar el laúd, sé
acompañarme con él en el canto, conozco la técnica de tocar y arreglar las
cuerdas, y si canto y bailo, seduzco; si me arreglo y me perfumo, mato. En
resumen, he llegado a un punto que sólo alcanzan quienes están enraizados en
la ciencia.
El califa Harun al-Rasid, al oír tales palabras en muchacha tan joven, se admiró
mucho de la elocuencia que demostraba poseer su lengua y volviéndose a su
dueño le dijo:
— Voy a hacer venir a quienes la van a examinar de todo lo que pretende
saber. Si contesta te pagaré su importe y aún más. Si no contesta, puedes
quedarte con ella.
El califa escribió al emir de Basora, ordenándole que le enviase a Ibrahim b.
Sayyar, el poeta, que era la persona más versada de su tiempo en dialéctica,
poesía y lógica; le ordenó, además, que convocase a lectores del Corán, a
sabios, médicos, astrólogos, científicos, geómetras y filósofos.
Al cabo de poco tiempo se presentaron todos en el palacio del califa sin saber
lo que ocurría. El emir de los creyentes llamó a su audiencia y les ordenó que se
sentasen. Se sentaron y después mandó que compareciese la esclava Tawaddud.
Ésta entró, se quitó el velo y se mostró como si fuese una estrella refulgente.
Le ofrecieron una silla de oro. Saludó a todos y dijo con lengua elocuente:
— ¡Emir de los creyentes! Ordena que los sabios, los lectores del Corán, los
médicos, los astrólogos, los científicos, los geómetras y los filósofos aquí
presentes discutan conmigo.
— Os pido que discutáis con esta joven…
Empezó la discusión. El alfaquí la sometió a un exhaustivo examen sobre
materias religiosas y de prácticas cultuales. Al final, todos exclamaban que la
joven conocía mucho mejor que ellos el saber del que discutían Y a las Mirabilia...

a las preguntas de la muchacha, los distintos sabios permanecían callados sin decir
nada. El emir de los creyentes mandaba a los diversos sabios derrotados que se
despojasen de sus vestidos, según pedía la esclava. Los sabios se los quitaban y
se marchaban confusos y avergonzados de la tertulia. También el filósofo,
vencido, hubo de quitarse los vestidos y escapó. Vinieron después jugadores de
diversas clases de juegos. A todos venció la esclava. Luego vinieron músicos y
tocó melodías que impresionaron a todos los presentes.
El emir de los creyentes, emocionado, exclamó:
— ¡Que Dios te bendiga y tenga misericordia del que ha sido tu maestro!
La joven se levantó y besó el suelo ante él. El emir de los creyentes mandó que
le llevasen el dinero y pagó a su dueño cien mil dinares A la joven le dijo:
— ¡Tawaddud! ¡Pídeme lo que quieras!
— Te ruego que me devuelvas a mi dueño.
El joven vivió con su esclava Tawaddud la vida más deliciosa.
Šahrazad dijo al rey Šahriyar: ¡Oh rey! Lo que admira en esta muchacha es la
elocuencia, la profundidad de sus conocimientos, la inteligencia y el dominio
perfecto que tenía de todas las ciencias.


Bibliografía:


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