TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Lista de Foros / General :: Ensayos y Comentarios / LITERATURA Y NACIONALISMO - [F:4:7638]


apeman,21.11.2006
Even-Zohar, Itamar, 1994, "La función de la literatura en la creación de las naciones de Europa"


..." Gracias a los avances, desde el siglo pasado, en las investiga-
ciones históricas y arqueológicas podemos ahora reconstruir al menos algunos de los
más importantes eslabones y modelos de la historia literaria occidental.
La primera civilización letrada y literaria que conocemos es el conjunto de ciu-
dades-estado sumerias en Mesopotamia. Elementos inventados o introducidos por la
civilización sumeria pueden detectarse posteriormente durante milenios en culturas que
tal vez la hayan heredado progresivamente, en lo que parece ser un proceso en cadena.
La preocupación por los textos, tanto escritos como leídos, ocupó un lugar preeminente
en la cultura sumeria. Mientras que las élites tenían el privilegio exclusivo de acceder
a ellos directamente en calidad de nuevos productores (es decir, como "escritores") y
también de perpetuadores (es decir, "intérpretes"), al menos parte de la población total
tuvo contacto con estos textos en diversas ocasiones festivas. Aunque el incremento de
múltiples estelas (como el código legal de Hammurabi, o las detalladas descripciones
autolaudatorias que de sus hazañas hicieron todos los gobernantes), no pueda servir
como una evidencia de la accesiblidad y operatividad de los textos, sí puede al menos
atestiguar la intención de esos gobernantes de tener omnipresentes textos sobre ellos.


Más importante es el hecho de que con el establecimiento y la consolidación
de la escuela (é-dubba) como una institución de poder, la cultura sumeria introdujotambién la institución socio-semiótica del canon. Escuela y canon sirvieron para orga-
nizar la vida social, básicamente, mediante la creación de un repertorio de modelos
semióticos a través de los cuales "el mundo" se explicaba con un conjunto de narra-
ciones, inter alia, naturalmente, para dar gusto a los grupos dominantes. Estas narra-
ciones resultaron ser muy poderosas a la hora de transmitir sentimientos de solida-
ridad, de pertenencia, y fundamentalmente de sumisión a leyes y decretos que no
podrían ser impuestos sólo con la fuerza física. Así, la cultura sumeria fue la primera
sociedad en introducir (a) las actividades textuales como una institución indispen-
sable, y (b) el uso de esa institución con el fin de crear una cohesión socio-cultural.


Para que el término "cohesión socio-cultural" no parezca vago o vacío, per-
mítanme explicar de forma rápida que con él quiero significar un estado en el que
existe un sentimiento ampliamente extendido de solidaridad, de sentirse estrecha-
mente unidos, entre un grupo de personas; estado que, por consiguiente, no necesita
una conducta impuesta por la simple fuerza física. Me parece que el concepto clave
para esta cohesión socio-cultural es el de disponibilidad. La disponibilidad es una dis-
posición mental que empuja a la gente a actuar en un modo que, de otra manera,
podría ser contrario a sus "inclinaciones naturales". Por ejemplo, ir a la guerra para
ser probablemente asesinado en la lucha contra otros hombres, sería el caso extremo,
muchas veces repetido a lo largo de la historia de la humanidad. El crear una extensa
red de disponibilidad sobre un buen número de cuestiones es algo que, siendo vital
para cualquier sociedad, ésta no puede dar sin embargo por entendido. Así, ningún
gobierno puede dar por supuesto que la gente obedecerá "leyes", escritas o no, si no
se logra persuadirles para que lo hagan. La obediencia lograda mediante la fuerza
física, como la militar y la policial, puede resultar efectiva sólo para un cierto lapso
de tiempo, pero tarde o temprano estallará, en parte porque pocas sociedades pueden
permitirse mantener un número lo bastante amplio de agentes de la ley.


Mi opinión, por tanto, es que la "literatura" sirvió como factor omnipresente
para la cohesión socio-cultural. Esto no significa que haya sido un factor exclusivo o
el más importante, pero quizá sí el más duradero, y probablemente el que más a
menudo se combinó con otros (por ejemplo, acompañando ciertos rituales o actua-
ciones físicas, como construir edificios, o interpretar música y danza). Probablemente
haya perdurado gracias a su institucionalización y a su llamativa presencia, puesto
que la encontramos una y otra vez en todas aquellas culturas que de manera gradual
reemplazaron a la sumeria, es decir, la cultura acadia e hitita, así como la egipcia, que
por supuesto desarrolló ciertas cosas por su cuenta...."



 
apeman,21.11.2006
"...Sin embargo, cuando no podía asegurarse el éxito de una
insurrección local sin atraer el consentimiento de segmentos más amplios de la pobla-
ción, Europa comenzó a crear sus nuevas naciones. Y para hacerlo, se utilizan con habi-
lidad viejos métodos operativos, como si hubiesen sido aprendidos en alguna escuela.


No necesito extenderme aquí en las razones por las que Alfonso X, "el Sabio",
decidió imponer el castellano por decreto. Con este fin se relacionó inmediatamente
la creación de textos indispensables, entre otros, una traducción de las Sagradas Escri-
turas (que ya había sido llevada a cabo por los judíos, pero que no tuvo ningún tipo
de implicación para la comunidad general). Sin la lengua española, ni la cohesión
socio-cultural transmitida mediante los textos sustentadores de creencias que todos
debían compartir, no habría surgido una nación unificada. Por supuesto que este no
es un caso de límites definidos, dado que los dirigentes de España, para acelerar el
proceso de cohesión expulsaron a todos aquellos segmentos de la población a los que
no lograban incorporar por completo a la nueva identidad.


España significa uno de los primeros logros en la aplicación de una cohesión
socio-cultural a una amplia población que había estado largo tiempo dividida. Este éxito se aprecia claramente en la conquista del Nuevo Mundo por los españoles. La
relativa unidad del español en Latinoamérica es prueba de ello. Otros casos no han
tenido estos resultados. Los habitantes de Quebec de origen francés, a pesar de man-
tener su peculiaridad étnica tras la ocupación británica, fueron, por decirlo así, incor-
porados a la nueva nación francesa sólo a través de los esfuerzos de misioneros fran-
ceses en el siglo diecinueve. Incluso hoy, el proceso de aculturación todavía no los ha
integrado totalmente con la Francia continental. En el caso italiano, la emigración
tanto a países norteamericanos como latinoamericanos, incluso a finales del siglo die-
cinueve y principios del veinte, tuvo lugar antes de que la cohesión socio-cultural
fuese satisfactoriamente impartida a la población de la península italiana. La mayo-
ría de los llamados "italianos" no se consideraban a sí mismos como tales, y con
mucha frecuencia, no tuvieron acceso a la inventada identidad de una "lengua ita-
liana" nacional, como demuestra el hecho de que se intentase propagar la utiliza-
ción de una lengua italiana ya en desuso. (Tullio De Mauro, Storia linguistica
dell'Italia unita, Roma: Laterza, 1984 [1963]).


Las nación o identidad francesa, la alemana o la italiana, desde la perspectiva
de la cohesión social, son invenciones tardías. Para construirlas, se movilizaron y
emplearon los recursos ya consagrados por el tiempo, aunque naturalmente amplia-
dos y adaptados a las circunstancias locales. Los textos, producidos con una lengua
nueva o nuevamente estandarizada, funcionaron en todos los casos como un desta-
cado vehículo de unificación para gente que, en principio, no se consideraría como
"perteneciente a" determinada entidad.


En el caso francés el momento decisivo fue la Revolución. La burguesía se
apoderó de todo lo que previamente había pertenecido a la Corte y la aristocracia. La
"gente corriente" había tenido que esperar mucho tiempo antes de conseguir un
acceso pleno a las propiedades y bienes socio-culturales de la acabada aristocracia,
salvo durante los caóticos años de la revolución, en los que se hicieron intentos de
incorporar también este segmento de cara a la identidad general. Sin embargo, la bur-
guesía, que no en vano constituía un porcentaje relativamente importante de la pobla-
ción, especialmente desde su fusión con la vieja aristocracia (como señaló con tanta
agudeza Mayer, 1983), proporcionó a la literatura en cuanto institución y en cuanto
destacado agente de cohesión socio-cultural, su prominente posición en la organiza-
ción social y cultural de Francia; y lo hizo a través de la conservación y expansión del
repertorio de sus predecesores y la ampliación del sistema escolar. Recordemos que,
como en el caso de la prerreconquista española, la mayor parte de las personas que
hacia finales del siglo dieciocho vivían dentro de las fronteras francesas no podían
hablar la variante lingüística que hoy denominamos "francés". Tuvieron que ser per-
suadidos poco a poco para adquirir este conocimiento, lo que no hubiese sido posible sin los muchos textos que fueron instrumentos de esta empresa, y en los que se intro-
dujeron explícitamente muchas de las ideas necesarias para convencer a la población.
Este proceso de integración continuó a lo largo del siglo diecinueve, y se ponía de
nuevo en marcha cada vez que Francia se anexionaba un nuevo territorio. Incluso fue
implantado en las lejanas colonias de Africa, en las que los niños en la escuela leían
sobre "nos ancêtres les gaulois", como hacían los niños franceses.


Se puede aceptar fácilmente que bajo otras circunstancias una región como
Savoya, anexionada a Francia sólo a finales del siglo diecinueve, podría haber sido
italiana antes que francesa. Por otra parte -quizá exagerando un poco-, la Italia del
Norte podría haber sido francesa, si no hubiese existido el Risorgimento italiano.


En el caso alemán, italiano, búlgaro, servo-croata, checo y quizá incluso el
griego moderno, la "literatura" ha resultado punto menos que indispensable para la
creación de las "naciones" aludidas por esos nombres. En cada uno de los casos, un
pequeño grupo de personas, que llamaré "agentes socio-semióticos", popularmente
conocidos bajo la denominación de "escritores", "poetas", "pensadores", "críticos",
"filósofos" y similares, produjeron un enorme corpus de textos con los que pretendían
justificar, sancionar y sustentar la existencia o lo deseable de ella, el valor y la perti-
nencia de una entidad creada a la que se aspira -es decir, de la nación alemana, la
nación búlgara, la italiana, etc. Al mismo tiempo, también ponen en orden el conjunto
de textos y nombres que en principio podrían ser útiles a la hora de justificar su causa.


Para entender simplemente en qué consiste la identidad literaria alemana, me
gustaría pedirles que reflexionasen sobre el Ducado de Luxemburgo. Ducados de este
tipo existen a lo largo de todo el territorio alemán en la actualidad, y sus habitantes
hablan en cada caso su propia lengua local. No hubo por tanto nada de "natural" en su
consentimiento para unirse con Prusia y fundar la unión alemana, ni hubo nada de
"natural" en su aceptación de una lengua como la llamada "Alto alemán" (Hoch-
deutsch), unilateralmente estandarizado y con cierta artificialidad por Gottsched y sus
seguidores (véase Blackall, 1978; Guxman, 1977). Pero fue la reputación de los tex-
tos que escribió en esta lengua la generación de Goethe, Schiller y sus epígonos, la que
finalmente creó la nueva nación alemana. La idea de nación, que aspiraba a integrar
los habitantes de un territorio políticamente fragmentado, tomó raíces con gran éxito.


Hoy es de común aceptación que no habría existido una nación alemana sin
una literatura alemana, que a su vez no podría haberse unificado sin una lengua estan-
darizada y bien definida. Este "paquete de oferta", consistente en una nación, una len-
gua y una literatura, no era nuevo per se. Como afirma Goldstein, "Bismark hätte die
politische Einheit nie schaffen können, wenn nicht vorher von unsern Klassikern
die geistige Einheit begründet worden wäre" [Bismark, nunca hubiese sido capaz de crear una unidad política, si los escritores clásicos no hubiesen establecido pre-
viamente una unidad espiritual] (Goldstein, 1912: 20). En el caso alemán dicha uni-
dad tuvo que ser deliberadamente planeada y ejecutada, en lugar de lograrse a tra-
vés de un proceso espontáneo. Eso implicaba, como en el caso francés, descuidar,
ignorar e incluso prohibir todo aquello que no se ajustase a las unificadas institucio-
nes. De este modo, todas las alternativas lingüísticas que no se acomodaban a la
nueva lengua estándar fueron reducidas a la dudosa condición de "dialectos" (en Ale-
mania), o "patois" (en Francia; para la mentalidad francesa, por cierto, el "patois"
ni siquiera proviene de "la única y verdadera" lengua francesa).


Para la nueva cohesión socio-cultural a la que aspiraban los agentes de tal
empresa, el establecimiento de una lengua nacional y una literatura nacional es equi-
valente al hecho de adquirir bienes para la propia identificación y la propia cons-
trucción, que en otros periodos caracterizaban sólo a los grupos dirigentes. El senti-
miento del dirigente se ha trasladado, o debería decir ha sido trasladado, del dirigente
individual y del noble, a todo un cuerpo anónimo llamado "la nación". Cada miem-
bro de este cuerpo, sólo por su participación en "la nación", ha ganado el derecho a
compartir los bienes adquiridos. Así, el demostrar la adecuación de la lengua alemana
a cualquier tarea espiritual e intelectual significa desde el punto de vista de "los ale-
manes" (siguiendo la descripción de Blackall sobre el nacimiento de Alemania): "no
nos sentiremos ya inferiores hacia la nación francesa, o cualquier otra nación". Tener
una literatura que es incluso capaz de competir con otras, porque ha logrado expo-
nentes admirables de la talla de Goethe y Schiller, implica de forma evidente que
"nosotros somos una gran nación". La talla de figuras como Goethe es un resultado
complejo de la combinación de sus actividades como intellocrat (tomando el término
de Hamon & Rotman, 1981), y del efecto que sus escritos ejercen. Para cualquier
individuo inserto en una comunidad, la grandeza de la nación le confiere también una
grandeza individual: "soy grande, porque pertenezco a una nación que ha generado a
Goethe". No existe demasiada diferencia con el tipo de sentimientos que implica cual-
quier competición: "soy grande porque pertenezco a una nación cuyo equipo de
baloncesto ha ganado la Copa de Europa". Simplemente "vale la pena" ser miem-
bro de una nación así, y este mérito se convierte en un poderoso factor para fortale-
cer y alimentar el sentimiento de "formar parte de". El proceso italiano, aunque cul-
minado casi al mismo tiempo que la unificación de Alemania (1870/1871) con la
creación del Estado italiano (1861-1870), tenía ya como posibles modelos los pre-
cedentes franceses y alemanes. De hecho, no existía nada inherente que hubiese con-
vencido a la población de Italia a convertirse en "italianos", en miembros de una
nación llamada "Italia", si no hubiese habido agentes, que como sus equivalentes ale-
manes, utilizaron la reputación de textos escritos en una lengua que casi nadie real-mente hablaba, para popularizar el mismo "paquete de oferta" que había cristalizado
en Alemania, es decir, empaquetar conjuntamente la lengua con una "nación", cuya
existencia es sustentada, justificada, motivada y defendida mediante la unión de la
riqueza de las narraciones sobre un supuesto pasado común, generalmente un tanto
distante, con la gloria de la lengua desarrollada en algún momento por alguno de
sus miembros.


La lengua que ahora llamamos "italiano" se encontraba quizá incluso en peor
situación que la francesa o la alemana desde el punto de vista de su distribución real.
Era una lingua morta, como audazmente sostiene Tullio De Mauro en su magistral
Storia linguistica dell'Italia unita (De Mauro, 1984). De los aproximadamente vein-
tidós millones de habitantes de la Península, sólo cerca de unos 600.000 "eran capa-
ces de entender el italiano". Incluso los escritores más destacados de esta lengua,
como Manzoni, utilizaban el francés con mayor fluidez en este momento. Sin
embargo, fue gracias a los esfuerzos intelectuales y literarios de Manzoni y de un
grupo de intelectuales, esfuerzos poco a poco sustentados y movilizados por el inte-
ligente Primer Ministro de Piamonte-Cerdeña, Cavour; fue gracias a ellos decía, que
ganó terreno entre partes de la población cada vez más extensas, la idea de una
"nación" italiana basada en la lengua que utilizaron los grandes fundadores de su tra-
dición literaria: Dante, Bocaccio y Petrarca. Pero la unificación de Italia fue sólo el
primer paso de cara al nacimiento de la nación. No sólo se discutía qué habitantes
deberían integrarla, sino que pasaron muchos años, hasta nuestra década de los
ochenta, o sea más de cien años después de la unificación política, antes de que el ita-
liano se convirtiese realmente en la lengua hablada por la mayoría de los "Italianos".


Como indica De Mauro en su introducción a la segunda edición del libro ya citado,
1984: "L'italiano era ancora vent'anni fa lingua abituale d'una minoranza. Oggi è
lingua abituale della maggioranza degli italiani, anche tra le mure domestiche, dove
piú hanno resistito i dialetti" (De Mauro 1984: xvii). Por supuesto que había algunos
que no estaban contentos con la inclusión de todos los habitantes de Italia en la nueva
nación. Hubiesen preferido haberla basado, por ejemplo, sólo en las clases medias.
Otros, como el propio Cavour, no se alegraban en absoluto de las proezas de Gari-
baldi, que brindó en bandeja de plata el Sur y Sicilia al monarca. Cavour hubiese pre-
ferido un Estado sin el Sur, pero no podía rechazar lo que la ideología populista, ide-
ada por la literatura, ya había presentado como una causa nacional.


Al igual que en el caso de Alemania, ninguna lengua vernácula pudo conver-
tirse en variedad lingüística común. La variante históricamente basada en el lenguaje
florentino estandarizado por Dante y sus epígonos, ya no se correspondía con la len-
gua que realmente se hablaba en Toscana, y más específicamente en Florencia en el
momento de la unificación. Manzoni, cuya tarea oficial fue la de aconsejar sobre la lengua que debía adoptar el Estado, por un momento contempló la idea de convertir
la variante florentina contemporánea en la base de la lengua moderna, abandonando
esta idea para luego defender una fabricación híbrida, basada en la selección y com-
binación de distintas normas locales. En Alemania y en Italia, tanto antes de la uni-
ficación política como después de que se hubiese alcanzado, tuvieron que ser reclu-
tados miles de agentes que tenían como función popularizar los textos de unos pocos
iniciados, y propagar la lengua que dichos textos empleaban. La mayor carga recayó
sobre los profesores de escuela, y los intelectuales italianos produjeron textos con
el fin de proveerles del arsenal necesario para su labor. Textos pensados para niños,
como Il cuore de D'Amicis, o el Pinocchio de Collodi, fueron deliberadamente hechos
a medida, funcionando como perfectos generadores de una cohesión socio-cultural.
En verdad Italia simplemente no existiría como entidad coherente sin su nueva len-
gua y su literatura nuevamente instituida. No sorprende que las dudas sobre esta enti-
dad y el descontento, especialmente tras la dura política del gobierno fascista contra
los dialectos, produjesen ciertos levantamientos simbólicos contra la lengua unifi-
cada, que, a ojos de los disidentes, provocó la destrucción de las culturas locales.
La literatura en lengua vernácula fue creada como un acto de protesta, y así lo evi-
dencia el caso de Pasolini, que acusa a la Italia oficial de haber cometido un geno-
cidio cultural. El ocho de Octubre de 1975, poco antes de ser asesinado, publicó un
articulo demoledor en el Corriere della Sera, en el que, a propósito de la presenta-
ción de su película Accatone en televisión, dice:



Tra il 1961 e il 1975 qualcosa di essenziale è cambiato: si è avuto un genocido. Si è
distrutta culturalmente una popolazione. E si tratta precisamente dei uno di quei geno-
cidi culturali che avevano preceduto i genocidi fisici [...] (reimpreso en Lettere Lute-
rane, Torino, 1976: 154).3

Tengo que obviar ahora los otros casos que antes mencioné, como el checo o
el búlgaro, aunque cada uno de ellos aporta nuevos matices a la comprensión del fun-
cionamiento de la literatura en la creación de las naciones de Europa. Exigirían una
presentación mucho más larga de la que puedo hacer aquí. En lugar de ello, para aca-
bar con un pequeño desvío, me gustaría discutir brevemente la función que el
"modelo europeo" desempeña en el seno de culturas no-europeas, y en segundo, lo
que parece ser la evidente ausencia de este "modelo europeo" en otras culturas.


El alto grado de cristalización del "modelo europeo" se demuestra porque ha
sido repetidamente utilizado en una cultura tras otra en la propia Europa. Pero tam-
bién puede apreciarse en culturas que no pertenecen al ámbito europeo..."

Para más información:

http://www.tau.ac...~itamarez/works/papers/trabajos/funclit.htm














 
colomba_blue,21.11.2006
alguien lee estos posteos tan re largos?
 
-post-it,21.11.2006
Ño!, tremenda paja…

El copy&page aburre.

Pfffffff.

 
mandrugo,21.11.2006
Tratándose de Itamar Even-Zohar, yo sí los leo.
 
colomba_blue,21.11.2006
je je je
 
apeman,21.11.2006
gracias, colomba y post it, por sus imprescindibles aportaciones.
 
colomba_blue,21.11.2006
De nada... cuàndo se le ofrezca no màs
 
sindari,21.11.2006
Yendo al tema, no es ningún secreto que la consolidación de una lengua común, algo en lo que la esccritura aporta fundamentalmente, es uno de los factores fundamentales de una nación.

Incluso aquellas que son bilingües, como el caso de Paraguay, lo son a partir de identificar una de esas lenguas como de carácter nacional, y "formalizarla", y la segunda como lengua franca y de uso oficial (seguramente algún hermano paraguayo sabrá precisar mejor en este sentido).

Hay varios factores que son fundacionales de una nación. Simplemente por mencionar algunos que se me ocurren al azar:

-Una población determinada con algunas características homogéneas

-Un territorio (producto de conquistas, asentamientos, permanentes, etc, etc)

-Una cultura común (más o menos identificable, producto de haber compartido tradiciones, lengua, historia, contactos permanentes...)

-Una serie de símbolos e instituciones aceptados como comunes por esa población (bandera, escudo, gobierno, reyes, leyes, mitos fundacionales, dios o dioses...)

-Y fundamentalmente un sentido de pertenencia compartido a partir de estos factores.

En este sentido, la literatura aporta a la consolidación de la lengua común, la cultura común, los mitos comunes.

No por nada los imperios intentan imponer su lengua como una de las primeras acciones imperiales. basta ver el debate que existe hoy en los Estados Unidos acerca de la enseñanza del español y la aceptación como lengua oficial en los estados de mayor presencia latina, o los que en España se sucedieron acerca de la enseñanza del euskera, el catalán, etc, cuya enseñanza fuera prohibida por Franco, y -más antiguamente- la conformación de las lenguas romances en lo que fuera el imperio romano, a partir del latín.

Por otra parte, es notorio que los primeros imperios letrados son, a la vez, hasta donde se puede saber, los primeros en abarcar grandes territorios.






 
Gatoazul,21.11.2006
Con los altos índices de analfabetismo que había y con lo poco que la gente lee hoy, creo que el papel de la literatura es bastante irregular.
 
apeman,22.11.2006
Los índices de analfabetismo eran, efectivamente, muy bajos, pero hay que tener muy en cuenta Gato la aportación de la literatura oral (cancionero, cantares de gesta, romances fronterizos que hablaban de las luchas entre moros y cristianos en la peninsula), fundamental por ejemplo en la España medieval y la expansion del castellano.
 
sindari,22.11.2006
Y las cuestiones rituales, que fueron las primeras que se escribieron, junto con las leyes, como el código Hamurabi
 
Gatoazul,22.11.2006
Tengo la idea de que el poder político es primero, luego se inventó un país con ayuda de los artístas. Pero no nomas escritores, cineastas, pintores, arquitectos y etcétera. Tal vez viendo los casos concretos.
 
sindari,22.11.2006
Tal vez, por la naturaleza del poder, la constitución de un poder "político" es simultánea con el nacimiento de una comunidad, especialmente si consideramos que todo grupo humano desarrolla en su seno distintos tipos de liderazgo.

Velo, por ejemplo, en un aula. ¿Acaso no hay en un grupo de estudiantes algunos que tienden a ser domnantes y otros que tienden a seguirlos? ¿No se organizan grupos, en muchos casos antagóicos incluso? En una sociedad, ese tipo de organizaciones tiende a consolidarse en la forma de "poder político", institucionalizándose.

A la hora de buscar un ejemplo de institucionalización, el más antiguo y fácil de apreciar que se me ocurre es el de Israel, descripto en la Biblia.
El fundamento de la institucionalización era la voluntad de Dios.
Al respecto, es interesante notar que muy probablemente la aparición de la casta sacerdotal, siempre (no recuerdo ejemplo en contrario) monopolizando la palabra escrita, tiene relación con la pérdida de la cultura nómade, es decir, cuando los puelbos se asientan en ciudades y se convierten en agrarios.
A partir de allí se generan los recursos que permiten que algunas personas "vivan sin trabajar", y adopten roles políticos y religiosos, dirigiendo la tribu o el pueblo.

Pero, creo, Gato, que estamos hablando de dos instancias disímiles.
Por un lado, enciendo que la aparición de la escritura dio lugar a la aparición de imperios en la más antigua historia.
Por otro, vos parecés plantear la influencia de la literatura en la consolidación de las naciones modernas.

En cuanto a las naciones modernas, en América Latina es cierto que primero se constituyeron los poderes políticos, pero lo hicieron a partir de la existencia de una cultura común, heredada de España (en nuestor países, hispanoamericanos).

Sin embargo, no es el mismo fenómeno en Europa, donde las actuales naciones mayormente provienen de la disolución de imperios en los que la conciencia nacional se consolidó a partir de la existencia de -principalmente- una literatura de carácter nacionalista.

Te prometo ejemplos con más tiempo, pero desde ya, el alemán es un caso.
 
apeman,22.11.2006
De acuerdo, sindari, en ciertas cosas pero de alguna forma no en tu apreciacion de q "la constitución de un poder "político" es simultánea con el nacimiento de una comunidad"; segun mi interpretacion del articulo de Itamar Even-Zohar con el que comenzaba el foro, dicho pensador pretende en todo momento demostrar que el poder "politico" (llamemosle asi) antecede a la comunidad, es mas, la crea para su propia beneficio fomentando la cohesion social y la disponibilidad de los integrantes del grupo q permanecen "subordinados".

(perdon por el uso abusivo de las comillas)

 
sindari,22.11.2006
Para la existencia de un poder político es condición sine qua non la existencia previa del grupo, por una sencilla razón:
El poder es una atribución inherente a la relación, por ende, donde existe una relación (no una abstracción unipersonal) existe un grupo (aunque más no sea de dos personas).
 
Gatoazul,23.11.2006
Tienes razón sindari, sin embargo el tipo de relación previa no necesariamente es de identificación y pertenencia. Y esas dos cosas me parecen esenciales en la constitución de una nación. Por eso tiendo a pensar que el poder político es primero. Es raro pensar que antes de que hubiera país teníamos literatura o arte nacional, puede ser. Depende de los casos concretos.

Si viajo de México a Guatemala es notorio el grado en que es artificial nuestras lealtades nacionales, igual de artificiales que las divisiones entre literatura mexicana y literatura guatemalteca.
 
apeman,23.11.2006
Si nos remontamos al germen de las naciones, parten de estructuras de poder en la que una persona o grupo político se autoproclama; bien por la violencia -real o potencial- o bien por un supuesto origen divino o religioso de su posición dominante.

El grupo de personas que muchas veces subordinan bajo su mando responde a realidades de substratos culturales, historicos.,etc... diferentes y, en principio, inconexos; de ahi la necesidad de la cohesion social y la disponibilidad para crear el sentimiento de grupo (antes inexistente)

La creacion de un sentimiento nacional en España por parte de Alfonso X o posteriormente los Reyes Catolicos es un ejemplo ilustrativo de cómo un grupo o personaje político crea un sentimiento nacional unificador para facilitar su dominio de tierras y gentes diversas (que antes del poder politico no constituian un grupo como tal).
 
sindari,23.11.2006
¿un grupo o personaje político crea un sentimiento nacional unificador para facilitar su dominio de tierras? ¿o encarna un sentimiento nacional existente de manera previa?
esta discusión es como la del huevo y la gallina.
Personalmente me parece mucho más razonable la respuesta afirmativa a la segunda.
De hecho, el español, como lengua y como literatura, es anterior a Alfonso X, quien en todo caso comienza a oficializarlo como parte de una política de consolidación nacional, y para eso se sirve de la palabra escrita y la literatura (preguntémosle al Conde Lucanor).
 



Para escribir comentarios debes ingresar al sitio: Ingresar


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]