TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Crítica / Critiquemos la tan esperada TRECE: Un bodrio de novela By Carmen Posada - [F:5:6647]


muertelenta,26.07.2006

bluccas,22.07.2006/b

'TRECE' ah! es la novela que escribió Carmen_Posada y que... editó, según cuenta, dice que no le fue bien en la venta de su primer novela pero... yo lei los primeros capitulos y esta muy buena!!


bmarimar,22.07.2006/b

¿¿¿¿¿QUEEEEEEEEEEEEEEEE?????? Luccas es Ana?????
yo creía que era un chamaco y estaba enamorándolo.
Luccas es otro loco y se viste con la ropa de Ana y la muertelenta salió del manicomio y quien le va a leer a esa carmen posada ese libro con semejante título "TRECE", ¿Trece qué? ¿TRECE locas? ¿Trece hombres con ropas de mujer? ¿Trece mujeres con pelotas?
yo no entro más en este antro de perdición, soy una santita vestida siempre con mi manto blanco, símbolo de la pureza, con mis blancas manos con las palmas hacia arriba y con los ojitos de carnero degollada.


bCarmen_Posada,24.07.2006/b

Y yo soy la famosa autora de TRECE y borré los capítulos publicados en este sitio porque a la gente la asustaban (por largos, por na más). Cuando empiece a ganar platica con ella les mando alguito pa que vengan a visitarme al manicomio en el que me internaron hace 15 días que lo único bueno que tiene es unas sala de internet (Y se supone que lo que me enloqueció fue la Virtualidad... jajajajajaja)



bmariann,24.07.2006/b

Carmen, yo quiero leer su famosa novela TRECE, mire que a mi no pervierte... ande, diga que sí! Al fin que locas de la virtualidad ya somos muchas, o no Luccas?


bCarmen_Posada,24.07.2006/b

jajajaja
Mariann, TRECE, se lo digo de corazón, es un Bodrio. Fíjese que ni yo misma he podido terminar de hacerle correcciones porque cada vez que empiezo me da un mareo extraño y como que la mente se me pone en blanco y luego no me acuerdo de lo que estaba haciendo...

mariann,24.07.2006
Razón de más para que me interese leerle , chance y le salga una gloria de esas como las que escribió Juan Rulfo, que según dicen, una de sus novelas la tiró a la basura, luego se arrepintió y juntó las hojas tal como estaban, en desorden, lo que le dio ese estilo único que confunde e impacta al lector, de ahí el éxito.


bmarimar,25.07.2006/b

Yo soy la primera y única fans de Carmen Posadas´, es decir la fanática admiradora de su libro "Trece", no dejen de leer el título, es lo único bueno de la obra.



muertelenta,25.07.2006
Carmen, ya viste que tienes un "fans???

bCarmen_Posada,25.07.2006/b

Si yo tengo clú mi comadre, clú de fanS es lo que tengo, pero ella quiere ser presidenta y única, ¿ves?

Ahí si ni modo, toca que la nena se postule y que los demás la elijan. Por lo pronto le agradezco la publicidad gratuita que le ha hecho al título que es lo único decente de mi bodrio de novela.

Es que lo gueno de tener fanS es que son ellos los que se encargan de hacerme publicidad y no me cobran un peso por ella... jajajajaja

bmarimar,26.07.2006/b
Muy buena mi publicidad, exijo un 50% de las ganancias.


bLucccas_,26.07.2006/b

¿'Trece' es una novela?
¿Dònde puedo comprarla?
Mmmm... crack, crack, mmmm...


bCarmen_Posada,26.07.2006/b

A marimar no le pago ni medio peso por la publicidad

¡Ni cagando!








 
Carmen_Posada,26.07.2006
bjaaaaaaaaaaaaaaa

¡¡¡Lo abrieron!!!/b

Yo creí que era de jodas... Bueh, me tocó bailar con la más fea, y en la sección de críticas. Buen tiro para el linchamiento que se viene de los 367 integrantes de mi bClú de FanS/b

Voy al COPI/PASTE Para el primer capítulo.
 
Carmen_Posada,26.07.2006
bTRECE

Susurros (Capítulo 1)/b

Felicia se levanta sobre la cordillera occidental a una altura aproximada de 1.700 mts sobre el nivel del mar, unos 25 minutos por la carretera que conduce desde Cali hasta el puerto de Buenaventura. A unos 12 Kms. hay una pequeña desviación que más parece un camino de herradura y que se abre paso entre las montañas.
No es un pueblo, es a penas un caserío muy pequeño, en su mayoría de casas veraniegas, que se extiende sobre la mas hermosa región de la cordillera, colmada de bosques de coníferas, con una excelente vista sobre el valle, hogar de miles de especies y reserva natural ya que por cada 5 hectáreas de bosques cuenta con un nacimiento de agua. No tiene espacio en el mapa por no alcanzar la cantidad mínima de habitantes permanentes que las leyes exigen para incluirlo geográficamente. Sin embargo los propietarios de las casas de veraneo han logrado llevar al menos energía eléctrica hasta los puntos más altos de la zona. En conjunto, fuera de una miscelánea que ya tiene unos 15 años, en Felicia no hay muchas cosas nuevas, una tienda de víveres que cambia ocasionalmente de dueño, un billar donde se reúnen algunos hombres cada tarde a tomar cerveza, una iglesia restaurada de cientos de veces por haber sido blanco de fuegos cruzados entre ejército y guerrilla durante finales de los 90’s y la estación de policía, lo demás estaba intacto a como lo recordaba Carolina Poveda mientras conducía alrededor de la plaza buscando alguien que le indicara si había paso libre hacia la cabaña de los Londoño. Pero era lunes y Felicia estaba callada, parecía realmente deshabitado.
- “Los lunes en Felicia nadie trabaja” - recordó, y sin temor de lo que pudiera encontrarse en el camino, tomó la pendiente que conducía hacia la cabaña.
Estaba atardeciendo y no había alumbrado en la carretera destapada. Pero Carolina conocía ese camino como la palma de su mano.
Estacionó el auto frente lo que quedaba de las veraneras que con tanto cuidado había sembrado Mariana viuda de Londoño. Ahora solo había lodo y rastrojo.
Buscaba las llaves de la entrada principal cuando escuchó un trueno, el viento helado le golpeó la cara y comenzaron a caer las primeras goteras lo que anunciaba que sería una noche tormentosa.
Dentro de la casa el aire se sentía pesado. Había estado cerrada demasiado tiempo. Los muebles estaban cubiertos por sábanas y no había electricidad. Buscó una linterna y un abrigo impermeable en el armario del corredor y salió de nuevo para sacar del baúl del carro una maleta y dos cajas pequeñas con víveres. El aguacero se había desatado y la tormenta eléctrica le causaba algo de inquietud. Carolina siempre había temido a las tempestades, desde niña imaginaba que un relámpago la alcanzaba.
Fue hasta la cocina y buscó en los estantes velas pero no había, solo encontró polvo y cadáveres de polillas.
Junto a la chimenea había un viejo Baúl. Lo abrió y encontró una lámpara de petróleo que estaba llena. La encendió y la estancia se iluminó por completo.
Llamaría a la empresa de energía a la mañana siguiente. Su celular no daba señal por la tormenta. Tal vez no había sido buena idea llegar al caer la noche, pero ya era demasiado tarde para regresarse a Cali. Decidió prender la chimenea, al menos así tendría suficiente luz.
Con la lámpara en la mano empezó a recorrer todas las habitaciones. Todo estaba igual, las camas, las ventanas, los armarios, todo. Parecía como si el tiempo no hubiera transcurrido dentro de esa cabaña. Al entrar a la última habitación notó algo extraño, no podía identificarlo con claridad, pero había algo diferente. Era la habitación que años atrás había sido de los mellizos. Estaban las dos camas gemelas formando una L, la misma alfombra gris y negra, el televisor... Todo en la misma distribución, pero había algo diferente en esa habitación. Tal vez era su imaginación, pero se sentía como si alguien hubiera estado allí.
Subió las escaleras para revisar la única habitación del segundo piso cuando escuchó un golpe fuerte. El golpe venía de arriba. Sintió un poco de miedo pero era mejor cerciorarse. Era solo el viento, había azotado la ventana del baño. La cerró nuevamente y la aseguró con una cuña para que no se abriera otra vez.
Había telarañas y polvo por todas partes.
Bajó las escaleras y entró de nuevo a la habitación de los mellizos y ya se iba cuando de nuevo algo le llamó la atención. No estaba segura de lo que era... Miró a su alrededor, persistía esa atmósfera extraña, una atmósfera de perturbación que siempre había percibido. Acarició el intrincado diseño de las camas gemelas talladas a mano por artesanos. Se preguntaba ¿por qué nunca cambiaron ese cuarto? Al acariciar la madera notó que no había una sola partícula de polvo. Todo estaba muy limpio allí. No había ni polvo ni mugre ni una sola telaraña en las esquinas. Eso era lo que le había parecido extraño. Tendría que preguntar si alguien había estado allí en estos años.
Fue a la cocina y buscó la botella de vino y una copa en las cajas de víveres que había llevado. Era un vino Santa Rita vieja Reserva. No era muy fino, pero solo quería calentarse un poco junto a la chimenea. Sería una larga noche, sin televisión, sin música. Abrió el baúl para ver si había algún libro, pero en su lugar encontró unas fotografías familiares y un cuaderno de anotaciones. Era su cuaderno. Sintió un poco de escalofrío cuando lo reconoció. Pablo Londoño se había quedado con él aunque en su momento dijo haberlo quemado.
Apuró la copa de un solo trago y se sirvió otra. Había fotografías de David y de Pablo por cantidades. Las miraba con cierta fascinación. De niños eran idénticos, pero cuando crecieron, sus rasgos fueron cambiando significativamente. David tenía la cara más cuadrada, la mandíbula recta y algo partida la barbilla. Pablo era carirredondo, la barbilla también y la nariz algo más fina que la de su hermano. Carolina nunca los confundió. Ni siquiera de niños.
Había una foto más reciente, miro la fecha y se impresionó. Creyó que era David, pero esa foto sólo tenía 5 años de haber sido tomada. No tenía sentido. Su mente le estaba haciendo una jugarreta o tal vez el vino le había hecho efecto. Estaba concentrada buscando los detalles que los diferenciaban cuando algo rozó su pierna y la asustó. Pegó un brinco y alcanzó a lanzar un grito cuando se dio cuenta de que era Tomás, su gato. ¿Cómo se las arreglaba siempre para seguirla? Seguramente se había subido de nuevo al motor del carro cuando salió de la casa. Se agachó para cargarlo. Era muy viejo, ya no tenía la pericia de antes para saltar sobre sus piernas, estaba un poco ciego y atontado. Había cumplido 13 años el mes anterior. Era demasiado tiempo para un gato.
Lo cargó y sintió un leve mareo al erguirse. El fuego se había avivado. Carolina estaba en un estado de semi inconciencia. Sostenía al gato en sus brazos mientras miraba las llamas. Volvió por tercera vez a la cocina y tomó un cuchillo que había en el lavaplatos. Estaba un poco oxidado. Abrió la puerta trasera y rodeó la casa. Caminó bajo la tormenta por un camino de herradura hasta una piedra grande que adornaba el frente de la cabaña. Allí se sentó con el gato forcejeando, pero era tan viejo que ya ni siquiera tenía garras para defenderse. Carolina levantó el cuchillo y lo clavo en el abdomen del animal una y otra vez con una sevicia aterradora. El pobre animalito no sufrió mucho, murió al instante con la primera puñalada. Carolina se levantó, recogió los restos y vísceras destrozadas del animal y se dirigió de nuevo a la casa. Lanzó el cuchillo dentro del lavaplatos y los restos del gato muerto al fuego de la chimenea donde fueron consumiéndose lentamente al ritmo con el que ella vaciaba el resto de la botella de vino. Cuando hubo terminado se fue hasta el baño y se lavó las manos y la cara. Tenía la ropa mojada y manchada con la sangre de Tomás pero no tenía idea de lo que había pasado. No recordaba absolutamente nada. Decidió tomar una ducha para cambiarse de ropa y acostarse a dormir.
El agua helada le recorría el cuerpo y Carolina advirtió una sensación de alivio que hacía muchos años no percibía. Como si estuviera libre por primera vez después de mucho tiempo de encierro. De pronto la luz del baño se encendió, Carolina cerró la llave y se envolvió en una toalla. Salió del baño y todas las luces estaban encendidas.
Al parecer había sido un apagón durante la tormenta, ya el servicio se había reestablecido y la tormenta había cedido. Solo soplaba el viento.
Carolina acomodó sus cosas en la habitación de los mellizos, arregló la cama y se acurrucó bajo dos cobijas gruesas de lana. Apagó la luz y dejó una lamparita de noche encendida. No sentía ya ningún temor. El viento silbaba y como un susurro alcanzó a escuchar:

i“... Dale señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua...”
 
Carmen_Posada,26.07.2006
ahhh es que borraron el otro!!!

entonces este es el definitivo? No vaya a ser que el segundo capítulo lo mande luego pa un foro fantasma y se pierda con el gato!
 
Axterion,26.07.2006
Me agrada esto: así no tengo que comprarla.

Salu2.
 
anggelbueno,26.07.2006
y ahora yo digo[[[ quien es carmen posada de quien tanto hablan, que gano ha????? aqui en perú no se sabe casi nada de ella. o es una hermana cuentera de este lugar, perdonen mi ignorancia, pero carmen posada, no, ps, definitivamente no me acuerdo habermela topado, es mas no creo haberla visto, por la gran alfombra del anggelbueno. pero carmen posada ¡¡¡quien es''''''' porfa denme una pista o si no, diganme donde compro ese bodrio que tanto dicen. atentamente anggelbueno.
 
maitencillo,26.07.2006
JAJAJAJAJAJA
JAJAJAJA
¡Que buena carcajada me he pegado!
¡Gracias!
 
marimar,26.07.2006
Angel, sólo por el título vale la pena comprar el libro.

 
IsamaR,26.07.2006
La Srta. Carmen Posada es una literata muy galardonada, sobre todo ganadora del gran premio Juan Rulfito, con su novela "treSe"
 
maitencillo,26.07.2006
Isamar, no olvides mencionar que con esta novela quedó finalista en el premio Alfaguarda 2005
 
KaReLI,26.07.2006
ah... yo pensaba k era "TraSte"

(a la trol la trolearon jajaja)

carmen... pasate uno autografiadoooo
mi dirección la paso al LDV je je
 
IsamaR,26.07.2006
Ahora está de paso por la feria del libro de cabecera 2006, version 21.00 v3, lima limon, en su stand de ediciones Preisa, autografiando los "treSes".

Es la favorita para el Nóvel de literadura 2006, qué mas!
 
IsamaR,26.07.2006
Me extraña araña, buenangel (de la guarda?) q no sepas nada de esta genial autora, del nivel de Mario Vergas-loca y de Alfresco Bráis.
 
marimar,26.07.2006
Comencé a leer "Trece" por curiosidad, mi intención fue leer sólo unas líneas ya que estaba segura que era un "bodrio" ( propaganda que se hace la autora), pero me encontré con un contenido ágil, bien narrado y creo que va a ser atrapante.
"
Fue hasta la cocina y buscó en los estantes velas pero no había, solo encontró polvo y cadáveres de polillas.
Junto a la chimenea había un viejo Baúl. Lo abrió y encontró una lámpara de petróleo que estaba llena. La encendió y la estancia se iluminó por completo."

Como estaba a oscuras, quedaba mejor al abrir el baúl, tantear y encontrar la lámpara. ( un pequeño detalle)
 
KaReLI,26.07.2006
bMario Vergas-loca y de Alfresco Bráis./b


jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa



y luego dicen k yo soy la ocurrente!!!
 
maitencillo,26.07.2006
Esta novela en su primera edición y más encima autografiada por la autora, se venderá en millones dentro de un par de años.... ¡Yo también quiero uno! (a mi edad debo ir pensando en la jubilación )
 
IsamaR,26.07.2006
jajajajajaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Quiero el mío también y la fotito junto a otros autorazos como Troncagiolo y la viuda de Burgués, Maria Kodak.
 
Carmen_Posada,27.07.2006
A petición de tan selecto público les mando en un solo viaje los dos capítulos siguientes (me ganaré el madrazo de los que no soportan los posteos largos entre los 10 últimos pero me vale hongo)


*****************************************

bTRECE

Descendiendo al primer infierno (Capítulo 2)/b


Los mellizos Londoño fueron los típicos adolescentes problemáticos que disfrutaban de su popularidad durante la década de los 80’s, eran muy conocidos en barrios tradicionales del norte de Cali como La Flora, Versalles, Santa Mónica y Santa Teresita. Tenían fama por ser alocados, irresponsables, sin Dios ni ley, capaces de cualquier acto de indisciplina y de rebeldía. Fueron el dolor de cabeza de la mayoría de los padres cuyos hijos asistían a los colegios por los que este par de personajes desfilaron. En especial David que era por decirlo de alguna manera “la oveja negra” mientras Pablo al menos se preocupaba un poco por no hacerse expulsar del colegio, aunque también era hiperactivo como su mellizo. Fueron muy unidos hasta la adolescencia cuando empezaron a frecuentar diferentes grupos y comenzaron algunas rivalidades al interior por los cambios frecuentes de temperamento, sobre todo en David.
Ambos infundían más temor que respeto, era su estrategia para mantener a raya a todos los que los rodeaban. Por separado eran un problema, pero juntos eran una verdadera tragedia. Una inocente fiesta de 15 años, elegante como se acostumbraba en ese entonces, podía terminar en una hecatombe con sillas volando por los aires, narices y dientes rotos y altas cuentas por destrozos en propiedad ajena.
Carolina los conocía desde niños, aunque solo era amiga de David. Pablo por su parte no la determinaba. Sabía de su existencia porque en la Cali de esa época “todo el mundo se conocía”
Con David, en cambio, habían creado un vínculo muy estrecho. De más chicos jugaban juntos monopolio y scrable, ya de adolescentes salían juntos a fiestas donde él la cuidaba como un hermano mayor, no dejaba que nadie se le arrimara a menos que fuera uno de sus amigos de confianza y bajo la firme amenaza de masacrarlo donde le hiciera cualquier desplante. David siempre la hacía sentir segura y respaldada. A ella le gustaba esa mística que se creaba a su alrededor por el solo hecho de que él fuera tan especial con ella. Se sentía intocable, inaccesible, como la princesa del cuento.
David era manipulador, calculador y mentiroso. No era que no la quisiera, pero jugaba ese papel de hermano protector, en parte por que no tenía hermanas a quien cuidar, pero en el fondo sabía que tener a Carolina mejoraba su imagen ante las demás jovencitas, le daba encanto y ternura frente ellas, era su mejor carta de presentación.
A finales de los 80’s David comenzó a consumir drogas. Al principio solo era marihuana, luego cocaína. Creía que podía manejarlo, dejarlo en cualquier momento, pero la verdad era que cada vez la droga lo dominaba más y más. Se drogaba para ir al colegio, para ir al Centro Comercial, para ir a fiestas, siempre buscaba otros con quien drogarse y así poco a poco empezó a perder el control. Lo expulsaron de varios colegios entre 1987 y 1989, siempre buscaba problemas y peleas que terminaban en una cacería casi a muerte. No eran problemas de pandillas, pero si habían “parches” definidos por el lugar de reunión y la ley implícita era que “el que no estaba con David era su enemigo”. Así de simple, una pelea podía comenzar por cualquier tontería, por mirar demás en una fiesta o en la Esquina del Chontaduro en el Centro Comercial del Norte, cerca de donde años antes había funcionado Almacenes Sear’s y que en esa época se había convertido en el centro de reunión de adolescentes los viernes por la tarde para organizar el plan de la rumba para el fin de semana, el narcotráfico ya había alcanzado a todas las esferas sociales y en ese punto se hacían muchos negocios entre los hijos de los capos y sus amigos en aras de hacer su propio imperio manejado por jóvenes y auspiciado por los mayores.
Guardadas las debidas proporciones, fue un fenómeno similar al presentado durante la década de los 60’s con el Grupo de los Martes, un grupo conformado por los hijos de los representantes de la clase dirigente en Cali, y que fuera el inicio de una era próspera para la ciudad en términos de desarrollo, generación de empleo y capacitación. La diferencia entre el Grupo de los Martes y el grupo de la Esquina del Chontaduro radicaba en que los primeros escogieron ejercer el liderazgo dentro del marco de la legalidad, mientras que el segundo lo hizo para organizar el negocio del narcotráfico y expandirse. Por lo demás fue exactamente el mismo fenómeno ya que ambos grupos determinaron en gran medida el curso de la historia de la ciudad en términos socio económicos, políticos y culturales. Ambos generaron empleo, ambos le dieron la posibilidad de un aumento en la capacidad adquisitiva de quienes, de manera independiente, no tenían cabida en el mercado, ambos crearon organizaciones que aportaban desarrollo y modernización en la ciudad. En pocas palabras, ambos grupos aparecieron como resultado de un deterioro económico de la región y como alternativa de solución. Y aunque el grupo de la Esquina del Chontaduro fuera un grupo dedicado a una actividad ilegal, no dejaba de ser atractivo para los jóvenes que buscaban una oportunidad de mejorar su calidad de vida.

A principios de 1989 David conoció a Jimena Montes en una fiesta de disfraces. Desde la primera vez que la vio pasar en un bus del colegio, se empeñó en conocerla. Jimena era todavía una niña de apenas 14 años que vivía en un apartamento en Versalles con su madre. Su vida había sido difícil desde que fue concebida. Fue un accidente de sus padres ya que ni siquiera sostenían una relación. Su madre era una hippie de los 60’s y su padre era un muchacho inexperto, de familia tradicional que cometió un desliz propio de la edad. Así vino al mundo en la Casa de la Madre Soltera donde la familia de su madre las había exiliado para evitar el escarnio público. Para completar el cuadro, Clara, la madre de Jimena consumía marihuana en grandes cantidades. Su infancia por tanto fue marcada por el rechazo, el abandono, la inestabilidad y lo que es peor, el maltrato psicológico de una madre que no ofrecía la menor garantía. A sus años, Jimena había vivido más cosas que cualquier adulto promedio, aunque su apariencia era de una inocente chiquilla que buscaba afecto y estabilidad.
Ella y Carolina se habían hecho amigas por terceros de los barrios vecinos. Santa Mónica y Versalles estaban separados por la Avenida 6ª. Y por el centro comercial del norte donde también quedaba la Esquina del Chontaduro. Carolina, que era muy sensible a los conflictos emocionales, a esas tragedias humanas derivadas de la falta de estructura familiar, la había acogido como se acoge a un gatito extraviado y hambriento.
David presionó a Carolina para que los presentara. Llevaba más de dos semanas secándola con el mismo cuento. Estaba obsesionado con la idea de conocerla. Carolina cedió y le contó en donde sería la fiesta de disfraces que organizaba el “parche” de Santa Mónica y le aseguró que Jimena estaría allí. Pero estaba advertida de que no podía llevar a David a esa fiesta, así que fueron por separado. Cuando David apareció, Carolina lo ignoró durante un rato, luego supo que Jimena también quería que se lo presentaran y se valieron de Claudia, otra de sus amigas para que los juntara.
Después de muchos años, al recordar esa noche, Carolina se estremece al pensar que tal vez ese fue el inicio de todo.
David se enamoró como un tonto. Conquistó a Jimena a punta de palabras bonitas y gestos. Para Jimena era solo un juego. Conocía su fama y eso le parecía toda una aventura. Fueron novios muy poco tiempo. Unos cuantos meses hasta que ella no soportó los celos enfermizos, las obsesiones y por supuesto, sus estados alterados por el consumo de cocaína y marihuana. Era demasiado para ella a pesar de saber manejar esas situaciones que de por sí son complejas. Pero a su vez, estimulaba a David para que la celara, era una estrategia para hacerse notar dentro del su círculo social. David estaba enloquecido por ella. La había convertido en el centro de su mundo y cuando ella lo dejó se descontroló por completo. Dejó de importarle todo, consumía cada vez más cantidad de cocaína. Se perdía tres y cuatro días con amigos que le aguantaban el ritmo, llegó incluso a cometer delitos menores para conseguir dinero y comprar más droga. Tenía grandes deudas con varios proveedores.
Carolina trató muchas veces de convencerlo de hacerse un tratamiento, pero tampoco sabía ya qué hacer con él. La llamaba a altas horas de la noche, llorando como un bebé, borracho unas veces, drogado la mayoría, para decirle que no podía vivir sin Jimena. Era una locura. Carolina lo escuchaba pero nada que ella le dijera lo hacía entrar en razón.
Ya no le gustaba salir con él porque siempre terminaba enredada en algún problema, separándolo en sus peleas, disculpándose con los demás por sus escándalos. Estaba harta de eso.

*****************************************

bTRECE

El Legado (Capítulo 3)/b


La noche del 3 abril de 1992, Carolina estaba en su casa conversando con Nacho, un amigo de aquellos del paquete de infancia. Acababa de cumplir 20 años y estaba en segundo semestre de Sicología. Escogió esa carrera pensando que podría resolver sus propios problemas y tal vez los de algunos de sus amigos. Era idealista y se creyó el cuento.
David llegó cerca de las 8:30 en una moto.

- Sorpresa! – le gritó cuando Carolina abrió la puerta. Hacía 2 meses que se había ido a “la finca” como solía llamarle a un centro de rehabilitación donde sus padres lo ingresaron en su último intento por ayudarlo a salir de ese mundo. – ¿Me extrañaste?

- ¿Que estás haciendo aquí? ¿De dónde sacaste esa moto?

- Deja la bulla... Me dieron permiso porque mi tío murió esta semana y la moto me la prestaron por ahí.

- Siento mucho lo de tu tío, pero ¿seguro que estás de permiso?

- ¿No me crees? Llama a mi mamá entonces. Bonita forma de recibirlo a uno! Y yo que te traje un regalito...

- Tengo todas las razones del mundo para no creer. ¿Quién te prestó la moto?

- Por ahí...

- Mírame a los ojos. – Carolina le cogió la cara cosa que solo a ella le estaba permitido – Estás embalado!

- Pa’ chucho que no me he metido nada. ¿Por qué sos así? Ni un abrazo, ni un “me hiciste falta”, ni siquiera un “vení charlemos”

- Es que me aterra que estés por ahí otra vez. Después de la última estoy paranoica con vos. Creí que te iban a matar.

- Hierba mala nunca muere... Y vos qué, vení sentémonos en el murito a fumarnos un puchito y me contás.

- Espérate llamo a Nacho que está adentro.
Carolina entró y le contó a Nacho que el mellizo estaba afuera y que aparentemente estaba sano, pero que había que tener cuidado porque andaba en una moto y con cara de estar buscando donde meterse un pase.

Ambos salieron, David y Nacho se saludaron pero David, a pesar de haber sido amigo de Nacho, se sentía incómodo. Le gustaba hablar a solas con Carolina porque con ella sí podía ser él mismo, sin ponerse la máscara de malandro ni adoptar la actitud de rey de la selva de concreto.

- Viejo Nacho! Tiempo sin verlo, ¿qué se dice?

- Nada viejo Mello, camellarla como siempre. Y usted que? Lo veo gordito.

- La buena vida.

- Negrita – dijo Nacho dirigiéndose a Carolina – Estoy viendo el picadito del Cali, yo mas bien los dejo solos pa’ que charlen. Voy a estar ahí en el cuartico de la tele me avisan si van a hacer algo yo me les pego.

- ¡Fresco, parce!

Nacho se entró a la casa y David y Carolina se sentaron en el muro con un paquete de cigarrillos en el medio.

- Seguís fumando como puta detenida ¿no?

- Al menos eso no me enloquece.

- Que pereza con vos, ¿será que dejás el sermón para otro día? Mirá que hace 2 meses que no te jodo ni nada. Mas bien ¿contame qué es de la gente? Que has oído?

- Nada, yo me la paso en la Universidad, nerdiando a la lata. No me veo con nadie. Así me evito problemas. Ando juiciosita.

- Y Carlos, ¿volviste a saber de él?

- Ni en las curvas. Se lo tragó la tierra y mejor para mí. Ya estoy mejor.

- Pues eso veo. Donde te pongás buena ese man se va a retorcer de la piedra. Ese perro me la debe. Yo solo estoy esperando para cobrármela.

- Por qué siempre tenés que pensar así.

- Es que no es por vos. Vieja, ese man me estaba haciendo la vuelta el otro día y nos agarramos pero yo lo solté porque a lo bien que hemos sido parceros desde hace años y sería muy chimbo, pero si yo me entero que ese man se me ha seguido torciendo y hablando caspa de mi, pues le paso la factura, para que afine. Y, por qué no, también le paso la factura por haberte hecho llorar. O es que ya se te olvidó todo el moco que botaste en diciembre por ese perro sarnoso.

- No, no se me ha olvidado, pero yo no me pongo a pensar en cómo desquitarme, la vida solita se encarga de cobrarle a la gente lo que hace mal y yo se lo dejo al de arriba.

- ¡Que va! El de arriba a veces se le olvida que uno sigue acá abajo y si no se las cobra uno pues se van sin pagar y así no es la vuelta.

- Vos verás como hacés tus cosas pero a mí sacame de ese cuento. Y contame ¿cómo es la cosa por allá en donde estas guardadito?.

- Pues es una mierda. Uno se la pasa agüevado todo el tiempo. Te ponen a hacer cosas de finca y a hablar en grupo y yo para esas maricadas no sirvo. Yo no sé si vuelva.

- ¡Si ves! Yo sabía que te habías volado. El pez muere por la boca...

- Es que no pude, Caro, pa’ chucho que yo quería y así se lo dije a mis cuchos, pero si querés que te diga como es la vuelta pues allá adentro se consigue mas perico que afuera y más barato. Yo sé que yo puedo dejar esta mierda solo, como lo hice cuando Jimena, yo en ese tiempo dejé el perico del todo y acordate que me puse a hacer ejercicio y todo. Solo que esa malparida me dejo vuelto una picha y claro, volví a joderme pero mirame! Ya estoy bien y yo puedo seguir así.

- Pues Dios te oiga porque por donde ibas...

- Ya, dejémosla allí porque no quiero hablar de cosas jartas. Voy para Bar-Sovia ¿venís o que?

- ¿A rumbear? Ni por que me paguen. Yo tengo clase mañana y además no quiero después tenerte que separar porque andás de tropel otra vez.

- Te juro que me porto bien. Mirá que yo sé que si vos vas conmigo no me dejo dañar la cabeza de ninguno de estos perros. Pero si voy solo de pronto me convencen y la cago.

- De eso no se trata, se trata de que vos podas decir que no y punto. Que chiste tiene que lo hagas por mí, hacelo por vos mismo y ya. Yo no voy aunque me rogués. Ya con la última dije que no más y es no más.

- Mucha chucha vos.

- ¿Cuál fue el regalito que me trajiste?

- Uy, el pobre debe estar cocinado ya! – David se fue hasta la moto y abrió un morral que tenía colgando del timón. – Venga chuchito, venga le presento a su nueva mamá. – Era un gatito miniatura vivo, tenía todos los pelos parados, apenas si abría los ojos y su cabeza parecía más grande que el cuerpo – Esta va a ser tu mamá de ahora en adelante.

Carolina estaba extasiada con la ternura de ese animalito. Lo cogió entre sus manos y el pobre temblaba de susto y miraba hacia todo lado. Carolina se quitó un suéter que tenía y trató de hacerle una camita con sus brazos envolviéndolo para que se calentara.

- ¡Es una belleza! ¿De dónde lo sacaste?

- Estaba en un pastizal por donde me toca ir a recoger naranjas allá en “la finca” la mamá debió dejarlo tirado porque no había rastros de ningún gato o gata cerca. Me acordé que vos te morís por estos animales.

- Pues claro que me encanta. ¡Gracias! ¿Cómo se llama?

- Yo qué le voy a andar poniendo nombre a esa rata inmunda. Le decía chuchito mientras, pero ponele el nombre que vos querás.

- A ver... que tal Ciro, o Gardel... no, mejor... ¡Tomás!

- Me importa un bledo, mientras a vos te guste...

- Sí, Tomás, como el man de “La insoportable Levedad del Ser”

- Vos y tus libros... pues lo que te digo, si te gusta. Bueno vieja, me largo porque quiero ver como está el ganado en Bar-Sovia y me deben estar esperando.

- Si querés te cambio la ida por una alquilada de películas y nos quedamos aquí en mi casa.

- Llevo 2 meses sin salir, acostándome y levantándome con las gallinas y vos jurás que me voy a quedar viendo películas un viernes por la noche.

En ese momento salió Nacho.

- Mello, ¿Me subís hasta la casa?

- Camine Nachito que usted si es mi parcero, esta vieja me salió calceta. – Suspiró – Ahhh! Me huele que esta es mi noche. Voy a ver qué levanto!

- Davi... cuídate, porfa! No vas a meter nada

- Esta vieja si que está amargada. Mas bien andá a darle leche a ese gato que no come desde esta mañana. Nos pillamos!

Se subieron a la moto y Carolina se quedó pensando si sería prudente llamar a doña Mariana a avisarle que David había estado allí. Pero decidió no hacerlo. No le gustaba ser sapa y tal vez era mejor no entrometerse.
Buscó una cajita donde acomodarle un cojín y una frazadita al gato, le puso leche en una tacita y lo subió a su cuarto para dormir con él.

Muchas veces había escuchado historias sobre los Gatos. Decían que eran muy traicioneros, que se consideraban superiores a todos los seres humanos, que no eran capaces de expresarle afecto a sus amos, hasta algunos aseguran que los gatos tienen poderes sobrenaturales y que eran mascotas del demonio utilizadas para ritos satánicos entre otras cosas. Carolina conocía bien estas historias, sabía que tal vez llegaría ese día en el que Tomás se marcharía y era probable que no regresara, o si lo hacía sería buscando alimento y un bálsamo que curara las heridas de su última batalla de pasión; pero a pesar de las historias, en cuestión de segundos se enamoró perdidamente de él, desde ese instante y mientras estuviera a su lado sería su gatito mimado, y Carolina lo único que esperaba era que al final regresara sin importar dónde o por cuanto tiempo se perdiera, sin tener en cuenta la causa de sus heridas, lo importante era que regresara y le hiciera compañía otro día, otra semana, otro mes... Lo miraba sentía que, por pequeñito y recién llegado que estuviera, Tomás sabía lo que pensaba, la comprendía, compartía su soledad y su aislamiento.
 
luccas,27.07.2006
Sigo leyendo...
 
IsamaR,27.07.2006
idem
 
marimar,27.07.2006
Ya leí el capítulo 2. ¡Vaya! !que se deja leer!
Una temática de la actualidad muy bien llevada.
Luego seguiré con el capítulo 3.

¡Uf! estoy confundida, ¿quién soy? ¿marimar? ¿David? por lo problemática y otras coincidencias, seguro soy David.
 
luccas,28.07.2006
Gracias Carmen.

No me desgasto con esa gente mija, ya te diste cuenta que puso 5 estrellas uneadoras.
Lo que si sabes contar hasta cinco, pues... son cinco nick distintos.

Solos se meten el pie y confirman mis pedantes, pero ciertas palabras.

A mi no me desgasta escribir mija, ni opinar, sigo siendo la misma de siempre. Tu amiga.
 
Carmen_Posada,28.07.2006
Si quieres te pego el Capitulo 4 porque por lo visto solo tengo 6 lectoras pa'l bodrio de TRECE (más de las que esperé en realidad... jajajaja)

Así te entretienes un rato mientras al vengadoranónimo se le pasa la pataleta de vejete amargado y grosero.
 
luccas,28.07.2006
Si, pegalo mija, marimar me comentò que le ha gustado mucho tu novela.

Te dije... hay para todos.
 
Carmen_Posada,28.07.2006
bTRECE

Entre la media noche y la madrugada (Capítulo 4)/b


David dejó a Nacho cerca de su casa y se fue a buscar a Juan Antonio otro amigo de rumbas pero ya él había quedado de salir con Jimena Montes. Prefirió no decirle con quién era su cita para evitarse un tropel.
David se fue para el bar molesto por no haber encontrado quien le cogiera la caña. Abandonó la moto en el primer garaje que encontró y continuó caminando hasta le entrada del bar. Estaba ansioso. Sabía que a la primera oportunidad que tuviera se metería un pase de perico para sentir ese placer que le producía. Cuando se drogaba, David se sentía poderoso, se sentía capaz de todo. Soñaba con hacer uno de esos negocios que lo volvieran millonario para darse todos los placeres que ambicionaba. Estaba tan excitado esa noche que intuía que lograría hacer un buen contacto para montar una línea y empezar en las grandes ligas, pero no del Cartel, él quería ser su propio jefe. Después de que hiciera una buena cantidad de dinero sería su propio patrón. Uno de los duros, pensaba.
Pero la realidad era que en ese negocio desconfiaban de los adictos. No eran lo suficientemente fuertes para soportar la presión. Si así fuera ya le hubieran dado la oportunidad porque conocía suficientes personas en ese mundo. Pero ninguno quería correr el riesgo con David Londoño. Además su adicción también lo había vuelto poco selectivo. Se rodeaba de otros adictos cuyo mayor logro era distribuir la droga al menudeo. Y a la mayoría les estaba debiendo.
Llegó al bar cuando ya había bastante gente. Saludó a unos cuantos y se acercó a la barra a pedir una cerveza. En una mesa reconoció a Víctor que estaba con un par de niñitas que parecían de colegio. Se acercó para saludar.

- ¿Entonces qué? Ya no saluda mijo, ¿consiguió plata o que?

- Mello... ¡qué milagro! Hace rato que no lo veía. ¿Dónde andaba que no se le volvió a ver en el estanco de Doris ni por ninguna parte.

- Viajando, pero luego le cuento. Tengo por ahí un par de negocios andando. Y... qué? ¿No presenta a las peladas?

- Mi novia, Fernanda y Clara mi cuñada.

- Mucho gusto, David. ¿Y qué se toman?

- Estamos esperando otra gente, pero por ahí nos estamos copiando. Me encanta verlo. Cuídese que lo veo bien. – Y Víctor le extendió la mano como despachándolo de la mesa. Habían sido muy buenos amigos hasta que David empezó a consumir. Ahora Víctor lo evitaba siempre que podía. Utilizaba su diplomacia natural pero David no era estúpido y disfrutaba fastidiándolo.

- Pero ¿qué? Ya me está sacando de taquito. Viejo Víctor, me extraña, usted que siempre ha sido mi parcero del alma. No me diga que ahora no quiere compartir las hembritas cuando hace dos añitos nos turnábamos para salir con las viejas. Como ha cambiado. Este man se volvió todo picado de chimba. Fresco viejo Víctor, no se pare que ya me voy, un besito para las niñas que están bien buenas. Pero sabe qué... Mejor piérdase que vaya y se me dañe el corazón y se me quite la diplomacia.

- No, Mello, ni más faltaba, si quiere ahora nos tomamos unos chorritos juntos pero no me dañe el parche con mi cuñada que es culicagadita y luego se me calienta la novia. – Le mintió para ver si así lo dejaba tranquilo.

- Fresco, yo se como es la vuelta, pero esperate y verás que un día de estos te doy la sorpresita.

Se alejó masticando un poco de rencor porque sabía que le estaban haciendo el quite. Los mismos amigos a quienes muchas veces les salvó el pellejo de una golpiza segura.
Pensaba en esto cuando alguien le puso una mano en el hombro. Se dio la vuelta y era Zapallo. No recordaba el nombre porque desde siempre le habían dicho así: Zapallo, a secas. Era un jíbaro de varias discotecas del que se había hecho muy amigo en el último año pero a quien también le debía una buena suma de dinero.

- ¿Qué Davi? Lo ando buscando desde hace días.

- Zapallito... ¿qué dice? Pues claro, si yo vine porque me dijeron que ahora estaba por acá. Yo sé que le estoy debiendo una platica de diciembre pero no se preocupe que aquí tengo una parte y mañana puedo darle el resto. – Diciendo esto sacó dos billetes de 5 mil pesos y se los entregó.

- Davi... Davicito... No me crea tan pendejo. Usted nos debe a Pacho y a mí por lo menos cien de estos.

- Uy! Calmate Riverita, tampoco es para tanto.

- Yo no hablo mierda – le volteó el brazo por la espalda y siguió diciéndole en tono amenazante: - Davicito a mi se me está acabando la paciencia con usted, yo no quiero armarle tropel de ninguna clase, pero es que esa plata hay que reponérsela al patrón y usted pasó bueno todo el diciembre se metió todo el perico que le soltamos y ahí mismito se perdió del mapa. A mi no me gusta que me vean la cara.

- Viejo men... suélteme que me va a dañar el hombro. Póngase trucha que le tengo un dato. A ver si empezamos a trabajar con el tío.

- Mellicito, todo el mundo sabe que su tío no le suelta media. No venga a tramar de verbo que ya nadie le cree nada...

- Soltálo que la gente nos ve güevón! – Era Pacho el que daba las órdenes. Eran un grupo de dillers o jíbaros que se movía en las discotecas de moda, Uno Club, Kalúa, Jamaica nice, sitios que en su mayoría, a excepción de Uno Club, duraban escasamente un año hasta que los clientes quemaban la goma, o había alguna balacera que acababa con el establecimiento. Nadie volvía a aparecer hasta que quebraban. Cada mes cerraba uno y abría otro. Y estos tenían distribución exclusiva en los sitios ya que la mayoría de los dueños eran también quienes los contactaban para proveerles la mercancía que ellos vendían al menudeo.

- Pacho, pero es que este perro no quiere pagar.

- Ya Soltálo que no hay por qué preocuparse. El patrón ya dijo que no hay problema y que él le manda ese regalito de navidad y de cumpleaños. Davi... me place verlo. ¿Dónde andaba?

- Uy! Pachito que bueno que apareció porque este man me estaba maltratando y yo he sido buen cliente o no?

- Pues digamos que sí pa’ no preocuparlo. Cuente a ver... donde se metió?

- Andaba caliente y me tocó perderme unos días – Mintió para darse un poco de importancia – pero yo creo que en una semanita viajo y hago una vuelta para volver con billete.

- ¿Sí? No me diga! Y ¿eso con quien?

- Nada, yo por mi cuenta me van a patrocinar pero esto lo hago solo.

- Este mello es un verraco por eso es que yo siempre lo he admirado.

Zapallo no entendía lo que pasaba. Una semana antes habían recibido órdenes expresas de “quemarle un par de plomazos” si lo volvían a ver, y ahora Pacho estaba actuando como si nada. Se iban a meter en un problema serio si Don Manuel, el patrón, los descubría en esas.

- ¿Sabe quien lo quiere saludar? El Rolito, en estos días andaba preguntándolo. Si quiere mas tardecito cuando cierren este chuzo nos vamos pa’l apartamento del Pacho y de paso lo recogemos. Nos enrumbamos a lo bien, como en los viejos tiempos. Hace rato que me quiero meter una rumbita de aquellas.

- Pues claro viejo men, y yo que me estaba preocupando porque los amigos están como amargándose. Y no tiene un pasecito como para aguantar hasta más tarde. Es que hace rato que nada de nada. Yo lo pago, pero del bueno porque por allá me estaban ofreciendo un gramito pero como de maicena.

- Este man... bueno, para que vea que la intención es buena aquí le regalo un gramito pa’ que se lo unte. Pero hágalo rendir que el resto está en el apartamento.

- Que elegancia, parce! Esto si es vida. Voy pa’l baño pero no se me pierdan que la noche está buena y tengo que comentarles un par de negocios que están que me salen.

- Listo mello, por ahí vamos a estar.
David se fue al baño y era tal la ansiedad que le temblaban las manos. Abrió la bolsita y ni siquiera sacó su llave para dosificarlo. Se metió dos pases y guardó el resto. De inmediato su corazón comenzó a latir con fuerza. Otra vez se sentía vivo y feliz.
Zapallo siguió a pacho hasta la puerta del sitio y le preguntó:

- ¿Cuándo fue que Don Manuel dijo que le iba a dar ese regalo al mellizo?

- Fresco mijo que la vuelta es otra, o ¿que va a hacer? Lo va a quemar aquí delante de todo el mundo. Usted si es pendejo. No ve que hay que sacarlo de aquí y si el man pilla la vuelta pues se nos pierde en cambio si lo dejamos entrar en confianza pues se nos monta tranquilo al carro. Además yo quiero hacerle la despedida al man con todos los honores.

- Ahora si entiendo, pero como no me tira el dato sino que me lanza al ruedo así no más, pues como la iba a coger. A este perro hay que hacerle todas, yo hace mucho tiempo que me lo quiero llevar, pero el problema es que no tenía respaldo, pero con usted de por medio pues me lo llevo y pa’ chucho que esta noche le muestro la cara de la muerte al man para que se orine del susto y luego se lo lleve.

- Así se habla Zapallito, hay que ser prudente y saber hacer las cosas para que luego nadie pueda señalarlo a uno. Pilas pues, porque ahí viene.

Pasaron el resto de la noche hablando de posibles negocios. Pacho tampoco podía excederse en amabilidad porque David no era ningún tonto y podía sospechar. En un par de ocasiones le dijo:

- Sabe qué? Mejor ábrase que usted está muy rayado. – Para que David bajara la guardia y pensara que precisamente quería sacarle el cuerpo igual que otros lo habían hecho esa noche.
Se fueron cerca de las 2:00 de la mañana. Recogieron al Rolo y llegaron al apartamento donde vivía Pacho y su mamá que también traficaba con perico dentro del mismo barrio. Les vendía a la salida de dos colegios que funcionaban cerca. Niños de 14 y 15 años que compraban a diario hasta 3 gramos de coca como dosis personal. El mercado estaba pulpito y si alguien se atrevía a tratar de entrar ella solo llamaba a su hijo para que “fumigara la zona” y se deshiciera de cualquier plaga.

- Bueno, sin hacer mucho escándalo que mi vieja ya está dormida. Siéntense por ahí paraditos que voy a traer una roca que me regalaron ayer.

- Mello, esta gente de cuando acá tan amables. Hace nadita estaban diciendo que tenían que bajárselo porque les debía un billete largo.

- Nada, ya arreglamos con el patrón. Estese calmado que ya no hay bronca.

- No se... Mello usted es muy confiado, como se le ocurre meterse en la boca del lobo, por qué no se va para su casa y mañana hablamos.

- Parecés güevón que yo me voy a esta hora y todo iniciado. Además está gastando el Pacho, eso no se ve todos los días.

- Por eso mismo, póngase trucha loco, esto huele a muerto.

- ¡Qué va! Lo que pasa es que lo querés pa’ vos solito. Yo te conozco y vos sos de lo garoso que hay. Fresco, yo me meto dos quiebrecitos y me piso de aquí.

- Parecen viejas cuchicheando, ¿que es la maricada?

- Nada Zapallito, aquí que el Rolo me andaba preguntando por Jimena pero yo no quiero saber nada de esa perra. Ni a Caro que es la mejor amiga le pregunto.

- Ah! Pues si no quiere saber nada de ella no le cuento con quien andaba hoy.

- La viste? Y que? Con quien andaba? – Todos soltaron la carcajada – ¿Qué? De qué se ríen si a mi me importa un culo, yo solo quiero saber con quien está perriando ahora eso es todo.

- Andaba con un amigo tuyo y como que el hombre le hace rico porque esa vieja no se le despega. Yo los he visto como 3 fines de semana seguidos en Uno Club.

- Soltá, cual amigo si yo no tengo más amigos que ustedes tres. Los demás todos son una mierda.

- Gracias mello, pero si, pa’ que usted de amigos anda jodido. El Juan Antonio ese que usted defendía tanto dizque porque eran súper parceros y que usted por ese man mete las manos a la candela, pues el mismo es el que se está comiendo a su mujer.

David sentía que la sangre le hervía por las venas. Eso no podía ser verdad. Se levantó y se le fue encima a Zapallo.

- Decime que es pura mierda. Decime que es pa’ joderme.

Comenzaron a darse golpes con una rabia desmedida. David desahogando toda la ira acumulada por el último año de dolor y frustración, Zapallo cobrándose la envidia que le tuvo siempre a los mellizos por el aspecto físico. Eran realmente atractivos, blancos y de ojos claros mientras que Zapallo era una mezcla de indio y negro bastante deteriorada por la mala alimentación y las precarias condiciones en las que había crecido.

- Mellizo, quieto que se me sale un tiro y no respondo. – Gritó Pacho desde la puerta de la cocina con una 9 mm en la mano lista para disparar.

- Ya Pacho, baje esa mierda que solo me calenté un tris pero ya pasó.

- Hagamos esto más sencillo, usted se quita de allí porque esta nena quiere escupir plomo y está que arde. Querés tocarla? Cogela y de paso le metes un tiro al Zapallo pa’ que afine y no se meta donde no debe.

- No, güevón tampoco es para tanto, yo solo me emputé porque me estaba azarando el ambiente, pero ya.

- O se lo metés vos o se lo meto yo.
Zapallo no le daba crédito a sus ojos. Pacho le estaba apuntando a él y no a David como era lo pactado. David se acercó para meterse otro pase de perico y tratar de distraer el momento porque tampoco entendía que era lo que le pasaba a Pacho.

- Venga parcero no se ponga así, mas bien probemos esto que tiene buena cara. Guardese esa nena o déjela por ahí y venga parce que ya todo pasó.

- Pacho a usted que le pasa! – Gritó zapallo y la mamá de Pacho salió del cuarto.

- Partida de zánganos, por qué no dejan dormir. Pacho saque a esta gente de aquí que no quiero broncas y présteme esa pistola que donde se le salga un tiro ¿qué hacemos con la policía encima? – Le arrebató la pistola y la puso sobre una mesita junto al teléfono. – Se largan a vagabundear a otra parte. Y me dejan esa roca que es para cortar.

- No vieja usted se me calla porque tenemos que hacer una vuelta pa’l patrón y tiene que ser esta noche.

David se había acercado a Pacho para probar un poco de la roca pero cuando le oyó decir eso entendió que algo iba a pasar. Lentamente se puso entre la señora, la pistola y Pacho.

- Pachito, vámonos que su mamá tiene que dormir, tráigase algo y nos vamos pa’ donde el Rolo.
Zapallo sacó su arma y se oyó un click al soltar el seguro.

- No Davi, usted sale de aquí pero con los pies por delante. – dijo Zapallo y en un solo movimiento, como un gato, David alcanzó la pistola de Pacho y se cubrió con el cuerpo de la señora. La tenía encuellada usándola como escudo humano.

- Zapallo, baje la pistola o aquí nos damos los dos y usted deja huérfano al Pacho.

- Zapallo, pilas con mi cucha, este man es capaz que me la mata.

- Yo no le voy a hacer nada, pero este perro me dispara y ella lo recibe.
Zapallo disparó una vez y lo esquivaron. No tenía buena puntería, mientras que David donde ponía el ojo ponía la bala, pero no quería matar a nadie, solo quería salir vivo y a esas alturas ya se había dado cuenta de que le habían puesto una trampa. Arrastró a la señora hasta el otro lado de la habitación buscando una salida, pero sabía que en el momento en que la soltara quedaba expuesto. Muchas veces estuvo en situaciones iguales o peor donde era casi imposible salvarse, pero había contado con suerte, esta vez todas las salidas estaban bloqueadas excepto la ventana que daba a la calle. Tiró a la mujer a un lado y corrió a lanzarse por la ventana. Zapallo le disparó por segunda vez y le atravesó el corazón desde el costado derecho. En el impacto al arma de Pacho se le salió un tiro que le dio en la cadera, cerca de la ingle a Zapallo. David murió mientras caía sobre una reja de hierro que cercaba el condominio. Murió al instante. Ni siquiera sintió el dolor de la punta de la reja sobre la cual cayó y que le atravesó el abdomen.

- Me dio Pacho, me dio!

- No chille marica que eso es solo un rasguñito. Vamos a recogerlo que hay que sacar a botar la basura. Rolo... Rolo pendejo! Párese y ayude que este marica está sangrando y me va a ensuciar la sala.

El Rolo había presenciado todo como viendo una película. Una hora antes se había tomado dos “Roche”, pastillas para dormir que lo dejaban entre borracho y trabado sin capacidad para pensar o reaccionar.

Bajaron y liberaron el cuerpo de David de la reja. Lo envolvieron en bolsas de basura negras y lo metieron al carro. Pacho manejó hasta un lote abandonado que había cerca y allí lo tiraron quitándole las bolsas y sin enterrarlo, para que los depredadores dieran cuenta de él. Pacho apagó el cigarrillo en el cuello y empezó a registrarlo para quitarle todo lo que pudiera identificarlo. Zapallo que cojeaba un poco se había sentado al lado del cadáver para mirar bien si quedaba algún rastro de vida.

- Perro, así te quería ver, listo para que los gusanos se den un banquetazo. – Lo golpeaba aunque sabía que ya no se podía defender ni contestar. Lo escupió y por último le apagó su cigarrillo en el pecho. – Nos vemos en el cielo o en el infierno, mellizo, lo mismo me da.

- ¿Por qué lo tenían que matar? – Repetía el Rolo en voz baja – El no era problema, si hasta se estaba saneando. – ¿Ahora yo que le digo a Pablo?

- Rolo hijo de puta vos no vas a decir nada. Si no querés aparecer por ahí en otro mangón pudriéndote te quedás calladito.

- Si yo no vi nada, yo no hablo. – contestaba sumido en su semi sueño.

De allí salieron a una clínica para que atendieran a Zapallo. El médico residente que los atendió supo que era una herida de bala pero apenas si estaba haciendo su internado y se dio cuenta de que era mejor quedarse callado y no preguntar nada. Lo curó rápidamente y no hizo informe, ni siquiera usó antibióticos del almacén, les dio una receta para que fueran a una droguería y le aplicaran penicilina. La bala había salido por un segundo orificio. No había riesgo. Los despachó rápidamente y recibió una generosa propina por su discreción.

Eran casi las 4 de la mañana cuando dejaron al Rolo en su apartamento y siguieron para explicarle todo a la mamá de Pacho. Dieron una vuelta por el lote donde lo habían tirado y desde la calle no se veía nada.

Media hora más tarde una mujer paseaba su perro por ahí cuando el animalito se le escapó corriendo hacia el interior del lote. Con horror la mujer vio que su perro lamía el cuerpo de David. Lo agarró sin dejar de mirar el cadáver y se fue corriendo a llamar a la policía. En cuestión de minutos la policía y medicina legal estaban en el sitio practicando el levantamiento de un N.N.

El Rolo por su parte, no podía quedarse dormido, se había tomado una tercera y una cuarta pastilla de “Roche” pero no podía con la culpa. No lo había defendido, no había hecho nada. Decidió llamar a la familia al menos para que lo buscaran. Marcó el número y colgó. Intentó de nuevo pero no sabía que decir, estaba temblando de miedo y angustia, ni la droga lograba calmarlo. Marcó por tercera vez y no supo quien contestó solo dijo:

- Busquen a David que está muerto. – y colgó de nuevo.

Se metió a la ducha y comenzó a llorar. La droga lo había vuelto un idiota. Ni siquiera podía saber si era real o solo había tenido un mal viaje.

 
luccas,28.07.2006
Quiero seguir leyendo esto Carmen.
 
Carmen_Posada,28.07.2006
Qué lástima...
Ya no quedan Foros para Trollear.
Ya no quedan Trolls, somos una especie en vía de extinción.
Ni siquiera puedo trollear en mi propio foro porque este bodrio de novela terminó gustando...

¡¡¡Rayos!!!

 
Obrero-del-arte,28.07.2006
Claro que no quedan troll...


bNun/b los elimino a todos.
 
Carmen_Posada,28.07.2006
b(SC)(SC)(SC)(SC)(SC)(SC)(SC)(SC)(SC)
 
Carmen_Posada,28.07.2006
Niño Juani, en lugar de andar haciendo promoción a ver si levanta el culo del piso de otros, por qué más bien no se lee los primeros cuatro capítulos de mi bodrio. Mire que por donde va, perfila para Best Seller del año, y a usté se lo doy de gratis... Igualito que a todos.

(el autógrafo, digo)
 
marimar,29.07.2006
Está buenísimooooooooooooooooooooo
 
marimar,29.07.2006
En el capítulo 4, la autora ingresó al mundo de los narcos de una manera impactante.
quería comentarlo con "alguien", pero la inche cabrona cierra su libro.
 
anggelbueno,29.07.2006
hay una queja.

Si una queja, que paso con mi comentario que deje aqui, quien lo borro, oye ps asi no se vale, deben de dejarlo no mas
total yo solo dije quien es carmen posada??? si una cuentera o una escritora que yo no conosco, pero bueno, me vale madre.
 
anggelbueno,29.07.2006
lo unico que se aqui el unico best seller es del anggelbueno y su alfombra roja, los que quieren pertenecer ami club de FANS pues apuntense antes de que sellene y no los admitan. jajajjajjaja ahora si me descobre, ya ves para que me borran ps.
 
Sandi,29.07.2006
¿Qué pasó acá?
No entiendo un joraca, gente.




(¿Cuántas veces habré dicho esto en los foros?)


 
mandrugo,29.07.2006
Me gustaría ser el autor de una novela olvidada, porque lo importante es haberla escrito.
 
jaenbota,29.07.2006
bodrio, novela, trollear... donde? esos tres elementos pueden ser dinamita
 
luccas,29.07.2006
Pues yo solo quiero seguir leyendo...

El capítulo cuatro me gustó mucho marimar, así como el primero... sigo leyendo si la autora nos lo permite.

Un saludo.

(Mi libro de visitas esta cerrado, pues no veo motivos para tener privacidad en una comunidad donde no importa quien eres, sino que escribes.)
 
luccas,29.07.2006
Donde andas muerteca?

 
Carmen_Posada,30.07.2006
A ver, a ver... Señor Caracol, no me venga a armar relajo con el niño jaen que este es un foro serio. (jajajajajaja)

Ahí les mando el viajado con el quinto capítulo... (Mi palabra que son los que más lejos llegaron!!! Ni mi madre quiso pasar del primero)

*****************************************

bTRECE

Emociones Malogradas (Capítulo 5)/b



Carolina se despertó a la madrugada porque sintió un calor sofocante. El gato se había subido a su cama y se había acomodado a un lado de su cabeza, sobre la almohada.

- ¿Que haces aquí arriba? Me despertaste! Ven vuelve a tu camita que para eso te la hice.

El gatito la miraba y se agarraba con sus uñitas a la funda de la almohada como si con eso pudiera evitar el regreso a la caja. Ese gesto la ablandó y accedió a dejarlo dormir con ella cuando de pronto el gatito se erizó y sus ojos verde intenso brillaron como si tuvieran luz propia. Carolina se sentó en la cama y se frotó los ojos para ver mejor. El cuarto estaba completamente a oscuras, eran las 3:30 de la madrugada. Ella sintió escalofrío y la ventana se abrió con una ráfaga de viento. Encendió la lámpara de su mesa de noche y miró a Tomás. Se había arqueado como lo hacen los gatos cuando enfrentan a otro animal. El animal imaginario no atacaba simplemente Tomás estaba a la defensiva. Dio un brinco desde la cama hasta el borde de la ventana pero el impulso no le alcanzó y se agarró de la cortina con sus garritas. Trepó hasta llegar al filo de la ventana y se salió al techo del patio en el primer piso. Allí se quedó el resto de la noche.
Carolina intentó hacerlo regresar llamándolo pero el gatito ni siquiera la miraba, parecía hipnotizado mirando al vacío. Ella lo dejó que se quedara pero no cerró de nuevo la ventana para que entrara si quería. No creía que desde esa altura pudiera saltar pero de todas formas le dejó abierto por si se decidía. Intentó por todos los medios dormirse otra vez, pero ella siempre había tenido dificultades para conciliar el sueño. Pasó en vela hasta que amaneció.

Con las primeras luces se asomó para ver si Tomás continuaba en el techo, y allí, en la misma posición y actitud, lo encontró. Era raro que un gatito tan pequeño pudiera quedarse quieto y concentrado durante tanto tiempo. Salió al patio para llamarlo desde abajo pensando que se hubiera asustado con la altura, pero él seguía allí, parecía un animal disecado. Se subió por una escalera de jardinería para alcanzarlo, al tocarlo estaba frío y se desplomó.

Carolina pensó que había muerto pero entró a la casa para envolverlo en una manta y darle calor, tal vez solo estaba en shock.

Lo tenía envuelto y esperando a ver si respiraba cuando llegó Rafael un vecino a tocar a la puerta.

- Caro, sentate que te tengo una mala noticia.

- No me asustés, que pasó? Tenés cara de tragedia.

- Nena, es que no se como decirte... Anoche el mellizo se metió en un problema...

- Ah... ¿Otra vez? ¿Y ahora qué hizo?

- No nena, entiende, esta vez fue muy grave...

- ¿Está preso? Ya decime que pasó no sigas dando vueltas.

- Está muerto...

El cuarto comenzó a dar vueltas y Carolina estaba completamente mareada. Se sentó con el bultito del gato en sus brazos y éste de pronto se movió. Tomás estaba vivo y saltó de su regazo hasta el piso. Rafael vio que Carolina trataba de entender lo que le estaba diciendo.

- No se sabe qué pasó solo se sabe que apareció en el San Juan de Dios como un N.N. Hubo una llamada a la madrugada donde les dijeron....

Carolina no estaba escuchando. Su mente se había aislado del todo. Estuvo unos minutos como hipnotizada mirando a Tomás que se acicalaba con pereza. Se levantó de la silla y lo recogió del piso. Con sus facciones totalmente inexpresivas dijo:

- Gracias por avisar. Tengo que darle de comer a Tomás, avísame cuando sepas donde va a ser el velorio. Tengo que buscar algo negro para ponerme. Gracias...

- Carito... ¿Estás bien? ¿Quieres que te traiga algo?

- No, tengo que llamar a Jimena. – Carolina continuaba sin expresar ninguna emoción. Su rostro blanco y sus ojos azules estaban apagados. Miraba al vacío mientras hablaba – Sabes... si necesito algo. Consígueme marihuana de la buena. No se donde, pero consíguela de la mejor y me la traes antes de ir a la funeraria. Solo eso necesito.

- Carito, no tenés que hacer eso. Es mejor que enfrentés...

- No es para mí, es para él, le va a hacer falta.

- Nena, por favor, dime que estás bien, no es normal que estés así. Era como un hermano para ti, tienes que desahogarte.

- Estoy bien. Solo tengo que hacer algunas cosas. Me avisas lo de la funeraria. Ahora tengo que darle de comer a Tomás. Ah... dime una última cosita.

- Si, lo que sea.

- ¿Sabes a qué hora fue?

- ¿A qué hora murió? No, no tengo idea, sé que lo encontraron al amanecer. Pero no pregunté. Tuvo que ser entre las dos de la mañana y las cinco. Víctor lo vio salir a las 2 del bar, fue la última vez que lo vieron vivo.

- Gracias, nos vemos entonces, no te olvides de mi encargo.

Rafael salió preocupado. No esperaba esa reacción en Carolina. Estaba como ida pero como si no le importara. Era más importante alimentar al gato.

- Ven, mi vida, ¿tenías mucho frío allá afuera? ¡Lo siento! No quise dejarte solo. Pero ya pasó todo, ya estás aquí conmigo, ya no tienes por qué sufrir más. ¿Tienes hambre? Toma un poquito de leche tibia para sentirte mejor. Mas tarde te consigo el alimento. Tengo que ir a comprarlo. Perdóname ya nunca más voy a dejarte así.

Carolina le puso leche en el tazón y subió a darse una ducha. Tenía la mente en blanco. No sentía nada. Solo actuaba mecánicamente.

Jimena Montes trabajaba en un almacén de telas en un centro comercial. Carolina la llamó allá y así sin más le dijo:

- Jime, anoche mataron a David Londoño. – sin preámbulos, sin avisar el golpe le dio en la cara.

Jimena siempre se sintió culpable por esa obsesión que David tuvo después de que terminaron. Sentía que había contribuido a su descontrol y en el fondo sabía que en algunas ocasiones había provocado situaciones complicadas. Era muy inmadura y cuando David se desaparecía por semanas ella se daba sus mañas para hacerse notar o para encontrarse con él evitando que lo superara.

- ¡Mentira! – Alcanzó a gritarle a Carolina – no puede ser verdad, él no puede estar muerto. ¿Quién te lo dijo?

- Jime, es verdad y punto. Lo van a velar en la Metropolitana del Norte si querés vamos juntas.

- ¿Cómo se te ocurre? Yo no soy capaz de ir... ¡Luego te llamo!

- Bueno – y colgaron.

Se habían hecho muy amigas en el último año. Jimena siempre buscaba apoyo y consejo en Carolina a quien veía como su hermana mayor. Carolina tenía un carácter protector que contrarrestaba la pésima relación que Jimena tenía con sus padres. Su padre se había casado con una buena mujer. Su madre en cambio seguía siendo una loca desquiciada. Irresponsable, egoísta, todo lo que le importaba en la vida era divertirse, fumar marihuana y no tenía problema en dejar a su hija sola por días. Jimena siempre recurría a sus abuelos paternos cuando esto sucedía pero en Carolina encontró un apoyo similar solo que sin la diferencia generacional que la separaba de sus abuelos.

La funeraria quedaba a unas 15 calles de la casa de Carolina. Iban caminando las dos por la avenida cuando Jimena se comenzó a devolver.

- No, no soy capaz de ir. Busquemos a mi mamá y vamos con ella.

- ¿Qué te va a pasar? Está muerto. No se va a levantar de allí. ¿Para qué vamos a buscar a tu mamá? Ella como es de loca va y hace un espectáculo.

- Ella me dijo que nos llevaba, y yo prefiero llegar en carro que a pie.

Se devolvieron hasta el apartamento y Clara salió dando gritos y alaridos. Le había hecho la guerra a David durante el corto tiempo que fue novio de su hija, incluso hasta mucho tiempo después, pero ahora estaba arrepentida de todo y con el temor de que David “recogiera los pasos”. Era inestable, creía en cosas sobre naturales y tenía el cargo de conciencia de haber hecho una que otra jugada sucia para deshacerse del mellizo. Pasaría un buen tiempo antes de que pudiera dormir tranquila.

- Yo las llevo, pero por nada del mundo me quedo. Estoy segura de que me las va a cobrar todas.

- Gracias, Clara, pero no creo que usted le importe los suficiente como para regresar de la muerte a cobrarle nada. – Contestó Carolina con su habitual ironía. No era que odiara a Clara, pero existía cierta rivalidad por el cariño de Jimena. Además censuraba su estilo de vida, su falta de compromiso para con su hija. No le parecía justo que actuara de esa forma.

Llegaron juntas a la velación, pero Jimena se fue a una cafetería. Sentía que no era capaz de darle la cara a la familia. Carolina por su parte tenía buena acogida entre los demás hermanos de David. Eran 5 en total, incluyendo a los mellizos.
Pablo la recibió en la entrada. Le dio un abrazo y le dijo:

- Carito, se me llevaron a Davi. Me lo mataron. Ya no soy yo, soy medio únicamente.

- No se qué decirte. Esto no va a ser fácil para ninguno. Sé fuerte. Voy a ver a tu mamá.

Carolina lo despachó rápido porque no sabía qué decir y por alguna extraña razón no sentía nada. Era como si estuviera anestesiada emocionalmente. Sabía que era verdad, sabía que estaba muerto, pero era como si no la tocara a ella.

Entró hasta la salita de acompañantes y allí estaban don Fernando Londoño y doña Mariana, los padres de David. Estaban destrozados. Sus rostros reflejaban todo el dolor. Los saludó con la conciencia de que ninguno se percató de su saludo. Había personas por todas partes. Era el funeral más concurrido que había visto. Caminó entre la gente saludando a su paso a las caras conocidas. De pronto sintió un golpe en el pecho. Fernando Londoño el hermano que le seguía a los mellizos se le acercó. Siempre la quiso mucho, sabía lo mucho que David la quería y contaba con ella.

- Carito, dame un abrazo que lo necesito – le dijo. Estaba calmado pero se notaba las lágrimas que había derramado. Lo abrazó intentando buscar sus propias emociones, pero no las podía rescatar. Se estaba protegiendo de eso.

- Fer, siento mucho esto. Tienes que darle apoyo a tu mamá y a tu papá ahora.

- Carito, por qué no dijo nada, nosotros lo hubiéramos ayudado. ¿Cómo lo matan por miserables quinientos mil pesos?. Davicito valía mucho más, ni todo el oro del mundo sería suficiente por la vida de mi hermanito. – Carolina aún no sabía ningún detalle del asunto, pero prefirió cambiar el curso de la conversación.

- Fer, el ya está bien, te lo prometo, ya no va a sufrir más. Cuenta con eso.

- Es que no sabes todo lo que le hicieron.

- No pienses en eso que te hace daño. Piensa en lo que hubiera querido, que estuvieras con tu familia apoyándose entre todos.

- Si, Carito, yo se, pero esto es muy duro. Que va a pasar con Pablo, qué va a ser de él. ¿Quieres ver a Davicito? Parece un angelito, mi angelito – y sin darle tiempo a ella para reaccionar la llevó hasta el féretro donde lo habían arreglado. Ella no pudo evitarlo. Entonces entendió que estaba muerto. Y un remolino de imágenes pasaron por su cabeza.

En la plaza de toros cuando hubo una becerrada y él se tiró al ruedo de rodillas y sin capote, en cine viendo “Aliens”, en las fiestas, en el muro rojo de la esquina acompañándolo a fumarse un bareto, en el puentecito del barrio haciendo un juramento:

i- “...Yo se que yo no voy a vivir mucho. Cuando muera no quiero que me llorés, quiero que sepás que yo siempre voy a estar ahí. El muerto al hoyo y ya te sabés el resto. Lo único que quiero es que me habilités de chauma para el viaje y que te encargués de Pablo como si fuera yo. Júramelo...”

- “Te lo prometo... yo no juro, pero si te prometo que voy a hacerlo. Mejor no te mueras ¿bueno?”

- “Hierba mala nunca muere... fresca que el golpe avisa”/i

Ese era su dicho. Siempre que se hablaba de ese tema, remataba con esa frase. Pero el golpe no avisó. Ella nunca imaginó que la noche anterior sería la última vez que lo vería vivo. Trataba de entender eso, pero no podía. No entendía esa muerte.

Sus emociones seguían anestesiadas o congeladas en algún lugar de su inconsciente.
Regresó a su casa sola. Sentía como si todo esto fuera una película vista tiempo atrás, como si no hubiera estado realmente allí.
Tomás la esperaba en la ventana. Apenas la sintió se fue corriendo a buscarla. Encontró sobre la mesa un paquetito muy envuelto dirigido a ella.
Lo abrió. Era una bolsa con una onza de marihuana de la que vendían en las afueras de la Universidad del Valle. La guardó bien y se fue con Tomás a su habitación. Se sentía cansada, quería dormir un poco, pero sabía que no podría. El entierro sería a las 3 de la tarde del domingo.

El domingo era el día perfecto para enterrar a los muertos.
 
luccas,30.07.2006
sigo leyendo...
 
Sandi,30.07.2006
A pedido de la autora, dejo un beso para que me lo devuelva con intereses.
 
Carmen_Posada,30.07.2006
No haré trampa mi Letty. Ya tengo un compromiso y mi palabra aún vale.

Señor Caracol: Me pasé por todos los textos que le debía... y en cada uno le dejé los intereses. Abonos a capital serán cuando vuelva por sus tierras.
 
luccas,30.07.2006
jajajajjaj... que asi sea.

Es que mira que soy de las que me leo los libros en una noche, y si no me alcanza, ando con el librillo paseandolo por todos lados hasta terminarlo.

Claro, no cualquier libro, te dirè que poco me agrada, muy poco, son contados los libros de mi interès.
 
Carmen_Posada,30.07.2006
Un Capítulo más, corto porque el séptimo es demasiado largo así que esperaré unos días para pegarlo, mi Letty.


bTRECE

Tributo a la Muerte (Capítulo 6)/b


Carolina salió temprano para llegar al cementerio antes de la caravana fúnebre. No quería estar entre la muchedumbre. Se hizo lejos, junto a un árbol que daba alguna sombra. Todo estaba listo para el sepelio. La gente fue llegando por grupos y se fueron acomodando donde tuvieran mejor vista. Carolina odiaba esa curiosidad morbosa de las personas. Les gustaba ver el dolor de las familias, no perderse detalle si alguno perdía el control mientras el féretro desciende, escuchar los cuchicheos de la gente especulando sobre la forma en que murió, si lo torturaron o los golpes fueron post mortem, etc.

Odiaba eso en las personas.

Efectivamente hubo todo lo que se esperaba. Se deleitaron con las diferentes versiones.

Carolina esperó a que todos se fueran y se acercó a la tumba. Sacó del bolsillo de su abrigo el paquete de marihuana y lo esparció sobre la tierra recién removida. De pronto sintió como si alguien la estuviera observando. Levantó la mirada y allí estaba Carlos Lotero, su ex novio. Buscó nuevamente entre sus emociones para rescatar algo seguro, algo al menos conocido y similar, el dolor de una pérdida aunque ésta fuera muy diferente.

Era un hecho, no sentía nada por nada.

Carlos Lotero era un tipo práctico. Se enamoró de Carolina por su ternura, por su capacidad de convertir un asunto trivial en todo un acontecimiento, por sus detalles, por sus ojos azules que lo expresaban todo. Habían estado juntos cerca de 3 años, pero eran muy jóvenes para asumir el reto de una relación definitiva, tenían que vivir otras cosas, tenían que ir por caminos separados. Carolina no lo había entendido así. Le habían enseñado que el amor era para siempre, que se amaba una sola vez en la vida.
Carlos había sido amigo de David desde muchos años atrás. David le dio la mano para salirse del mundo de la droga cuando ya nadie daba un peso por Carlos. David todavía estaba en condiciones de ayudar y así ayudarse a sí mismo.

A mediados de 1988, Carlos y Carolina se conocieron a través de David.

Carolina no tenía mucha experiencia en cuestión de hombres. Había sido medio ratón de biblioteca hasta que tuvo 15 años cuando se hizo una transformación en ella. Cambió sus gafas por lentes de contacto, bajó de peso, renovó su guardarropa, y comenzó a actuar como cualquier adolescente normal. Conoció a otros muchachos del barrio, iba a fiestas, fumaba, bebía con alguna medida, se escapaba de clases, hacía cosas típicas de la edad. Esa transformación la hizo sentirse aceptada, sin embargo, muy en el fondo, Carolina continuaba sintiéndose inconforme consigo misma. Sentía que era más inteligente que los demás jóvenes de su edad. No se conformaba con actuar tan superficialmente. Tenía un ego muy elevado y se creía superior a todos los que la rodeaban. Por eso no podía sentirse parte de nada.

Cuando conoció a Carlos se puso como reto atraerlo. Así era ella. Todo era un capricho en su vida y cuando se encaprichaba con algo, no descansaba hasta obtenerlo. Era una tarea difícil y por tanto más atractiva para ella ya que Carlos estaba a la defensiva de todo y de todos. Por su condición de rehabilitado, cargaba con el INRI de haber caído muy bajo en el mundo de las drogas. Pensaba que las mujeres solo estaban interesadas en el dinero, la rumba y los carros. Carolina identificó rápidamente su talón de Aquiles y con mucha paciencia fue ganándose su confianza hasta que pronto Carlos empezó a relajarse con ella. Salieron durante un par de meses. Ninguno se atrevía dar otro paso por miedo a involucrarse realmente.

Una tarde, estaban en la casa de Jenny, una de las amigas de Carolina. Ella tenía que regresar temprano a su casa y Carlos le había quitado las llaves para molestarla un poco. Siguiéndole el juego ella lo tumbó en el sofá para tratar de quitárselas y el la rodeó con sus piernas apresándola para que no pudiera moverse. Sus caras estaban a pocos centímetros y Carolina se dio cuenta de lo comprometedora de esa posición. Puso cara de enojada y le dijo:

i- ¡Dame mi llavero!
- No. Te vas a quedar ahí hasta que yo quiera.
- Dámelo!
- ¿El llavero... o el beso?/i

Carolina se quedó muy quieta. No esperaba esa encerrona. Carlos despacito se acercó hasta que su boca rozó la de ella que no hizo ningún gesto de rechazo. Le dio un beso muy delicado. Luego la soltó y le entregó el llavero. Carolina se fue.
Durante los siguientes 3 años estuvieron juntos. Carlos dejó de ser un capricho. Carolina se enamoró profundamente. Se dedicaron el uno al otro e hicieron un mundo a parte de sus amigos. Fue una relación demasiado absorbente que terminó como terminan ese tipo de relaciones. Uno de los dos, Carlos en este caso, decidió buscar un escape. Le fue infiel y ella lo descubrió. Fin de la historia.

Carlos todavía se sentía culpable de la manera como habían terminado. Solo habían pasado un par de meses y sabía que Carolina aún estaba dolida por todo. No sabía si acercarse o no. Pero la había querido tanto y ella era la única que tal vez podía entender lo que significaba la muerte de David para él.

- ¿Tienes un minuto?

- Tengo toda la vida... pero no pienso gastar un minuto más de ella en ti.

- Deja la soberbia a un lado, debes estar muy mal con todo esto, yo solo quiero que sepas que estoy aquí, si me necesitas.

- No, no te necesito a ti ni a nadie. Y estoy bien, la vida sigue, y si David estuviera aquí diría lo mismo. El se murió... ¿y que? Al menos el ahora está bien. Eso es lo que importa. Tengo que irme.

- Caro, por favor, déjame llevarte o algo.

- No. Vine sola y sola me quiero ir. Adiós.

Y se fue sin mirarlo. No pudo llorar. Su orgullo no la dejaba. Y, extrañamente, no había dolor. Con la frente alta rindió un tributo a la muerte. La muerte de la amistad y la muerte del amor. Pasó todo y sus emociones continuaron extraviadas en algún recodo del camino.


 
luccas,31.07.2006
Al ratito regreso a seguir leyendo... tengo mucho trabajo pero usted sabe que siempre me doy tiempito...

Buen dia.
 
muertelenta,31.07.2006
Sigo leyendo, sólo que ahora con menos tiempo que antes.
 
KaReLI,31.07.2006
Y dónde se quedó doce?

yo kiero leer a catorce... me dijeron que es mejor que las trece anteriores
 
Carmen_Posada,31.07.2006
bjaaaaaaaaaaaa

(Apure, comaita Angélica, otra que picó... póngala a leer rapidito)
 
luccas,01.08.2006
ande ca... nija... no se burle de sus humildes y fieles lectores, no vaya siendo y nos terminemos limpiando el trasero con la novela jajajaja

no te creas jajjajaaja voy a leer, no interrumpa pues
 
luccas,01.08.2006
Sabes que?... Cuando la gente se cree inteligente, Carolina en este caso, es cuando mas debil se encuentra pues se confìa y es cuando terminan chingandosela. No existen los tontos, es mentira eso, al menos no en estos tiempos. Uno tiene cosas que aprender de la persona mas insignificante. Hay un dicho que reza: 'cuidate de las aguas mansas' Creo firmemente, que todo tiene un proposito en la vida y una enseñanza.
solo eso quiero comentar por hoy.

besitos Chamacona... espero el siete.
 
muertelenta,01.08.2006
Pos a dónde les contesto?? Tienen sus libros cerrados.

Sólo quiero que sepan que ando un poco ocupadilla, por eso no he venido... pero todo bien!

También la novela... Qué bárbara Carmen, está buenísima!! (la novela)
 
Carmen_Posada,01.08.2006
bTRECE

Macabra coincidencia (Capítulo 7)/b


Un mes después de la muerte de David, Jimena y Carolina estaban sentadas en la sala tratando de reconstruir algunas de las versiones que habían escuchado sobre su muerte. Eran cerca de las 9 de la noche y hasta ese momento Carolina no había buscado ningún escape. Estaba como una olla a presión a punto de estallar. Hablaba del tema sin involucrarse. Hablaba de David únicamente con Jimena, pero en sus palabras solo había frialdad, como quien recita una lección. Jimena en cambio siempre estaba hablando de David, de lo mal que se había portado con él, en que si lo hubiera ayudado tal vez no habría muerto, especulaciones de cómo hubiera sido todo si... esto o aquello.
A Carolina le daba rabia escucharla así. No se lo decía, pero en el fondo la culpaba de todo lo que había sufrido David los últimos dos años. Para Carolina, Jimena no tenía derecho siquiera a recordarlo. No se merecía sentir algo por él.
Esa noche Carolina puso un LP en el tocadiscos. Todavía no eran muy comunes los discos compactos y el CD player. Era un disco viejo de José Luis Perales. Cuando terminó de sonar la última canción se levantó para cambiarlo de lado pero la aguja se movió buscando un punto. Ninguna de las dos había tocado nada, la aguja sola se había levantado y había buscado aleatoriamente una canción. Carolina pensó que de lo viejo, su tocadiscos se estaba dañando y fue a detenerlo, pero Jimena le dijo:

- Déjalo que siga solo, luego lo cambiás.
No era una de las canciones más comerciales del disco. “De profesión parao”. Nunca le había puesto cuidado a la letra antes, hasta que Jimena le dijo que se quedara callada y oyera lo que decía.

i“...Era de la escarcha un amigo más,
juntos compartieron las aceras,
juntos una noche más fueron a dormir
bajo un cielo de papel
a la tibia luz del farol.
Sospecho que se fue
buscando algún lugar al sol,
me dicen que murió
silbando una canción de amor.
Nadie supo nunca su verdad,
era simplemente un peatón...” (José Luis Perales) /i

Un escalofrío le recorrió la espalda. Desde hacía un par de días había tenido una extraña sensación, como un temor difícil de identificar, no había algo concreto, solo una palpitación inusual en especial cuando se subía a dormir y se llevaba a Tomás con ella. Cuando la canción terminó las dos se miraron pero prefirieron no comentar. Jimena también había sentido algo extraño las ultimas noches al entrar a la casa de Carolina. Siempre la asustaba Tomás porque salía disparado como si le temiera. Y solo después de un rato de escuchar sus conversaciones, se acercaba, evitando pasar cerca de Jimena, hasta alcanzar a Carolina y subirse a su regazo. Jimena sentía incomodidad con el gato presente, a veces bajaba la voz para decir algo como si el gato pudiera entender lo que hablaba.

- Ese gato me tiene rabia.

- No, Tomás solo es un poco desconfiado de los extraños.

- Pero si me ve todos los días, al principio traté de acariciarlo pero salía espantado como si estuviera viendo al mismo demonio. Por eso me cae mal. Además me mira como si supiera.

- ¿Cómo si supiera qué?

- ¡No se! Como si supiera algo que yo no se. Me da miedo.

- ¡Dejá de ser pendeja! Este gato es lo más mansito que he conocido. Hasta ahora no le ha tirado a nadie, se la pasa durmiendo y cuando llego se dedica a mi, parece mi sombra y seguro le da rabia que yo no le ponga toda la atención cuando vos estás aquí. Eso es todo. No vas a empezar con las cosas de tu mamá, con los agüeros y esas cosas. Eso es de gente ignorante.

- ¿Pero decime si no es muy raro ese gato?

- No sé, a mi me gusta y punto.

Estaban en esa discusión cuando la aguja del tocadiscos comenzó a moverse de nuevo. Al menos habían pasado 5 minutos desde que terminó la canción y se había detenido por completo. Esta vez empezó en otra canción del mismo disco, sonó toda y luego se detuvo otra vez. Como si hubiera terminado el disco en la última canción.

i“...Amada mía,
después de tantos años
a tu lado
yo sigo siendo brisa,
y tu, montaña y llano.
Amada mía
después de tantos mares
navegados,
tu sigues siendo orilla
y yo, gaviota...”/i

Ya era tarde y ambas tenían que madrugar al día siguiente. Jimena se despidió y Carolina cerró la puerta. Tomás que no solía maullar con insistencia comenzó a hacerlo. Carolina pensó que había olvidado alimentarlo, pero su tacita estaba llena. Tomás la seguía, la miraba y maullaba. Ella lo cargó pero él quería estar en el piso. Lo siguió hasta que salieron al patio. Había luna llena y se veía iluminado. Tomás se subió al techo que daba a su ventana y se quedó mirando al vacío como la vez anterior. Carolina sintió una ráfaga de viento pero no pudo precisar de donde venía. Las hojas del árbol no se movían, pero ella tenía frío. Entró a la casa y dejó la ventana de su cuarto abierta por si Tomás quería entrar.

La siguiente noche, Carolina se puso a ensayar con varios discos para ver si sucedía de nuevo. Pero no pasó nada. Escuchó la puerta y apagó el tocadiscos para ir a abrir. Era Jimena. Tomás de un brinco se subió sobre un mueble alto y desde allí la miraba. Estaba erizado como si fuera a pelear con otro animal. Carolina lo llamó para que se bajara pero el gato solo miraba a Jimena con desconfianza.
Se sentaron a conversar ignorando a Tomás hasta que éste se bajó y siguió con su ritual para evitar a Jimena y alcanzar a Carolina.

De pronto el tocadiscos se prendió sin que ninguna lo hubiera tocado. Carolina había dejado puesto un LP de Luis Miguel. Y la aguja buscó la canción “Contigo en la Distancia”. Ambas se rieron pensando que en verdad algo raro pasaba con ese aparato. De pronto entre las risas Carolina sintió ese nerviosismo que había sentido antes se quedó en silencio escuchando el último verso: i“...Contigo en la distancia, amada mía, estoy...”./i

Algo le pareció familiar de ese verso, pero no se detuvo a pensar mucho, estaba nerviosa por la actitud de Tomás y cada vez se sentía más incómoda con las visitas de Jimena. Decidió despacharla rápido para ver que le pasaba al gato. Tal vez era cierto. Tomás podía saber algo que ellas no. Sonaba ridículo, pero era la única respuesta a esa animadversión por Jimena. Tomás era agradable con todos los que habitaban en la casa y sus visitantes, era mimoso y juguetón, pero con ella se transformaba en una fiera aunque nunca la atacaba. Solo tomaba una postura defensiva, como si supiera que ella quería hacerle daño.

Eran las 8:30 de la mañana cuando el teléfono sonó. Carolina solía madrugar incluso los fines de semana, pero una llamada a esa hora era realmente inesperada. Era Jimena y no lograba entender nada de lo que le decía:

- La canción... La carta... me lo dijo, es él, es él!

- Cálmate que ya voy para allá.

Carolina se vistió rápidamente con una sudadera y una camiseta y se fue casi corriendo a auxiliar a Jimena. La encontró sentada en el piso en medio de un reguero impresionante de papeles y fotos. Tenía el teléfono todavía descolgado y en su mano derecha 5 cartas. De inmediato reconoció la letra y el lapicero rojo con el que escribía David.

- ¿Qué pasa?

- Estas cartas... las encontré mientras arreglaba mi closet.

Carolina fue leyendo una a una. Eran mas bien cortas notas que David le había escrito cuando eran novios. Ella no encontraba nada en particular que pudiera haber causado ese terror en la expresión de Jimena.

- ¿No ves?

- No le veo el problema... El también me escribía mucho. Tengo varias guardadas. ¿Que es lo que te pasa?

- Leé el encabezado y decime que no tengo razón, que estoy loca y que nada de esto es real.

Carolina leyó el primero:
i“...Enero 12 / 1989
Amada mía:
Hace dos días que no nos vemos y me haces mucha falta, me hacen falta tus huequitos y tus rodillitas...”/i

Leyó el segundo:

i“...Enero 30 / 1989
Amada mía:
Perdóname por lo de ayer, no sé que me pasó, estaba como loco y me dieron ira al ver a ese man allí...”/i

Y el tercero y el cuarto y el último, todos comenzaban con la misma frase: “Amada mía...”. Carolina tragó grueso y pensó que eso tendría que ser una macabra coincidencia. Su inteligencia absolutamente racional le impedía concebir otra explicación. Trató de explicarle a Jimena eso, pero en definitiva sentía cierta satisfacción al verla allí, carcomiéndose del miedo, pensando que David había regresado a cobrarle todo su sufrimiento. Al menos algo de justicia se estaba haciendo, sobrenatural o producto del cargo de conciencia, la estaba pagando al fin.

Era un sentimiento extraño. Carolina sentía afecto verdadero por ella, pero no podía separar el hecho de que Jimena había sido la perdición de David. Muy en el fondo la culpaba de todo. Y la había comenzado a odiar. Su amistad se estaba convirtiendo una relación amor-odio. Carolina en realidad disfrutaba de verla en ese estado. Y decidió que alimentaría al máximo esa situación. Se lo merecía.

Una semana después, el tocadiscos continuaba haciendo lo mismo, funcionaba sin problema con cualquier disco pero en el preciso instante en que estaban las dos juntas Carolina ensayaba a poner el disco de Perales o el de Luis Miguel y la aguja buscaba esas canciones sin que nada lo estuviera manejando.

A Carolina el asunto sobrenatural no la trasnochaba. Nunca había creído en esas cosas y consideraba que eran producto de la imaginación, histerias colectivas o el poder de la mente sugestionada por alguna variable externa que en este caso podía ser el sentimiento de culpa de Jimena. Fuera como fuera, ella lo disfrutaba, lo estimulaba haciendo una farsa sobre el terror que esa situación le producía.

Una tarde, pocos días después de estos sucesos, Carolina no fue a clases en la Universidad. Creía que le iba a dar una gripa muy fuerte porque sentía cansancio general, escalofríos, un malestar por todo el cuerpo. Se quedó en casa adelantando un material para los exámenes finales que estaban cerca. Tomás se había acomodado al lado de su computador y jugaba con los dedos de ella deslizándose por el teclado. Prendió el radio para oír algo diferente a la música que había estado escuchando con Jimena las últimas semanas. Buscó alguna emisora de baladas pero no había nada que le llamara la atención así que lo dejó en una donde estaban en hora de cuñas radiales.

Se levantó, fue a la cocina por un poco de agua y cuando regresó vio que el gato ya no estaba, pero en la pantalla apareció un letrero que ella no había escrito:

i“DEJEN DE LLORARME...
QUE NO ENTIENDEN QUE ESTOY MUERTO
ME SIENTO SOLO AQUÍ
Y TENGO MIEDO
DÉJEME IR”/i

Carolina tenía un programa llamado Word Star que era el procesador de palabra que más se usaba en ese entonces. La pantalla de su monitor era de fondo negro y letras amarillas. Bastante atrasado de todas formas para mediados de 1992.

En la pantalla se veía a lado y lado del texto, el trabajo que ella estaba haciendo cuando se levantó. Era como si alguien hubiera partido por la mitad el texto de ella e insertado en todo el medio lo demás. Imposible para ese programa. Hoy en día hubiera sido una tarea fácil de diagramación, pero en ese programa era imposible. Escasamente era un procesador de palabra que a lo sumo lograba 3 tipos de letra diferentes, negrilla y cursiva. Esas eran todas sus herramientas.

La impresora era una Epson 1030 de punto bastante arcaica también, que imprimía a una velocidad máxima de 1 hoja tamaño carta en 64 segundos.

Cuando Carolina miró la pantalla y vio lo que estaba escrito, pensó que era una broma de alguien y buscó a ver si su hermano o su mamá se habían llegado, pero estaba sola completamente. Ni Tomás apareció de nuevo. Tomó el teléfono y llamó a Jimena al trabajo. No le explicó de qué se trataba solo le dijo que tenía que llegar lo más rápido posible.

Jimena no se demoró. Al llegar la encontró en la calle, con la puerta de la casa abierta de par en par y muy pálida.

- Entremos y mirás lo que hay allí adentro porque yo no soy capaz de entrar sola allá.

- Me estás asustando.

- Pues ojalá no se haya borrado porque lo que yo vi es de locos... o yo me estoy volviendo loca.

Entraron y efectivamente todo estaba tal cual como lo había dejado. En la pantalla aún titilaba el texto que Carolina no había escrito. Jimena rápidamente prendió la impresora y le dieron la orden desde el teclado.

La impresora parecía poseída por algo. Comenzó a imprimir el texto una y otra vez como si la orden se la hubieran dado para varias copias, además en menos de un minuto imprimió más de 3 hojas hasta que Carolina desconectó el computador del toma y todo se detuvo. Las dos estaban petrificadas. En la radio sonaba la canción de Rocío Durcal...

i“...Oscura soledad estoy viviendo, la misma soledad de tu sepulcro....”/i

Fue el detonante final. Ambas salieron corriendo y justo frente a la puerta estaba Tomás en guardia. Carolina salió pero Jimena no se atrevía a pasar. Estaba erizado como siempre que la veía pero sus ojos tenían un brillo rojo y resoplaba mostrando las fauces.

Jimena sabía que si se movía el gato la atacaría. Esta vez ya no era una advertencia. Carolina se devolvió para ver por qué Jimena no salía y cuando vio el cuadro se agachó muy serenamente, comenzó a contemplar al gato para calmarlo.

- Tranquilo, no te asustes, ella ya se va de aquí. No te preocupes que nada malo te va a volver a pasar. Ella ya no te puede hacer daño y yo estoy aquí para protegerte.

Jimena salió por un lado mientras Carolina la observaba. Sentía una paz indescriptible, contemplaba a Tomás en el marco de la puerta y le susurraba con una voz que no parecía la de ella:

i- “...Creo que ya es suficiente por hoy. Del resto se va a encargar ella misma, vas a ver!...”. /i

Un par de meses más tarde, Jimena se fue a vivir al Canadá, escapando de una racha de mala suerte que había caído sobre ella. Perdió su empleo, su madre finalmente la echó de la casa, sus abuelos paternos ya no la querían viviendo con ellos, su papá la ignoraba, sus amigos fueron dejándola sola hasta que no tuvo más opción que huir de su carrera autodestructiva.

Se fue como una delincuente, sin despedirse de nadie, ya nadie quería saber de ella, excepto Carolina que siguió en contacto permanente sabiendo que la vida le devolvería todas las que había hecho.

 
Carmen_Posada,01.08.2006
Niñas, ahí les dejé el larguero del capítulo 7.
Gracias por seguir leyéndola. En serio que no esperaba que se engancharan con ella

Comaita Angélica, mi libro de visitas está abierto mientras estoy online y lo cierro al salir para que no me le hagan "gracias de mico" en mi ausencia (dos de los 367 miembros de mi clú de FanS que les encanta llenármelo de declaraciones pero que me da mucha lata luego tener que estar borrando toda esa basura... ¿comprende?)
 
Nun,01.08.2006
bjaja/b

 
muertelenta,01.08.2006
No manches, Carmen! Estuve pegada leyendo hasta que terminé el capítulo 7.

Yo no sé si tu novela es un bodrio, lo que sí te digo es que a mí me está gustando mucho.

Tiene esa cualidad de mantenerte picada queriendo leer más y más...

Espero lo que sigue.
 
luccas,02.08.2006
Bueno, confieso que este ultimo no me agradò tanto.
Me parece un poco infantil.
Espero el numero 8.
 
luccas,02.08.2006
Lo que no me agrado fueron las mujeres dolidas, las venganzas del mas alla y del mas acà.
pero bueno... es una novela y como en todas, tiene sus altibajos.
 
muertelenta,02.08.2006
Lo que sigue...
 
Carmen_Posada,02.08.2006
Tienes toda la razón Letty, la idea del capítulo siete es infantil, recuerda ambos personajes (Carolina y Jimena) son niñas de 17 o 18 años más o menos (sería bueno haberlo dicho en alguna parte). A esa edad uno quiere darle explicaciones sobre naturales a cuanta coincidencia se le atraviesa en el camino.

Pero mejor sigamos viendo qué pasa con la historia.

*****************************************

bTRECE

Ella, su Gato y Él (Capítulo 8)/b


Cuatro años más tarde Carolina se había cambiado de universidad, había hecho 3 semestres de Sicología en una universidad privada. Ahora estaba estudiando Comunicación Social en una pública y ya estaba a un poco más de dos años para graduarse.
De la familia Londoño se sabía muy poco, eventualmente cuando Carolina salía al Estanco de Doris, alguno de los antiguos amigos de David la saludaba y le contaban de Pablo. Al parecer no había logrado reponerse. Visitaba la tumba de su mellizo casi todas las noches, como un ritual desde su muerte. Los Londoño habían decidido dejar quieto el asunto. Sería comenzar una guerra a muerte y el siguiente en lista hubiera sido Pablo. Fernando se había reunido con la gente de Pacho y sabían que era lo mejor... de momento. Esto había frustrado un poco a Pablo por su carácter vengativo. El no quería dejar impune la muerte de David, pero tampoco tenía respaldo para hacer nada. El siempre estuvo al margen de esas cosas, nunca se involucró en ninguno de esos grupos.
Un tiempo después de haber enterrado a David, precisamente en el estanco de Doris estaba Pablo con unos amigos que trataban de hacerlo entrar en razón para que no siguiera bebiendo como lo estaba haciendo. Ya en varias ocasiones habían tenido que dejarlo en su casa porque estaba tan embriagado que no se podía mantener en pie, mucho menos para conducir. El no consumía drogas pero desde la muerte de David se la pasaba de borrachera en borrachera y visitando su tumba.
Esa noche cerca de las 2 de la mañana llegó Zapallo en un carro con otros dos que nadie conocía. Estaba envalentonado por su nueva posición dentro del negocio. Ahora tenía más poder que Pacho. Cuando vio a Pablo se le acercó al oído y le preguntó con sarcasmo:

i- “...¿Será que los gusanos ya se le habrán comido los ojitos verdes a Davicito?...”/i

Pablo tiró su silla a un lado y estaba dispuesto a hacerse matar, pero de inmediato entre todos los que estaban con él lo atajaron. Sería otra muerte absurda. Tuvieron que llevárselo para que no se expusiera más. Así se pasaba los días y los meses. Esto le creaba un resentimiento cada vez mayor.
Carolina llevaba un tiempo fuera de circulación porque se había dedicado a trabajar y estudiar de noche para al fin obtener un título. No era que le gustara lo que hacía, solo quería cumplir con ese requisito lo más pronto posible, pero a Carolina lo único que le importaba en el mundo eran sus historias. Creaba personajes y situaciones para recrearse y eso era lo único por lo que valía la pena vivir. Al azar había escogido estudiar Publicidad, era muy creativa y por eso le iba tan bien, pero el asunto no le apasionaba en lo más mínimo.

Hacia septiembre de 1996 Carolina salió una noche con un grupo de la Universidad. Estuvieron en un bar nuevo donde no había mucha gente. Cerca de la media noche Kevin Möir, un profesor que le daba clases de diseño por computación y que había salido con ellos, le dijo que se fueran para el estanco de Doris. El sitio se había convertido en el rematadero de la rumba en el norte de Cali. Kevin era de ascendencia alemana pero había nacido y crecido en Cali. Conocía de referencia la historia de los mellizos Londoño. Cuando llegaron y allí estaba Pablo.

Él había estado mucho tiempo consumiéndose en el dolor de muerte de David. No la aceptaba como parte de la vida, pero la muerte es un hecho de la vida y seguramente, en algún lugar, la vida es un hecho de la muerte. Eso era todo el misterio. Dios no quería que la gente muriera, simplemente hacía parte del proceso normal. Las formas de la muerte eran otra cosa. Las formas de la muerte son producto de la sociedad que hemos construido, de la realidad de una ciudad sin identidad, sin rumbo. Pero masticar el dolor, la rabia, la frustración, pensar que no se hizo lo suficiente, pensar que no se dijo todo lo que había por decir, era simplemente una manera de castigarse por el dolor. Dios no es un tirano que señala quién muere y de qué manera, para su entretenimiento personal.
¿Era necesario pelear con Dios para menguar un poco el dolor? Sí! Pablo lo necesitaba. Necesitaba, como en todo proceso de aceptación, señalar a un culpable a quien no se le puede castigar. Pelear contra un concepto, un enemigo al que no podemos dañar.

El dolor seguía allí. Y Pablo necesitaba pelear contra lo que sentía, embriagarse de lo que sentía, entregarse a lo que sentía.

Carolina sabía que nada de lo que pudiera decirle lo ayudaría. Pero pensó que después de 4 años lo mejor que podía hacer era escucharlo, no seguir evitándolo cada vez que el azar los llevaba al mismo momento y lugar.

Y lo escuchó esa noche después de que llegaron al estanco de Doris y Pablo había bebido bastante. No le dijo nada concreto. Simplemente le pidió que lo acompañara a un lugar...

- Caro, vení te cuento una cosita...

- Pablo, hace días que estaba por llamar a tu casa para ver cómo han estado, pero vos sabés, la Universidad, el trabajo, y yo como que nunca he sido buena en esas cosas, no se que decirle a tu mamá.

- Fresca, yo se como es eso, yo también he querido hablar con vos porque a mi nadie me entiende. Vení tomate un traguito conmigo por Davi.

- ¿Quieres que te llevemos a tu casa?

Pablo levantó la mirada y se le encharcaron los ojos. Hizo una pausa para poder hablar y le dijo:

- No... Caro, vos no, por favor! No me tratés como si fuera un loquito de la calle que inspira lástima. Decime...¿Tan mal me veo?

- Pablo, yo no quiero tenerte lástima pero es que la gente dice que has estado entregado a la botella, que te vas a media noche al cementerio, que...

- La gente... La gente... ¿Sabés que es lo que más me emputa de la gente? Lo hipócritas que se han vuelto. Ahora resulta que mi hermano era un santo y el mejor amigo de todos! – Empezó a subir el volumen de su voz – Si, ahora resulta que todo el mundo tuvo que ver algo con esa noche. Alguien lo vio, alguien le dijo que sé fuera de allí, alguien lo invitó a un trago, alguien le dio una palmadita en la espalda... Pero ningún hijo de puta fue capaz de avisar nada, ninguno de estos malparidos tuvo las güevas para darle la mano. Claro! Y ahora no hay muerto malo.

Pablo ya casi gritaba y Kevin se acercó para ver si podía hacer algo.

- ¿Este es tu novio?

- No, es mi profesor.

- ¡Ah! Y ¿por qué salís con tu profesor? Vení que te voy a llevar a tu casa.

Carolina se hizo a un lado y le pidió a Kevin que se fuera. No sabía en qué iba a parar todo esto pero se lo debía a David y tal vez esta sería la única oportunidad para hacer algo.

- Pablo, hagamos un trato, yo me quedo con vos pero yo manejo hasta tu casa.

- ¡Hecho! Decile a ese pendejo que se vaya antes de que se me salga el Londoño y le parta la cara.

Kevin se fue y Carolina se sentó en el asiento del conductor de la camioneta. Pablo se subió también pero no le entregó las llaves.

- Carito, acompáñame a un sitio. Te prometo que no nos demoramos, solo vamos un minuto y regresamos. Pero tenés que confiar en mi, yo no estoy tan borracho como la gente piensa y te juro que te dejo en la puerta de tu casa antes de que te des cuenta.
Carolina supo de inmediato de qué se trataba, pero aceptó sin decir palabra. Cambiaron de puesto, dos amigos de Pablo se subieron a la camioneta y arrancaron.

Carolina no recordaba que la tumba quedara tan cerca. Pero allí estaba, con su nombre en la lápida y era tan irreal estar allí. Era como pasar a otra dimensión escuchando los sonidos, las palabras mirando cara a cara el dolor, la desolación y ese aislamiento al que se llega cuando nadie puede comprender el vacío, estaba tratando de entenderlo. En el horizonte, el cielo comenzaba a clarear y sentía frío. Pero había tanta paz allí. No tenía miedo, cosa por demás insólita en Carolina.
Carolina siempre tenía miedo a todo. Siempre consideró el cementerio un lugar que no se visitaba jamás, y mucho menos a la madrugada. Pero de pronto se sentía tan segura allí, sentía que estaba cerca de todo lo que siempre la protegía. Cerca de Dios...

i“...Si un barquito de papel está por naufragar, socórrelo, corrígele el timón, mi amor. Tal vez sea yo, quizás soy yo, recordarás, así era yo...”/i

En la radio de la camioneta sonaba esa canción y era inevitable... No podía separar su recuerdo de la imagen que tenía frente a ella. No sabía qué era exactamente lo que la había llevado a ese lugar, a ese momento. Era como todas las cosas extrañas que le sucedían, no tenía razón ni lógica, pero lo estaba sintiendo allí, a su lado, frente a ella, a su alrededor. ¿Había algo que pudiera hacer?

Lo escuchaba por primera vez en su vida, al final de cuentas ellos dos nunca habían sido amigos. Carolina había sido la mejor amiga desde niños de David, habían sido casi como hermanos pero con Pablo nunca había congeniado, siempre lo consideró superficial y engreído. De todas maneras ambos habían sufrido esa muerte, cada uno en su medida y eso era muy respetable.

Esa noche, estar allí era como despedirse por primera vez de su amigo, de su compañero de juegos, de quien le había enseñado a correr loma abajo en carritos de balineras construidos por ellos mismos, de quien se peleaba con todos los niños del barrio por defenderla, del que la convencía para volarse de clase para irse a meter los pies a un riachuelo en la loma de Menga. Y miles de recuerdos que venían a su mente como cortos de cine. Estar allí era decirle ADIOS, dedicarle de lleno esa palabra que tiempo atrás no supo pronunciar. Carolina no se había despedido porque no creía en el ADIOS, no creía en un ADIOS sin respuesta. Ahora pensaba que tal vez la respuesta estaba ante sus ojos, estaba allí, tan reducido, tan frágil, tan agotado, tan necesitado de paz... Pablo estaba arrodillado, limpiaba con aguardiente una lápida fría, tenía una Pata de Cabra en su mano derecha y la enterraba con desolación, sin un ápice de esperanza en su voz. Buscaba con su mirada un descanso, buscaba liberarse del dolor sin sentir culpa, sin sentir que traicionaba la memoria de su hermano al superar por fin su muerte.

- Si, ahora resulta que no hay muerto malo, pero chucha... vos más que nadie sabés como era Davi. El muy perro se cagó la vida por pura arrechera. Eso se lleva en la sangre, y la sangre Londoño tira para allá. Y ahora está muerto y yo sé que no hice nada para sacarlo de allí. ¿Sabés que hice antes de que lo mandaran para “la finca”? Le rompí con unas tijeras toda la ropa para que no pudiera salir de la casa. Me emputé con él porque se había perdido como 3 días y mi cucha estaba toda paniquiada. Claro, y aparece el hijo de puta con una sonrisota, todo embalado de meter perico, haciendo bulla y con la misma ropa con la que salió. Nos agarramos y nos madriamos hasta que me encerré en la pieza y con las tijeras le dañé toda la ropa.

- Pablo, tu hermano no era rencoroso. David sabía que se estaba buscando todo eso, no es justo, pero no te culpés por eso. Tu no sabías que lo iban a matar.

Carolina le habló de algunas cosas que recordaba, frases que David le repetía en vida, anécdotas que le contaba a media noche en el puentecito del barrio; ése tipo de cosas, para tratar de menguar ese dolor que reflejaba en su rostro.
Amaneció y los dos continuaban sentados uno a cada lado de la lápida, los otros dos se habían quedado dormidos en el asiento trasero de la camioneta. De pronto se escuchó un disparo al aire. Ambos se tiraron al interior del vehículo y Pablo, que ya estaba un poco sobrio, encendió el motor y arrancó como alma que lleva el diablo. Carolina no sabía por qué huían, más tarde él le dijo que era ilegal entrar a un cementerio a esa hora sin un permiso judicial.

Como lo prometió, la llevó hasta su casa y cuando se despidieron le dijo:

- Vos sos realmente lo único bueno que dejó Davi, no me dejés solo que yo con esto no pude. Ayúdame a salir de este infierno porque me voy a quemar.

- Voy a estar aquí siempre, pero tenés que poner de tu parte porque si no, no hacemos nada.

- ¡Hecho!

Coincidencia o no, Pablo dejó ese culto a la tumba que llevaba haciendo durante tanto tiempo. Pablo nunca se lo dijo pero tal vez esa noche, también encontró un minuto de Paz en su infinito dolor.
Así comenzaron a frecuentarse, una llamada, un saludo mas amable, unas horas sin minutos dedicados a la observación de la vida nocturna del la Avenida Sexta. Era un tiempo sin tiempo. Se reían de muchas cosas, pasaban de la conversación trivial a temas más trascendentales. Empezaron a descubrir que tenían muchas cosas en común, independientes de David, les gustaba el mismo tipo de música, la vida tranquila, el campo, la noche.

Pablo le tomaba aprecio, siempre la tenía en cuenta, se preocupaba por que lo pasara bien cuando andaban juntos, la llamaba a conversar de cualquier cosa, le avisaba cuando se iba para la cabaña de su familia y cuando regresaba, la llamaba desde Felicia a convencerla de bajar a recogerla para que se quedara los fines de semana con él. Pero no era la misma sensación de seguridad que David siempre le proporcionó. Era muy diferente, por el contrario le producía inseguridad, timidez, nervios que no eran usuales en ella.
Carolina comenzaba a admirarlo. Disfrutaba de su compañía pero tenía emociones encontradas, lo escuchaba, intentaba conocer su mundo pero no podía sacar en claro la razón que la impulsaba a encariñarse de ese modo con él.

bELLA /b
La fantasía era su droga. Su mente volaba... y todo lo malo desaparecía.

Por eso le gustaba el cine, porque a través del cine podía conocer otras vidas y otros mundos.
No necesitaba nada químico que la alterara, su mente tenía todo lo necesario para que pudiera volar libremente, imaginar sin límites.

Carolina era depresiva. Había aprendido a ver el mundo como un campo de batalla en donde debía defenderse hasta de su propia necesidad de auto-destruirese. No sabía qué era más fuerte, su capacidad de amar o su instinto de lastimar. Había aprendido a evadir la realidad constantemente. Sabía que tendría que “aterrizar” algún día pero eso la tenía sin cuidado. El día que tuviera que enfrentar la realidad comenzaría a preocuparse. Era agresiva con quienes le brindaban un poco de sí mismos porque había comprendido que si se acostumbraba a ellos pronto se alejarían con una excusa cualquiera y sería un momento triste. Era preferible que la dejaran a tiempo para no salir lastimada.

Le gustaba detallar las reacciones de los demás, le encantaba sentarse a observar cómo todos, de una u otra forma también vivían con los pies en el aire, incluso se daba cuenta de que la mayoría asumían tanto la “aparente” realidad que perdían toda posibilidad de aceptar que, para lograr algo, primero hay que soñarlo, darle forma con la imaginación. No aceptar un hecho tan simple, los alejaba aún más del mundo real.

Padecía la necesidad de idealizar a las personas para luego darse cuenta de que no son perfectas y así tener una razón para decepcionarse. Era un círculo vicioso del cual no lograba desprenderse.

Tenía un alto instinto de conservación de la vida, pocas veces le gustaba jugarse la suerte al azar, pero eventualmente lo hacía aunque los riesgos que corría no atentaban nunca contra su integridad física, generalmente eran otro tipo de riesgos; le gustaba jugar con las sensaciones, los sentimientos y la sensualidad. Le fascinaba buscar momentos perfectos, crear magia en un instante. Luego se deleitaba contemplando su “ARTE”.

Desde la muerte de David, a veces sucedían cosas que Carolina luego no recordaba bien y eso la angustiaba un poco. Era como si no hubiera estado realmente allí, como si el recuerdo borroso fuera una película vista mucho tiempo atrás. Pero pensaba que todo era producto de su acelerada imaginación.

Esto se acentuó desde que empezó a estar cerca de Pablo, sus lagunas mentales aumentaban no solo en número, aumentaban en duración. Al principio eran solo pequeños vacíos, algo que su memoria no podía precisar, poco a poco se fue dando cuenta de que en ocasiones eran horas perdidas, con imágenes vagas. Siempre en las mañanas Pablo la llamaba para darle los buenos días y en medio de la conversación se daba cuenta de que le hablaba de cosas que no tenía registradas. Y en un par de ocasiones lo único que recordaba era el timbre de la recepcionista de la oficina avisándole que ya Pablo había llegado a recogerla. Una noche entera perdida en algún lugar de su mente y sin acceso... Eso no estaba bien, algo no estaba bien.

Carolina tenía además una fuerte adicción a recordar, traer el pasado al presente como si de esa forma nada pudiera quedarse verdaderamente atrás.
También era un poco psico rígida, generalmente convertía un traspié de su cotidianidad en una tragedia insuperable; pero no importaba, sabía que toda sensación desagradable desaparecería en cuanto pudiera ver nuevamente que todo, al final siempre queda atrás; lejos de su memoria, en un rincón olvidado de su existencia... era para lo único que sus lagunas mentales la ayudaban. A olvidar por completo lo que no quería recordar, así estaba más tranquila.

Ella creía en los momentos especiales, en el significado de un gesto o una mirada. Creía en mantener vivos los sentimientos. Creía en su padre, en su lucha por darle lo mejor. Creía en su madre, en su amor desinteresado, en su entrega absoluta para que supiera con certeza que sabía perdonarlo todo.
Creía en su hermano, en sus palizas para endurecerle el carácter, en sus agresiones para enseñarle que el mundo podría destrozarla si seguía siendo tan débil. Creía en su Dios, que jamás la dejaba sola y le daba la libertad total de escoger su camino. Que sin importar su error, siempre le daría una mano. Creía en las lágrimas de los hombres fuertes. Creía en el juego de preguntas sin respuestas. Creía que entre cielo y tierra no existe nada oculto. Creía en las buenas maneras, el protocolo y la etiqueta. Creía que la nariz era una parte ridícula del rostro. Creía que todos, en algún momento de la vida tenemos, el derecho y el deber de hacer el ridículo. Creía que en ser cobarde para mantenerse vivo. Creía que le atraían los cuerpos perfectos de algunas mujeres. Que el corazón se le entrega al hombre, pero el cuerpo... el cuerpo y el placer eran otra cosa.

bSU GATO/b

La dualidad del gato como símbolo de la divinidad y de la representación demoníaca, dio lugar a que en las supersticiones relacionadas con él se le considere representante de la mala o la buena suerte, así mismo dio lugar a la creencia de que era posible que un espíritu que queda vagando por su trágica muerte, pueda habitar en el cuerpo de este animal hasta verse vengada su muerte o sufrimiento en vida.

Carolina conocía bien estas historias. No lo decía porque verbalizarlo implicaba aceptar que creía en leyendas populares. Pero en su interior sentía la presencia permanente de David a través de Tomás.

Durante esos 4 años, Carolina había mantenido un perfil bajo, socializaba un poco, pero era más el tiempo que dedicaba a la vida tranquila. Se había dejado envolver en su cotidianidad donde nada pasaba, nada sucedía. Los días iban pasando sin que se sintieran. Tomás se había convertido en su pasatiempo favorito, en su compañía permanente.
Tener un gato de mascota es toda una aventura de ilusionismo. Se necesita un conocimiento íntimo del Arte de la seducción. El gato seduce a su amo de tal forma que se convierte en el centro de todas las atenciones. Con una sutil insinuación logra envolver al amo hasta tenerlo en un estado casi hipnótico y así dominarlo por completo. No es que el gato no sienta un profundo amor por su amo, pero sabe con certeza que en el instante mismo en que permita que el amo se percate de esto, se romperá el hechizo y roto el hechizo desaparecerá el lazo que lo une con su amo...

El ruego de que Pablo se encariñara con Tomás tenía una connotación especial. No era un capricho. Tenía un sentido mas profundo, pero muy difícil de explicar. Racionalmente ella no le podía decir que Tomás era la expresión física del alma de David, no podía probar algo tan absurdo como eso, aún ella, en ocasiones pensaba que era parte de su imaginación. Así que intentaba explicarlo torpemente con argumentos tan insustanciales como que él podía identificarse con los gatos, no por sus atributos, sino por esa independencia característica que los hacía diferentes a otras especies de animales.

Pero había esa razón de fondo y que hacía parte de las múltiples coincidencias extrañas de su vida, era el hecho de que fuera precisamente David quien le había obsequiado a Tomás la misma noche en que fue asesinado. Y no podía negar lo que ella misma había presenciado y fue la manera casi salvaje como Tomás había sacado a Jimena de su casa, era algo que tenía que calificar como sobrenatural porque racionalmente no podía darle ninguna explicación. Tomás se había convertido en la sombra de David. Le hablaba como siempre lo hiciera con David, le contaba sus acontecimientos del día, le hacía preguntas que ella misma contestaba con la certeza de que la respuesta se la daba el mismo Tomás quizás con alguna forma de telepatía o de comunicación extrasensorial que ella no conocía pero que funcionaba.

Para Pablo los gatos eran animales inoficiosos, animales que traían enfermedades, eran falsos, odiosos, zalameros, no les gustaba compartir afecto y ni siquiera eran bien parecidos. No tenía caso, por más intentos que ella hacía Pablo ni siquiera lo miraba.

bEL /b

Pablo nunca la habría lastimado con ese único propósito, no tenía sentido hacerlo, pero el mundo real era cruel y, a veces, Pablo pensaba que ella no tenía el coraje para sobrevivir. El “Darwinismo Social” acabaría con ella en el momento menos pensado. “El pez grande se come al chico” y para Pablo, Carolina no era precisamente un tiburón de las calles. Debía aprender a no ser tan débil.
Ella simplemente hacía cosas raras y le expresaba emociones confusas.
A veces, Pablo pensaba que para Carolina lo más importante era su mundo y no el de él; era posible que Pablo ni siquiera hiciera parte de esa fantasía de mundo que para Carolina lo era todo. Era tan difícil ver el fondo de las cosas, y hablarlo implicaba la posibilidad de tener un enfrentamiento desagradable.

Ahora bien, enamorarse de Carolina no había estado dentro de sus planes. Ella era algo medio sagrado, aunque a esas alturas, su sospecha con respecto a David y a ella estaba más que aclarada.

Pero era ella en si, su carácter y hasta su físico eran muy diferente a todos sus esquemas. Lamentablemente entre más tiempo pasaba con ella más difícil era para él reprimir ese sentimiento para el que ninguno de los dos se había preparado nunca.

Pablo tenía la piel blanca, el cabello muy corto como se usaba a mediados de los 90’s, la nariz y sus facciones finas. No era alto pero tenía los brazos fuertes, las manos grandes y la espalda ancha. Sus ojos eran de un exótico tono verde botella. Era acelerado, explosivo, temperamental y machista. No tenía paciencia con sus congéneres. Le sacaba de quicio la estupidez y se burlaba de los tipos “cabeza hueca” que estaban sobre poblando el planeta.

Pablo creía en la fuerza interior para superar el dolor. Creía en las emociones fuertes, la locura, las obsesiones, las sensaciones y la sensualidad.
Creía en la ley de la Calle, creía en el Aguardiente Blanco del Valle y el Escocés fino. Creía en los perros, su finca y su V W Escarabajo. Creía en la forma correcta de hacer un torcido, en hacer su propia plata para vivir a su gusto. Eso le venía de sangre por los Londoño. Creía en el amor eterno y un matrimonio como el de sus padres. Creía en la terquedad y la obstinación mientras tuviera una buena argumentación. Creía que no creía en las mujeres y en las fáciles mucho menos.
Pablo se enamoraba cada día un poco más y trataba de controlarse porque sabía que no iba a ser fácil llevar la relación a otro nivel. Lo que los había unido, de todas formas los separaba como un abismo infranqueable. Esa relación estaba maldita desde el comienzo. Ignorar eso era definitivamente sentenciarse a una tragedia. Pero, por el carácter de ambos, tentar al destino y a fuerzas desconocidas era muy atractivo. Ambos buscaban un escape que los sacara de la cotidianidad marcada por la ausencia de emociones.
 
luccas,03.08.2006
Volviò a agarrar forma la lectura.
Bien Carmen...
Aquì estamos, al pie del cañon.
 
luccas,04.08.2006
y esperando el siguiente.
 
luccas,06.08.2006
Sigo esperando Carmen...
 
Carmen_Posada,08.08.2006
Sorry, Letty, estuve out line todo el finde y por eso descuidé mi compromiso con el foro. Además ando muy ocupada con otros menesteres, por eso no he estado tan metida por acá, solo lo suficiente para lo que necesito.

Aquí traigo el noveno capítulo. Es más bien fome porque se mete demasiado como en reflexiones personales que hoy en día están más que desvirtuadas. Es decir, hoy en día no pienso igual que cuando lo escribí. Pero bueno... habrá quien se identifique un poco con esto.

*****************************************

bTRECE
Con los ojos bien tapados (Capítulo 9)/b

Finalizaba 1997, hacía más de un año que Carolina y Pablo estaban saliendo juntos y hasta ese momento no había existido ningún contacto de tipo sexual entre ellos. Pablo no estaba interesado en acelerar las cosas y Carolina veía posibilidades más interesantes en su compañía y en tomar parte de esas fracciones de tiempo, que en los contactos íntimos. Pablo quería saber hasta dónde era capaz de llegar. Esa era la regla tácita del juego y el juego había comenzado.

- ¿Nos subimos esta noche a la finca?

- No se a qué hora salga de clase y si se hace muy tarde me da miedito.

- ¿Hoy tenías el examen final de mercadeo, no? Tu lo resuelves rápido. Hace como 3 semanas que no vas conmigo y me aburro solo allá.

- Pues quédate y mas bien hacemos algo acá en Cali.

- Te das cuenta de que siempre me estás sacando paros, solo quiero que alquilemos unas películas y nos quedemos hasta el domingo.

- Y con quien más subimos.

- ¿Por qué siempre que vamos a subir quieres hacer parche? Llévame unas niñitas, pero manes no...¿quien pierde?

- Pues a mi me da igual, yo no voy a nada de lo que tu piensas.

- Tu ni siquiera sabes lo que pienso y ya sé que me tienes a dieta de besitos y ya, como si tuviéramos 15 años.

- Dejá de joderme.

- ¿Te da miedo o que?

- Recógeme pues a las 8:00 PM

- Listo!

Se subían para la finca en parte para evitar los espacios que incitaban a Pablo a beber, ya no lo hacía como antes, pero siempre que lo hacía era hasta perderse por completo. Aunque no importaba el grado de alcohol que estuviera circulando por sus venas, ambos mantenían la distancia precisa que necesitaba para evitar tener sexo. De la forma más inocente que podía existir, Carolina creía que Pablo sentía igual que ella, que lo sexual era algo secundario, y así lo idealizó.

Carolina conocía bien la diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Había hecho el amor con una misma persona de los 17 a los 20 años. Carlos, ese primer amor al que recordaba eventualmente. Todavía era muy niña y creía que sería para toda la vida. Eso le habían enseñado, eso era lo que esperaba que fuera. Lo había hecho enamorada, ilusionada. Cada vez entregaba lo mejor de sí para que fuera perfecto. Pero también lo hizo por su temor a quedarse sola. Carlos la había convencido de que jamás encontraría otra persona que la amara igual y que jamás amaría a nadie como lo había amado a él.

Luego de un par de años de estar sola, cuando ese primer amor era un recuerdo triste, una sombra negra sobre su vida, decidió borrar lo único que creía que aún la amarraba a ese recuerdo. Pensó que si tenía sexo con otra persona, acabaría con toda huella de su pasado y comenzaría una nueva etapa de su vida. Era un pensamiento tan inmaduro como sus fantasías. Aún creía en cuentos y novelitas rosa. Fue una experiencia fatal. No estaba enamorada y simplemente actuaba. Se sintió tan triste y tan vacía después de hacerlo. Para lo único que sirvió fue para entender que necesitaba sentimientos, necesitaba firmeza, necesitaba seguridad para hacer el amor. Necesitaba estar enamorada para que el sexo tuviera sentido en su vida.

Pero el daño ya estaba hecho, su autoestima había sufrido un atentado explosivo y había quedado esparcida por el suelo. Los siguientes dos años se dedicó a salir con diferentes hombres que solo buscaban pasar el rato y dejó de importarle, separaba su mente de su cuerpo y pensaba que ya no tenía nada que perder. Ni siquiera lo disfrutaba, ni siquiera entendía por qué lo hacía. Simplemente era como si el sexo le ratificara que era extraña, que algo no funcionaba bien en ella y que no se merecía el amor de otra persona. Las pocas ocasiones en que alguno se acercaba para quererla, se portaba como una fiera. Se encargaba de destruir toda posibilidad de amor. Y entre más tiempo pasaba, más se destruía con sus actitudes hacia sí misma. En el campo laboral y académico era totalmente diferente. Rendía al máximo, se exigía constantemente, se ponía retos nuevos, pero en su vida personal era un desastre total.

Sabía que sexo y amor eran dos cosas muy diferentes, y extrañaba muchísimo sentir amor nuevamente, pero eso enfrentado con su auto imagen y su baja autoestima la hacían pensar que era imposible, así evitaba también enamorarse. No quería sufrir otra vez.

Durante casi 15 años Pablo había sido para ella simplemente uno de aquellos personajes que siempre se saluda pero con los cuales nunca se intercambia la menor opinión de nada. Durante mucho tiempo ni siquiera se percataban de la existencia del otro y, con o sin razón, Carolina lo evadió los cuatro años posteriores a la muerte David. En el poco tiempo que llevaban saliendo Carolina había aprendido algunas cosas sobre Pablo, sabía que era hiperactivo, engreído, altanero y egocéntrico. Que esa actitud de familiaridad era su manera de disimular sus explosiones desproporcionadas de temperamento, sus chistes inoportunos, o cualquier acto que pudiera considerarse inapropiado ó una metida de pata.
El “así soy yo y vos me conocés” que emitía con frecuencia, le decía a ella que no tenía razón para sentirse lastimada, para molestarse o para tomarlo en serio.

Carolina disfrutaba mucho escuchando su discurso contradictorio en una mezcla de existencialismo, irreverente y patético, contra una fuerte tendencia al capitalismo salvaje.

Existió una sola cosa que podía bloquearla completamente, algo que no la dejaba modular palabra, que la abochornaba: Con frecuencia Pablo le hacía bromas sobre el pasado de Carolina sobre la actividad sexual de Carolina antes de estar juntos, logrando que su rostro enrojeciera al máximo. Ese era uno de sus demonios mas poderosos y temido de los cuales huía y se protegía constantemente.

Pablo le decía en broma: “¿Cuál ha sido tu mejor noche de sexo? ¿Cuál ha sido tu posición más rara? ¿Te han dado por el culito? ¿Cuál fue tu mejor Orgasmo?”. Y Carolina sabía que era un simple chiste pero se quedaba helada como si Pablo le estuviera escarbando el alma. No podía decirle la verdad si quería que las cosas funcionaran. Así se lo había propuesto. Pablo era el tipo de persona que despreciaría el estilo de vida que ella había llevado durante esos dos años. ¿Cómo explicarle que nada de lo que había hecho era real? Que muchas de las veces que tuvo sexo habían sido inconscientes, que ella ni siquiera las recordaba.

Muchas veces se había despertado con algún sujeto a su lado, sin saber cómo ni por qué había terminado en su cama. El nunca lo iba a entender.
Pablo por su parte no estaba tan preocupado por el asunto. Pensaba que ella era una mujer poco sexual, no la veía como la mujer que salta de cama en cama y eso lo atraía aún más. Suponía que si había estado tres años con Carlos pues seguramente se había acostado con él, pero para la época eso era considerado muy normal.

*********

Los gatos tienen una característica muy particular: ¡Jamás hacen caso! No son como los perros que se adiestran; los gatos tienen vida propia, son independientes y nunca hacen nada que no desean hacer en realidad. Mantienen el control absoluto de sus emociones. Saben exactamente cuanta cantidad de afecto y atención deben expresar a sus amos para sacar el mayor provecho de una situación. Cuando desean ser acariciados se acercan in sinuosos frotándose y elevando el tono de su ronroneo hasta que logran llamar la atención de sus amos quienes no pueden evitar responder a ese estímulo con una caricia. Cuando desean ser alimentados se lanzan agresivamente sobre ellos en un ataque furioso que demuestra con exactitud su intensa necesidad de saciar el hambre, si no lo consiguen, simplemente lo roban con una increíble destreza. Pero si lo que necesitan es dormir, no importa cuantos esfuerzos haga su amo por llamarlos, ofreciéndoles su plato favorito, una sesión extra de caricias o cualquier tipo de chantaje, pero el gato permanecerá indiferente hasta que el amo desista.

Tomás no era distinto a los demás; muchas veces Carolina se preguntaba si permanecía junto a ella únicamente por alimentar su ego, por sentirse amado, sentirse necesitado por otro ser...

*********

Carolina pensaba que problema de las relaciones humanas estaba en su punto de ebullición.
A veces Carolina observaba a Pablo y se reía. Era interesante ver la evolución desde ese saludo completamente impersonal que se daban mutuamente, diferente a la clase de saludo que le ofrecían a otras personas; hasta la entrega de un silencio acompañado de un gesto íntimo muy elocuente. Carolina sentía que no necesitaba hablarle ni que Pablo lo hiciera, sentía que había una comunicación no verbal mucho mas profunda y que era la real, la verdadera.

A veces alguien se acercaba a conversar con ellos y con la sola expresión de los ojos de Pablo, Carolina sabía perfectamente si lo que el tercero hablaba era carreta o era importante; si su nariz se afilaba hacia la punta Carolina comprendía que se hablaba de negocios y que era mejor no interrumpir o hacerse la que no entendía nada. Pero si el tema era sobre mujeres, Pablo se acomodaba en el asiento recostando la espalda y rascándose la cabeza con una sola mano, si lo hacía con ambas manos significaba que lo que le estaban contando, correspondía a una situación bastante comprometedora para Pablo. Y así había una infinidad de detalles repetitivos que ya Carolina comenzaba a identificar. Así pues, que Pablo dejara su retórica para los demás, con Carolina la comunicación era a otro nivel, Carolina no se quedaba en las palabras, le gustaba buscar mas allá de una respuesta verbal, mas allá de lo aparente.

Ahora, después de muchos intentos por establecer un concepto claro, estaba convencida de que todo eso de las relaciones humanas, del amor, la amistad, la familia y lo demás eran toda una argucia. Después de todo, lo que busca cada uno de nosotros en su relación con el Otro es gratificación; y donde hay búsqueda de bienestar, de seguridad tiene que haber egoísmo, aislamiento, y donde hay aislamiento, donde hay resistencia, hay conflicto.

- Mira, el otro día estaba leyendo en “La comunicación de las existencias” de Ignace Leep encontré algo que decía algo así como que lo que soy, mis actos, mis análisis, mis razones, mis intenciones me hacen parte de un todo, un eslabón de la gran cadena social. Me relaciono no por necesidad de compartir, sino por la necesidad de pertenecer, de verme enlazado a un sistema. Así opera el sistema de socialización en nuestras vidas. – le decía a Pablo – De hecho no nos interesa el Otro; aunque hablemos muchísimo al respecto, no estamos interesados en el bienestar o seguridad del Otro como tal. Permanecemos relacionados con el Otro sólo mientras esa relación nos gratifica, nos brinda un refugio, nos satisface exclusivamente a nosotros mismos y, al mismo tiempo nos da un nombre, una identidad dentro de un contexto. Esto puede sonar cruel, pero si examinamos tu vida y la mía y las relaciones que hemos tenido, entendemos que es un hecho: Sólo conservamos una relación en la medida en que estamos seguros y cálidos.

- ¿Entonces para qué nos relacionamos? Si todo eso fuera así como lo dices, no tendría ningún sentido, no hay reto, no hay aventura, no hay riesgo.

- Si existiera riesgo saldríamos espantados. Tu por tu lado y yo por el mío. No hay riesgo porque ni tu ni yo vamos a involucrar sentimientos, solo estamos llenando un espacio en blanco que teníamos en nuestras vidas y eso nos produce un bienestar, una seguridad que nos mantiene juntos. No se trata de amor, se trata de bienestar.

Para Carolina la relación con Pablo se convertía, entonces, en un proceso de construir un muro de resistencia por encima del cual se miraba y se observaba al Otro, pero siempre conservando el muro y permaneciendo detrás de él; y, finalmente mientras más se aislaban el uno del Otro, mas arraigado el apego, porque la seguridad de ése muro creaba un ambiente de bienestar y protección en relación con ese Otro.

Enamorarse para Carolina era un paseo bastante similar, con la diferencia de que el muro en este caso estaba al otro lado de cada uno. Como si lo que mostraban fuera el reverso exacto de lo que eran en esencia. Lo que buscaban era conquistar y para eso era imprescindible ser lo que el Otro necesitara. Una vez realizada la conquista no había marcha atrás y ya para entonces todos sus demonios salieron a danzar, se hicieron presentes y quieren apoderarse.

Para Carolina enamorarse se estaba convirtiendo en una forma de egoísmo elevado a la enésima potencia.

- Cuando uno se “ENAMORA”, pretende indirectamente convertirse en el centro de la vida del Otro, y así mismo convierte al Otro en el eje del universo propio. Eso lo leí en alguna parte hace tiempo. – le decía a Pablo, intentando racionalizar su relación con él. – Buscamos, con mil artimañas, aislar al objeto de nuestro amor del resto del planeta para disfrutarle a solas y a nuestras anchas. El enamoramiento es perfecto en la medida en la que tu permites que tu espacio individual sea invadido y conquistado caprichosamente por mi, un ser extraño para ti, un ser del cual solo conoces su apariencia, pero desconoces por completo su esencia. Tarde o temprano nuestro enamoramiento muere ante la imposibilidad de identificarte a ti con mi original proyecto de vida y viceversa. Esa ilusoria perfección del principio se convertirá en los umbrales del infierno cuando comencemos a descubrir que detrás de esta apariencia existían mil razones por las cuales jamás nos hubiéramos enamorado el uno del otro. Por eso Enamorarse hacía parte de un “truco publicitario” para alienar al ser en su forma mas primitiva y convertirlo en una extensión de la existencia del Otro.

- Pero eso está en tu mente, entre más resistencia le haces más caes en eso. A mi no me importa que trates de cambiarme, de volverme una extensión de ti, porque te amo y quiero ser parte de ti. Y no decías que no nos íbamos a enamorar y que por eso estábamos “seguros”, no hay riesgo, no hay aventura... solo bienestar... ¿Qué pasó con tu discurso?

- Eso que describes no es amor, eso es apego. Y mi discurso tiene lógica, ¿no crees? Dame tiempo y verás. – Hizo una pausa larga para asegurarse de que estaba poniendo atención – El apego al que llegamos cuando no construimos el amor es tal que no hay conciencia alguna del vacío que va creando en la relación. Y tu conoces perfectamente las consecuencias del apego... En ese momento se haría inminente la ruptura total, vamos a tener que terminar la relación y no con una ruptura parcial sino una ruptura de liberación. Yo te libero para sentirme libre de ti, para liberarnos mutuamente.

- ¿O sea que quieres terminar?

- No, todavía no estoy tan apegada para ver la necesidad de hacerlo. – contestó con ironía – No seas paranoico, solo estamos conversando. Te tomas demasiado a pecho las cosas que digo, yo solo divagaba un poco.

- Lo que quieres decir es que estamos juntos por bienestar y seguridad, que no tenemos sexo porque nos apegamos, pero que en el momento en que nos amemos tenemos que terminar... Carolina! ¿Eso no tiene sentido, a qué le tienes tanto miedo?

- ¿Quién te dice a ti que es miedo?

- Tu actitud, todo el tiempo estás a la defensiva, si hago algo para estar a solas contigo buscas compañía y encima preparas un discurso incoherente sobre lo que son las relaciones.

- No me parece incoherente y eso no demuestra ningún miedo, demuestra que me importa mucho hacer las cosas bien contigo, bases firmes.

- ¿Bases para qué? Si de plano estás programada para terminar en el instante mismo en el que pasemos a otro nivel. Estás medio loca. Eso es lo único que entiendo. ¿Puedes programar no enamorarte? Eso es de locos!

Pero aún, después de todo, Carolina tenía la plena conciencia de estar sometida, como todos, a la acción de la publicidad y de ser susceptible, de entregarse por completo si se estaba enamorando así de Pablo.

Carolina había comenzado a descubrir que el amor y la relación de pareja eran más que eso, que necesitaba una gran dosis de amor real para romper con sus amores pasados, con el concepto de posesión, de amor ciego, de conquista, de superficialidad asfixiante, para romper definitivamente con la cultura del amor de oferta y demanda en el mercado.

- Es que cuando tu me dices que me amas yo pienso: Cuando alguien se “ENAMORA” debe comprender el sentido total de la palabra: “EN - AMOR -A”; entro a amar a... Y ¿a dónde entro? Pues a la esencia de su ser, no a sus ojos, su nariz, sus brazos o piernas, sino a sus momentos, a sus ideas, a sus metas, a sus batallas, a sus proyectos. Entrar no es invadir el espacio, no es apropiarse, entrar quiere decir estar atento, conocer, comprender y compartir. Se necesita mucho afecto para hacerlo. “En - amor - a” significa entrar amando al otro, amarlo profundamente, desde adentro, para no actuar arbitrariamente modificando su mundo, para no interrumpir sus procesos, para no empujarle a saltar etapas. Para que sea su propia decisión adaptar su proyecto de vida a un compromiso, a una institución formal.

- Uy! Chuchi, no te pongas tan trascendental porque voy a pensar que quieres que nos casemos...

- Contigo no se puede hablar.

El amor comenzaba a verse como un aprendizaje concomitante, lento, de mucha paciencia, tolerancia y comprensión. Pero definitivamente aprendizaje! Y como tal, un curso extra rápido, un curso por correspondencia o a distancia, solo conducen a la mediocridad, a adoptar estrategias “cubre baches” en donde un individuo se pasa la vida colocando pañitos de agua tibia, siendo incapaz de llegar a la raíz de un problema para solucionarlo, desencadenando una avalancha innecesaria de problemas.

Así se pasaban muchos momentos. Hablando, verbalizando, pero con un temor inmenso a tocar, a sentirse físicamente.
 
anggelbueno,08.08.2006
debo desir con toda sinceridad que nunca conoci algo tan fuerte para dormir, esta historia le gano al diazepan y a todas las pastillas de dormir.
jajajajjaj pero es verdad nosae ofendan pues.
 
Carmen_Posada,08.08.2006
Nadie se ofende, don
angelmariadelaconcepcionnomeacuerdoelresto, sucede que por algo dije desde un principio... b¡Es un bodrio!/b
 
luccas,09.08.2006
Naa!! sigo leyendo mujer... pega el capìtulo que sigue...
 
luccas,09.08.2006
Dice alguien por ahi... mientras exista uno que me escuche, no pararè de hablar.

 
muertelenta,10.08.2006
Dos... Sigo leyendo también.

Ta' güena!
 
Carmen_Posada,10.08.2006
Como yo me he propuesto hacerle caso a todos los buenos consejos que se la pasan dando (con o sin autoridad moral) en este sitio. Pues me remito a interactuar de literatura. Aquí les dejo niñas el capítulo diez. ¡A ver si lo aguantan!

(Salió mejor que los culebrones televisivos... ¿o no?)

*****************************************

bTRECE

Amistades Peligrosas (Capítulo 10)/b


El otro tema que los llevaba a discutir acaloradamente era esa extraña relación amor-odio que Carolina mantenía con su amiga Jimena.

- Yo no entiendo por qué son amigas si la odias. Le guardas tanto rencor que te hace daño, pero ella viene de visita dos meses cada año y tú te desvives por estar con ella. ¿No te das cuenta que a esa perra tú y el resto del mundo le importan un reverendo culo? Te usa cada vez que necesita que le consigas parche o marrano a quien desangrar. Y tú siempre le sirves en bandeja de plata a tus amigos. Es que la que le hizo a... ¿Como era que se llamaba ese amigo tuyo... ¿Nando?

- Si, yo se que es una perra, yo se que lo que siento por ella es desprecio, pero ¿qué puedo hacer?, siempre busco una oportunidad para que pague todas las que debe porque en verdad que la vida no le ha cobrado lo suficiente.

- ¿Tú que sabes? A lo mejor le ha tocado putear por allá donde vive y de ella, con ese ejemplo de mamá que tiene, no me extrañaría nada. Mira, yo te voy a decir una cosa y espero no tener que repetirla, no te quiero volver a ver con ella. Si no quieres que lo de nosotros se acabe pues a ella me la mandás para la mierda y te das tu lugar.

- Pues fíjate que está viviendo en Cristo Rey. La última vez que vino de vacaciones pues no se regresó para Canadá sino que dizque la mamá se ganó un viaje a Londres, cosa que no le creo para nada porque mas bien me suena a que se pusieron de mulas a tratar de llevar algo y ahora se tuvieron que perder del mapa porque ni para eso sirven ese par.

- ¿Pero como así? ¿Está en Londres o en Cristo Rey?

- En Cristo Rey, cuidándole la casa a alguien. Como que no se pueden dejar ver de nadie, por eso digo que la mamá tuvo que haber hecho alguna cagada. Y eso del viaje a Londres debe ser pura mierda.

- ¿Y cuando hablaste con ella?

- No, yo no me hablo ya con ella. No te digo que después de lo de Nando yo no quiero saber nada de ella.

- ¿Cómo fue ese pedo?

- Pues nada, eso fue cuando vino en el junio del 94. Ella me dijo que le presentara al parchecito con el que yo andaba que eran los Arellano, Nando, Alejo, y todos esos.

- ¿Nando es el de mi Universidad?

- Si, si, el mismo. El caso es que ella se puso a marraniar a Nando para que la sacara a de rumba y le gastara de todo. Como Nando tenía carrito y plata pues ella feliz, pero en los dos meses que estuvo haciéndose la novia de Nando, se acostó con Juan Antonio y a Jorge Osorio, y ese último fue la peor cagada de ella porque Jorge y Nando eran los mejores amigos pero yo no se como hizo para torcer a Jorge así. El caso fue que se lo tiró en la despedida que le hicieron a ella, en las narices del pobre Nando.

- Eso es ser muy puta. ¿Cómo pudiste acolitarle eso?

- Yo no lo hice, si yo misma fui la que le conté todo a Nando porque Jorge no fue capaz de darle la cara. Pero lo peor fue que me tocó a mi darle la cara a todo ese parchecito. Me decían de todo, que yo por qué no les había advertido que ella era tan perra, que yo debía ser muy mala amiga de Nando para haberle presentado a esa vieja... Mejor dicho, yo terminé pagando los platos rotos de la cagada de ella, porque como ella se largó ellos no tenían en quien volcar la rabia. Y encima como me quedé callada 2 semanas a ver si Jorge decía algo, pues fue peor, porque no dije a tiempo, que yo debía haber destapado la cosa esa misma noche para que ellos la hubieran linchado... Será que se hubieran ido hasta el aéreo puerto a putiarla porque sino cuando ¿si o no?

- Yo si le hubiera metido una patiza, con las ganas de bajármela que tengo. Yo porque no soy matón, pero si me da papaya hasta su susto si se lo meto. La perra esa me la debe por mi hermano. ¿Cómo es que se aparece en el velorio? ¿Te acuerdas de eso?

- Si, claro que me acuerdo. Yo fui con ella.

- Por eso era que yo ni te determinaba cuando eras amiga de David, porque yo creía que tú le hacías el cuarto a ella para que lo provocara.

- ¡Increíble que pensaras así de mí! Si yo me la pasé diciéndole a ella que no lo buscara, que lo dejara tranquilo. ¡Si por eso es que la odio! – gritó Carolina ya fuera de sí al recordar la sevicia con la que Jimena se había regodeado para enloquecer a David.

- Tranquila Chuchi, si yo me hubiera dado cuenta de que te iba a caer tan mal la cosa ni te hubiera puesto el tema. Solo que no puedo entender ese amor-odio. No se trata de que la ames o la odies, solo que hagas de cuenta que no existe, nada vale como para que te descompongas así.

- Es que tendría que explicarte lo que pienso del concepto de amistad para que lo entendieras.

- Tengo todo el tiempo... explícate. – Contestó con la certeza de que sería una discusión bizantina.

- Mira, desde niña me enseñaron que las relaciones de parentesco, de amistad, las de compañeros de estudio, las de barrio y algunas imposibles de definir; son otra cosa diferente a las de pareja. También requieren de aprendizajes. Sin embargo son más elásticas, además en su mayoría vienen en un paquete completo desde la infancia. No hay que darle muchas vueltas a la cosa. Siempre se mantendrá el lazo aunque solo sea por los recuerdos, no importa los cursos que se pierdan en el camino, no importa cuantos errores se cometan, el lazo no se rompe porque los une un interés común: la sangre, los recuerdos de un muro al final de la calle, las discotecas y bares, inclusive la rabia o el rencor por una deslealtad y hasta un momento de locura secreto que se conserva en lo más profundo de la conciencia. Esos son los amores de hermanos, de padres y de amigos verdaderos. También en estas relaciones existe un principio egoísta. También se parte de una búsqueda de bienestar, pero el apego, la mayoría de las veces, no altera nuestro proyecto, no interfiere en nuestra auto-educación. Con Jimena me pasa algo así. Hace tanto tiempo que somos amigas y la quise como a una hermana, cuando empezó a hacer cosas estúpidas y sin razón como cuando provocaba a David y a portarse tan superficialmente como que comencé a odiarla, pero al tiempo el lazo de afecto seguía intacto. Quería que afrontara las consecuencias de sus actos, pero el destino se ha encargado de que ella nunca asuma nada. Ella nunca sufre el castigo de las cosas que hace y eso la lleva a hacer cosas cada vez peores, porque piensa que esa es la vida. Yo quisiera que ella sufriera por ese resentimiento que le tengo pero más que por ella, por mí, porque si ella paga su deuda con la vida, yo podría quererla como cuando éramos niñas y no se portaba así. ¿Me entiendes?

- No, pero lo que entiendo es que nada de lo que yo diga o haga va a cambiar esa cosa enfermiza que tienes con ella. Te lo digo hoy 20 de diciembre de 1996: Esa vieja te va a hacer comer mucha mierda, va a dañar tu imagen, va a acabar con los pocos amigos que tienes porque ella siempre te tendrá envidia de algo que ella nunca tuvo... un hogar... Cuando a uno no lo quiere ni su mamá y uno es un estorbo para su papá, crece con mucho resentimiento hacia quienes tienen eso. Ella siempre se va a entender mejor con gente que proviene de familias disfuncionales, y envidiará profundamente lo que tu tienes, tus padres, tu hermano, ese apoyo, ese calor de hogar, esa posibilidad de contar con otras personas cuyo amor es incondicional. Y ahora ese odio y ese resentimiento que tú le tienes por las cosas que te ha hecho va a crecer en la medida en que tú le des más oportunidades de continuar haciéndolas, hasta que llegue un día y se te salga de las manos. Ten cuidado y solo recuerda que te lo advertí.

Carolina solo sabía que odiaba a Jimena, que ella tenía que pagar por lo que había hecho a David y a ella misma, pero no entendía mucho el origen de su odio, era un poco irracional, era como si quisiera con eso mantener vivo algo muerto.

Así Carolina sabía que Pablo tenía razón pero ella sentía que debía hacerlo, que debía buscar una oportunidad para sacar todo ese veneno que venía guardando durante mucho tiempo. No sabía cómo ni cuando, pero sabía que eso reventaría.

Jimena Montes se había ido del país huyendo de sus fracasos, cansada del rechazo de su padre, de la inestabilidad de su madre que era una adicta sin remedio y que solo conocía una manera de subsistir y era a costillas de hombres casados. Jimena no tenía futuro en Cali y un buen día decidió viajar al Canadá esperando encontrar allí algo que llenara su vacío afectivo. Se había criado con la ilusión de que en el Canadá todo era perfecto, no había pobreza, se ganaba buen dinero sin mucho esfuerzo, el típico sueño americano, pero muy pronto tuvo que enfrentar la realidad.

Canadá en términos generales puede ser un lugar atractivo para visitar. Es un país desarrollado, donde no hay problemas sociales del tercer mundo, donde la gente vive y trabaja, paga impuestos que se ven en salud y educación, donde podría decirse que se vive un comunismo disfrazado ya que enseñan únicamente lo que al Estado le conviene enseñar y por ende las nuevas generaciones viven sin ambiciones, como en una burbuja de cristal donde el resto del mundo no existe. Jimena se dio cuenta de que la única manera de subsistir al tedio de la rutina era infringiendo la ley, engañando al estado, utilizando su ventaja que era el provenir de un país libre de pensamiento. A los dos años de haberse ido de Cali, tuvo sus primeras vacaciones. Se había graduado del College y pasó 2 meses seguidos en Cali, visitando a su familia y amigos. Hablaba de lo maravilloso que vivía en Toronto, una de las principales ciudades del Canadá. Mostraba fotos de su casa, de sus amigos, de su automóvil y siempre repetía:

i- “Es que en Toronto si se puede uno dar la vida que acá, en este pueblo de mierda no se puede dar”./i

Se había conseguido un novio y vivía con él en su apartamento de Toronto. Pero a escasos dos días de llegar a Cali comenzó a ponerle los cuernos con el primero que se le atravesó. Se había convertido en una copia fiel de su madre. De la niña tímida, dulce que había sido no quedaba ni el rastro. Parecía haber envejecido 10 años. Estaba medio desnutrida y había comenzado a fumar marihuana.
Carolina sentía un poco de lástima porque sabía que nada de lo que decía era verdad, que la vida de Jimena en ese país era un desastre, pero el rencor que le guardaba no la dejaba demostrarlo, por el contrario buscaba por todos los medios poner en evidencia todo lo que odiaba de ella. Su manipulación, su falsedad, su incapacidad de compromiso, su utilitarismo.
Pero Carolina recordaba también el tiempo en el que la había querido como a su hermana. Quería que cambiara, que se diera cuenta de sus errores y los enmendara. Era como si una parte de ella la amara y la otra parte la odiara profundamente.

Pasaron otros dos años y Jimena regresó a mediados de 1996 de vacaciones, pero esta vez se demoró casi 8 meses. Fue el año en el que ella y su madre hicieron un misterioso viaje a Londres.

i- Mi mamá se ganó unos pasajes para Londres, me voy mañana.

- No entiendo para qué me llamás si le dijiste a todo el mundo que ya no querías saber nada de mi, que desde que andaba con Pablo había cambiado mucho. No me llamés, que te vaya muy bien donde sea que vayás.

- Vos sos una estúpida! Si te llamo es porque sos mi mejor amiga ¿no creés?

- Yo no se... Yo ya no creo nada de lo que decís. Y después de el escándalo que le hizo tu mamá a mis padres, pues como que yo prefiero mantenerme alejada de vos.

- ¿De cuál escándalo estás hablando?

- Tu mamá hace un par de días llamó a mis padres a decirles que yo era lesbiana, que por eso me la pasaba persiguiéndote y una cantidad de barbaridades, pero como mis padres saben que ella está loca pues no le hicieron caso, le cortaron la llamada y la muy perra vino hasta mi casa y desde la calle le gritaba a mi papá que saliera que tenía muchas cosas más para contarle. Mi papá iba a llamar a la policía pero le dio pesar con vos, por eso no lo hizo y ella se cansó de joder y se fue.

- No tenía idea, que pena con tu familia.

- Pues sí, pena debería darle a tu mamá pero es que no se le puede pedir peras al olmo.

- Deciles que siento mucho todo eso, pero yo ni siquiera le hablo, solo que tengo que irme de viaje con ella porque sino pierde los tiquetes.

- En fin... que te vaya bien./i

Esa fue la última vez que hablaron, luego supo que Jimena y su madre estaban escondiéndose en una casa cerca de Cristo Rey, pero prefirió no averiguar mucho por temor a verse involucrada en alguna cosa. Sabía que por dinero, Jimena y su madre eran capaces de hacer cualquier cosa ilegal. Por alguna razón se escondían.

Dos años después de eso, Carolina pocas veces pensaba en ellas, escasamente cuando algún conocido en común o el mismo Pablo las mencionaba. Una tarde recibió por correo certificado una tarjeta. Era diciembre y la tarjeta era de navidad.

En el sobre decía: i“Para la Familia Poveda. Nota: Si ya no residen en esa dirección, por favor devolver al remitente.”/i

De inmediato reconoció la letra. Era de Jimena. La abrió sin mucho interés pero sabía que debía haber alguna intención detrás de ese envío. Unos días después de recibirla, era cerca de media noche cuando recibió una llamada. Era desde Toronto. Jimena le anunciaba que pasaría las vacaciones en Cali. Ella no mostró el más mínimo interés. Sabía que Pablo no estaría de acuerdo y ella misma no quería verla. Siempre pasaba lo mismo, se ablandaba el corazón, se dejaba manipular y terminaba odiándola más.

Se vieron un par de veces y Carolina se prometió que la próxima vez le haría pagar todas las que le debía, así tuviera que infringir la ley para lograrlo.
 
luccas,11.08.2006
Al ratito vuelvo a leer esta parte Carmen... ando corta de tiempo pero tu sabes que regreso.
Si puedo.

Besos.
 
luccas,13.08.2006
Orales... va pues... el que sigue.
 
Carmen_Posada,14.08.2006
shhh

Guarde silencio que le hace bien!

Saludines, Patricia.

 
Cronaxia,14.08.2006
JUAS! Carmen...

BYE!
 
Carmen_Posada,14.08.2006
Bueno, Angélica, luego le pides a Ninive que borre la basurita que nos dejaron en el foro.

Les traigo el capítulo 11 que es más largo y pesadito que los anteriores, pero lo prometido es deuda niñas.

¡Besos!

*****************************************

bTRECE

La Encrucijada (Capítulo 11)/b


Pablo era de esos tipos que inconscientemente quieren tener siempre el control de todas las situaciones, hasta aquellas en las que no tienen voz ni voto; que incluso creen saber con certeza lo que quieren y sienten en todo momento de sus vidas. Pero él no era tan fuerte como quería mostrarse, le quedaba mas fácil aparentar que las cosas no lo afectaban, aparentar que podía con todo solo. Que de todas formas, “siempre estaba solo en todo”, así que no tenía alternativa. Se mostraba como un tipo seguro de sí, guerrero de la ley del más fuerte. Siempre con la frente alta y la mirada astuta. Siempre seguro, siempre un paso adelante y una mano detrás.
No era como Carolina. A ella el auto-control, el dominio sobre sí misma y más aún, “el protocolo de la popularidad” le habían comenzado a importar un bledo, Carolina de un tiempo para acá improvisaba sobre la marcha de los acontecimientos, respondía impulsivamente a cualquier estímulo y no se detenía a evaluar las consecuencias. Ya no temía perder nada porque ya no atesoraba nada, ya no guardaba una imagen, se cansó de conservar sentimientos obligados, ahora todo en su vida era temporal y pasajero; intenso sí, pero sin futuro. El “ridículo” era para Carolina un estado natural del ser humano cuando se enfrenta a situaciones que no maneja y se siente inseguro de sí, pero se permite expresar de manera muy espontánea su vivencia personal sin ceñirse a un esquema preestablecido de comportamiento.
Era, tal vez ésta la razón por la que ellos pocas veces estaban en la misma tónica. Ser pareja significaba luchar contra ellos mismos, contra sus diferencias en lugar de aceptarlas, era desear que el Otro fuera lo que se esperaba que fuera y no lo que es!
Muchas veces se miraban como extraños. No entendían que hacían allí cuando tenían formas tan diferentes de ser, actuar, sentir, pensar y vivir.
No hacían nada para dejar que el otro compartiera eso, guardaban celosamente todo de sí mismos como si tuvieran que defenderlo, como si ambos fueran una amenaza silenciosa para el Otro. No tenían la certeza del Otro que necesitaban para abrirse de una manera más clara. Ambos se basaban en sus supuestos y apreciaciones sobre el Otro pero les aterraba confrontarse. No era miedo. Era comodidad. Podía ser muy agradable en algunos momentos, pero no tenía sentido, no los llevaba a ninguna parte, no los dejaba crecer en experiencia. Era como si no tuvieran algo mejor para hacer o en qué dedicar su tiempo en blanco.
Y el trago! Esa era la mejor excusa para estar juntos. Carolina después de año nuevo había comenzado a beber al mismo ritmo de Pablo, con la diferencia de que ella no se perdía. Se detenía cuando empezaba a sentirse mareada. Y así encontraba una explicación lógica para sus lagunas. No importaba que en el pasado no estuvieran relacionadas con el alcohol, ahora se limitaba a explicarlas con eso. El alcohol era el que no le permitía, entonces, recordar a la mañana siguiente los sucesos de la noche anterior.

* * * * * *

Carolina y Tomás habían comenzado a transformar su relación con la aparición de Pablo en sus vidas. Desde el primer momento en que ella empezó a salir con Pablo, Tomás adoptó otra actitud hasta llegar al punto en que ninguno de los dos interfería en la vida del Otro. Compartían momentos especiales en el cuarto de la televisión y, mientras ella descansaba de su jornada de oficina viendo el canal de noticias o alguna película, Tomás jugaba con ella. Le encantaba cazarle los pies, trepar por su hombro y enredarse en sus aretes. Habían llegado al punto en el que ambos esperaban con ansiedad esos momentos. Para ella era un espacio tranquilo del día en el que los problemas del trabajo, la presión, el estrés, todo quedaba lejos.
Para Tomás las cosas eran de otro color, era su momento emocionante e intenso del día y tenía la capacidad de lograr que la llegada a casa fuera perfecta, había adquirido el misterioso don de hacer, en el momento justo, lo que había que hacer para sacar el máximo placer de la situación. Cuando la sentía llegar empezaba a caminar lentamente hacia ella; podría decirse que su forma de hacerlo era deliberada. Captaba el significado de ese momento cada noche y había comprendido casi instantáneamente hasta qué punto exacto podía convertirlos en una experiencia gratificante para ambos, cuánto se podían extender para obtener lo mejor de ellos. Para ella, ese minuto era de una absoluta belleza; nada se podía añadir, y nada se podía suprimir sin dañarla, sin destruir su encantamiento. En el momento del contacto, Tomás se limitaba a frotarse contra las piernas de Carolina. Y no en pocas ocasiones se detenía frente a ella sin rozarla se sostenía sobre sus patas traseras y levantaba las de adelante mostrando sus garras. Aprendió que eso último quería decir que había cazado algo y lo guardaba celosamente para ofrecérselo a manera de agradecimiento por su amistad. Entonces lo seguía hasta su lugar secreto y un escarabajo, una cucaracha, una lagartija o cualquier otro bicho semejante yacía semi destrozado después de luchar con todo para sobrevivir al “ballet de caza”. Miraban en silencio la ofrenda y luego Carolina se las ingeniaba para deshacerse del inocente cadáver sin herir la susceptibilidad de su felino amigo.

* * * * * *

En ese año nuevo fue cuando Carolina decidió dejar de analizar sus sentimientos con el fin de tenerlos claros, empezó a pensar que no era eso lo que hacía divertido tener el don perfecto de sentir; lo entretenido del cuento era precisamente no saberlo, no entenderlos, expresarlos sí, pero casi sin darse mucha cuenta. Eso sí era mágico! Analizar era algo que había hecho toda la vida y de muy poco le había servido hacerlo pues en lugar de sentir, reprimía todo; lo ocultaba como si sintiera culpa de permitirse esos sentimientos. La culpa la asediaba constantemente, nos sabía cuál era la raíz de esa culpa, pero era aterradora.
Ahora se había propuesto no pensar, ni en su pasado ni en nada, tampoco pensar, por evidente que fuera, en la razón de sus sentimientos por Pablo, simplemente dejaría que fueran. Esto la hacía ser menos ella misma. Pero al menos ya no sentiría culpa.
De todas formas Carolina quería poder querer a Pablo. Era como si por primera vez en toda su vida lo estuviera sintiendo, era diferente a lo que había sentido con Carlos, era más intenso, más apasionante, como si fuera una adolescente. Era casi ridículo, pero no le importaba. Lo estaba disfrutando. Cuando Pablo la llamaba a la oficina o por las noches a la casa para hablar carreta un rato, sentía un cosquilleo por todo el cuerpo, se reía y hasta tartamudeaba, el cuerpo le temblaba, las manos se le ponían frías y sus neuronas hacían corto circuito. Y eso que a veces hablaban hasta 4 veces en un mismo día y casi todos los días. Muchas veces se tornaba agresiva, brusca y altanera para ocultar lo que estaba sintiendo. Pensaba que si dejaba que Pablo lo descubriera se perdería ese misterio que se había creado entre ambos.
Pablo no entendía esas actitudes. Un día era su ídolo y al siguiente era un simple pasatiempo. Eso lo desconcertaba, pero también hacía cada vez más interesante su juego. Sabía que ella lo estaba seduciendo lentamente y conciente o no lo estaba enamorando, lo estaba domesticando.
Ella se sentaba por horas a contarle a su mamá todo eso y su madre con severa desaprobación le decía: “¿Estas segura de que quieres estar con Pablo? ¿Crees que realmente es la persona para ti?”
Su madre era una mujer arraigada a las costumbres. Descalificaba muchas actitudes de su hija con respecto a Pablo, pensaba que no debía permitirse alimentar los sentimientos de su hija por ese personaje ya que Pablo no era lo que Carolina llamaría “adecuado” para su hija. Le aterraba que Pablo algún día le propusiera un compromiso formal, o hasta que llegara a casarse aunque no negaba que la soltería de su hija se tornaba preocupante. En su familia la edad promedio de matrimonio era los 23 años en las mujeres, su hija ya corría por los 26 y al parecer no sabía ni lo que quería.
Pablo la buscaba, la necesitaba, la celaba, la protegía pero siempre con la premisa de que no se iban a enamorar de una forma irracional.
Por otra parte Carolina no tenía ningún interés en que él la quisiera “a pesar de sí mismo”. En pocas palabras había un mundo muchísimo más interesante por descubrir en Pablo que lograr ser el objeto de su afecto por el resto de su vida.
No se dio cuenta de que Pablo tenía planes para el futuro... Para construir un futuro juntos.
Así aprendió a compartir muchas cosas con Pablo. Le encantaba escucharlo, oírlo hablar mientras se esforzaba por comprender esa ideología compleja que tenía Pablo de la vida y de las “verdaderas” maneras de subsistir en el mundo que conocía.
Lo que más le gustaba era que Pablo era un todo un personaje y se lo creía. Le recordaba la época de la adolescencia cuando los mayores colocaban las reglas y era su responsabilidad romperlas, jugaban a ser grandes y creían tener el mundo a sus pies. Le gustaban sus historias de calle, sus ilusiones, su carácter romántico, sus sueños de hogar, sus anhelos de conseguir sus cosas, su finca, su carro... Además, Carolina creyó que por ser él así, como tan despreocupado, jamás la cuestionaba, nunca le pedía una explicación por sus actitudes y mucho menos la presionaba para que dejara de ser ella misma. Eso era lo más importante de todo. Creyó que la había aceptado con todos sus defectos y virtudes, sin esos cuatro años en blanco de su vida. Pensó que para Pablo también era importante la compañía que se proporcionaban y lo divertido que podía resultar estar juntos. Creyó que por fin había alguien en su vida para quien su forma de ser no requería cambios radicales ni modificaciones severas. Pablo no era como sus padres, como su hermano, como sus tías, como sus profesores, como sus amigas de colegio, como Carlos, como Jimena, como todas las personas que se la pasaron diciéndole cómo vivir, cómo comportarse socialmente, cómo reaccionar, cómo sentir, cómo pensar para llegar a ser “alguien”. Ella durante mucho tiempo había aprendido a ser lo que otros le decían y era esa la razón por la que siempre se sentía mal consigo misma; pero ahora que quería ser ella misma, la extraña pero sin ocultarse, no sabía exactamente qué o quién debía ser, no tenía un “personaje” definido para “Carolina Poveda” y no podía crearlo simplemente de sus fantasías porque no había vivido las cosas que se inventaba para sus personajes y no sabía si era “legal” adoptar una personalidad inventada. En definitiva ya no quería darle mas vueltas a ese asunto, creía que si no pensaba en nada de eso, “desaparecería” la angustia existencial como desaparecían todas las cosas que se proponía ignorar. La cuestión, al final de cuentas, era que podía ser quien quisiera en el momento en que quisiera, pero de todas formas era una actuación más. Así era todo! Y ser “ella misma” significaba ser “otra” ser “Otra Máscara Nueva”, diferente a las máscaras que había sido toda su vida, o como quien dice “SER QUIEN NUNCA HA SIDO”. Siempre la acompañaría ese teatro de máscaras que la aislaba más con el pasar de los días y lo único que quería en realidad era sentir que hacía parte de algo, que pertenecía a algún lugar.
Por eso creer que Pablo aceptaba su forma de ser, con su “máscara interior” - Como decidió llamar a esa personalidad, privada y de uso exclusivo para ella misma - significaba mucho para ella. Que no la cuestionara sobre nada significaba que no tenía que sentir miedo de nada. Pronto se daría cuenta de que todo eso era parte de la fantasía que se estaba inventando en su cabeza. Nadie acepta a nadie, es labor de cada quién aceptarse a sí mismo y así ser parte de sí.

********

Entender el miedo, los temores es una herramienta indispensable para el auto conocimiento. Descubrirlos, asumirlos y lidiarlos es parte del arte de vivir, convivir, y supervivir.
Algunos le temen a los vivos y otros a los muertos, unos a las cucarachas, otros a las ratas o a las arañas. Unos le temen a la oscuridad y otros a la luz del día. Unos al sexo y otros al amor. Unos a la soledad, otros a las multitudes. Unos al silencio, otros al bullicio. Unos a las alturas, otros a la velocidad. Unos a los extraterrestres, otros a su propio mundo. Unos a la fantasía, otros a la realidad. Unos a recordar el pasado, otros a soñar con el futuro. Unos a creer y otros al escepticismo. Unos a Dios y otros al Demonio.
Carolina le tenía miedo a todo, a los vivos porque la condición humana le parecía un monstruo de grandes cachos, lengua de fuego y cola de rata; a los muertos porque nadie le había demostrado ni comprobado que los muertos permanecerán para toda la eternidad en sus tumbas y jamás se atreverán a atravesar el umbral para regresar al mundo de los vivos y asustarlos, y aunque por una extraña razón, la presencia de David que sentía con frecuencia no le causaba el más mínimo temor, como esa presencia había comenzado a percibir otras que la aterraban; le temía a las cucarachas, las ratas y sobre todo... por encima de todo, a las arañas porque eran bichos con los cuales la convivencia era insufrible; le daba pánico la oscuridad cuando se encontraba sola; sentía fobia de grandes multitudes porque le provocaban ésas lagunas mentales que le ocasionaban gran parte de su angustia existencial; le temía a una invasión extraterrestre porque no podría convivir con seres tan extraños y estaba segura de que el Universo era demasiado extenso para ser, los humanos, sus únicos habitantes; le atemorizaba su mundo porque era tan extraño como imaginaba el de los extraterrestres; le aterraban sus fantasías porque parecían nunca tener un límite; Pero de todo a lo que temía, la realidad, el pasado y el futuro eran sus más temidos demonios. Ahora también temía muchísimo a tener sexo otra vez sin amor o hacer el amor y no ser amada.
Podría decirse que era un nido de miedos y temores, que su vida era un desastre si permitía que estas cosas la manejaran, pero la raíz de sus temores era muy clara: Tenía miedo de ser feliz. Necesitaba pretextos para no serlo. Y ahora que se sentía feliz después de esos años, esperaba que la tragedia apareciera de nuevo para acabar con eso.
Mario Bennedeti decía: ”...La Felicidad, al menos con mayúscula, no existe. Es simplemente un reflejo de nuestras breves pre-soledades...” Y Carolina lo conocía y le temía. Aprendió desde muy pequeña que la felicidad o los momentos felices siempre preceden un estado de soledad y ausencia.
Ahora el mundo le quería enseñar otra cosa, quería que aprendiera que la felicidad nada tiene que ver con los momentos de alegría, nada tiene que ver con la monotonía de lo perfecto, no hay relación con los estados de euforia. El mundo le quería enseñar que la felicidad está relacionada con la paz interior, tiene que ver con asumir cada momento, agradable o no, en su totalidad y verlo como parte de la vida, que comprendiera que tener miedo a ser feliz demuestra que necesitaba reevaluar su concepto equivocado de la felicidad.

*******

Los gatos nos enseñan con su modo de vida, con su espacio individual inaccesible, que vivir en función de los demás no nos conduce sino a depender, a que el día menos pensado no sepamos que hacer con nuestra vida si nos encontramos solos. Por esto es importante comprender que Dios nos hizo a su imagen y semejanza pero no en los ojos, ni la nariz, ni los brazos, ni las piernas. Lo que nos hace semejantes a Dios es nuestra capacidad de aislamiento, la capacidad que le dio al hombre para estar solo y crecer en espíritu. Así pues un Gato sabe que cuando está solo es como Dios: “Libre y Sabio”.
La soledad no es la bruja mala del cuento si se le sabe comprender y asumir. El ser humano necesita estar solo para aquietar su espíritu y preparar sus sentidos para aumentar su capacidad de percepción.
Pero a su vez la soledad hace que las personas piensen demasiado. No es que pensar sea algo malo, pero cuando no se tiene con quien compartir esas ideas, cuando un ser humano hace preguntas que tiene que contestar por sí mismo, empieza a crearse conceptos errados. No tiene quien lo saque del error o le haga ver las cosas diferentes. Los seres solitarios tienen el inconveniente que piensan que poseen la verdad absoluta, no se acostumbran a compartir ideas ni a que se las debatan y por eso con el tiempo, socializar se convierte en un serio conflicto. No quieren renunciar a esa autonomía y piensan que permitir que otro entre a ese espacio implica crear una dependencia que los hace vulnerables.
La dependencia que nace en las relaciones es parte de ese truco de los medios. Las personas crean sus vínculos basados en la dependencia sicológica o económica. Pocos individuos logran un equilibrio.
La dependencia económica convierte a un individuo en un parásito social, pero también es un estilo de vida. Existe conciencia de esto, la decisión de vivir así la toman con absoluta determinación y generalmente se adhieren a personas de carácter muy débil, faltos de afecto e inseguros. Son personas manipuladoras, con una excelente retórica, con cierto “ángel” para las relaciones sociales.
En el caso de la dependencia sicológica, no hay conciencia de ésta. El individuo no acepta que existe y siempre se siente el más fuerte en la relación, el que domina, el que lleva las riendas. Constantemente se repite que podrá terminarla en el momento en que le dé la gana y que no necesita del Otro para seguir su vida. Sin darse cuenta, ha sido anulado de dicha relación y se ha convertido en un títere manejado por su propia debilidad frente al Otro. Es un arete, un jarrón o un mueble cuando mucho.
Un gato no puede permitirse ser un objeto que adorne la existencia de su amo. Tampoco pretende que su amo lo sea. En el momento en que su amo lo trata de esa forma o presiente un carácter débil en él, pierde su interés por completo, su apatía se hace insufrible y termina en una ruptura total del lazo. Un gato jamás se deja quitar su titulo de Nobleza, tanto que prefiere marcharse lejos y solo, demostrando que siempre será soberano...
Los meses pasaban y las cosas entre Pablo y Carolina iban creciendo aceleradamente. Los días eran tranquilos y simples. Había algo de romance, algo de misterio, algo de dependencia, pero aún el fuego no se había encendido. Tendría que suceder algo puntual para que eso ocurriera.

******

Pablo tenía un amigo... Bueno, tenía muchos amigos, muchos conocidos. Pero el Flaco, Ricardo Mendoza era uno de esos amigos que nunca se les despegaba. El Flaco era simpático, tenía una cierta gracia natural. Era el típico hombre machista que nunca desaprovecha una oportunidad.
Carolina siempre les escuchaba hablar de grandes proyectos, negocios redondos en los cuales la inversión era mínima y la ganancia era descomunal. Carolina no tenía nada que opinar, y ninguno de los dos le pedía que participara en su conversación así que se hacía la que no entendía, entre otras porque no aprobaba esa ambición desmedida de Pablo. El Flaco, en medio de todo, era una buena persona. Le hacía pasar ratos divertidos y los negocios entre ellos no eran su problema. Por nada del mundo se metería ni para bien ni para mal.
Una noche, descubrió, por un comentario al aire que hiciera el Flaco, que Pablo estaba demasiado seguro de ella y no sabía qué era exactamente pero saberlo la molestaba.
Era una noche como muchas en las que remataban en el Estanco de Doris. El Flaco se estaba pasando de tragos y entre chiste y charla la estaba molestando con la cuestión del sexo. Le hacía preguntas de doble sentido y se reía de Carolina. A Carolina ya le importaba un bledo eso. Se reía también.
Pablo estaba al otro lado del sitio conversando como siempre de negocios con algún fulano. Carolina se quedó un par de minutos en silencio mirándolo y El Flaco interrumpió su observación diciéndole:

- Caro... Vos te morís por él ¿no? ¿Por qué entonces no le das tu “pruebita de amor”?
Carolina soltó una carcajada y le respondió:

- Ese no es asunto tuyo. Además ¿de donde sacás que yo soy mujer de “morirme” por alguien?” – El Flaco respondió con una sonrisa triunfadora:

- De Pablo, él sabe que puede hacer con vos lo que se le dé la gana y te tiene ahí comiendo de su mano. – Sonrió y saboreó la sorpresa de Carolina.

Era ofensivo. ¿Entonces, le estaba diciendo que Pablo estaba seguro y convencido de que Carolina se “moría” por él? ¿Podía reducirlo todo a una expresión tan patética, tan superficial, tan de barrio bajo? ¿Cuál era entonces su punto de comparación? Y por el otro lado ¿Por qué tenían los hombres que comentar sus vidas privadas? Su relación no era de tres ni de cuatro, era de los dos y si alguna queja tenía ¿Quién era el Flaco para consejero de pareja?
Era lamentable. Al parecer, Pablo no había podido comprender nada. Pablo, teniendo semejante modelo de neuronas, y algo tan sencillo le quedaba grande.
Las formas no convencionales que Carolina había utilizado para construir su relación con Pablo a éste le habían parecido absurdas y hasta arbitrarias, no tenían una secuencia lógica y ahora él le daba interpretaciones personales a cada gesto que Carolina tenía. Siendo el más expresivo de los dos, el que más buscaba espacios para hablar, el que siempre quería dejar las cosas claras y fue el que necesitó un tercero para hablar de esa relación.

A Carolina le hubiera gustado asombrarlo a Pablo con una gran conversación a cerca del existencialismo, descrestarlo con una apología “Freudiana” de la personalidad de Mafalda o Calvin; sorprenderlo con un original de Trance para su cumpleaños, regalarle un litro de Jack Danniel´s para Navidad. Deseaba ser alguien que despertara la admiración de Pablo, pero la idea no era competir por quien era mejor o quien era más inteligente y mucho menos por quien se apegaba más al otro. Ahora se estaba dando cuenta de que efectivamente Pablo había tomado la relación como una competencia y era el momento de demostrarle lo equivocado que estaba.

La noche del cumpleaños número 30 de Pablo hubo varios incidentes que fueron los detonantes. Ya había tantas cosas que le decían a Carolina que era tiempo de hacerse a un lado del camino y seguir un rumbo diferente que esperaba poder darle un buen día. Que olvidara todos los últimos malos ratos que habían pasado.
Como siempre estuvieron un rato bebiendo.

- Té quedas conmigo esta noche. – No era una pregunta, era una afirmación.

- No creo que sea muy buena idea. Estás muy tomado y no me gustaría pasar un mal rato.

- Carajo! Ya hace 8 meses que estamos juntos! No te parece que ya es tiempo de que lo intentemos. Nada malo va a pasar. Lo peor que puede pasar es que no nos entendamos pero somos adultos y eso se maneja.

- Ni tu ni yo estamos preparados para eso. La prueba es que necesitas beber para pedirme que me quede contigo. ¿Que crees que puedo sentir yo con eso?

- ¡Yo no estoy borracho! Tomé, sí, ¿y qué? Para ser mi cumpleaños no es la gran cosa, recuerda que yo tomo por mí y por Davi.

- No me digas esas cosas que me pones mal.

- Es que yo solo quiero que estés conmigo, asegurarme que siempre vas a estar conmigo.

- No puedo... no está en mi. No sé explicarte pero todavía no es el momento.

- Es que no quieres. ¿Que maricada es esta? Yo podría estar con la vieja que me diera la gana. Pero no. Yo estoy como un imbécil pegado del culo de la que no me quiere, de la que le importa una mierda lo que me pase, ni siquiera podés mirarme! Ni siquiera estás conmigo ahora. Yo solo estoy como un güevón creyendo que esto va para alguna parte y a vos lo único que te importa es tener al lado quien te idolatre. ¿Te creés la gran cosa? ¿Creés que porque hablás bonito, porque sos inteligente y tenés ojos azules sos la última coca-cola del desierto?

- Pablo, bajá la voz porque no me pienso aguantar un espectáculo de borracho.

- Claro! Vos creés que el problema es que me paso de tragos. No, no y no! El problema nunca ha sido ese. El problema es que pensás que no soy suficiente para vos. No te doy la talla o qué. O es que tenés por ahí otro man y el que está haciendo el ridículo soy yo.

- Esto es lo último! Me voy! No tengo nada que decirte.

- Caro... Caro! No voy a salir detrás de ti. Si te vas te juro que no te voy a ir a buscar. – amenazó sabiendo que no cumpliría su amenaza.
Carolina salió a la mitad de la calle y paró el primer taxi que venía. Pablo cogió la botella de whisky que había sobre el capó del su carro y la lanzó contra el taxi. Pero estaba tan borracho que no le dio.
Carolina llegó a su casa, se bajó del taxi y el carro de Pablo frenó en seco detrás de ellos.

- Carolina, si té entrás esto se acaba. Vení hablemos. Si no venís armo un escándalo y no me importa si tu papá o tu mamá se meten.

- Flaco, llevátelo porque no quiero un problema en mi casa.

- A mi no me metan en sus cosas.

- Entonces para qué te metiste haciendo preguntas estúpidas. Ahora o té lo llevás o ...
El papá de Carolina abrió la puerta y los calló a todos con una frase.

- Carolina, te entras ya a la casa, y ustedes dos se van si no quieren que llame a la policía.

- Don Felipe, buenas noches, me disculpa pero tengo un asunto pendiente con Carolina y no me voy hasta que ella venga a hablar conmigo.

- Carolina no va a hablar con usted ahora. Si tienen algo que hablar lo hablan mañana. Pablo, hágase un favor, váyase a dormir y mañana arreglan el problema por las buenas.

- Que pena don Felipe pero yo lo voy a arreglar ahora mismo.

- ¿Carolina ya se entró?
Carolina entró callada y don Felipe cerró la puerta. Pablo seguía gritando desde la calle:

- Carolina, no vas a empeorar las cosas, salí si no querés que esto se ponga feo. Don Felipe, dígale a su hija que salga o si no yo entro por ella.
Don Felipe era un hombre de pocas palabras y de acciones. Tomó el teléfono y llamó. Pasaron unos 10 minutos y llegaron dos motos de policía. Fue la única manera para calmar los malos tragos de Pablo.

No iba a ser fácil oprimir el botón de “apagado”. Carolina quiso ser su “Compañera” desde el día en que se sintió capaz de serlo de verdad con la certeza de que si alguna vez conseguía su admiración sería por sus méritos y no por un montaje para darle gusto. Sabía que se había arriesgado a no ser la mejor compañía para Pablo. Pero fue un riesgo que deseó correr. Carolina sentía que había perdido mucho por no ser honesta, por no quitarse las máscaras a tiempo y pensaba que era hora de hacer un intento diferente, era el momento de hablarle de esos 4 años y de por qué no quería tener sexo con él.
Sabía que eso implicaría que se alejaran definitivamente porque él no podría con eso. Pero era lo mejor, para ambos.

********

Tomás se había ido... Se marchó sin previo aviso, sin dejar el menor indicio de que su partida fuera temporal. Ya hacía casi una semana que no aparecía por ninguna parte. Lo había buscado en el patio, en el techo, en el entretecho, en las casas vecinas, en la construcción de atrás de su casa, en la iglesia, en el parque, las gradas de la loma, en la hidroeléctrica... No había sitio del barrio que hubiera pasado por alto. Le preocupaba que algún vecino malhumorado lo hubiera envenenado, que un carro lo hubiera atropellado. Había tantos peligros en las calles! Pero parecía que la tierra se lo hubiera tragado. No había ni una señal de su gato. Era tan triste... Sentía culpa. Pensaba que tal vez no le había dado todo el cariño que necesitaba, sentía que había estado todo el tiempo pensando en sí misma, pensando que se merecía la indiferencia de ella por ser tan engreído y egocéntrico. Había estado tan segura de lo mucho que su Tomás la necesitaba que no pensó que se marcharía tan pronto. Tal vez le iba a costar mas que su inteligencia y su habilidad femenina para que regresara, necesitaría una muy buena razón para poder convencerlo de que con ella iba a estar mejor, pero tal vez Tomás ya no querría dejarse encontrar...

Carolina sólo había querido que Pablo fuera feliz, que fuera libre siempre, que no permitiera que sus miedos y angustias lo desequilibraran y no lo dejaran llegar donde quería llegar. Carolina sabía que él tenía mucho potencial y no quería verlo desperdiciándose otra vez.
Tenía una razón muy grande y sagrada para desear todo esto para Pablo, y esa razón era la promesa que una vez le hiciera a David. No tenía nada que ver con la amistad, la fraternidad y mucho menos con el amor ni toda esa cursilería romántica. Tenía que ver con su compromiso personal, con reconciliarse con ella misma.
Pero... ¿cómo podía Carolina hacérselo entender si él estaba siempre a la defensiva con ella? ¿Si Pablo partía de la base de que tarde o temprano Carolina le daría una puñalada en la espalda como lo habían hecho todos? ¿Si estaba harto de esperar que ella se comportara “normalmente”?

********

Sí, tal vez Tomás se había molestado. Hacía varios días que ella olvidaba llevarlo al cuarto de la televisión al llegar de la oficina para ver una película hasta quedarse dormidos en el sofá. Hacía muchos días que su gato veía que Carolina llegaba de su trabajo y se encerraba en la habitación y por mucho que rasguñaba, ella no abría la puerta y Tomás no podía entender por qué ya no lo dejaba pasar. Hacía tantos días que no lo contemplaba como le gustaba. Ya nada era como al principio, ya nada era divertido como cuando pensó que Carolina no era como los otros humanos y no podía entender nada. Tomás se había marchado porque no comprendía la actitud de su ama en los últimos días y los gatos no están acostumbrados a tener paciencia con sus amos, a comprender que no están bien o que actúan de manera irracional. Era muy claro para Tomás que uno de los dos estaba sobrando y quería estar lejos de los desaires de Carolina, quería desprenderse de ese “COMPROMISO TÁCITO” de permanecer cerca de Carolina sin recibir lo que esperaba a cambio, sin recibir lo que satisfacía sus placeres más íntimos:

“Un gato necesita tener a su amo a toda hora cerca para sentirse superiores, no importa si su amo pone medio universo a sus pies, los gatos abandonan cuando no reciben específicamente lo que quieren...”
 
IsamaR,14.08.2006
Excelente, Carmen, te sigo leyendo. Y por lo anterior, qué asco me da la gente q no sabe respetar los acuerdos ni cumplir su propia palabra. Total, se ponen en bandeja y así conocemos su enano interior.

Sí, Ninive, a borrar todo lo q no corresponde, q éste es el foro del bodrio.

Y no cambie de canal !
 
elreydelosbonetes,15.08.2006
paso y no quiero.
 
luccas,16.08.2006
Ok. sigo leyendo ...
 
Ninive,17.08.2006
Leo con atención, interesante bodrio. Borro lo necesario. Avisen cuando me necesitan.
 
Carmen_Posada,18.08.2006
Gracias Ninive, me honra muchísimo usted con su lectura. Y gracias tambier por atender la solicitud de Angélica.

En la tarde subo el próximo capítulo de la bodrionovela...

¡Besos!
 
Carmen_Posada,20.08.2006
Niñas, me demoré un par de días en eso de "en la tarde subo el próximo capítulo de la bodrionovela" porque el mundo real a ratos me demanda más de lo que quisiera, pero sigo al pie del cañón.

El capítulo que sigue es muy fuerte y me costó mucho trabajo escribirlo... pensé en omitirlo, pero creo que es el eje central de muchas cosas.

Ahí les dejo entonces.

bTRECE

El umbral del horror (Capítulo 12)/b


Un sábado a finales de mayo, Pablo ya no estaba con Carolina. Después del incidente de su cumpleaños ya ni siquiera hablaban, la llamaba todo el tiempo a colgarle el teléfono, a veces le ponía una canción y ella sabía que era él. Pero no podía buscarla directamente, sabía que se había portado como un patán y que debería haber un espacio para que los ánimos se calmaran. El no era así, él no era un tipo capaz de maltratar a una mujer. Tenía que reconocer que el licor había sacado lo peor de él. Además no sabía que podía esperar de Carolina. Se preguntaba si estaba haciendo lo correcto, si esperar era lo mejor o si por el contrario estaba permitiendo que ella se fuera de su lado sin hacer nada.

Ese sábado en la noche el destino se encargaba de darle a Carolina una lección muy dolorosa, el peor momento de su vida hasta entonces.
Salió como siempre a dar una vuelta por la ciudad con Nando, uno de sus amigos. - De aquellos del paquete de infancia y al que Jimena Montes, años atrás, le había hecho la jugado sucia con su mejor amigo – Él la recogió para tomarse un par de cervezas y conversar un rato.
En el camino hacia un mirador al norte de la ciudad, un motociclista los cerró apuntándoles con un arma, en una calle ciega. Nando entró en pánico y el motor del carro se apagó. Carolina sabía que si conservaba la calma nada malo sucedería. Desvió la mirada a un punto en el horizonte y simplemente escuchaba.

- Muchachos ustedes ya saben como es, no vayan a gritar y se me mueven con mucho cuidado. Pásenme todo lo que tengan. Necesito billete pero rápido.

- Hermano – contestó Nando con un hilo de voz – tenga mi billetera pero no tenemos plata. Apenas compramos dos cervecitas porque estamos sin cinco.

- No me crea tan güevón. Si este carro es fino y la pelada también. A ver monita, páseme lo que tenga.

Carolina sin mirarlo sacó dos billetes de cinco mil que tenía en el bolsillo.

- Si querés tomá este reloj – dijo Nando.

- Preste a ver... no!... pero si esto no me sirve, yo lo que necesito es billete. Pásese pa’ atrás muy despacito, si la caga lo mato.

El hombre se subió al asiento del conductor después de ordenarle a Nando que se acostara boca abajo con las manos sobre la cabeza y amenazándolo:

- Marica, no vaya a levantarse porque le vuelo la cabeza.

Carolina se dio cuenta de que el hombre ya no buscaba algo más para robar y comenzó a rezar. Escuchaba los latidos de su corazón en su cerebro. Estaba aterrada. No quería que le sucediera nada.
¿Dónde estaba Su Dios en ese momento? Se preguntaba y decidió que solo podía rezar para ver si Dios la escuchaba esta vez. Mientras, el hombre esculcaba todo el tablero del carro, la guantera y el bolso de Carolina, ella comenzó una oración hasta que sintió la punta del arma enterrada en su abdomen, una mano áspera que le tocaba la cara y una voz afectada que le pedía que lo mirara. ¿Por qué le pedía eso? ¿Por qué tuvo que ser eso precisamente le que le pedía?

- Monita, míreme, usted está muy rica, venga mamita que si no tiene plata pues a ver qué hacemos...

El hombre respiraba entrecortado, su voz era pesada. Carolina no quería mirarlo, las lágrimas empezaron a rodar por su cara y su Fe se comenzaba a debilitar. Solo a Dios le había rogado pero esta vez su ruego era para el hombre que había comenzado a maltratarle la piel.

- Se lo ruego, no me haga nada. - le decía muy quedo para que el hombre no se alterara, pero él no la escuchaba.

Había decidido hacerle un daño que la marcara de por vida. Carolina no quería que la mataran. Tenía tantas cosas que arreglar en su vida, que no podía irse tranquila. Pero no sabía si sería capaz de vivir con lo que se venía ahora. Su llanto era cada vez mas fuerte en la medida en que la mano izquierda del hombre comenzaba a desabrocharle la camisa. Nunca había sentido tanta repugnancia. Era asqueroso lo que hacía. ¿Por qué tenía que obligarla a eso? ¿Por qué no se iba y la dejaba tranquila?
Rezaba nuevamente y rogaba porque el hombre no siguiera. Su piel era demasiado suave para la manera como estaba siendo tratada por ese extraño. Sintió el aire frío que entraba por todas partes, quería gritar y matar al tipo que la estaba obligando a vivir eso. Empezó a sentir una ira demasiado grande.

Y Nando sólo temblaba como una hoja en la parte de atrás del carro. ¿Por qué no hacía nada? ¿Por qué no la defendía? Estaba sola y de ella dependía que ninguno de los dos terminara muerto esa noche. El hombre no se iba a detener. Comenzó a desabrocharle el pantalón y a pedirle que lo besara. Carolina no podía soportar más. Sentía nauseas de todo lo que estaba pasando. Ese hombre le estaba tocando lugares que Carolina no sabía que existían, estaba obligándola a algo que no era capaz de hacer. Comenzó a pensar que sería preferible morir que vivir con eso. Su negativa a besarlo enfureció mas al hombre que estaba dispuesto a no tener ninguna consideración con Carolina. La obligó a hacerlo y fue entonces cuando el llanto de Carolina comenzó a ser más fuerte. El hombre le dio un golpe con el arma en el hombro izquierdo y le dijo:
- Perra, callate que yo se que te gusta. A ustedes las monitas les gusta que las traten así y si no, callate si no querés pasarla peor.
En ese momento, Nando levantó la cabeza en ese momento:
- N...no n...nos ha...ga na...da... – tartamudeó.
Acto por demás demasiado estúpido. Se notaba que no conocía la condición de un drogadicto ansioso. Carolina conocía esos estados y sabía que de esa forma lo estaba retando y el resultado podría ser peor. El hombre reaccionó de inmediato, apuntó el arma hacia la cabeza de su amigo y le lanzó una última amenaza.
- Callate hijueputa si no querés morirte ya de un plomazo. Ehhh estos mariquitas no colaboran. ¿Me vieron cara de güevón a mi o que?
Carolina sintió un alivio al liberarse de la presión del arma en el abdomen pero el hombre continuó obligándola a besarlo, la obligaba a dejarse besar el cuello, los pechos, el abdomen y sus dedos entraban y salían de sus genitales con la brutalidad de un animal.
- ¿Te gusta perra? Esta es mucha puta! No hagás esa cara ni sigás llorando que te va mal, perra.
Carolina dejó de llorar, sabía que ya el daño estaba hecho. Ya no importaba qué más pudiera pasarle. Ya no deseaba vivir. Ya sólo quería que se terminara.
De pronto, como si Dios la hubiera escuchado, el hombre se retiró de Carolina y le lanzó las llaves del carro mientras se bajaba.
- Par de hijueputas, cuenten hasta cien antes de prender el carro, si los pillo bajando antes los quiebro a los dos – y sin más se fue.

De las tres horas que siguieron Carolina no recordaba nada. Nando se pasó adelante y arrancó como alma que lleva el diablo, sin siquiera pensar en la amenaza.
Carolina entró en un estado de letargo. No hablaba y nadie sabe lo que sucedía en su mente. Era como un autómata.
Nando buscó a un policía pero no tenía ni las placas de la moto ni una descripción siquiera del cilindraje, color o marca. No tenía nada.
De allí se fue a buscar a otros amigos en el bar de Aurelio. Cuando llegaron estaba Germán, Aurelio y otros dos con sus novias. Nando se dio cuenta de que Carolina aún tenía la camisa y el pantalón desabrochados. Aurelio trató de acomodarle la ropa pero Carolina lanzó un grito:
- No me toqués hijueputa! – se bajó del carro con la botella de su cerveza en la mano – Nadie me toque! – sus ojos echaban fuego pero su mirada estaba perdida en un punto ciego. Tiró la botella contra un muro y comenzó a correr sin rumbo.
Nando, Aurelio y Germán salieron a perseguirla.
- ¿Qué pasó, Nando? – Preguntaba Aurelio mientras corrían.
- Que nos atracaron, marica, nos iban a matar a los dos.
- ¿Pero ella por qué está así?
- Porque el man la violó o yo no se que le hizo pero la dejó así. No ha dicho nada desde que la rata esa se fue. Yo traté de que dijera algo pero no me dijo nada.
- Carolina! Pará... Mirá el carro! – Un carro venía directo hacia ella y frenó en seco. Las luces la iluminaron y ella se detuvo.
El dueño del carro se bajó a pedir disculpas pensando que la había alcanzado, pero el carro no había tocado.
- Señorita... está bien? ¿Le pasó algo?
- Señor ella está bien, no le pasó nada, siga tranquilo. Carito ven, siéntate en este muro, ven por favor. No te voy a tocar pero ven y te sientas aquí un minuto. – le decía Aurelio con voz muy suave – Carito, soy yo, Aurelio, déjame te ayudo con la camisa que la tienes abierta.
Carolina continuaba con la mirada perdida, pero al menos se dejó ayudar. Ana María, la novia de Germán llegó en ese momento con un vaso de agua.
- Nena, tomate esto, mira, esto te va a hacer sentir mejor. – Carolina no reaccionaba. – Ven conmigo dentro del bar y vamos al baño.
Se levantó y comenzó a caminar junto a Ana María, entraron al bar escoltadas por los otros tres y siguieron derecho para el baño. Ana María le desabotonó la camisa de nuevo y con una toalla húmeda comenzó a limpiarle la cara, el cuello, el pecho. Carolina cogió la toalla y empezó a restregarse hasta que se le formaron unos ramalazos rojos sobre la piel. Parecía totalmente fuera de control. Ana María trató de detenerla pero ella era demasiado fuerte y no pudo.
Esperó hasta que dejó de limpiarse y la ayudó a abrocharse de nuevo. Le entristecía ver ese cuadro. No se imaginaba lo que podría estar sintiendo Carolina para estar en ese estado.
Pasaron varios minutos más en el baño. Ana María trataba de que Carolina reaccionara.
- Nena tienes que hablar. Si te guardas todo eso te vas a hacer más daño. ¿Quieres ir a una clínica? ¿Quieres que llamemos a alguien? ¿Quieres ir a tu casa?
Pero ella no escuchaba, así que Ana María decidió sacarla del baño. Estaba preocupada, era mejor llevarla a una clínica.
- Amor, no la veo nada bien. Está ida, como si se hubiera vuelto loca. Yo creo que es mejor que la vea un médico.
- Pero cómo vamos a irnos a una clínica sin saber nada de nada. Nando no sabe exactamente qué le hicieron.
- Yo sé pero es que la veo muy mal y yo no sé si esté peor de lo que se ve. Por qué no hablas con Aurelio y con Nando y deciden algo.
Germán se acercó a ellos a preguntarles y Carolina se sentó en la barra. Seguía mirando al vacío.
- Carolina! – No reaccionó – Carito, ¿quieres tomarte algo fuerte? Lalo, un brandy triple, puro y con zumo de limón. – Ordenó Aurelio. – Después de que se tome el trago y esperamos un rato, si no reacciona la llevamos hasta la casa para que los Felipe o sus padres decidan qué hacer. Creo que es lo más saludable.
Ya hacía dos horas que había sucedido todo y era demasiado tiempo para que ella siguiera así. Cuando le pasaron el vaso de Brandy Carolina se lo tomó de un solo trago. Todos se quedaron mirándola impresionados. Pero pasados un par de minutos Carolina los miró. Eso era algo. Todavía no decía nada pero al menos su mente había regresado a este planeta.
- Yo no soy capaz de darle la cara a la familia, ¿qué les digo? Felipe me va a matar.
- Nandito, fresco que usted no tuvo la culpa.
- Pero igual, ella estaba conmigo, me siento responsable.
- Pues te va a tocar llevarla. Lo peor que puede pasar es que...
Carolina se levantó de la silla y le dijo:
- No quiero saber nada. Denme otro trago y me voy. Y no quiero que nadie hable del tema, al menos no delante de mí.
- Carito, pero... ¿Cómo te sientes?
- Yo estoy bien... Yo siempre estoy bien. Donde está el trago que quiero irme ya.
- Carito...
- No más! Ya pasó y punto.
- Está bien. Tranquila, yo solo quiero saber si vas a estar bien.
- Ya te dije que si. Gracias.
Salió del bar de nuevo con Nando y llegaron en menos de 5 minutos a la casa de Carolina.
- Nando... Dame un beso
- ¿Qué?
- Quiero que me des un beso, quiero hacerlo ya, con vos.
- ¿Hacer qué?
- Nando, quiero tener sexo con vos ahora mismo. Vamos a un motel o algo así.
- Estás mal... ¿y lo que acaba de pasar qué?
- Ya te dije que no quiero hablar de eso. Quiero tener sexo y punto.
- ¿Por qué me estás hablando así? Hasta tu voz se oye diferente.
- Pues haz de cuenta que soy otra y ya, no pasa nada, es solo sexo.
- Yo no se... Por mi no hay problema, pero no quiero que estés haciendo algo de lo que luego te puedas arrepentir. Mira que yo creo que todavía estás impactada con lo que pasó hoy.
- Yo se lo que hago. Y lo único que necesito ahora es eso. Vamos ya.
Nando se sentía mal pero era de los que aprovechan cualquier oportunidad que aparece en el camino. No entendía cómo era que Carolina le estaba pidiendo eso pero las personas tenían diferentes reacciones a las experiencias y si eso lo beneficiaba para tener sexo casual y sin compromiso, pues no tenía nada que objetar.
Poco después de la muerte de David, a mediados de 1994, antes de que Nando y Jimena Montes se involucraran, él y Carolina habían tenido un enredo afectivo. Nada importante. Ella simplemente lo llamaba de vez en cuando y tenían sexo, luego le pedía que la llevara a su casa.
Una vez Carolina le dijo:
- “Yo elijo con quien me acuesto, a mi no me convence nadie. Los hombres creen que son ellos los que deciden, y resulta que la cosa no es así”.
El no había entendido por qué Carolina hacía las cosas de esa manera, por qué lo buscaba, pero Nando no era de los que analizan las cosas, no era muy profundo, al contrario, era superficial y vacío. Divertido sí, pero carecía de principios y valores morales. A Carolina la divertía con sus chistes y sabía que podía usarlo para el sexo cuantas veces lo necesitara sin hacerle daño. Carolina después del sexo era como una viuda negra, se portaba hostil y malhumorada. Se iba sin siquiera despedirse, pero él le tenía afecto y por eso siempre que ella lo buscaba estaba disponible y no le exigía nada.
Se había sorprendido cuando ella, que desde que estaba con Pablo no había vuelto a aparecer, lo había llamado para salir. Pero con ella todo era así y no iba a perder la oportunidad de pasarlo bien.
Tuvieron sexo, no se demoraron más de 15 minutos. Ni siquiera fueron a un motel, empezaron dentro del carro y allí mismo lo hizo terminar. Nando estaba asustado de ver a Carolina completamente transformada. Los ojos le brillaban demasiado, casi alumbraban, pero el estaba tan excitado que no se detuvo ni siquiera cuando ella le enterró las uñas en la espalda dejándole las marcas como latigazos de fuego. Parecía una pantera. No lo dejó ni siquiera moverse, lo excitó y rápidamente lo llevó al éxtasis. Era increíble cómo Carolina lograba enloquecerlo. Solo había una cosa que le llamaba muchísimo la atención. Cuando tenían sexo, a ella le cambiaban las facciones, la mirada, la voz, a veces emitía una especie de ronroneo mezclado entre sus suaves gemidos de placer. Era como si Carolina fuera otra mujer cuando se metía en la cama. Pero a Nando eso no le importaba. Nunca le había pedido nada a cambio, Carolina nunca se montaba en la película de ser su novia ni nada de eso. Y eso era lo que le agradaba de ese acuerdo tácito de intercambio sexual. Tampoco lo hablaban, solo sucedía y al día siguiente Nando volvía a ser un cero a la izquierda del mundo de ella. Era la compañera sexual perfecta – pensaba mientras saboreaba el momento.
- Me voy!
- Yo te llevo... me acomodo esto y te llevo.
- Pero rápido que no quiero verte más la cara.
A la mañana siguiente, Carolina no recordaba nada. Pensó que había sido otra de sus lagunas mentales, pero algunas imágenes sobre el asalto empezaron a venir a su mente. Solo había una forma de averiguarlo.
- ¿Aló?
- ¿Qué hubo? ¿Qué pasó anoche?
- Uy! Negrita, qué película la de anoche. Ya no se acuerda de nada ¿o que?
- Nos asaltaron...
- Sí, con fierro y todo. ¿Qué? En serio... ¿no se acuerda?
- No, solo me acuerdo un pedazo, una moto, un arma...
Nando le relató todo lo que había pasado y mientras lo hacía, las imágenes iban regresando una a una. Carolina colgó el teléfono cuando escuchó que el tipo la había manoseado. No pudo controlar las náuseas y se fue a vomitar. Se metió a la ducha y en el espejo pudo ver los rayones que se había provocado en el cuello y el pecho. No sabía como se los había hecho, no podía recordar nada distinto a una gran pared azul. Tres horas quedaron perdidas en algún lugar de su inconsciente. Entró de nuevo en un letargo hasta que escuchó la voz de su madre al otro lado de la puerta.
- Pequeña... Estás bien? ¿Por qué no sales y hablamos?
- Si, ya voy.
Carolina salió del baño y comenzó a buscar a Tomás por todas partes. Su madre comenzaba a asustarse. Tomás llevaba perdido varios días. ¿Cómo podría ella no haberlo recordado?
********
Su gato no estaba y cuando salió de su letargo era lo único que deseaba: Ver a su Tomás. Pero el se había ido y por más que lo llamaba, no aparecía. Su mente no estaba bien. Sólo después de dos días recordó lo que había pasado, y continuaba esperando que Tomás llegara por la ventana para hacerle compañía, a rozarle la cara con sus patitas, a hacerla reír con sus juegos ó cazando una mariposa en el patio, escondiéndose detrás de las patas de la mesa ó viendo las noticias.

* * * * * *

Había vivido algo horrible, algo que Carolina nunca pensó que podría sucederle y por eso no se preparó para vivirlo. Por primera vez en su vida la fantasía no lograba borrar la rabia, el asco, el dolor, la impotencia. Había llegado de improviso la hora de enfrentarse a la realidad y Carolina aún no estaba preparada, Carolina todavía no quería enfrentar nada.
Las imágenes de lo que sucedió quedaron grabadas en su cerebro y se arremolinaban constantemente en un carnaval de horror. A medida que pasaron los días más aterrada estaba. No podía dormir porque las pesadillas eran peores que la realidad, se encerró por completo. La calle era su enemiga, la calle la había llevado a esa noche, a ese lugar a vivir ese horror. Sentía que en cualquier momento sucedería otra vez. Sentía que no estaba segura ni siquiera en su habitación. No encontraba quien le hiciera sentir que ya no tenía por qué tener mas miedo y que el daño que le hicieron se curaría con el tiempo.
Sintió odio, ira, rencor, y sentimientos que desconocía completamente. Llegó a lastimarse a sí misma esperando que el dolor físico desapareciera todo rastro. Pero ni siquiera eso funcionó.

Todos tenemos un sistema interno de seguridad que nos impide asimilar como un gran bocado las experiencias traumáticas de la vida. Evita que nos atoremos con lo indigerible y así las cosas van llegando al interior por partes.
En las últimas décadas muchos especialistas han intentado crear un patrón, establecer un esquema de reacciones para medir y aplicar las terapias que se consideren mas efectivas.
No se trata de descalificar la labor de éstos especialistas; pero cuando una mujer se ve forzada, amenazada con un arma y obligada a tener violentamente contacto físico con un hombre; la situación no es tan simple como para adaptarla a un esquema. Muchas mujeres se derrumban, muchas otras lo aíslan en un sector inaccesible de su memoria, la mayoría viven un proceso para identificar, clasificar y almacenar ese momento, y, finalmente, pasado un tiempo prudencial, afrontarlo y superarlo; sin embargo esto no quiere decir que el proceso de cada una no sea diferente, incluso muchas lo asumen de una manera tranquila como cualquier pasaje desagradable.

Existen muchas similitudes entre un proceso y otro. Lo primero es blanquear su mente. Vaciarla de todo para ir reconstruyendo el rompecabezas. Las primeras imágenes son aisladas. Luego comienza a agruparlas y a darle secuencia. Por último cuando ya cree haber recordado todo, comienza a hacer un cuadro psicosomático. Náusea, convulsiones, sudoración, alteración del pulso, etc. Su mente rechaza todo y la única forma que tiene de deshacerse de las imágenes es expulsándolas “simbólicamente” de su cuerpo. Durante los primeros días siente una necesidad compulsiva de ducharse. Esto corresponde a su sensación de suciedad. Su cuerpo ha sido manchado y necesita recuperar la limpieza.
Después siente la necesidad de hablarlo, necesita que alguien sepa lo que le sucedió y haga algo. Ya ha visto que ni bañarse con alcohol ayuda, que por mucho que vomite, cada imagen regresará una y otra vez. Ya nada de lo que hace funciona así que alguien tiene que hacer algo.
Después de hablar de lo que le ha sucedido aparece por unos minutos una sensación de alivio, pero las imágenes regresan. Eso tampoco funciona. Comienza el agotamiento físico. Lleva mucho tiempo sin dormir, duchándose varias veces al día, buscando actividad permanente que no le permita recordar, sin comer, vomitando cada líquido que consume. Su cuerpo ya no resiste mucho. Entra en un sueño profundo durante muchas horas. No es el sueño reparador, es un sueño angustioso, comienzan las pesadillas, reviviendo en su estado onírico cada segundo de todo ese horror. Y al despertar siente un deseo casi incontenible de golpear algo, de destruir, de gritar y correr durante horas.
Comienza la ira: “Toda la humanidad es enemigo potencial y responsable de la situación. Deben pagar.”
Y así, van pasando los días hasta que se enfrentan a una “Y” en el camino: O se supera o se muere en vida. Y el instinto generalmente inclina la balanza hacia la supervivencia.
Pablo no tuvo ni la más remota idea del infierno que fue todo eso para Carolina. Pablo estaba demasiado preocupado por idear algo que la amarrara a él.
 
luccas,21.08.2006
Mmmmm...
todo lo que tengo para decir, lo dejarè para el final, por lo pronto... sigo leyendo.

 
luccas,23.08.2006
Chamaca... te estoy esperando...
 
Carmen_Posada,23.08.2006
Tus deseos son órdenes mi Letty...
Llegamos al capítulo 13, que no es el último por desgracia de muchos, pero si perfila el inicio del desenlace que es el más lleno de acciones. La Novela da un giro importante en este capítulo.

*****************************************

bTRECE
Mirando al horizonte (Capítulo 13)/b

Unos meses después del incidente Carolina era otra persona, callada, absorta en su trabajo, no paraba un solo instante, salía de su casa a las 7 de la mañana y regresaba cerca de la media noche. No se permitía un minuto para pensar, porque lo que pensaba era demasiado para ella. Su familia estaba preocupada porque no dejaba de buscar a Tomás. Se había convertido en una obsesión y para Carolina lo único que quedaba era un bonito recuerdo de cuando llegó a su casa y tenía esa expresión de aturdimiento sin saber donde ni con quien estaba, de cuando no era capaz de bajar solo las escaleras y maullaba hasta que Carolina lo bajaba en sus brazos, de cuando se quedó por primera vez solo en el techo del patio trasero y Carolina no pudo dormir en toda la noche pensando que debía tener frío o que tal vez se sentiría solo...
Tomás no aparecía y sin embargo Carolina cada noche le dejaba el plato de comida lleno y amanecía vacío...

i- “Una de estas noches – pensaba - no voy a dejarle mas alimento, ni leche tibia”./i Tenía su corazón tan triste de tener que hacerlo! Pero sabía que era la única manera para que Tomás regresara a casa si en realidad la necesitaba, si en realidad la extrañaba...

*******

Pasaron un par de meses más y Pablo no volvió a llamar a colgar. Carolina se había encerrado en su trabajo y dejó de preguntarse cosas, volvió a su cotidianidad. Como siempre, como cualquier día... El trabajo era la mejor terapia, era el único modo en que su mente no se detenía a recordar. Estar ocupada la ayudaba a creer por unas pocas horas que nada le había ocurrido... y con los días logró que los malos recuerdos de esa noche pasaran a un lugar remoto de su inconsciente donde había aprendido que debía enviar todo aquello que la lastimaba recordar...
Cada vez pensaba menos en lo que le había ocurrido, cada vez el recuerdo le hacía menos daño, cada vez sus pesadillas eran más esporádicas, cada vez las imágenes eran menos definidas...
Y, cada vez el rostro de Pablo se hacía más borroso...

* * * * * *

Una mañana Carolina entró a su oficina y había un mensaje en su escritorio. No fue algo inmediato pero de pronto, en medio de su acelere diario se detuvo un minuto, miró el mensaje por segunda vez, era una nota de un colega periodista de un canal local, hablaba sobre la licitación para el acueducto de Felicia. Recordó que hacía muchos días que no sabía nada de Pablo. No sabía si estaba bien o no, si se había ido de viaje o continuaba en sus ires y venires de la finca a la casa y otra vez a la finca, no sabía si su perro se había mejorado, si había conseguido el repuesto del carro, si había vuelto a beber en el estanco, si se había ganado otra platica de ésas, si había terminado el portón de la cabaña. Había tantas cosas que ya no sabía. Y no estaba muy segura de querer saberlas...
Comenzaba septiembre y a diferencia de otros años el calor se hacía insoportable. Septiembre! Sin darse cuenta habían pasado ya tres meses desde esa noche aterradora.
No podía seguir ignorando las cosas. Había vivido algo muy duro y era hora de entender que pasaría el resto de su vida conviviendo con el recuerdo de esa noche, así que tenía que asumirlo.
Alguien, una vez, le había dicho: i“...Cuando algo te lastima y te deja una gran herida será así hasta que mueras. Uno nunca supera el dolor, simplemente con el tiempo se acostumbra a convivir con él...” /i Esa persona sabía de qué hablaba, sabía que luchar por superarlo era una forma segura de nunca lograr asumir el dolor y convertirlo en algo impadecible, en algo que atormenta y destruye.
Al terminar la tarde se sentó frente a la computadora de su oficina, buscó una carta que nunca le mandó a Pablo donde le contaba lo que le había pasado, hablaba de esos cuatro años, era como una confesión. Nunca le envió la carta porque no tuvo ese valor. Nunca tuvo fuerzas para decirle de verdad.
Cuando ya todos habían salido de la oficina, comenzó a convertir la carta en una historia para darle fin a ese pasaje doloroso de su vida, para analizar todo en su totalidad, para perdonar y, por supuesto, una historia para Pablo. Una historia donde pudiera reflejar todo lo que sintió, todo lo que pensó y lo que imaginó. Una historia que le dijera a Pablo lo mucho que lo había querido, lo mucho que había lamentado no encontrarlo cuando lo necesitó de verdad, una historia para desahogarse porque no quería que, con el correr del tiempo, al recordarlo cualquier día, encontrara alguna huella de resentimiento sin ninguna explicación. En medio de todo necesitaba escribir una historia que le ayudara a comprenderse un poco, a entender el proceso que vivió porque ahora se desconocía completamente.
Tal vez había empezado a ser ella misma, a enfrentar esa realidad que tanto le aterraba.
Después de varias cuartillas se dio cuenta de que no era capaz de continuar. Todavía la herida sangraba. El asunto del atraco era una cosa que no sabía manejar, aún no la podía mirar cara a cara, sólo un vistazo de reojo. Ni siquiera fue capaz de describir con exactitud lo que recordaba de esa noche. Sentía todo su dolor, pero no era capaz de enfrentarlo.

* * * * * *

bCarolina por fin tuvo las agallas y dejó de colocar alimento; pero Tomás no regresó... /b

* * * * * *

Llamó a Pablo por teléfono, dos noches después de intentar escribir esa historia, todavía en septiembre, mientras repasaba las últimas cuartillas de esa historia.
Estaba leyendo muy lentamente cuando sintió el maullido de Tomás. Pensó que era una sugestión, pero no iba a quedarse con la duda.
Salió al patio trasero y comenzó a llamarlo.

- Ven chiquito, ven... Tomás, sal de allí. – Alcanzó a ver un destello rojo en medio de la oscuridad. – Sabía que regresarías, ven aquí, te eché de menos. ¿Donde estuviste todo este tiempo?

Tomás estaba erizado, parecía asustado. Se acercó un poco más pero él la estaba desconociendo y mostró sus garras en defensa.

- Tranquilo, chiquito, soy yo. Ven aquí, déjame verte. Parece que estuviste en el infierno... yo también estuve allí, de visita, ven, no te voy a hacer daño. Tenemos que estar juntos y tu lo sabes.

Su voz tenía un timbre diferente. Hablaba como si estuviera en un trance. Lentamente Tomás fue saliendo de su escondite hacia ella. Se frotó contra sus piernas y entró a la casa. Carolina lo siguió y como una autómata tomó el teléfono y marcó el número de Pablo. Era su voz

- ¿Pablo?

- Sí?

- Soy yo. Carolina...

- Hola, Chuchi! ¿Cómo estás?

- Bien... sobreviviendo. ¿Y tu?

- Nada bien. Supe lo que te pasó... Quise llamarte, pero me daba miedo de que no quisieras hablar conmigo.

- La verdad no quería hablar con nadie.

- ¿Quieres que nos veamos?

- No, solo quiero hablar...

- Bueno, dime...

Carolina le contó a grandes rasgos lo que le había sucedido, lo que recordaba.

Recién sucedió, Pablo se enteró por terceros en la universidad con versiones distorsionadas del asunto, así que decidió ir a buscar a la única fuente confiable, decidió buscar a Nando. Lo esperó pacientemente en el parqueadero de la universidad hasta que apareció:
i
- ¿Entonces qué perro?

- ¿Que se dice, Pablito?

- Ah! Yo pensé que no nos conocíamos.

- Pues nunca nos han presentado, pero yo sí sé quién sos vos.

- ¿Sí? Vea pues... Que embarrada! Porque yo ni siquiera se como es que te llamás vos.

- Hernando, pero mis amigos me dicen Nando. – contestó ya algo nervioso por la actitud de Pablo. Este, se quedó mirando la mano que le estiraba y dudó por unos segundos, hasta que le devolvió el gesto.

- Bien, parce!

- Bueno, nos vemos entonces...

- No mijo, usted y yo tenemos bastante por hablar... O ¿creés que te estoy esperando por que no tengo nada mejor qué hacer?.

- No, que va... si yo ya me imaginaba que esto no era gratis.

- Bueno, para chistes tampoco vine. Yo solo quiero saber si vos sos el marica que estaba con mi mujer la otra noche.

- ¿Qué noche?

- No te hagás el pendejo. A mi ya me contaron y no te cagués que lo único que quiero es que vos me contés todo lo que pasó. – Dijo Pablo mientras lo agarraba por la camisa en una actitud muy amenazante.

- Pero fresco! Yo le cuento pero si se calma. No me dañe la pinta que es nuevecita. Pues yo solo puedo decirle que Carolina me llamó para ir a dar una vuelta que dizque por que ustedes habían terminado y que tal. Un man nos cerró el paso y nos apuntó con un arma. Nos bajó de billete y luego me dijo que me pasara al asiento de atrás. Yo no podía ver lo que pasaba pero creo que le hizo algo a Caro.

- ¿Que le hizo? Le disparó, la golpeó, la tocó... ¿Qué putas le hizo?

- Pues, hermano, yo no se con detalle, pero yo creo que la violó o al menos lo intentó.

- Malparido! Y vos... ¿no hiciste ni mierda?

- Es que el man me iba a matar y yo no soy ningún héroe, si yo traté de defenderla pero el man me puso el fierro en la cabeza, si hago algo nos mata a los dos.

- No me creás tan marica. Si el man hubiera querido matarlos los mata de una. Vos es que no sabés como es la vuelta ¿o qué?

- Pablito, calmado que en serio, ese man estaba muy nervioso y si yo me pongo de chistoso no le estaría contando el cuento.

- Perdete hijueputa! Si te pillo por ahí mal parqueado te levanto. Agradecé que estamos en la universidad. Si no te juro que te parto la cara por marica.

- Pero ¿por qué me tratás así? Yo... ¿qué más podía hacer?

- Ni mierda porque sos un pobre marica, pero para la próxima, mas bien pensá dos veces antes de sacar a mi mujer... Perdete marica y no hagás que me arrepienta. /i

Pablo estaba furioso, pero sabía que su rabia no era con Nando, era con Carolina, con las circunstancias, y con su incapacidad para enfrentar esa situación. Sabía que ella debía estar necesitándolo, pero no sabía qué decirle. Se pasaba las noches pensando en el tipo que la había tocado, en quién sería, en cómo lo habría disfrutado. No soportaba esa idea. Quería matar a alguien. Quería dañar a Carolina por no buscar su ayuda, aunque también sentía cierto alivio de que ella no lo buscara. No podía con el dolor ajeno. Ni siquiera era capaz de lidiar con su propio dolor.

- Chuchi, déjame ir a verte que yo quiero que sepas que estoy contigo. Tienes que superarlo.

- Yo no quiero que vengas, yo no quiero que me veas así.

- Peor si no te veo. No sabes lo que han sido estos meses. Sin saber de ti…

- Pero tampoco me buscabas.

- Y como iba a hacerlo si la última vez tu papá me mandó la policía.

Carolina se rió recordando ese incidente. Realmente quería que él la abrazara, quería sentirlo, quería que le dijera que todo iba a estar bien. Se lo tenía que decir, su interior ya no podía con más represión.

- Yo te necesito, Pablo, te necesito y te amo. - Lo hizo y por fin pudo llorar.

Lloró porque no lo entendía pero sabía que sería parte de su vida. Lloró porque todo lo que vivió esa noche le había limpiando el alma de ese pasado. Lloró porque entendió que merecía ser amada y amar. Lloró y lo hizo durante mucho tiempo. Terminó tan cansada que durmió 12 horas seguidas, después de 3 meses de no dormir mas de una hora diaria. Había necesitado tanto llorar y su miedo a quedarse allí se lo había impedido. Pero ya estaba! Lo había logrado.
Cuando despertó no recordaba nada. Otra vez había tenido una de sus lagunas. Se despertó de buen humor, pero no sabía por qué. De pronto sonó el timbre del teléfono.

- Chuchi... ¿Cómo amaneciste hoy?

- Bien... ¿Pablo?

- Si, quería decirte que estoy aquí para lo que necesites, que yo también te amo.

- No se de qué hablas...

- Bueno, pensé en todo lo que hablamos ayer y quería que supieras eso. Eres importante para mi y quería decírtelo. Tu sabes que no soy el man que le gusta estar diciendo estas cosas así que aprovecha porque no lo vas a escuchar muy a menudo.

Carolina guardó silencio unos segundos para entender lo que sucedía. Sentía ese dolorcito de cabeza similar al de una resaca que le decía que otra vez había tenido un episodio de esos. Hacía mucho rato que no lo tenía.

- Si, mira, ahora no puedo hablar, te llamo en la noche.

Necesitaba tiempo para digerirlo. No podía preguntarle al mismo Pablo cuales habían sido sus palabras, pero tenía completamente borrada esa conversación.

En ese instante vio a Tomás salir de su habitación hacia las escaleras. No podía creerlo! Había vuelto... Pero ¿Cuándo?

- Tomás... volviste! – El gato la reconoció de inmediato y se tiró al suelo con la panza hacia arriba para que ella lo acariciara. – Te extrañé! Porqué te fuiste así. Estaba muy preocupada. No vuelvas a hacerlo ¿me oyes?

Tomás jugaba con sus manos y le mordisqueaba los dedos. Era el primer día que Carolina sonreía desde esa noche.


* * * * * *

Pasaron varias semanas antes de Carolina sentirse en confianza de nuevo con Pablo, hasta una noche en que salieron y compartieron un par de tragos. Como siempre, era el trago el que los desinhibía. No era que se hubieran embriagado, pero al si estaban relajados el uno con el otro. De pronto la abrazó y le dijo:

- No quiero que me vuelvas a dejar solo. No me gusta la vida sin ti. Puedo vivirla, pero no quiero.

- No te voy a dejar, solo necesito más tiempo

Era tan importante que con esa frase le recordara que no sólo estaba allí para compartir un par de tragos intranscendentes. Estaba allí para cerciorarse de que aún lo quería.

Empezaba Diciembre de 1997. La ciudad de Cali atravesaba una de las mayores crisis económicas que había enfrentado. El sistema financiero del país estaba colapsando. Se enfrentaban a las consecuencias de una economía ficticia por la cantidad de dinero circulante de los años anteriores, producto del negocio del narcotráfico. Esta crisis estaba afectando todos los sectores económicos de la región y el impacto socio cultural era terrible. Los caleños no querían renunciar a la vida que se habían dado durante el apogeo de los narcos.

Pablo era ambicioso. Había empezado a ver que ya era tiempo de organizarse, no con un trabajo formal porque no tenía el carácter para ser empleado y acogerse a la disciplina de una organización, él quería tener dinero, mucho dinero, pero por su cuenta. Quería cerrar algún negocio que le permitiera vivir a sus anchas sin necesidad de trabajar nunca más. No era perezoso, era anárquico y cuando no se tiene ninguna disciplina de vida no es posible pensar en un trabajo constante, ni siquiera en hacer empresa. Pablo solo veía la salida por la vía ilegal y cada vez le daba más forma a esa idea.

Una noche antes de fin de año, Pablo invitó a Carolina a comer, era un restaurante muy acogedor y bonito al que nunca habían ido juntos.
Comenzó a hablar de frivolidades y poco a poco fue llevando la conversación a la relación inconclusa que tenían, hizo un análisis detallado de todo lo que habían vivido juntos y finalmente le preguntó:

- ¿Por qué no nos vamos a vivir juntos a la cabaña?

Carolina pensó que no había entendido bien la pregunta. ¿Vivir juntos? ¿Qué significaba eso? ¿Una forma de proposición? ¿Quería casarse con ella?
¿Casarse? De que demonios le estaba hablando. Habían estado separados casi 7 meses, ya no eran pareja, ya no estaban juntos... ¿Juntarse? ¿Unión libre? Vivir bajo un mismo techo, cocinar para Pablo, hacer mercado, contratar una señora para que haga el aseo todos los días y aprender a llamarle la atención sin ofenderla. Vivir en una casa que no era su casa sino de él, al fin y al cabo sería Pablo quien lo pagaría, llamar a diario a su mamá – y seguramente a su suegra - para pedirles ayuda con las cosas de esa casa... ¿Vivir juntos? ¿Eso no era lo que hacían las parejas normales, de la sociedad normal, de la vida normal?
Carolina se tomó varios segundos... pero su mente se quedó en blanco y, como si las palabras se hubieran escapado de una de sus lagunas mentales, respondió:

- ¿Vivir juntos en la cabaña? Pues... si, ¿por qué no?

Pensaba que lo había logrado, tocó su propio fondo, aunque fuera ilusorio, y salió a flote nuevamente. Por primera vez en su vida se sentía normal. Una parte de Carolina quería contárselo y la otra parte sentía que no tenía sentido hablarle ahora de eso. Era mejor comer para acabar con ese silencio incómodo que se había suscitado.
Le contó algunas cosas aisladas y Pablo mostró interés. Se sintió a gusto, se sintió relajada. Hacía tanto que no se sentía así. Eso era bueno!. Pronto cumpliría veintiséis años... Vivir con Pablo era el resultado lógico. Vivir juntos sería el fin de toda esa locura.

Carolina ya no tenía miedo de echar raíces porque ahora creía saber lo que quería,

 
Muertelenta,25.08.2006
Plis! Pido tiempo para imprimir lo que me falta por leer de este bodrio... Es que esta página azul comienza a marearme.
 
Moneda_al_aire,25.08.2006
Tienes todo el tiempo que quieras linda, este foro no se va a borrar... jajajaja

A mi los que me borran son los foros que abro o en los que participo mucho pero de botras secciones... jajajaja

(Just in case soy el nuevo alter ego de Carmen...)
 
Muertelenta,25.08.2006
:-)
 
luccas,26.08.2006
Ok. sigo.
 
luccas,30.08.2006
La novela... on ta¿?¿?
 
Carmen_Posada,31.08.2006
Letty... ve a leer lo que te dejé en tu último texto mientras yo pego el siguiente capítulo de la Novela.

Te requiero, canija!!!!!!
 
luccas,31.08.2006
Ok.
 
Carmen_Posada,31.08.2006
bTRECE

La Ira del Maligno (Capítulo 14)/b

Pablo, en consideración a que ella estaba superando el asunto del atraco no había hecho el menor movimiento para buscar tener contacto físico ni mucho menos sexual con ella. Se veían casi a diario pero no la tocaba, no la besaba, solo la miraba. Carolina en cambio quería que sucediera de una buena vez. Si estaban pensando en mudarse a la cabaña al menos tenía que saber si eran o no compatibles en la cama. Ya no le daba miedo porque con lo del atraco había concluido que estaba libre de culpa. Ya había pagado por todos sus pecados del pasado y con intereses incluidos.
Carolina sabía que tenía que ser ella la que buscara la manera de propiciar las cosas en vista de la falta de iniciativa de Pablo.

Sucedió una noche a finales de enero. Carolina se sentía contenta con sus logros. Tenía tanto por hacer todavía, pero estaba satisfecha. Se demostró que podía ser normal, que ignorar algunas cosas funcionaba bien, se dio cuenta de que podía hacerle el juego a esa aparente normalidad del ser humano.
Esa tarde la llamó Paola, una amiga del colegio que hacía mucho tiempo no veía. Iba a dar una fiesta en su finca y la invitó para ponerse al día con el grupo. Pablo la recogió ceca de las 6 de la tarde. Tenían que ir primero a la cabaña a recoger algunas cosas para luego seguir unos 18 km más arriba donde quedaba la finca de Paola.
Era una finca estilo mafioso. Tenía dos casas grandes con habitaciones dotadas, piscina, jacuzzi, salón de baile, etc.
Pasaron un buen rato. Comenzaron a beber desde muy temprano así que Carolina estuvo alerta para ella manejar cualquier situación inesperada.
De pronto la cantidad de alcohol que Pablo había consumido era exagerada. Ella se había cuidado un poco. Pero Pablo cada vez se veía mas afectado. Cada vez tomaba más. En muchas ocasiones lo vio peor, pero esta vez se comportaba diferente. Cantaba con Carolina y miraba de un modo que no lo había hecho nunca. Era una mirada libidinosa, como intentando desnudarla. Pablo nunca la miraba tan penetrante. De hecho casi nunca la miraba directamente.
Es que de pronto parecía otra persona. Se sentía como conociendo alguien que a la vez era tan cercano; además había cierto aire de coquetería que nunca antes había tenido con ella. Una coquetería de adolescente buscando ligar.

- ¿Bailamos?

- Tu no sabes bailar...

- Eso es lo que tu crees, no me gusta hacerlo, pero si se bailar y yo se que a ti te gusta bailar pegadito.

- ¿Por qué sabes?

- Porque sé como bailaba Davi y él fue quien te enseñó ¿o me equivoco?

- Que raro... Tanto tiempo juntos y nunca hemos bailado.

- Nunca me lo pediste.

- Tu tampoco.

- Te lo estoy pidiendo ahora. – contestó sosteniendo su mirada largo rato.

Bailaron hasta que los demás se fueron a dormir. Ellos no se inmutaron. Seguían bailando con los ojos cerrados como si estuvieran dormidos.
Comenzó a llover y un relámpago los sacó de su sueño.

- Chuchi! No te asustes. Está lloviendo mucho.

- No, si no tengo miedo.

- ¿Y qué pasó con el pánico que te daban las tempestades?

- No se... solo me siento tranquila ahora. Vamos a meternos a la piscina.

- ¿Con esta lluvia?

- Si, el agua debe estar caliente. La piscina tiene calefacción.

- Entonces vamos.

Estuvieron un rato nadando...

- ¿Qué hace el papá de Paola?

- Pues... no sé. Yo esas cosas no las pregunto.

- Voy a tomarme otro traguito. El ultimito para irnos a dormir.

- Creo que se acabó.

- Yo siempre encaleto una canequita por si las moscas.

- Entonces sírveme uno a mi y no más ¿Bueno?

Todo podía haber quedado así, como antes divirtiéndose, como hacía mucho tiempo no lo hacían. Pero los excesos siempre llevan a desconocer el límite...

- ¿Tienes una camiseta de sobra? Olvidé traer algo para dormir y estoy congelado.

- Si, también tengo una sudadera de sobra.

- Vale, si quiera porque me voy a morir de frío. Mas bien me traigo el traguito para calentarnos un poco.

- Ya tomaste suficiente ¿no crees?

- No me vas a dar lora ahorita ¿por qué no te relajas y también te tomas otro? Me hiciste trampa toda la noche y no se vale.

- Es que no quiero más. Haz tu lo que quieras pero yo me quiero dormir ya. – Dijo y empezó a recoger la almohada y la cobija.

- ¿Como así? ¿Por qué vas a salirte del cuarto?

- Aquí vas a dormir tu, yo me voy al cuarto del lado.

- Yo creí que ibas a quedarte conmigo, te prometo que no tomo nada más, pero quiero estar contigo. – Pablo se acercó a abrazarla y le preguntó al oído: - ¿Quieres que hagamos el amor?
Carolina lo miró tratando de ver en su interior. Sonaba tan extraña esa pregunta viniendo de él. Era tan extraño que preguntara. Nunca, nadie le había preguntado.

- Es raro... tanto tiempo juntos y nunca hemos hecho el amor.

- Nunca me lo pediste así.

- Tu tampoco.

Carolina ya no podía mirarlo. Se preguntaba si debía detenerse o no. Temía no ser capaz de continuar, no ser capaz de borrar ese recuerdo. Pablo insistía en que lo tocara, que lo acariciara. Carolina estaba torpe, como si fuera la primera vez. No atinaba en sus movimientos. Pablo le pidió tres veces que lo mirara – el hombre que la maltrató la noche del atraco también le había pedido que lo mirara – y comenzó a sentir miedo. El recuerdo era demasiado aterrador. Pero ya estaban en un punto que no permitía dar marcha atrás. No quería mirarlo. Quería sentirlo para borrar definitivamente las imágenes de su memoria.
Carolina de pronto sintió que le dolía. Era una mezcla de dolor y placer. Carolina estaba haciendo el amor con alguien que durante todo ese tiempo le había despertado los sentimientos más indescriptibles que había tenido en toda su vida. Pero al parecer Pablo estaba rematando su noche de tragos en una última locura.

No la trató como una mujer sensible que era. Pablo sabía que era muy frágil, que sus momentos habían sido difíciles y hacer el amor era algo a lo que le temía profundamente. ¿Cómo era posible que no tuviera en cuenta que la estaba lastimando? ¿Cómo podía comportarse de esa forma tan ruda si sabía bien que necesitaba ternura y cariño? ¿Dónde estaba el hombre considerado, dulce, amable y protector que siempre le había parecido que sería?
Pablo estaba como enloquecido, la mordía, la agarraba con una fuerza desmedida, la penetraba sin cuidado.

Ella se quedó quieta un minuto y de pronto sintió un poco de mareo. Pensó que era por el trago que había tomado. Comenzó a excitarse, entonces, con esa forma brusca con la que Pablo le estaba haciendo el amor. Ella empezó a responder con la misma pasión. Comenzó a hacer todo lo que le pedía con una habilidad increíble. Su torpeza había desaparecido junto con su timidez y Pablo se sorprendió. Era como si de un momento a otro los papeles se hubieran intercambiado. Carolina había tomado las riendas y ahora era ella la que marcaba el ritmo.

Pablo trataba de contener el orgasmo. Le estaba costando muchísimo porque lo había logrado excitar como ninguna mujer lo había hecho antes.

De pronto escucharon un golpe fuerte sobre la madera del piso que los hizo detenerse. Un animal había saltado desde una viga del techo hasta el piso junto a la cama. Ambos trataban de ver pero estaba muy oscuro. De pronto el destello de un par de ojos los aterrorizó. Pablo alcanzó el interruptor de la luz y lo encendió. Durante dos segundos vieron a Tomás allí erizado y en posición de ataque, mostrando sus dientes y mirándolos con ira. El bombillo se estalló y quedaron de nuevo a oscuras.

- ¡Maldito gato! ¡Carolina! - Gritó - ¿por qué te trajiste ese animal?

- Yo no me lo traje, no se como llegó hasta acá.

Pablo estaba agitado por la excitación y por el susto que le dio ver al gato allí a punto de lanzarse sobre él. Encendió una cerilla pero ya no había nada. El gato había desaparecido.

- ¿Qué se hizo?

- No se...

- Voy a buscar una vela. Seguro que la tempestad produjo un apagón. – se cubrió con la sábana y abrió la puerta del cuarto.

- No me dejes sola, tengo miedo. – dijo ella cubriéndose con la cobija de lana. – Yo voy contigo.

- ¿Miedo? ¿De qué? Ese es tu gato.

- No puede ser... te juro que yo no me lo traje.

- Chuchi, a vos solo te falta andar con él colgado en el hombro. Y mi palabra que si lo veo lo saco de la casa para que se moje.

- Yo voy contigo, pero si es Tomás no le hagas nada.

Encendieron una vela y empezaron a buscar al gato pero no apareció por ninguna parte. Carolina estaba muy nerviosa porque sí era Tomás, solo que su lógica no le permitía aceptar que estuviera allí en el cuarto.
Regresaron y tampoco estaba allí. Pablo se volvió a meter a la cama.

- Cuando amanezca lo buscamos bien. Ven y acuéstate.
Carolina se acostó a su lado y el le pasó el brazo por debajo de la cabeza.

- Te lo juro por lo más sagrado y eso que yo nunca juro, que yo no me traje a Tomás. Lo dejé en la casa como siempre.

- No sigas pensando en eso, mas bien sigamos donde quedamos que estaba delicioso.

- Espera a que me pase un poco el susto.

- Yo también me asusté un poco pero ya pasó.

Comenzó a acariciarla de nuevo dándose cuenta de que ella no respondía como antes de la aparición del gato. Quería llevarla nuevamente hasta allí, pero también quería terminar rápido.
Apresuró el ritmo y ella solo lo seguía pero con poco interés.
Cuando terminó ella se dio vuelta y trató de no pensar en nada. Pablo se durmió inmediatamente.
¿Por qué le quedaba ese vacío y esas ganas de escapar de ahí? ¿Por qué no podía precisar nada de lo que estaba pasando cuando Tomás había aparecido? ¿Por qué le dolía tanto?


*******

Amaneció y Carolina no había podido dormir. Empezó a escuchar movimiento fuera, se vistió y salió del cuarto.

- Buenos días! – la saludó Paola

- Casi no dejan dormir anoche. – dijo Andrés el novio de Paola.

- ¿Por qué?

- Pues con la algarabía que hicieron.

- Que pena, es que se nos metió un gato anoche al cuarto y nos asustamos.

- Cual gato... si lo que se metieron fue una culiada la hijueputa!

- Mi amor, no seas imprudente!

- De verdad, fue un gato.

- Si por aquí no hay gatos, con este clima, como llueve por esta zona, por acá los gatos no se amañan.

- Pregúntale a Pablo ahora que se levante.

- Bueno, entonces los ruidos eran del susto... – Dijo Andrés con ironía.

Pablo se levantó una hora después. Saludó a Carolina algo seco. Estaba molesto pero no sabía exactamente por qué. Las cosas no habían salido como él las había imaginado. Quería encontrar a ese gato y darle una patada por haber interrumpido en el momento menos indicado.

- Andrés, acompañame a buscar a ese condenado gato. Me dejo de llamar Pablo Londoño Dussan si no encuentro a ese hijueputa.

- Vamos pero te aseguro que no vas a encontrar nada. ¿Que se fumaron anoche que los dos andan con el cuento del gato?

- Vení te cuento en el camino...
Ambos salieron de la casa y se fueron a buscar por los alrededores.

- Muñeca, ¿estás bien?

- Si, ¿por qué?

- No comiste nada, tienes unas ojeras espantosas y no has pronunciado palabra desde que Pablo salió del cuarto.

- Es que estoy desconcertada con eso del gato. Te juro que era igualito a Tomás.

- ¿Quien es Tomás?

- Mi gato, pero no es posible que haya aparecido acá.

- Mira, en todos los años que yo llevo viniendo a esta finca, nunca nadie ha visto gatos, no sería que alucinaron.

- Nada! Si ni Pablo ni yo le pegamos a nada de eso.

- Pero ¿cómo iban los dos a ver lo mismo?

- Por eso te digo, fue real!

- Bueno, ya aparecerá. Si era tu gato pues bueno... Mas bien contame de la faena de anoche... Porque creo que los oyeron hasta Cali.

- No seás exagerada, Pao.

- Así de bueno es, porque la que más se escuchaba era tu voz.

- Y... ¿qué se oía?

- Pues muñeca, yo igualito no se hacer, yo solo sé que eso sirvió para chiflar a Andrés, se metió una excitada oyéndolos que tiramos como una hora seguida. Creo que ha sido la mejor noche de todas. Tuve orgasmo múltiples y todo.

- No me hagás reir... ¿En serio?

- ¿Vos no o que?

- Si claro... – mintió Carolina – Normal, tampoco algo del otro mundo.

Andrés y Pablo iban caminando por la carretera destapada.

- Pero ¿por qué no me contás que era lo que la tenía a Caro tan arrecha anoche? Pao nunca se pone así y a mi me encanta.

- No seas tan güevón. Yo por qué te voy a andar contando. Mas bien ayudame a encontrar a ese animal pa’ matarlo.

- ¿Eso es verdad? ¿No será mas bien que se inventaron ese cuento?

- No, marica, yo lo vi, y hasta se fue la luz. Por chucho bendito que era como una aparición. Pero es que yo no creo en esas maricadas. Mejor dicho, si creyera diría que el mismo demonio se nos metió al cuarto. A ese animal se le veían los ojos rojos y estaba iracundo. Yo creí que se me iba a tirar encima. Y cuando se estalló el bombillo, que susto tan hijueputa.

- Y Carolina ¿qué dijo?

- Nada, también cagada del susto y eso es lo que más me emputó, estábamos super bien, aquí entre nos, es la primera vez que tiramos.

- Qué va!... Ustedes no dizque andan desde hace como 2 años... Güevón! Eso es del siglo pasado. Si a mi una hembrita no me lo da en el primer mes, y eso que si es una hembrita bien, como para algo serio, pues la mando para la mierda.

- Pues yo no soy así, además Carito es una hembra distinta, no es casquisuelta ni nada de eso, ella no afloja fácil, es más anoche yo hubiera jurado que la estaba desvirgando. Me tocó entrarle duro porque estaba súper cerrada y le dolía un resto! Pobrecita, yo le alcanzaba a ver la cara de dolor cada que caía un rayo y se iluminaba el cuarto. Apretaba los dientes y le corrían las lagrimas. Se veía como de 15 años, pero si no le entraba duro pues... marica, se nos queda la tirada en puro rastrillo. Casi le pregunto si era virgen aunque yo me imaginaba que no porque ella fue novia de Carlos Lotero como 3 años y pues uno supone. Ya le iba a preguntar cuando se me transformó... me hizo un movimiento cagadísima y quedé yo acostado y ella encima, me bajó sin que yo le insinuara y parecía una artista... marica, yo no se como me aguanté, luego me volvió a hacer otra llave y quedé en otra pose que ni se como explicarla pero esa vieja se pegó una arrechada la hijueputa. Estábamos en esas cuando el puto gato apareció.

- Uy! Qué gonorrea! con razón querés matar a ese chande.

- Claro, yo quería que ella se desatara del todo, Carito ha tenido muchas maricadas que le han pasado y como ciertos complejos de yo no se que mierdas pero por eso es que es tan reprimida, ¿si me entendés?

- Pues mas o menos, el tal es que vos tenés que estar muy tragado para haberte aguantado tanto tiempo sin nada de nada.

- No se... yo realmente no se que es lo que siento por ella, es una maricada muy cagada porque yo siento que la quiero como un hijueputa, que me gustaría como que fuera la mamá de mis hijos, pero no se si quiero que sea mi mujer. Cuando peleamos y estuvimos sin hablarnos un resto de tiempo, pues yo sentía como que me desesperaba. Eso si me aguanté sin verla ni nada pero era una mierda muy aburridora.

- Pero marica cuando uno no ve a su mujer como su mujer, no hay nada que hacer... ahí si ni pa’ que le digo nada.

- No, el caso es que yo si quiero enseriarme con ella, y con lo de anoche pues mucho más. Ella tiene todo para hacer las cosas a lo bien. Lo que pasa es que ella a veces me sale con unas muy raras... Yo he llegado a pensar que muchas veces se le olvidan las cosas. Unas veces es tierna, calmada, racional y de un momento a otro se vuelve una fiera, impulsiva, irracional... como un animal que se siente atacado. Unas veces es un ángel y al rato se me convierte en demonio.

- Cagada esa película... pero tienen que hablarlo... Paola me dijo que están pensando en irse a vivir juntos y ya eso tiene muelas.

- Si, que maricada! Yo estuve pensando y ya no se si se lo dije para asegurarla o porque en serio quiero estar con ella pa’ siempre.

- Güevón... mas bien pillese como es la vuelta no sea que luego...

- Mirá al hijueputa allí!

- ¿Donde? ¿Qué?

- El condenado gato! ¿Lo ves? Miralo allí detrás de esa mata!

- Uy! Marica! Yo no veo ni mierda...

- Ciego malparido, ayudame a agarrarlo mas bien. Andate por el lado y yo me le voy de frente.

- Marica, yo no veo un culo!

- Mierda! Ese man me está mirando con rabia. Mírale los ojos, mírale la gana que me tiene. Gato hijueputa!

Pablo cogió un palo y comenzó a darle golpes a un arbusto que crecía al lado de la carretera. Lo destrozó intentando asegurarse de que no quedaba nada vivo allí.

- Pablito, cálmese hermano. ¿Qué le pasa? Allí no hay nada.

- Yo no soy su hermano, a mi no me vuelva a decir así. ¿Cómo que no hay nada? ¿No lo vio?

- Fresco Pablo, yo solo...

- Ese hijueputa gato me odia, me la tiene al rojo. Desde que empecé a salir con Caro el hijueputa no ha hecho más que cagarse en mi. Malparido gato de la mierda, salí de donde estés que aquí estoy.

- Viejo Pablo... Es solo un gato – Le decía Andrés ya preocupado porque veía que Pablo estaba fuera de control, que ya no había nada que lo hiciera entrar en razón. No había visto ningún gato y sin embargo Pablo continuaba peleando contra un fantasma invisible.

- Dejá de joder!!! Ese gato tiene que salir de allí, tarde o temprano se va a tener que enfrentar conmigo y va a saber quien es el que manda.

- Bueno, viejo, pero vamos para la finca que esto está muy solo...

Como si no lo hubiera escuchado, Pablo se sacó un revólver de la cintura y vació los tiros contra el arbusto. Luego verificó el tambor para sacar los casquillos, volvió a cargarlo y se lo guardó.

- Malparido! A ver si te quedan ganas... Morite hijueputa! Ella es mía! Vos te podés podrir en el infierno. Yo me la gané a lo bien! No volvás nunca más! Dejame tranquilo!

- Pablo! ¿Usted que hace con esa mierda?

- No se cague Andresito, es que por acá la situa no es muy segura y yo prefiero andar fresco. Volvamos para la casa. Ya ese hijueputa no me va a joder más...

Andrés no entendía nada. Comenzó a sentir miedo. No tenía sentido. No iba a tranquilizarse hasta que no estuviera lejos de Pablo y su arma.
Pablo tenía la mente con una imagen fija. El gato mirándolo desafiante entre las ramas. Le había descargado seis tiros, esperaba haberlo matado. Pero en su interior sabía que no lo había logrado, sabía que esa imagen no era real. Le costaba aceptarlo, pero por alguna razón sabía que nada había terminado.

Llegaron justo para el almuerzo. Carolina y Paola habían preparado algo rápido para irse temprano. El tiempo anunciaba lluvia y tanto Andrés como Paola se sentían inquietos. No querían estar más tiempo cerca de Pablo ni de Carolina. Actuaban muy extraño, demasiado callados.

- Caro, quedémonos en la cabaña hasta mañana. Marcela y el novio suben esta noche.

- No se... no me siento bien.

- Vos y tus maricadas... – Contestó sin hacer mucho caso – Andresito, si quieren se vienen para mi cabaña ustedes también... nos quedamos hasta mañana y bajamos antes de que se haga de noche.

- No, nosotros tenemos esta noche una comida con mi mamá – se apresuró a contestar Paola aunque sabía que no era cierto.

- Bueno, entonces nos vemos... Chuchi, vámonos antes de que llegue Marcela y no nos encuentre.

En cuestión de 15 minutos llegaron a Felicia. Pablo había quedado de esperar a Marcela en la estación de Policía para guiarlos hasta la cabaña. Cuando llegaron ya Marcela y Juancho estaban esperándolos.

- Eh... Casi no aparecen!

- Gorda, que pena pero es que Pao nos invitó a almorzar y daba pena hacerles el desplante. Juancho, ¿Qué dice si nos tomamos unos chorritos y que estas viejas se vayan a la cabaña?

- Hágale Pablito, yo lo sigo.

- A ver... Se me van perdiendo del mapa. Esto es pa’ hombres.

- Dejá de ser guache Pablo – contestó Marcela, ya nos vamos, pero eso si el que llegue borracho duerme solo en el corredor.

- A joder a su marido, a mi nadie me jode!
Carolina no estaba poniendo atención. Miraba la escena como si no fuera parte de ella. Seguía en silencio pensando cómo era posible que Tomás hubiera aparecido en la finca de Paola.

- Carito, vámonos y nos ponemos a rajar de estos hijueputas.

- Si, claro, vámonos!
Se fueron hasta la cabaña en silencio. Marcela y Carolina no se conocían mucho. Ella era compañera de la universidad de Pablo y Carolina era demasiado tímida para iniciar la conversación.

- ¿Y que? Es cierto que lograste echarle la soga al cuello a Pablo?

- No... yo... esto...

- Fresca, a mi me parece bien que se ajuicie. Yo no tengo bronca con eso, Pablo es como un hermanito para mí, pero yo se que lleva mucho rato vuelto mierda, y si vos lo vas a poner a raya pues me alegro.

- Yo no se... es que todo ha sido como muy raro. Yo no se si en verdad nos vayamos a venir a vivir a la cabaña. A mí me gustaría, pero es que Pablo es impredecible.

- Pues acostumbrate, ni decir que no sabías como era la vuelta porque ustedes se conocen desde chiquiticos.

- Será mejor bajar otra vez al pueblo, Pablo no está como muy bien hoy y mejor nos traemos a ese par para la casa.

- Fresca que lo peor que puede pasar es que se emborrachen y no sería la primera vez...

Carolina no estaba escuchando, miraba por la ventana. Había comenzado a oscurecer y la lluvia caía copiosamente. De pronto una imagen la sobresaltó...

- Marce, porfa, vamos por ellos! – tenía la mirada perdida. Marcela trataba de enfocar en la oscuridad externa qué era lo que llamaba la atención de Carolina.

- Pues si con eso vas a estar más tranquila, pues vámos.

En ese momento se escuchó el motor del carro. Eran Pablo y Juancho que llegaban con dos hombres más.

- Caro! – Gritó Pablo desde la entrada – Llegué con unos amigos. Saca una botella que tengo en la cocina. – En su voz notó que ya estaba a media caña.

- Sube te digo una cosa - le contestó al ver el aspecto de los hombres que los acompañaban.

Pablo subió las escaleras y entró primero que el resto.

- Si me vas a dar cantaleta de una vez te digo que te esperes a mañana porque hoy quiero divertirme.

- ¿Quiénes son esos dos tipos?

- Unos amigos que me encontré en el billar.

- No me gusta que llegues con desconocidos a esta hora. No sabes si son guerrilleros.

- ¿Y a mi qué me importa si son de la guerrilla? Ese no es mi problema. Dejá de ser tan prevenida Carolina. Traé la botella y si te da tanta maricada pues metete al cuarto y a mi déjame en paz.

- Entonces andá por la botella vos!
Carolina se fue con Marcela y con Juancho al cuarto.

- Fresca Carito, los manes como que conocen a Pablo de antes porque cuando llegamos al billar lo saludaron re bien, no tienen buen aspecto, pero no parecen peligrosos ni nada de eso.

- Es que tengo un mal presentimiento.

- No creás en esas cosas.

Pero ella no estaba tranquila. Pablo estaba muy agresivo desde que había ido a buscar el gato con Andrés, no había querido ni siquiera hablar del tema. Y esa sombra que había visto por la ventana...
Dos horas más tarde, cuando al fin se habían podido dormir, un estallido los despertó a los tres.

- Se largan de mi casa par de hijueputas o los quemo a los dos – Gritaba Pablo mientras los dos hombres corrían hacia la carretera entre la oscuridad.

- No salgás! – Gritó Marcela viendo que Carolina iba a abrir la puerta.

- Juancho... eso fue un tiro?

- Si... Mejor quedate aquí hasta que se calme.

- ¿De donde sacó un arma?

- Siempre anda con ella. ¿Vos no sabías eso?

- No, jamás!

- Desde que mataron a Davi el anda con un arma, casi nunca la bajaba del carro pero desde hace un par de meses no se la quita de encima, anda paranoico con el cuento de que alguien lo está persiguiendo para matarlo.

La puerta del cuarto se abrió y Pablo se quedó parado en el umbral con una lámpara de petróleo en su mano.

- La lluvia provocó un apagón. Juanchito, mijo, acompáñeme a buscar unas velas y de paso me cuenta que le estaba diciendo a estas viejas de mi.

- Nada, viejo, oímos un tiro y ya, pero mas bien sigamos durmiendo que ya es más de media noche.

- Váyanse ustedes dos al cuarto de al lado que Caro y yo nos vamos a quedar un rato despiertos.

Sus ojos brillaban de un modo extraño a la luz de la lámpara, parecía no estar ya bajo efectos del alcohol porque su voz era firme y no ladeaba la cabeza como solía hacerlo cuando estaba borracho.

- Pablo, está haciendo mucho frío, quedémonos los cuatro aquí que cabemos bien.

- No! Ellos quieren dormir y yo quiero hablar. Juanchito pásense a la otra pieza, las camas están con cobijas y sábanas suficientes.
Carolina vio entonces el revólver en la otra mano de Pablo y miró a Marcela como pidiéndole que no se fueran. Juancho estaba tranquilo porque ya en otras ocasiones había visto a Pablo así y sabía que no era peligroso dejar sola a Carolina con él. Salieron del cuarto y Carolina se arrinconó contra la pared.

- ¿Quieres comer algo? – preguntó ella sin dejar de mirar el arma.

- No! Quiero que hablemos.

- Y... ¿de qué quieres hablar?

- De David.

- Pablo, es mejor que no, eso no te hace bien.

- ¿Por qué crees que no me hace bien? Yo creo que si. Yo creo que es hora de entender algunas cosas. A mi hermano lo mataron, lo escupieron y le apagaron cigarrillos en el cuello y en el pecho. Lo mataron con odio y por eso no ha podido descansar en paz.

- No quiero oírte! No quiero escuchar nada de eso.

- Pues vas a tenerme que oír porque vas atener que ver la imagen de David, desangrándose, y luego muerto pudriéndose bajo tierra. Su carne descompuesta y llena de gusanos. Vas a tener que ver como duele pensarlo cada noche que pasa y sin poder hacer nada.

- Han pasado siete años! No puedes seguir pensando así. Estás enfermo!

- No estoy enfermo. ¿Qué es lo que me hiciste, maldita perra? No puedo ni respirar bien, no puedo vivir ni morir tranquilo. Antes de encontrarnos me estaba matando, pero al menos quería hacerlo, quería morirme y vos lo revolviste todo. Vos con tu nadadito de perro me fuiste metiendo cosas en la cabeza, cosas para que yo quisiera salir adelante y ahora él vuelve a aparecer y todo está peor. Me quiere matar, me quiere alejar de vos.

- ¿De qué estás hablando? Pablo! ¿quién volvió?

- El está aquí, mirándonos todo el tiempo, nos vigila.

- ¿Quien?

- Tu le hablas a espaldas mías, él te dice qué hacer y me están enloqueciendo.

- Pablo, no entiendo nada y suelta ese revolver si no quieres que me largue ya mismo de aquí.

Carolina salió del cuarto y comenzó a buscar sus cosas. Su morral estaba abierto, todo estaba revolcado y no estaba su cuaderno de apuntes. Pablo la miraba como buscaba a tientas por todas partes. La lámpara se había apagado. Carolina sacó una linterna de su morral y la encendió para poder ver. Recogió su ropa y objetos personales.

- Pablo, ¿dónde está mi cuaderno?

- ¿En el que le escribes a David?

- ¿Leíste mis notas? Maldita sea, ¿quien te dio permiso de esculcarme? Maldito loco! Devuélveme mi cuaderno.

- Lo quemé y maté esta tarde a tu gato.

Ella sintió un mareo y la habitación comenzó a dar vueltas. De pronto su rostro se contrajo y sus ojos echaron chispas en la oscuridad. Se abalanzó sobre Pablo y lo tumbó al piso.

- Maldito te voy a matar.

- Yo ya estoy muerto... perra, vos te acostaste con mi hermano y no te lo voy a perdonar, te vas a ir al infierno. - gritó con una voz que no era la suya.

Marcela y Juancho estaban escuchando desde el cuarto. No sabían si intervenir en la pelea que cada vez se escuchaba más violenta. De pronto todas las luces de la casa se encendieron y el fuego de la chimenea que estaba a punto de extinguirse cobró vida. Salieron del cuarto y vieron a Carolina y a Pablo rodando por el piso, el arma había caído a un lado y Juancho la cogió. Estaba cargada. Se fue hacia la puerta principal tratando de esquivarlos y estando afuera de la casa hizo un tiro al aire. Pablo y Carolina se quedaron quietos al escucharlo.

- Sepárense. Esto ya no tiene nombre. ¿Que pasa?

- No te metás que no es tu problema.

- ¿Se van a matar o que?

Las luces comenzaron a titilar y el fuego se avivaba con fuerza. En ese momento apareció Tomás de la nada y se abalanzó sobre Pablo. Con uñas y dientes comenzó a atacarlo. Pablo lo lanzó hacia un lado y el gato se golpeó contra la escalera. Cayó un poco antontado pero se repuso de inmediato. Maullaba y resoplaba erizado completamente.

- Yo te maté! Maldito animal, mirá como me dejaste!

Carolina miraba la escena sin entender. Era Tomás, no cabía la menor duda, pero no entendía como había llegado allí.

Juancho por su parte había visto que Pablo se retorcía en el piso como si luchara con algo, pero no veía contra qué lo hacía.

- Dame el revólver yo mato a este condenado gato de una buena vez.

- ¿De qué gato estás hablando?

- De este animal del demonio. ¿No lo ves? Mirá como me dejó.

- Yo no veo nada.

- Mirá mis brazos llenos de arañazos. Me están sangrando.

- Viejo, no tiene nada en los brazos... No hay ninguna sangre ni nada.

- Pasáme el revólver ya.

Juancho se lo entregó y Pablo de nuevo descargó los 4 tiros que quedaban, destrozando la madera del lugar donde supuestamente estaba el gato. Los demás lo observaban aterrados excepto Carolina que lloraba arrodillada en el piso y mirando al vacío. Veía a Tomás completamente destrozado, la sangre derramada haciendo un pequeño charco en el piso. Carolina trató de levantarse pero las piernas no le respondían. Pablo sacó de su bolsillo una bala y la montó en el revólver.

Carolina intentó de nuevo ponerse de pié apoyándose en una silla. Y comenzó a caminar lento hacia la puerta principal. Hacía tanto frío que le dolían los huesos.

- Te juro que si das otro paso te quemo este tiro. No me importa nada ya.

A Carolina tampoco le importaba nada. Siguió caminando esperando el disparo pero no se produjo. Estaba completamente a oscuras, no había luna que iluminara un poco y la neblina estaba muy espesa. Subió hasta la carretera a esperar que pasara el bus de las 4:00 de la mañana para regresarse a Cali. Se debió quedar dormida unos minutos sentada sobre una piedra porque se despertó y no recordaba cómo había llegado allí ni porqué. Solo sabía que no podía regresarse a la cabaña. De pronto sintió un ruidito entre la maleza y algo que le rozaba la rodilla. Era Tomás. Carolina lo cargó y lo contempló unos minutos:

- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste hasta este sitio? – Tomás le contestaba con un ronroneo y frotándose contra ella. – Al menos no estoy sola.
Estaba comenzando a clarear cuando escuchó el motor de un carro y vio las luces. Era un campesino en su jeep. Le hizo señas y se detuvo.

- ¿Va para el pueblo?

- Hasta Cali si le sirve, pero ¿qué hace a esta hora y por esta zona tan peligrosa?

- ¿Peligrosa?

- Si, recuerde que “los muchachos” andan por ahí y quien sabe que cosas le pueden hacer a una señorita como usted que se ve que es bien fina.

- Pues no he visto a nadie, me sirve mucho que vaya hasta Cali, voy preciso para allá.

- Bien pueda se sube y me disculpa si le huele mal, es que llevo un cargamento de cebollas.

- No hay problema, le agradezco mucho.

- Se dio cuenta de que anoche hicieron tiros por acá.

- No, no escuché nada.

- Sí, parece que es otra vez el hijo del doctor Dussan que en paz descanse.

- Cual doctor Dussan.

- Pues el doctorcito que se murió hace como dos años, usted como que no es de por acá ¿cierto?

- No, yo solo estaba en una finca con unos amigos. ¿Qué me decía del hijo del doctor?

- Ah, pues es que el que quedó vivo, porque eran dos mellizos y uno se murió hace años, pero el otro está como malito de la cabeza. Claro que la gente habla mucho, pero se dice que el difunto de su hermanito como que era muy calavera y ahora él dizque está igualitico, y eso que este era el juicioso pero como que se la pasa chupando trago y el otro día lo vieron abriendo un hueco y la gente dice que es para enterrar al que le mató al hermanito. Como el doctorcito, que también es finado ya, pues no los dejó hacer nada cuando lo mataron, pues eso como que lo enloqueció. Otra gente dice que es obra del demonio, que el finado se le aparece al joven y le dice que haga esas cosas. Yo no creo en cuentos, pero es que como dicen... de que las hay, las hay!

- No creo que Pablo llegue a matar a nadie...

- Ah! La señorita los conoce.

- Si, pero no crea en esas cosas. Es mejor olvidarse de esas historias. A mi todo se me olvida, y a veces pienso que es lo mejor.

- Si, es que a la gente le gusta hablar. – hizo una pausa y sin mirarla continuó - Sabe que es bueno para la memoria? Tome leche tibia todas las noches, duerme bien y así no se le olvidan las cosas. Uno cuando no duerme bien es cuando le falla la “recordación”, fíjese que cuando uno se le olvida algo es como si estuviera dormido cuando pasó y es porque se le duerme el cerebro por lo cansado de dormir mal que lo tiene. Usted se nota que no duerme bien, tiene negro debajo de los ojos, y usted pensará que son cosas del campo, pero ¿cuando ha visto un campesino con mala memoria? eso es porque uno se acuesta cuando anochece y se levanta al amanecer, en el campo se duerme bien, ocho y hasta nueve horas. La gente de campo nunca olvida las cosas.

- Si, tiene razón, tengo que dormir mejor.
Continuaron un largo rato en silencio y Carolina sentía que el sueño la estaba venciendo. De pronto un movimiento brusco del carro la despertó. El señor que conducía había perdido el control y tuvo que maniobrar para no estrellarse contra otro carro ni lanzarse por el precipicio.

- Señorita, ¿está bien?

- Si, ¿qué pasó?

- Es que había algo en la mitad de la carretera y cuando lo vi me asusté y... casi nos matamos!

- Que pena yo me estaba quedando dormida y no vi nada!

Siguieron el camino que ya faltaba poco para llegar a la portada. Diez minutos después estaban entrando a Cali.

- Señor, muchas gracias! Si quiere me puede dejar en la Portada.

- Voy para Cavasa si la ruta le sirve... voy por toda la primera hasta la 52 y por allí bajo.

- Pues me sirve si me deja en la Ermita.

- Claro, no se preocupe que en dos minutos estamos allí.

- Gracias otra vez.

Un par de cuadras antes, Carolina empezó a buscar a Tomás.

- ¿Mi gato?

- ¿Cuál gato, señorita?

- El que traía conmigo.

- ¿Usted traía un gato? No señorita usted solo tenía ese maletín con usted.

- Debió salir corriendo cuando usted se detuvo.

- Lo que esquivé cuando bajábamos era un gato, raro porque estaba en la mitad de la carretera sentado como si nada y los carros no lo asustaban.

- Pero no, el mío si le teme a los carros, él vuelve a aparecer, se ha perdido muchas veces, pero siempre vuelve.

- Si, los gatos tienen muchas vidas... eso dicen, y también dicen que viajan como fantasmas de un lugar a otro. Como ya le dije, la gente habla mucho, pero yo ya no creo en nada. Llegamos, señorita, muchas gracias a usted por la compañía, esto de viajar a la madrugada uno solo no es bueno.

- No me dijo como se llama usted… ¿Sabe? yo voy mucho a Felicia, me gustaría saludarlo la próxima vez que vaya.

- Floro Montaño, para servirle, eso pregúntele a cualquiera del pueblo que a mi todos me conocen por el carro.

- Muchas gracias. Que tenga un buen día.

- Igualmente, señorita Carolina.

Carolina pensó que no le había dado su nombre, pero seguramente lo había dicho en algún momento. Su memoria no era para nada confiable.
Tomó un taxi y llegó a su casa rápidamente. Entró y sintió un gran alivio al ver a Tomás allí. Seguramente había tenido un mal sueño, pero no lo recordaba bien, solo recordaba a Tomás muerto y un revólver. Tal vez las pesadillas del atraco habían vuelto.

Se acostó a dormir y al levantarse su mamá le preguntó por qué se había devuelto de la finca.

- Mamita, creo que no voy a seguir con Pablo. Esto no me hace bien. Estoy muy cansada y quiero irme de viaje ahora que me gradúe. Tal vez para Bogotá, no se, solo sé que quiero alejarme un tiempo de aquí.

- Me alegra escuchar eso. Yo también pienso que es lo mejor.
Encendió la televisión para distraer un rato su mente. Estaban en el noticiero del medio día.

i- “…Cuatro personas muertas, entre ellas dos menores de edad, dejó como saldo una incursión de presuntos guerrilleros de las Farc en una vivienda de la zona rural de la vereda Felicia, municipio de Cali. De acuerdo con el informe entregado por un testigo, la masacre fue perpetrada por cuatro hombres que se movilizaban en caballos y aseguraron pertenecer al grupo ilegal. Según el relato, los asesinos llegaron hasta la vivienda en la madrugada de ayer y tras acusar a los presentes de ser auxiliadores de las autodefensas, procedieron a asesinarlos con ráfagas de fusil. Floro Montaño, su esposa y sus dos pequeños serán velados en el salón comunal por sus vecinos quienes se encuentran muy afectados y temerosos de que esta masacre se repita. Se negaron a dar declaraciones…”/i

Carolina estaba estupefacta. Ella misma le había dado la mano para despedirse cuando se bajó del jeep en el que amablemente la había transportado hasta Cali sin pedirle nada a cambio. Hacía menos de 6 horas ella había hablado con el hombre que aparecía en la imagen del noticiero.

Apagó el televisor y prefirió cerrar los ojos para intentar dormirse de nuevo.



 
Carmen_Posada,31.08.2006
Hay quien dice (no recuerdo quien): "Mientras exista una sola persona que lea lo que escribo, me sentiré satisfecho. Mientras exista una sola persona que entienda lo que escribo, habré ganado.

Gracias Letty y Angélica por hacerme sentir satisfecha y ganadora...

Besos
 
IsamaR,31.08.2006
Leí los primeros capítulos de tu bodrio Carmen, pero es q tengo harto trabajo y no he podido aún leer los demás.
Te prometo q los leeré. Mejor los imprimo.
Besos !
 
Carmen_Posada,31.08.2006
¡Tres veces satisfecha y tres veces ganadora entonces, Isa!

Besos pa ti también
 
luccas,01.09.2006
sigo leyendo ...
 
Muertelenta,01.09.2006
Carmen:

Este "bodrio" no te lo leyeron porque para la página está muy largo... ¡nomás!
Porque de que está bueno... ¡bueno está!
 
luccas,03.09.2006
Carmen...

Si no fuera por este bodrio... creerìa que tengo otras cosas que hacer. Ya sabes, uno siempre se invente vida. Que loco!!

besos chapis, sùbete el otro anda...
 
luccas,05.09.2006
el que sigue plis!!
 
Ninive,05.09.2006
Felicitaciones . Han llegado a los cien participantes, un éxito.
 
Carmen_Posada,06.09.2006
Gracias Ninive. Sí, al parecer ha sido exitoso este foro por el que nadie apostaba nada. (¡Ja!)

Bueno, les traigo el capítulo 15 y el 16 juntos, más diálogos y menos acciones que en el anterior. Siguen girando los rumbos de la protagonista. (Parece que se pasa la vida en un eterno bGirar/b)


*****************************************

bTRECE
La calma después del temporal (Capítulo 15)/b


Unas horas después el teléfono no dejaba de sonar. Pablo quería hablar a toda costa con ella.

- Me haces daño y no puedo seguir con esto. No es sano para mí.

- Pero es que no se que pasó, perdí el control, Caro, por favor razona. Ambos perdimos el control, yo ni siquiera me acuerdo que pasó, pero ¿cómo te fuiste? Te ha podido pasar algo. Salimos a buscarte y nadie te había visto.

- No importa, ya estoy bien, no me pasó nada. Pablo, voy a colgar. No me busques, no me llames, haz de cuenta que me morí.

- No. Las cosas no van a ser así. No te vas a deshacer de mí y te juro que no me vas a hacer esto otra vez.

- Esto es una locura, voy a colgar y así tenga que contratar un policía permanente no te me vas a acercar otra vez… Pablo… ¡Tenías un arma! – Dijo Carolina en voz baja para que su madre no escuchara. Había recordado parte de la pelea, un recuerdo aislado, pero sabía que era real – Me apuntaste con ella. Si se te hubiera escapado un tiro... estaría muerta, es que ya no tenés límites y si algo aprendí del atraco es que quiero estar viva y bien. Ya no me siento segura contigo ni confío en ti. Solo no vuelvas a aparecer. Hazte un tratamiento, intérnate si es necesario pero a mi déjame tranquila.

- Como quieras entonces, pero te vas a arrepentir. Así como te arrepentiste la última vez. Yo se que me vas a llamar cuando se te pase la pataleta. Vamos a ver si a mi me da la gana cuando eso pase. - Y colgó el teléfono.

No volvió a llamar ni ese día, ni esa semana y el mes pasó sin que Pablo diera señales de vida. Carolina salía de su casa al trabajo y del trabajo a su casa. Su padre la llevaba y la recogía. Al principio le daba miedo encontrárselo, ya luego dejó de temer, pero era cómodo estar con su papá. Había estado tan alejada de él los últimos años y comenzaban a tener conversaciones agradables con él.

- Uno es lo que quiere ser o lo que piensa que es – le dijo una tarde al recogerla en la oficina.

- ¿Cómo así?

- Mira, si tu piensas que eres un fracaso, pues te vas a convertir en un fracaso porque esa es la imagen que estás construyendo de ti misma. Tienes que verte como quieres ser y construir esa imagen para poder lograrlo. Uno primero tiene que visualizarse, como cualquier proyecto, antes hay que visualizarlo. Es tu proyecto de vida.

No eran conversaciones largas, era pequeñas ideas que fueron alimentando esa autoestima tan golpeada que tenía por todo lo que había pasado.

Su madre también cambió un poco. Comenzó a abrirse a ella sin el miedo a sentirse juzgada. Con ella hablaba por horas contándole muchas cosas de su vida, de su mundo que su madre desconocía por completo.

Una noche, tocó a su puerta del cuarto. Carolina estaba llorando pero no quería que nadie de su familia la viera. Se frotó los ojos pero los tenía demasiado enrojecidos para ocultarlo.

- ¿Que tienes pequeña?

- No se, solo estoy triste. Hace mucho tiempo no lloraba. Tal vez sea por el viaje, por alejarme ahora de ustedes... No se...

- ¿Tendrá que ver con Pablo?

- Pues, sí un poco, también siento tristeza por eso. Es que yo realmente me enamoré de él... Mamá... – rompió en llanto como si hubieran soltado una represa. – ¿Por qué? Yo se que está mal, yo se que nos hacemos daño, pero es que yo me enamoré y me duele, me duelen los dientes, me duele el pecho, me duele todo. Y nada me quita este dolor tan horrible.

- Pequeña mía, yo no te lo puedo quitar, pero ojalá pudiera sentirlo por ti.

- Y por un tiempo me hizo feliz, por un tiempo me sentía segura y sentí que era parte de algo bueno, y luego todo se volvió un infierno y no entiendo ¿por qué?

- No llores más. Te hace daño.

- No mamá, daño me ha hecho no llorar lo suficiente por las cosas que me duelen. Son miles las cosas que me duelen y las he tenido adentro todo este tiempo y ya no se como manejarlas. Ya no puedo controlarlas. Me estoy enloqueciendo, de verdad que estoy perdiendo la razón. Todos los días me pregunto ¿por qué sigo viva?, ¿qué hice con mi vida? y la mitad de mi vida está perdida en lagunas que no he podido recuperar, la mitad de cosas que he hecho ni siquiera las recuerdo.

- ¿Cuáles lagunas?

- Mamita, es que a mi me pasa eso mucho, haz de cuenta que me emborrachara y no pudiera recordar al día siguiente lo que pasó el anterior, pero no porque en verdad haya tomado trago. Eso me pasa hace mucho tiempo, muchísimo. Y muchas cosas sé que han pasado porque luego alguien me habla de eso, y yo trato de hacerme la que me acuerdo, pero es algo que está borrado. Como en la casa de Santa Rosa, cuando yo tenía 8 años. Yo me acuerdo mejor de la casa de San Vicente, de cuando tenía 4 años que de la de Santa Rosa. Esa la recuerdo como lo que recuerdo de mis lagunas, como un sueño con imágenes vagas. Cuando ustedes hablan de algo que pasó cuando vivíamos allá yo me hago la que me acuerdo, pero de verdad no me acuerdo de casi nada.

- ¿Qué puede ser eso?

- No se, pero siempre me ha dado miedo. Eso me pasó con esa casa y nunca me volvió a pasar hasta hace como seis o siete años. Yo no se si alguna vez he hecho algo malo, algo realmente malo porque puede ser que no lo recuerde.

- No digas eso, tu eres una mujer buena, has tenido buena educación, ¿por qué piensas eso?

- No, no digo que haya hecho algo malo, digo que si lo hubiera hecho, no lo recordaría y eso me da miedo.

- ¿Qué quieres hacer entonces?

- No se, yo pienso que irme va a ser bueno, que tal vez el cambio de ciudad y de clima y de gente, puede ser que sirva. Yo nunca me he ido de la ciudad y estoy segura de que o me compone o me termina de dañar.

- No quiero que te vayas así, ¿será mejor que te vea un médico?

- ¿Un médico? Un Psiquiatra será porque si algo anda mal en mi no es mi cuerpo sino mi mente.

- Esto es culpa mía. Yo no supe manejar tus cosas de niña. Eras demasiado adelantada para tu edad y yo no sabía como manejarlo.

- Mamita, no creo que sea así. Tal vez yo siempre vivía en una fantasía, me gustaba mucho soñar despierta y eso tal vez me hacía daño. ¿Cómo te vas a culpar por eso? ¿Cómo ibas tu a saberlo?

- Eres mi hija, yo tenía que haberme dado cuenta de eso.

- No, esas cosas pasan y le pasan a todo el mundo. Te prometo que veré a algún médico en Bogotá, cuando me haya instalado, pero no me hagas retrasar el viaje, no lo soportaría.

- Está bien. Ahora descansa que mañana es tu grado y debes estar bien y tranquila.

- ¿Sabes si mi hermano va a ir a la ceremonia?

- Si, dijo que iba a ir.

- Bueno, hasta mañana.

- Duerme y que Dios te bendiga, te guarde y te de el cielo.

Carolina pudo dormir pero sus sueños fueron angustiosos. Caminaba por un campo verde lleno de lápidas y buscaba algo sin saber qué, de pronto se acerca a un hoyo y allí dentro un ataúd vacío y abierto. Mira a su alrededor y ve una lápida, trata de leer el nombre pero no puede enfocarlo. Comienza a llover con mucha fuerza y el piso se vuelve resbaloso ella se resbala y cae dentro del ataúd y la tapa cae sobre ella empieza a ver como la tierra se desliza cayendo sobre el cristal que cubre su rostro. Trata de moverse pero no puede y alcanza a ver a los mellizos, idénticos, observándola sonrientes. Empieza a asfixiarse y se despierta sofocada, agitada. Sentada sobre su cama trata de alcanzar el interruptor de la lámpara y cuando la enciende ve a Floro Montaño parado junto a la ventana:

- Tranquila, solo vengo a cuidarte, a llevarte conmigo.

Lanzó un grito despertando a todos. Su padre le hablaba:

- Mija, despiértate, tienes una pesadilla.

Carolina no dejaba de temblar y miraba hacia la ventana con una expresión de horror.

- Ya todo está bien, estamos aquí contigo, tranquila.

- Las tumbas – Repetía – Tengo que salir de las tumbas.

- Fue solo una pesadilla, ya pasó.

Carolina fue saliendo de su trance y sus padres miraban aterrados. Estaba perfilada y sus ojeras eran oscuras y profundas. Su nariz comenzó a sangrar.

- Tenemos que llevarla a una clínica, algo le está pasando. – Dijo don Felipe a su esposa.

- Yo voy sacando el carro – Contestó el hermano de Carolina.

- Ayúdenla a vestirse.

Carolina ya estaba conciente y los miró con tranquilidad. Poco a poco iba recobrando el color.

- No se preocupen, estoy bien. Mañana tenemos un día muy importante. Vamos a dormir. Siento mucho haberlos preocupado. Seguramente el calor me alteró un poco. La sangre es escandalosa pero no es nada grave. Miren ya no estoy sangrando.

Don Felipe miraba a su hija desconcertado. Era como si de un momento a otro hubiera cambiado físicamente ante sus ojos. Estaba con un semblante completamente sereno, su mirada ya no era ausente, su color estaba normal, no sudaba, respiraba con tranquilidad. Como si nada hubiera pasado.

- Estás segura, podemos ir a Urgencias para que te revisen.

- No mamita, estoy bien. Vamos a dormir.

- Nos llamas si te sientes mal.

- Gracias, voy a estar bien. Te lo prometo.

Su madre se quedó unos minutos más junto a ella. Se sentía impotente, sabía que su hija necesitaba ayuda pero no entendía qué clase de ayuda podía darle ella. Carolina se fue quedando dormida lo que tranquilizó a su madre y se fue a acostar pero no pudo conciliar el sueño nuevamente.

- Algo le está pasando a Carolina.

- Está afectada por lo de ese muchacho Pablo. ¿Por qué permitimos que se involucrara con él? ¿A qué horas pasó todo esto?

- No, Carolina viene mal desde mucho tiempo atrás. Estuve hablando de eso con ella hoy. No sé, Felipe, ella tiene cosas muy extrañas en su comportamiento.

- ¿De qué estás hablando? Carolina es una mujer común y corriente, no es perfecta, claro, pero no le pasa nada grave. Es muy sensible y lo de ese muchacho la tiene muy afectada, pero eso es todo.

- Felipe, ella no tiene amigos, ella no habla de sus cosas, ella vive en otro mundo. ¿Hasta cuándo vas a seguir ignorando todo? ¿Crees que con eso va a desaparecer? ¿Crees que Carolina va a ser normal por que no lo hablemos?

- Yo no quiero saber nada de eso. Mi hija no tiene nada malo.

- Cuántas veces no la hemos escuchado salir a media noche y regresar a la madrugada. Las primeras veces la regañaste, pero luego… Decidiste ignorarlo pensando que así dejaría de ser rebelde. Pues entiéndelo, Carolina no ha sido rebelde nunca, esas salidas las hizo sola, no eran para verse con algún novio ni para escaparse, ella siempre que ha querido hacer algo nos ha pedido permiso, muchas veces yo misma le he dicho que salga, que está joven, que haga amigos, pero ella dice que no le gusta la rumba y que es de pocos amigos. Carolina sale a media noche para algo puntual.

- Bueno, y según tu, ¿a qué sale Carolina?

- No lo sé y eso es lo que me preocupa. Desde que la atracaron no volvió a hacerlo, pero lo cierto es que cuando eso sucedió Carolina no había salido así, misteriosamente, había salido con Nando. Hubo un tiempo en el que pensé que consumía drogas, pero revisé sus cosas muchas veces y jamás encontré indicios de nada de eso. Pensé que veía a alguien más que a su novio, pero tampoco porque la he visto alejarse sola atravesando el parque y quién sabe Dios hacia donde se va. No volví a pensar en eso por lo que te decía, después del atraco nunca más volvió a salir así.

- Pues habrá que preguntarle antes de que se vaya. Alguna explicación lógica tendrá de eso.

- Habla tu con ella, yo no puedo, me siento impotente, siento que no conozco a Carolina, siento que me miente cuando le pregunto cosas de su vida y hoy cuando hablamos me dijo que hacía cosas que luego no recordaba haberlas hecho. No se si sea verdad o que quiere ocultar algo.

- No puedo creer que estés pensando mal de ella. Ha sido buena estudiante, ha sido buena hija, nos ha ayudado económicamente en lo que ha podido, no es adicta ni se ha embarazado. ¿Que más quieres de ella?

- ¡No sentir miedo cuando me mira, Felipe!

Ambos se quedaron en silencio. Sus padres no sabían como acercarse a Carolina. Desde niña abrió una brecha gigante entre su mundo y el de ellos impidiendo que la atravesaran, manteniéndolos alejados de sus cosas, encerrándose cada vez más en sí misma. Conversaba con ellos frecuentemente sobre trivialidades, pero nunca hablaba de sí misma, nunca hablaba de sus sentimientos, de sus miedos, de sus problemas. Aparentemente todo estaba bien en ella, pero tanto su padre como su madre se sentían intimidados frente a ella. Don Felipe había optado por no mirarla, por evadir momentos a solas con ella, por permitir simplemente espacios familiares en los cuales se trataban temas como la economía doméstica, un evento puntual ya fuera un cumpleaños o las fiestas navideñas, pero jamás le preguntaba nada. Su hermano también se mantenía al margen de todo, eventualmente le preguntaba cómo iban sus cosas a lo que Carolina solo contestaba con palabras cortas: “Bien”, “Como siempre”, “en la lucha”, etc. Con lo que su hermano quedaba satisfecho. Su madre en cambio, muchas veces intentó tener conversaciones con ella pero la mirada de Carolina la inquietaba. A veces le preguntaba sobre sus amigos, sobre una fiesta, sobre Pablo o cualquier tema personal y Carolina guardaba silencio. Solo le dirigía una mirada que le decía: “Estás pisando terreno peligroso, será mejor que regreses por donde viniste” y sentía como su piel se erizaba con esa mirada. Esa noche, temprano había sido diferente. Sentía como si Carolina estuviera tratando de asirse a un trozo de madera en medio del mar, y ella, su madre, era ese trozo de madera. Pero sintió mucho miedo, sintió como si fuera a hundirse con ella. También sintió culpa, por no haber seguido su intuición cuando años atrás Carolina comenzó a comportarse con esa soberbia por sentirse más inteligente que todos, por creerse superior. Su madre no había sabido manejarla, pensaba que su hija maduraría y se daría cuenta de que esa no era una buena actitud, lo dejó en manos del destino, de que la vida se lo enseñara. Y así fue, pero tuvo que pagar un precio muy alto para aprenderlo.

- Mañana será otro día. Será mejor dormir un poco. – dijo Don Felipe al cabo de la pausa.
Pero ninguno pudo dormir.

A la mañana siguiente Carolina se levantó como si hubiera dormido muchas horas, sentía cansancio en todo el cuerpo, pero al mismo tiempo se sentía con energía con vitalidad. Bajó las escaleras y se encontró con sus padres en el comedor. Su hermano todavía no se levantaba.

- ¡Buenos días! – Saludó.

- Estás muy contenta… ¿Pudiste dormir?

- Si, claro, dormí como un bebé.

- Aquí hay jugo para que desayunes. Tu padre y yo queremos conversar contigo de lo que pasó anoche.

- ¿De lo que pasó? Ah! Si claro – Fingió – Supongo que estoy un poco sensible mamita, y no te preocupes, lo de Pablo se acabó hace un mes, ya no lo voy a ver más.

- No recuerdas. Anoche tuviste una pesadilla.

- ¿Si? ¿La tuve? No, de verdad que no lo recuerdo, ¿por qué? ¿Dije algo?

- Nos levantaste de un grito, y cuando llegamos a ver qué te pasaba estabas alteradísima. Hasta sangrabas por la nariz.

- Uy! ¿Así de grave fue la cosa? Tranquilos, eso puede ser por el calor.

- Eso dijiste, pero tu padre y yo estamos preocupados por ti.

Le temblaba la voz mientras lo decía, aunque Carolina parecía estar receptiva, parecía estar en paz.

- No se preocupen, todo está bien…

- Carolina, lo que tu madre quiere que hablemos es sobre cosas que vienen de mucho tiempo atrás. Cosas que hemos visto de tu comportamiento y que nos inquietan.

Carolina se puso seria y dejó de evadir la mirada de su padre.

- ¿Sí? ¿y como qué cosas han visto?

- Tus salidas a media noche.

- ¿Mis qué?

- Tu madre te veía desde hace años salir en algunas ocasiones a media noche, sola y regresar a la madrugada, sola también. ¿Qué hacías en esas salidas?

- No tengo ni la menor idea de qué habla ella. Yo nunca he salido a esa hora sola.

- No que lo recuerdes – dijo su madre entre dientes – anoche me dijiste que habías tenido lagunas, que a veces no recordabas cosas.

- Madre! Recordaría algo así. Y, supuestamente, ¿cuantas veces lo hice?

- No sé… tal vez diez o quince… ¿Recuerdas cuando tu papá y yo te regañamos hace años por ese motivo?

- No, tampoco lo recuerdo – Su mirada era desafiante – y si me regañaron pues tal vez por eso no lo recuerdo, porque odiaba que se metieran en mi vida y que al meterse me censuraran. No tienen por qué espiarme. No tienen por qué meterse. Mi vida está bien y va a estar mejor cuando me vaya de esta casa.

- ¿Por qué quieres irte?

- Porque sí y punto, porque no quiero seguir viviendo con ustedes, ni con mi hermano, quiero irme donde pueda ser yo misma, donde nadie me juzgue, donde nadie se meta.

- Bueno, Carolina, primero que nada estamos hablando así que no tienes por qué subirle la voz a tu mamá, y segundo nosotros lo único que queremos saber es si estás bien o si tienes algo que contarnos sobre eso. Es preocupante que no lo recuerdes. Tu madre me dice que has tenido esas lagunas desde hace mucho tiempo, y eso no está bien, a menos que sea una forma de tratar de ocultar algo.

- ¿Ocultar qué?

- Tú dinos, di si tienes algo que decir y si no, nosotros no te vamos a insistir en nada.

- Pequeña, nosotros somos tus padres, en nosotros puedes confiar, no importa si alguna vez cometiste un error, nosotros estamos para apoyarte.

- Pues no, realmente no tengo nada que decir al respecto. Tal vez alguna vez me debí volar a alguna fiesta de media noche, no lo sé, si ha pasado tanto tiempo ¿qué voy yo a saber para donde y por qué salí?

- Está bien, esta discusión no tiene sentido. Arreglémonos porque hay que estar puntuales en la ceremonia. – Finalizó don Felipe en su afán de no caldear los ánimos.

La ceremonia comenzó a las 11:30 am hubo discursos, premiaciones a los mejores proyectos de grado y luego la entrega de diplomas. Carolina obtuvo una mención de honor por su trabajo de grado lo que enorgulleció a sus padres. Luego se fueron a celebrar a un restaurante y pasaron la tarde tranquilamente.

Por la noche hubo una recepción en la casa. Asistieron parientes y amigos de la familia.
Cerca de las 8 de la noche tocaron a la puerta. Era Carlos Lotero. Hacía muchos años que no lo veía. Fue extraña su visita y más extraño para él porque no tenía idea del motivo por el cual estaban celebrando.

- Carolina, yo solo venía a avisarte algo, pero si están celebrando mejor vengo mañana.

- No, sigue, no te preocupes. Conoces a toda mi familia y a mi no me molesta. De paso te tomas una copa de vino con nosotros.

- Está bien, gracias. ¿Qué celebran?

- Hoy me gradué de Publicidad.

- Felicitaciones, te debo el regalo.

- No, no es necesario, además es solo un compromiso social, nada importante.

Entraron y saludó a todos. Toda la familia de Carolina lo recordaba con mucho cariño. Lo acogieron de inmediato. Se ubicó junto a la escalera a conversar con dos primos de Carolina y con Felipe, el hermano. Carlos estaba impresionado. Carolina estaba más hermosa de lo que la recordaba. Había perdido mucho peso, pero se veía muy bien. Su cabello estaba muy corto, sus ojos azules con maquillaje solo para resaltarlos un poco, tenía puesto un vestido rojo sangre que resaltaba su piel blanca, dejaba la espalda y los hombros destapados. Por primera vez en todo ese tiempo, lamentó haberse casado con María Elena. Carolina se había convertido en una mujer muy atractiva y sensual. Tristemente se dio cuenta de que a pesar de lo bella que se veía, había perdido su sonrisa, la sonrisa que tanto había añorado cuando se separaron.
Carolina fue a rescatarlo al cabo de media hora. Se sentó junto a él.

- ¿Por qué me miras así?

- Nada, estaba impactado.

- ¿Impactado?

- Si, estaba recordando lo mucho que te quise.

- Recuerda que ahora eres un hombre casado y con dos hijas, no puedes andar por ahí coqueteando.

- No, Caro, si te equivocas, contigo no podría. Solo admiraba tu belleza y eso me hizo recordar el tiempo en el que fuimos novios.

- A qué venías, si no era por mi Grado. No es que no me alegre de verte, solo que de todas las personas del mundo que esperé ver, tu eras la última.

- ¡Eso dolió!

- Lo siento, es la verdad. Aunque ya no te guardo rencor por nada… créeme me alegró verte.

- A mi también me alegra mucho verte.

- No contestaste mi pregunta.

- ¿Cuál fue?

- ¿A qué venías?

- No se si deba, no es el momento.

- No seas tonto, dime, no hay nada que me dañe este momento.

- ¿Sabes algo de Pablo Dussan?

- No, no se nada, en todo este mes no he sabido nada ni quiero saber.

- Entonces no tiene sentido que te diga lo que vine a decirte.

Carolina hizo una pausa.

- Sea lo que sea no me importa.

- Carito – movió la cabeza en gesto de negación – Estás haciendo exactamente lo que hiciste conmigo cuando terminamos.

- Es muy diferente

- No, es exactamente igual. No quieres saber nada porque te duele.

- Bueno, ¿y qué? Tengo todo el derecho de protegerme.

- En eso tienes razón. ¿Puedo preguntarte algo?

- Puedes, pero eso no implica que yo te responda.

- ¿Cómo fue que terminaste involucrada con Pablo?

- ¿Involucrada? Ni que fuera un delincuente. Yo se que no es ninguna perita en dulce, pero tampoco es para tanto.

- Bueno, me refiero a que estuviste con él como dos o tres años. ¿Cómo terminaste enamorándote de él?

- ¿Enamorándome? – Carolina soltó una carcajada falsa – ¿Quién te asegura que me enamoré?

- Eso dice la gente y no se está con alguien como Pablo todo ese tiempo a menos que sea por amor.

- Puede ser… No se. La verdad es que no tengo idea de qué paso. Un día me desperté y habían pasado tantas cosas que no podía entender nada solo quería estar con él.

- Estoy hablando en serio, Caro no es un chiste.

- Y yo te estoy contestando en serio, tampoco es un chiste. Además ¿Por qué me preguntas eso?

- Ayer fui a visitarlo y me habló de ustedes. Era muy extraño porque la mujer que él describió no es la misma de la que yo me enamoré.

- Te dije que no quiero saber nada de él.

- Está bien, yo solo quería ver cómo estabas porque supongo que fue muy duro todo lo que les pasó.

Carolina hizo un gesto de curiosidad.

- Cali es un pueblo y “pueblo pequeño… infierno grande”. Marcela y Juancho contaron muchas cosas de ustedes. Caro, es increíble tu capacidad de aislarte del mundo cuando quieres hacerlo. Si yo que me desconecté de todo y de todos cuando me casé, me enteré. ¿Cómo no vas a saberlo tú?

- ¿Saber qué?

- Que Pablo está preso, lo cogieron por tráfico de heroína.

- ¿De verdad? ¿No lo estás inventando?

- Es cierto, por eso fui a visitarlo.

- ¿Cuándo sucedió?

- Hace 15 días. Todavía no le han dictado sentencia, eso se demora como 1 año, pero por lo menos le dan unos 8 años de cárcel.

- No se qué decir… Todo me imaginé menos que haría algo así.

- Por Dios, Caro, si todo el mundo sabía que él quería hacer eso. Era lo que David siempre quiso hacer y desde su muerte Pablo quiso hacer las cosas que a David le faltaron por hacer. ¿En qué mundo vives? Si tu estabas con él ¿cómo no ibas a darte cuenta?

- Pues… - Carolina no sabía qué decir, siempre supo que andaba en cosas raras, pero nunca se imaginó que eran tan graves. Pensaba que era ventajoso en los negocios y que por eso se hacía “sus torciditos” pero de allí a traficar con droga…

- Carito, aunque sea escríbele. Es lo menos que le debes.

- No, yo no puedo, lo siento mucho pero no puedo. No quiero.

- ¿Qué te pasa? Tu nunca has sido tan insensible.

- No es por insensible, es por miedo.

- Te da miedo darte cuenta de que todavía lo quieres ¿o que?

- No, tú no lo entiendes. Yo sé que lo quiero, sé que tal vez lo siga queriendo el resto de mi vida, pero mi miedo es por otras cosas.

- ¿Por qué?

- No me quiero quemar en el infierno, ya estuve allí y no quiero regresar.

- No te entiendo.

- Es muy difícil de explicar. Solo dile cuando lo veas que espero que se recupere. Que este tiempo que va a estar fuera de circulación le sirva para sanar.

- El no está enfermo.

- Pero te va a entender.

Carlos se despidió de todos y se fue con una sensación de tristeza y temiendo que Carolina no estuviera en sus cabales.

Esa noche Carolina decidió aplazar su viaje. Tenía que verlo, tenía que cerciorarse.

*****************************************

bTRECE

Cuando los leones patinan (Capítulo 16)/b

i(este capítulo fue escrito por un alter ego que tuve en loscuentos.net bajo el usuario: /i bMaripaz/bi)/i

- ¡A patinar! ¡A patinar! – Se escucha el grito a media tarde en el patio de máxima seguridad de la cárcel de Villanueva- ¡A patinar!

Todo se vuelve confusión y los reos comienzan a danzar de un lado a otro entrelazándose como si fueran oleadas de personas chocando contra arrecifes imaginarios. De pronto un silencio casi sepulcral y los reos se dispersan quedando el cuerpo de uno de ellos tirado en medio del patio. La sangre sale a borbotones por su garganta y los guardias ya nada pueden hacer.

Pablo solo observa desde el único rincón donde se puede tomar el sol de la tarde. De niños, su padre levaba a los mellizos con frecuencia al zoológico y a Pablo siempre le llamó la atención la forma como los leones caminaban de un lado a otro fuera de sus jaulas. No había nostalgia en su recuerdo, solo la sensación de encontrar una respuesta al interrogante de su curiosidad infantil.

En la cárcel el hombre saca su instinto animal y actúan como especies en cautiverio, fuera de su hábitat, muchos sin la conciencia de justicia porque la justicia de nuestro país es algo a lo que solamente los ricos tienen acceso.


*********

i- Voy a viajar a Miami por que me propusieron un negocio con unos repuestos para carros/i – Le comentaba a doña Mariana, su madre, 15 días después de su ruptura con Carolina – ime pagan el pasaje ida y vuelta y yo solo tengo que traer la mercancía y vendérsela a los concesionarios y talleres. Gano un porcentaje pequeño, pero si se vende todo nos da suficiente para terminar de pagar la carrera, es segurísimo pero no se, tengo mis dudas./i

Era viernes y Pablo tenía una reunión con los socios del negocio para ultimar detalles y recibir todas las instrucciones. Roberto, su primo, era el contacto en Miami, y lo esperaría el sábado al medio día.

i- Madre, yo regreso un poquito tarde así que no te preocupes.

- Como no voy a preocuparme si no has dormido nada en 2 días, no comes y te la pasas nervioso. – contestó ya convencida de que Pablo tenía algo. Tal vez estaba enfermo, pero él nunca se quejaba de nada físico.

- Te prometo que cuando regrese todo va a estar bien. Por ahora solo reza para que no haya ningún contratiempo.

- ¡Pablo me estás asustando! Tu nunca me has pedido que rece por ti ni por nada de lo que has hecho desde que naciste.

- Es que no está demás pedirle al de arriba que nos de una manito. Tranquila solo reza y verás que todo sale bien./i

Pablo salió de la casa rumbo al sur de la ciudad. Mientras conducía por toda la Autopista pensaba en lo que se estaba metiendo.
Años atrás un amigo del colegio le propuso hacer un torcido. No era con drogas sino con seguros de vehículos. Ya había cruzado el límite de la legalidad.
Nunca se hubiera imaginado que unos años después estaría a punto de viajar a Miami con veinte bolsitas de heroína en su estómago. Es que no solo arriesgaba su libertad, también arriesgaba su vida. ¿Valía la pena arriesgar tanto?
Pero no tenía alternativa era eso o renunciar a muchos de sus sueños, era la única opción para poder llevarse a Carolina lejos, a otro país.

¿En qué momento su vida había dado semejante giro? ¿En que momento tiró a la basura su moral, su ética y su integridad?

Estuvo a punto de dar media vuelta y regresar a la calidez de su hogar, pero dar marcha atrás a esa altura implicaba un peligro mucho mayor. Estaba sin salida y lo peor de todo era que él mismo se había encerrado en ese laberinto.

Se bajó del carro con las manos sudorosas. Dos hombres lo esperaban en el estacionamiento de visitantes de un lujoso edificio en la parte trasera del Club Campestre. Subieron 11 pisos en el ascensor que se hacían eternos. La noche era bastante fría sin embargo Pablo sudaba como condenado a las calderas del infierno.
Entraron al apartamento de niveles y sobre una mesa estaba la mercancía empacada y lista para cargarla. Pablo miraba a todas partes buscando una excusa para dar marcha atrás, buscando signos de poca asepsia que le permitiera postergar el momento.

Los dos hombres que lo escoltaban, muy amablemente le ofrecieron asiento en la mesa y llamaron a un tercero.
Salió de un pasillo oscuro con una sonrisa tranquilizadora en el rostro.

i- ¡Primo! ¡Te estabas demorando!/i – Su marcado acento costeño era bastante fastidioso, pero su actitud daba espacio para la confianza.

i- Tuve que deshacerme de mi mujer/i – contestó Pablo pensando que un comentario machista rompería el hielo.

i- Primo, en este negocio, las mujeres son parte indispensable, pero también son las culpables de la caída de los más expertos, de los duros, de los patrones. ¿Hablastes con Roberto?/i

“Hablastes”... para Pablo era esta la mayor muestra de ordinariez de su interlocutor. Pudo pasar por alto las gruesas cadenas de oro y plata en su cuello, la pulsera de oro macizo con pepitas plásticas color verde y amarillo incrustadas entre el metal, incluso pudo no detenerse en su sonrisa cortada por la presencia de un mondadientes que colgaba con gran habilidad de la comisura de su labio inferior. Pero ese “hablastes” que con tanta naturalidad emitió el sujeto fue como una chispa que desató su locura:

i- Oigan, yo agradezco la oportunidad que Roberto me está dando y la confianza que ustedes están depositando en mi, pero creo que no soy la persona indicada para hacerlo./i

La sonrisa amable del costeño se fue convirtiendo lentamente en una mueca de desprecio y poco a poco fue acercando su rostro a Pablo. Cuando pudo sentir el aliento a pollo escuchó muy quedo:

i- ¿La nenita se nos está cagando del susto? ¿O es que se cree de mejor familia?/i – y tomando una de las pequeñas bolsas empacadas de cocaína en su mano grande y gruesa continuó: -i Esta mierda te la tragas y te subes al puto avión mañana sin tomar ni agua porque mañana mismo, al medio día, te cagas pero en Miami. Y cuando hayas terminado de cagarlas todas, con tu manito blanquita y delicadita revuelcas tu mierda hasta que encuentres las veinte así tenga que meterte un supositorio por cada una. ¿Me lo entendiste?/i

Pablo tomó la primera y la tragó mientras una lágrima le rodaba por la mejilla. Era cierto. Ya no era tiempo de arrepentirse.

Una a una se las fue tragando sintiendo como bajaban por su esófago. Su corazón latía con fuerza tratando de detener las arcadas que le producían. Una cada 20 minutos y así pasaron 7 horas.

Cuando conducía de regreso a su casa para recoger su equipaje y salir para el aeropuerto pensaba en la excusa que tendría que inventarle a su madre. Sentía que se iba a desmayar. Estaba muy débil por los días que llevaba sin comer, por la tensión de las últimas horas y toda la adrenalina que había descargado del terror que le producía pensar en la posibilidad de que lo cogieran en alguno de los dos aeropuertos.

i- ¿Pablo que te pasó?/i – le preguntaba doña Mariana mientras él cerraba la puerta.
i- Me ofrecieron unos tragos y me quedé dormido por lo que no he comido muy bien estos días. Me cayeron mal y me duele el estómago pero a penas tenemos tiempo de llegar al aeropuerto así que apúrate!

- ¿Eso es todo? Tienes unas ojeras horribles y no hueles a trago, tu tienes algo más. ¿Qué sientes?

- ¡No más mamá! Me tengo que ir ya o vienes o me pides un taxi./i

Pablo nunca la había gritado. Pero ella era orgullosa así que tomó las llaves del carro y salieron. Durante el trayecto no cruzaron palabra. Se despidieron con frialdad y cuando Pablo hacía fila para pasar a la Aduana la miró y se devolvió. La abrazó fuerte y le pidió de nuevo que rezara por él. Tenía encharcados los ojos y una expresión de vergüenza que su madre nunca olvidaría.
Por el vidrio su madre vio cómo dos agentes lo detuvieron. De pronto se dobló sobre si y comenzó a vomitar.

Doña Mariana comenzó a golpear el vidrio y se fue acercando a la entrada.

i- ¿Qué le pasa a mi hijo? ¿Para dónde se lo llevan?.

- Tranquilícese señorita. El no se encuentra bien, ya lo bajaron en una camilla al centro de Urgencias del Aéreo Puerto. Sígame para que pueda verlo pero le repito, está bastante mal./i

Siguió al hombre en silencio. Cuando entraron estaba sobre una camilla llamando a Carolina. Su madre se acercó y él solo pudo pedirle que lo perdonara antes de perder el conocimiento.
Se lo llevaron en ambulancia hasta una clínica y entró a cirugía de inmediato. Nadie le daba información, las enfermeras y los médicos entraban y salían pero el mutismo era aterrador.
Unos minutos después comenzaron a llegar agentes de la policía pero ni doña Mariana ni sus otros hijos que ya habían llegado pensaron que tenían algo que ver con Pablo.

Un par de horas después pasaron a Pablo a recuperación. Afortunadamente encontraron la totalidad de las bolsas y ninguna se había reventado. El dolor lo ocasionó la gastritis de la preparación a la toma y por el estrés y la angustia que le produjo todo ese episodio.

Lo pasaron a una habitación custodiada por 2 agentes y a partir de ese momento nadie podía ingresar sin la supervisión del DAS.

Estuvo un par de días recuperándose del lavado y las endoscopias que tuvieron que practicarle para sacar las bolsas y durante este tiempo su madre intentaba no pensar en la mentira y la traición que significaba el que Pablo hubiera querido traficar con drogas. En ese momento pesaba más su preocupación por la salud, en que a pesar de lo sucedido no podía dejar de pensar que Pablo era su hijo, y el único que aún vivía con ella.
Ahora todo estaba destruido. La tarde que lo trasladaron a la cárcel fue uno de los peores momentos de su vida, mientras lo subían a la camioneta, ella le prometía que no iba a dejarlo solo, que todos los días de visita le llevaría su comida preferida o libros o cualquier cosa que necesitara.

***********

Carolina tenía que verlo, tenía que ir para cerciorarse de que todo lo que Carlos le había dicho era verdad.

Era domingo y había una fila interminable. Mientras se acercaba a preguntar qué tenía que hacer, al menos 15 mujeres se les acercaron a ofrecerles su puesto a cambio de $5.000, parecían tramitadoras de la oficina de tránsito. Un abogado amigo de su familia le había dicho a Carolina que a esas visitas las mujeres debían ir vestidas con falda, y ella pensó que una falda tobillera sería lo más adecuado. Una mujer en la fila la miraba con algo de compasión, era evidente que por primera vez viviría esa experiencia. La llamó con un gesto y Carolina, temerosa se acercó.

- Linda, mejor ve allá al frente porque con esa falda no te dejan entrar, ves ese letrero amarillo de letras verdes, allí alquilan faldas para la visita.

- Pero ¿que tiene de malo mi ropa?

- Linda, es que acá no permiten pantalones ni faldas largas por la seguridad, tienes que usar minifalda.

Carolina fue lentamente hacia el garaje donde anunciaban “se alquilan faldas domingueras”
Era un cuchitril sucio y maloliente, un hombre mayor estaba encargado y al verla le dijo:

- ¿Primera visita?

- Si.

- A ver, no me quedan muchas hoy se vendió harto.

- ¿Son nuevas?

- No hijita – rió el hombre mostrando los últimos tres dientes que conservaba en sus encías – cuando digo que se vendió harto es que se alquilaron bastantes, a usted le debe quedar la talla 8 porque está bien desnutridita.

- ¿Está lavada? – Preguntó Carolina viendo la prenda que no medía más de 20 cm de largo

- ¿Usted ve algún letrero donde diga “lavandería”?

- Qué pena, ¿dónde me la puedo probar?

- Ahí mismo, y si quiere se pasa toda la tarde midiéndose la que mejor le quede o la que le parezca menos usada, es su problema, pero yo de usted me iba con lo primero que me tocara y así alcanza a darle su cosita a su maridito.

Carolina no contestó, se puso la falda por debajo de la que llevaba y hábilmente se quitó la suya por encima de la cabeza, dejando al dueño del cuchitril con las ganas de ver algo más. Pagó, dobló su falda y se fue de nuevo a hacer la fila.

- Oiga! muñequita… aquí le guardé su puesto.

- Gracias, muy amable.

- Es que estas viejas son más avionas, a penas uno se descuida un poquito le bajan el sitio. Me llamo Candy Yolima ¿y usted?

- Carolina. Mucho gusto.

- ¿Padre, hermano ó marido? Porque está muy sardina para venir a pillarse con el hijo.

- No, solo un amigo, nada más.

- ¡Uy! Hermana, pero tiene que ser un amigazo, porque esta mierda no se la aguanta uno por cualquiera.

- Si, está como larga la fila.

- ¡La fila es la de menos, lo que falta! No es por asustarla, pero allá le toca a uno abrirse de patas y todo. Pero fresca, sardina, usted pasa rapidito porque tiene la carita fina y elegante, se nota que hay billete y eso es lo que le importa a esta gente.

Carolina estaba a punto de dar vuelta y regresarse por donde había llegado cuando un guarda le hizo señas.

- Usted, monita, venga por acá.

Se acercó después de regalarle una sonrisa a Candy Yolima, finalmente había sido muy amable con ella sin esperar nada a cambio y ella valoraba eso en las personas.

- Monita, no tiene que hacer esa fila, venga por aquí y pasa derecho sin la requisa para que no la demoren. Y nos deja una propinita…

- ¿Propina? No entiendo – contestó aunque entendía perfectamente de qué se trataba.

- Vea monita es que acá esto puede ser muy demorado, pero si yo le digo al guarda interno que usted viene recomendada pues la dejan pasar derecho, porque me cayó bien, pero si usted prefiere haga la fila, a veces no alcanzan a entrar todas y es una lástima que usted no pueda entrar a la visita.

- ¿Y como de cuánto puede ser esa propina?

- Pues ahí como para que usted se sienta cómoda y para ser la primera vez, que sean unos $50 mil pesitos, y así cuando vuelva usted me los pasa por delante y entra sin problema por esta otra fila.

No había ninguna otra fila y el guarda le guiñó el ojo para que entendiera.

- No tengo todo eso, no sabía que había que pagar la entrada.

- ¿Cuánto tiene?

- Tengo $30 mil

- Bueno, me cogió de buen genio, hoy desayuné calentao y eso me pone de buenas. Entre y me los pasa cuando cierre la puerta.
Carolina entró, le pasaron el detector de metales y requisaron solo su cartera. Sacó un billete de veinte y uno de diez y cuando se los fue a entregar al guarda el se hizo el desentendido.

- No señorita, acá usted no tiene que pagar nada.

- Pero afuera…

- Se nota que es su primera vez, tranquila, pase a esa ventanilla entrega su cédula y deja su cartera allí, yo la espero y la acompaño porque después se pierde. Para que vea que acá le damos un buen servicio a la gente.

- Gracias. – Dijo algo desconcertada.

Le hicieron firmar una planilla y se fue con el guarda por un corredor maloliente. El guarda miró hacia atrás que nadie viniera.

- Siempre es que estas ricachoncitas son muy estúpidas. ¿Cómo se le ocurre sacar el billete delante de esa gente?

- Usted me dijo que al cerrar la puerta le pagara.

- Sí pero si estamos solos. ¿Qué hizo la plata?

- Aquí la tengo en mi mano.

- Preste a ver… Y agradezca que estoy de buenas porque otro la hubiera mandado pa’ la mierda delante de esa gente, por sapa.

El guarda cogió el dinero y le dijo que siguiera hasta el patio que allí buscara a la persona que había ido a visitar, que si no lo encontraba esperara unos minutos a ver si se lo llevaban.
Carolina salió y no veía a Pablo por ninguna parte. Se acercó a un guarda y le preguntó:

- ¿Sabe donde puedo encontrar a Pablo Dussan? Me dijeron que lo encontraba aquí en este patio.

- ¿Es nuevo o lleva tiempito?

- Nuevo, creo, lleva como 15 días.

- No, entonces la mandaron para donde no es, tiene que pasar al otro patio, váyase por el corredor por el que entró y más o menos en la mitad hay una reja con un guarda de nosotros. Le muestra la boleta y le da el nombre del preso nuevo. El le indica por donde tiene que seguir.
Carolina siguió las indicaciones y efectivamente desde el corredor alcanzó a ver a Pablo parado sobre en una banca de cemento mirando para todas partes.

Ella estaba muy asustada, había cantidades de presos paseándose por todas partes, las mujeres entraban dando brincos y gritos de emoción. Ella iba caminando lento, observando todo. Cuando Pablo la vio saltó de la banca y se fue casi corriendo hacia ella. La tomó del brazo y la llevó hacia un rincón menos concurrido.

- ¿Qué estás haciendo aquí?

- Vine a verte.

- ¿Para qué? ¿Para restregármelo?

- No, para decirte que siento mucho esto.

- Eso no me sirve de nada. ¿Quién te dijo que estaba aquí?

- No importa, supe y quise venir a ver si estás bien.

- ¡Maldita sea! ¿Cómo creés que estoy? Aquí nadie puede estar bien. Esto es una mierda. Y no quiero que volvás nunca. ¿Me entendiste? No quiero tu lástima.

- Si, fue muy tonto de mi parte venir. No tengo por qué aguantarte más cosas de las que ya te aguanté.

Dio la vuelta para salir por donde había entrado cuando Pablo la agarró por la cintura y la abrazó. Se puso a llorar como un bebé. Después de unos minutos sin soltarla comenzó a calmarse, se separó de ella y le dijo:

- Gracias por venir, pero en serio que mejor no vuelvas. No se cuánto tiempo vaya a estar aquí, pero sé que va a ser mucho rato. Esto es muy feo, hay gente muy fea y no te merecés esto. Cuando salga de aquí ya voy a ser un cucho amargado. No hay nada que hacer, por más abogados que le meta a esto, estoy hasta el cuello y no quiero que mi mamá ni vos tengan que verme así y aquí. Andate fresca que si es pa’ uno es pa’ uno.

- Pablo, date aquí la oportunidad de resolver tu vida. Habrá gente esperándote cuando salgas de esto.

- No, la gente olvida, la gente sigue su vida y a uno acá adentro se le para el reloj y uno se queda atrás.

- Me voy para Bogotá dentro de unos días. Si puedo te escribo para que alguno de tus hermanos te lo entregue.

- Gracias, pero sé que me escribes la primera y hasta luego. Mejor despedite ahora y si alguna vez nos encontramos es porque así tenía que ser.

- Cuídate mucho. No hagas nada que pueda dañarte. Ajústate a las reglas de acá adentro. Verás que el tiempo te va a ayudar mucho.

- Si, si… Ahora esas frases no me dicen nada… Vete, ¿bueno?

- Bueno.

Carolina comenzó a caminar atravesando el patio sin mirar hacia atrás. Caminó por el corredor sin ese deseo de salir corriendo a abrazarlo. Sentía tristeza, nunca deseó nada malo para Pablo, pero una parte de ella se estaba liberando.


 
luccas,08.09.2006
Me he atrasado con estos capìtulos...

pereme tantito...

tengo el tiempo reducido mi Carmen,
pero sigo leyendo usted sabe.
 
Muertelenta,08.09.2006
Igual yo... Vengo a ponerme al corriente.

Saludos, Luquitas.
 
Moneda_al_aire,08.09.2006
No se preocupen niñas, mi jefa les manda a agradecer la constancia y el cariño.

Besitos

 
luccas,08.09.2006
Saludos luquitas! saludos luquitas!

a que mi chamaca!

 
Muertelenta,08.09.2006
La gente sigue diciendo que estamos locas!
 
luccas,08.09.2006
lucas? jajjajaja...
 
Moneda_al_aire,08.09.2006
Y lo seguirán diciendo niñas... pero naaaa!

jajaja
 
isamar,08.09.2006
Prefiero q me digan loca a pretender ser una "nunca-quedas-mal-con-nadie".
No me hagan caso, yo me entiendo.
i
No hay de queso, nomás de papa/i
 
Muertelenta,08.09.2006
Eso, eso, eso, eso....!

Ah, no! Me equivoqué... Jajajaja!!
 
Moneda_al_aire,08.09.2006
¿Se les chispotió?


pipipipipíííí
 
Muertelenta,08.09.2006
Fue isin querer queriendo/i
 
Moneda_al_aire,08.09.2006
i¡Acúsalo con tu mamá!/i

¡Tenga, tenga y tenga!
 
isamar,08.09.2006
Recordé ésta:

iVuelve el perro arrepentido,
con su mirada tan tierna
con el hocico partido...
con el rabo entre las piernas/i
 
luccas,08.09.2006
a canijo!!

Y esa pa' quien es o que?

jajajjjajajajaj

ta' pesada uste mi Isa!!
 
isamar,08.09.2006
No no es pa nadieeee! En serio, sólo me acordé..
Y bueno, toy algo pasadita de peso, y además tomé mucha ichiquitolina/i

jajjaaaaaaa
 
Moneda_al_aire,08.09.2006
jajajaja

me imaginé los ojitos de perrín... digo, de perrito, que siempre vuelve arrepentido... Siempre vuelve arrepentido... Siempre... Puf!

jajajajajaja

Es que ya no convencen esos ojos arrepentidos ni el rabo entre las piernas... naaaaaaaa! No son de fiar.
 
luccas,08.09.2006
jajajjajajaj

orales!!
 
isamar,08.09.2006
Órale mis chamaconas !!

Por cierto, luccas, qué significado tiene, en estricto, la expresión "órale"? o es "órales"?
 
Muertelenta,08.09.2006
Yo de metiche le respondo:

bÓrale!/b es una interjección coloquial de México que originalmente era una expresión para invitar, exhortar. Ahora se usa también en el sentido de asombro, sorpresa, de un "no sabía" o "no lo esperaba".

A ver si me dí a entender.
 
Muertelenta,08.09.2006
órale! = ándale, apúrate, vamos!, arriba!

pero también:

Ooooooorale! qué larga está la novela de Carmen.
 
isamar,08.09.2006
Más o menos, muertelentita, más o menos.
Algo así como "Dale !" ??? y/o "Chispas!"?
 
Muertelenta,08.09.2006
"Ansina mesmo"
 
Lucccas_,09.09.2006
iCarmen:




Cuando la gente se quiere
asì como la perra a sus cachorros
se acepta, con todos sus errores
sus altibajos, sus sin sabores.

se apoya, aun en necedades
en sin razones, vanalidades
se espera, como espera una madre
que el hijo aprenda, que sea mas grande.

No se abandona a la gente que se ama
se le corrige! se le reclama!
pero no se abandona...
si està tatuada a tu alma.



Con razòn o sin ella...

Sigo leyendo...


RHCastro.




 
susurros,09.09.2006
me lo leeré de cabo a rabo... esto no lo conocia yo Carajooo niña Carmen, vales lo mismo para un roto que para un descosido, ajaja... un susurro matinero... (volveré
 
Carmen_Posada,09.09.2006
Snif...

Por ustedes... he vuelto a mi esencia.

Gracias, por siempre.
 
Carmen_Posada,09.09.2006
bTRECE

Hierba Mala (Capitulo 17)/b


i- Señores pasajeros, abróchense el cinturón de seguridad que el avión está próximo a aterrizar en el Aéreo Puerto Alfonso Bonilla Aragón de la ciudad de Cali. Esperamos que hayan tenido un vuelo placentero y gracias por viajar con nosotros./i

Carolina miraba por la ventanilla como la tierra se acercaba cada vez más. Sentía el vacío del descenso en el estómago mezclado con la ansiedad de regresar después de cinco años.
Fue bajando por el túnel de salida de pasajeros hasta el primer piso donde debía buscar su equipaje. Observaba a través del vidrio a sus padres que la esperaban. Habían envejecido mucho.
- ¿Que tal tu vuelo?

- Muy bien, llevo mas de cinco horas montada en aviones, estoy agotada. Si quiera me hicieron aduana en Bogotá porque acá es un despelote.

- Pequeña, me hiciste mucha falta...

- Mamita… También los extrañé muchísimo.

- Voy a traer el carro.

- Carolina sentía tanta emoción de poder tocarlos. Había extrañado más que nada el poder tocarlos, contacto piel con piel. Hablaba con ellos al menos una vez por semana, pero nada podía reemplazar ese contacto visual y físico, el contacto de la piel en los abrazos y los apretones de manos. Esos cinco años le habían servido para aprender a valorar las expresiones de cariño.

- Espera mamita, voy a recibir a Tomás que tuvieron que doparlo desde Buenos Aires y debe haber vomitado dentro de la jaula.

- Bueno, estamos en el carro.
Carolina fue hasta la banda del equipaje pero no salía la jaula de Tomás. Se acercó a un ayudante y le preguntó.

- ¿Donde puedo averiguar por mi gato? Venía dormido en una jaula blanca.

- Si, la jaula salió por la banda y un compañero lo quitó al ver que nadie lo reclamaba. El pobre animalito está todo enfermito. Pusimos la jaula al otro lado para que no lo tropezaran con las maletas y esas cosas.

El ayudante se pasó por encima de la banda y trajo a Tomás que efectivamente había vomitado y estaba dormido todavía. Trató de abrir los ojos pero no pudo.

- Muchas gracias… ¡Pobre! Siempre le caen mal los vuelos, toca dormirlo para que esté tranquilo. Tomás, voy a tener que bañarte, mira como te volviste. Lo siento, esta vez fue la última, te lo prometo, ya estamos en casa.

Mientras lo sacaba de su caja y lo envolvía en una toalla, don Felipe acercaba el carro para subir las maletas.

- ¿Y Felipe? No venía con ustedes.

- Tu hermano anda ocupadísimo con el nuevo cargo. Ahora es el jefe de redacción y no te imaginas cómo se mantiene de trabajo. – Contestó su madre tratando de disculparlo, aunque sabía que la verdadera razón era que Felipe prefería evitar esos encuentros emotivos.

Durante el camino les contó sobre Argentina, sobre su trabajo con la Agencia Latinoamericana de Prensa, la alegría que sintió cuando le anunciaron la apertura de sede en Colombia y a ella le aprobaron gerenciar regional sur occidente desde Cali. Cosas que ya les había contado por teléfono pero que hacerlo de nuevo observando sus reacciones era otra cosa. Su madre no dejaba de mirarla. Don Felipe chequeaba por el retrovisor cada tanto como cerciorándose de que efectivamente su hija iba en el asiento trasero. Habían sido 5 años de distancia que, paradójicamente, los había acercado mucho más.
Habían reformado la casa, la fachada había sido pintada y restaurada, los pisos eran nuevos, los baños y la segunda planta estaba casi irreconocible. Su antigua habitación era ahora la oficina de su hermano Felipe, ya ella no tenía un cuarto al cual llegar en la casa de sus padres, sin embargo habían acondicionado el estudio de la primera planta con un sofá cama para su estadía. Sería algo temporal ya que desde Buenos Aires había anunciado que quería comprar una casa en las afueras de la ciudad, algo no muy alejado pero lo suficiente para no sentir el acoso del ruido y el tráfico de la ciudad. Algo más como un lugar donde retirarse a un merecido descanso y comenzar a trabajar con otras rutinas de vida.

Durante esos cinco años, Carolina había estado viviendo en 6 capitales diferentes. Había estado en Bogotá el primer año cuando le anunciaron su traslado a Ciudad de México. Allí estuvo por espacio de 7 meses, luego se fue para Quito durante 10 meses. De Quito pasó a Caracas durante un año completo. Luego Lima por 8 meses y por último Buenos Aires por casi un año. No había tenido tiempo de echar raíces y en el fondo existía una sola razón: sus raíces estaban en Colombia, en Cali, junto a su familia.

Tomás poco a poco había empezado a espabilarse. Tenía casi 13 años y ya estaba muy viejo. No tenía la misma agilidad de antes y había perdido un poco sus sentidos. Cuando estuvo totalmente despierto comenzó a recorrer la casa como si estuviera reconociéndola. Subió por la escalera a buscar la habitación que antes fuera de Carolina y al encontrarse con el computador, la biblioteca trató de subirse a la ventana que había sido sellada después de un intento de robo que tuvieron.

Comenzó a maullar con fuerza y Carolina subió para ver qué era lo que le pasaba. Lo encontró maullando desesperado mirando por el cristal de la ventana. Había luna llena y Carolina recordó la primera noche que Tomás había pasado en esa casa. Lo cargó para llevarlo a la cocina a ver si tomaba un poco de leche tibia, pero la olfateó y de inmediato se salió al patio trasero a maullarle a la luna.

- Está desorientado. El pobre ha perdido mucho de sus facultades. En años humanos tiene como 90 antes es mucho cuento que no se haya muerto ya.

- Hierba mala nunca muere... – Contestó su madre a quien Tomás nunca le había gustado.

- Pobre, parece que la única que lo ha querido soy yo, de resto a todo el mundo le cae como una patada.

- Es que ese gato nunca se hizo querer, es como si dependiera únicamente de ti, los demás somos un estorbo para él.

- No me hagas reír, mamita, yo he oído mucho sobre los celos de las mascotas, pero no creo que Tomás sea tan posesivo. Solo que yo soy quien lo alimenta, soy su fuente de vida.

- ¿No has pensado en sacrificarlo? Si está tan viejo y ya no puede valerse.

- Madre, ¿te gustaría que yo te sacrificara cuando estés viejita solo porque no puedes valerte por ti misma?

- Me enfurece que me compares con un gato...

- Mamita no te comparo, solo que cada cosa a su debido tiempo, si Tomás no se ha muerto es porque seguramente le hace falta algo por vivir.

- ¿De donde sacas esas ideas?

- No se, pero yo pienso que cada quien tiene una misión en este planeta, y las personas que mueren antes de cumplirla son las que regresan para hacer que otros concluyan su misión.

- Eso es por estar viendo tantas películas. Los muertos, muertos están y los vivos tenemos que vivir mientras podamos y lo mejor que podamos. ¿Se justifica una esclavitud a un animal que bien podía servir de abono para las matas? ¿Cuánto te ha costado pagar el embalaje y transporte de ese animal con toda tu viajadera?

- Bueno, si me ha costado pero lo vale, es mi única compañía. Gracias a él no estoy en un manicomio – contestó Carolina y le hizo un guiño a su madre como insinuando que ya era momento de cambiar el tema.

Conversaron durante un par de horas más hasta que el sueño las venció, su padre las escuchaba sentado al computador fingiendo no estar interesado, pero había puesto especial cuidado a los relatos de su hija. Todos alrededor de su trabajo pero de su vida personal ni una palabra. Nada de fiestas, nada de amigos, nada de nada.
Ese mes Carolina cumpliría 33 años, pero físicamente no reflejaba tener más de 25. Su comportamiento también era algo infantil. Se había vuelto un poco consentida y mimada. “Tal vez por aquella distancia, - pensaba su madre mientras acomodaban el sofá cama, - tal vez estos años fuera de casa la han hecho querernos un poco más”.

La noche estaba calurosa y a pesar del cansancio, Carolina no podía conciliar el sueño. En todo el tiempo que había vivido sola, fuera de su casa no se sintió insegura ni temerosa, esa noche en cambio estaba nerviosa, veía sombras y escuchaba ruidos. El segundo piso de la casa era de madera y siempre había escuchado esos ruidos típicos de las casas antiguas, cuando la madera se contrae durante la noche, pero tal vez había perdido la costumbre. De todas formas su inquietud no estaba relacionada con los ruidos, era mas bien una sensación como si alguien la estuviera observando. Se levantó a la madrugada por un vaso con agua y desde la ventana de la cocina vio a Tomás en el patio en actitud de defensa.

- Tomás, ven toma tu leche – lo llamó pero el gato ni siquiera la miró.
Bebió el agua helada y se fue a recostar cuando sintió un aroma dulzón en el ambiente, como a perfume de canabis. Hacía años que no sentía ese aroma. Estuvo muy de moda cuando lo vendían los hippies de la Av. Sexta durante finales de los 80’s pero luego cuando los reubicaron en el Paseo Bolívar ya nadie siguió comprando. Fueron desapareciendo los hippies y sus espacios reemplazados por tendidos de artesanos indígenas, en su mayoría desplazados del campo a la ciudad por la violencia de los años 90’s. El extracto de canabis desapareció del comercio entonces.
El aroma se hizo más penetrante y Carolina comenzó a buscar la fuente, pero no encontró nada que lo estuviera generando. Se acostó de nuevo, el cielo comenzaba a aclarar y ella no había dormido en toda la noche. El sueño ya la estaba venciendo cuando escuchó el repartidor del periódico y renunció ya a dormirse. Ya tendría tiempo de recuperar el sueño perdido.

- Buenos días! – Saludó a su padre que venía a recoger el diario. Don Felipe dio un brinco.

- Me asustaste! – Contestó tocándose el pecho con la mano derecha. – ¿Por qué estás levantada a esta hora?

- Fui por agua, y en eso trajeron el periódico así que pensé en leerlo mientras ustedes se levantaban.

- ¿Será que tienes el horario alterado?

- No papá, solo hay dos horas de diferencia con Buenos Aires, no es suficiente para alterar nada, yo siempre me levanto temprano.

- ¿Quieres desayunar conmigo?

- ¡Buena idea! ¿y mi mamá?

- Ella se levanta como a las siete.
Desayunaron juntos pero cada cual leyendo una sección del periódico. Carolina tomó los clasificados para empezar a buscar una casa en las afueras. No quería perder tiempo ni acostumbrarse a la casa de sus padres.

Su corazón dio un brinco cuando leyó:

i“FELIDIA a 25 minutos de Cali, vendo cabaña dos plantas. 180 Mts construidos, totalmente amoblada. Área de lote 10.000 mts. Precio base $70 millones Negociables. Agua, Luz, teléfono satelital.” /i

El teléfono para información era el número de doña Mariana de Londoño. Su curiosidad era casi morbosa. Pero no tendría sentido comprar la cabaña de los Londoño si precisamente la razón más poderosa para haberse ido de la ciudad era alejarse definitivamente de ellos.
Cerró de golpe la página y decidió salir a caminar un poco por la ciudad. En cinco años Cali había crecido muchísimo, a pesar de la crisis de la que a penas comenzaba a desahogarse. El comercio en especial estaba invadiendo los barrios residenciales tradicionales. En su misma calle ya solo quedaban la casa de sus padres y la de junto como viviendas, todo lo demás era comercial, 3 restaurantes, un gimnasio, un almacén de ropa de la diseñadora Lina Cantillo, una galería y un almacén de muebles. A lado y lado de su calle había carros parqueados desde muy temprano en la mañana.

Al final de la tarde recorrió la avenida sexta y con tristeza descubrió que se entre las calles 26 y 30 había convertido en el centro de operaciones de un proxeneta que administraba un grupo grande de prostitutas, al menos 3 mujeres midiendo calles cada dos o tres locales, alcanzó a contar unas veinticinco en su recorrido.
En el estanco de Doris ya no había más que caras desconocidas y habían abierto un par de locales gigantes a lado y lado que impedían la visibilidad del lugar. Realmente daba tristeza ver el cuadro. Todo lo que en alguna época había sido motivo de orgullo para los caleños, hoy era un sector que engrosaba las estadísticas judiciales. Prostitución, drogas y delincuencia eran ya lo único que esas calles podían ofrecerle a sus transeúntes.
Caminaba lentamente en dirección de la casa de sus padres cuando alguien la llamó por su nombre desde la barra de uno de los nuevos bares sobre la Av. Sexta con calle 26.

- Carolina, acá! – Le gritaba una mujer pero la algarabía de los locales y las luces le impedían reconocer la voz o la imagen.

Se detuvo al ver una figura que se le acercaba, solo hasta que estuvo a unos pocos metros se dio cuenta de que era Jimena Montes.

- No me lo vas a creer, pero te he tenido entre ceja y ceja desde hace días. ¿Cómo estás? – le dio un fuerte abrazo al que Carolina no respondió. – Uy! Que falta de efusividad. ¿Es que no te alegra verme?

- Si claro! ¿Qué estás haciendo en Cali?

- Acabo de llegar, hace como 2 días, te llamé a tu casa pero tus padres no me quieren ni un poquito, te negaron, dijeron que estabas fuera del país.

- Es verdad, llegué anoche.

- Ah! Yo pensé que había sido por negarte no más. Vení tomate un trago con nosotros.

- ¿Con quién estás?

- Con Juan Antonio.

- Yo paso, voy para mi casa, luego hablamos.

Carolina se fue sin darle oportunidad de que le insistiera. Había sentido una punzada en el estómago y no sabía por qué tenía tanta rabia después de ese encuentro.
Jimena Montes tenía dos capacidades increíblemente desarrolladas: la de manipulación y la de utilitarismo. Era capaz de cualquier argucia para conseguir lo que se proponía sin importar por encima de quien tuviera que pasar. Era dura, de carácter fuerte y también impulsiva, combinación peligrosa para enfrentarse.
Carolina no atinaba a recordar por qué estaba tan enojada con Jimena, la había querido mucho y no se dio cuenta en qué momento comenzó a sentir esa profunda rabia, esa desconfianza y ese rencor. Solo sabía que la vida se la estaba trayendo de vuelta a su camino y ahora era el momento de hacerla pagar.
Esa noche se quedó dormida en cuanto puso su cabeza en la almohada. Soñó con la ventana de su antigua habitación ahora sellada y al correr la cortina tras el cristal pudo ver el rostro de Floro Montaño. Después de 5 años algo había traído esa imagen a su subconsciente.

- Te levantaste temprano hoy – saludó su madre a la mañana siguiente – vas a desayunar?

- No madre, voy a buscar casa. Pasaré por un par de inmobiliarias y luego quiero mirar carros usados, no tengo presupuesto para uno nuevo ahora. No pude vender a buen precio el que tenía en Buenos Aires y con tanto tiempo por fuera del país no creo que me den crédito con facilidad. Además no me gusta deber dinero mucho menos a los bancos. ¿Me acompañas?
Era la primera vez que su hija le pedía que la acompañara a sus cosas. Ni siquiera al médico le pedía que la acompañara. Su madre se emocionó y don Felipe en gesto de agradecimiento le dijo:

- Llévate mi carro que yo no pienso salir hoy.

- Perfecto, podemos recogerte y los invito a almorzar por fuera. Felipe no vino anoche y seguro que hasta mañana no regresa. Dijo que iba a pasar un par de días donde Mónica. ¿Qué tal es? Tengo curiosidad de conocerla.

- Es una mujer bastante absorbente, como le gustan a él. Vamos a ver si de esta no se cansa tan rápido.

- Me dijo que el fin de semana la traía para que nos conociéramos. Ya veremos qué impresión deja, igual, si no me agrada a Felipe le importa un chorizo lo que yo piense.

- Eso no es así, a él le importa mucho tu opinión solo que nunca lo dice.

- Como sea, ojalá Mónica sea agradable.
Carolina y su madre fueron a lo del carro primero y luego a las inmobiliarias. Fueron a ver un par de casas campestres en Colinas de Arroyohondo, pero Carolina no era partidaria de comprar en condominio cerrado. Eso pondría en riesgo su privacidad. En su cabeza aún rondaba la idea de ver la cabaña de los Londoño. Esa era la que se ajustaba exactamente a su presupuesto y a su gusto.
Se les fue toda la mañana en eso y almorzaron con su padre en un restaurante nuevo del sector de Granada. Ya estaban por salir cuando sintió un leve mareo. Y de pronto todo se puso oscuro. Era como una baja de presión.
En la mesa contigua había dos hombres sentados, uno de ellos se levantó cuando don Felipe le hacía señas al mesero para pedir ayuda.

- Permítame, yo soy médico. ¿Qué le sucede?

- Está muy pálida y parece como si se estuviera desmayando – contestó don Felipe tratando de mantener la calma.

- ¿Me escucha? – Preguntó y Carolina asintió – ¿Está mareada? ¿Puede ver cuantos dedos tengo en mi mano?
Se estaba comenzando a recuperar y sonrió.

- Cinco, dos abiertos y tres cerrados.

- Buen chiste. ¿Qué siente?

- Sentí que me faltó el aire, un poco de mareo y todo se fue oscureciendo.

- ¿Ya le había pasado? Tome un poco de agua, puede ser solo una baja de azúcar o de presión. Es mejor que le hagan un chequeo ahora mismo. No lo deje pasar aunque se sienta mejor.

- Gracias.

- Si quiere mi consultorio está cerca, en la Clínica de Occidente, puedo atenderla ya si tiene médico de cabecera, sería bueno que lo fuera a ver ahora mismo.

- No se moleste, debe ser una bobada. No es la primera vez que me pasa.

- Con mayor razón. No lo deje pasar, puede ser una tontería como usted dice pero es mejor no jugar con la salud.

- Está bien, no tengo medico porque acabo de regresar al país así que puedo aceptarle su ofrecimiento.
Su papá la ayudó a pararse y su madre caminó a su lado por si le repetía. Fueron hasta el consultorio. El doctor se puso una bata y le tomó la presión, revisó sus reflejos sus signos todo parecía estar en orden.

- ¿Le sucede muy seguido?

- Ya no, desde que me fui hace 5 años no me pasaba, antes sí. Trabajaba de día y estudiaba de noche, siempre se lo adjudiqué al cansancio físico, pero parece que es otra cosa.

- ¿Hace cuanto regresó?

- Un par de días.

- ¿Estuvo en zona tropical?

- No, estaba en Buenos Aires.

- Ya. ¿Planifica?

- ¿Cómo dice?

- Hay que descartar posible embarazo.

- No se preocupe solo si el espíritu santo ha hecho la gracia, no existe ni la más remota posibilidad de un embarazo.

- No es activa entonces. Ni toma pastillas anticonceptivas.

- Nada de eso. No le agrego ningún químico al cuerpo. Ya ni siquiera bebo y fumo lo necesario.

- Debería dejarlo también, tiene una piel muy buena y el cigarrillo, a parte de lo que todos conocemos, también daña mucho la piel. ¿Qué edad tiene usted?

- Cumplo 33 el mes entrante.

- Primera vez que me despistan tanto, no pensé que tuviera más de 25. La felicito. No solo se ve muy saludable sino muy joven.

- Entonces doctor...

- Bernardo Pineda, pero le regalo el doctor.

- Bernardo, entonces ¿Qué piensa? ¿Muero o no muero?

- Debe ser lo que dijo, cansancio o alguna baja de elementos. Hágase un examen de Glucosa, curva de glicemia y como por no dejar perfil lipídico, es bueno chequearlo después de los 30. Cuando tenga los resultados regresa y de acuerdo a eso miramos si la retengo con algo más

- Gracias nuevamente. Hace mucho no me hago un chequeo, creo que mi cuerpo me lo está echando en cara.

- Seguramente, por acá la espero entonces.
Sus padres la esperaban en el corredor. Guardó en su cartera las órdenes para los exámenes con la certeza de que no volvería. Sabía por qué era ese mareo, sabía perfectamente que la causa no era física. No necesitaba someterse a tanto examen para verificarlo.
Por la noche le dijo su madre:

- Muy atento el médico ¿no te pareció?

- Si, agradable. Viste, te dije, que no había por qué preocuparse.

- Es que no te cuidas bien.

- Me cuido, solo no exagero.

- Deberías dejar de fumar, creo que eso si puede estar haciéndote daño.

- Algún vicio tenía que tener.

- Está bien, ya entendí. No me voy a meter más. Qué descanses.

- Hasta mañana.

Pasaron un par de semanas y Carolina decidió ir a ver a doña Mariana de Londoño.

- Carito, mijita. ¡Qué alegría tenerla de nuevo en Cali! Hace días estaba pensándola precisamente. Supe que estaba viviendo en el exterior.

- Doña Mariana, está usted sin que le pase un día. Llegué hace unos quince días. ¿Cómo han estado ustedes?

- Bien mija, ahí en la lucha. – Contestó esperando que fuera Carolina quien preguntara por Pablo.

- Y ¿Cómo está Pablo?

- Bien, está muy bien. Ya le falta poco para salir. Le dieron unas rebajas por buena conducta y por hacer trabajos.

- Me alegro mucho, doña Mariana – Hizo una pausa pensando si era mejor no hablarle de la cabaña, pero prefirió hacerlo de una buena vez para salir de dudas. – Supe que están vendiendo la cabaña.

- Si, es que ya nadie va y se ha convertido en un gasto innecesario.

- Sabe que me interesa verla. Yo estoy buscando dónde vivir porque me radico de nuevo en Cali y quiero instalarme fuera de la bulla de la ciudad. Cali está con un tráfico terrible.

- ¿De verdad? ¿Usted se casó o que?

- No, como se le ocurre. Ni de riesgos. Es para mi solita.

- Pues eso ya no está peligroso y para qué le voy a negar, estamos necesitando la plata, pero ¿Mija y usted si cree que sea buena idea? ¿no cree que para una mujer sola puede ser un riesgo?

- Uno no se muere la víspera, uno se muere el día – contestó pero luego se arrepintió de haber dicho esa frase.
Conversaron largo rato y al final doña Mariana le entregó las llaves para que subiera a la finca a revisarla.
Se despidieron muy cordialmente y Carolina quedó de devolverlas cuando la hubiera visto.
La casa de la familia de Jimena estaba muy cerca de allí. Giró en la esquina y sin darse cuenta su auto iba directo hacia ella.

- Gabriel, buenas tardes ¿Cómo ha estado?

- Bien, Carolina, sigue que ya te llamo a Jimena.

Jimena ya venía por el corredor porque la había escuchado. Sonrió con una expresión de triunfo.

- Hasta que al fin viniste!

- Si, he estado ocupada buscando casa y eso demanda mucho tiempo. Por eso ni te había llamado.

- Yo pensé que seguías furiosa conmigo.

- Ya crecimos, somos adultas y no creo que cosas del pasado valgan la pena para seguir alejadas.

- Me alegra escucharlo, vos sos mi amiga y siempre te voy a querer.

- Si, lo se... Venía a invitarte a la cabaña de los Londoño.

- ¿A donde?

- A la cabaña de los mellizos, la están vendiendo y hablé con doña Mariana porque pienso comprarla.

- Ahora no puedo, voy a salir con mi papá, pero si querés al final de la tarde te caigo a tu casa para que vamos. Eso no es muy lejos ¿no?

- Nada, son 25 minutos cuando mucho. Y voy a revisarla pero nada más. No es para quedarnos. Entonces mas bien nos encontramos a las 6 de la tarde en el supermercado de la portada al mar. Aquí en mi tarjeta está el número de mi celular, si no vas a ir me avisás ¿bueno?

- Listo.

Carolina se fue a comprar unas cosas en la ferretería cerca de su casa. Una hora más tarde estaba en la cabaña. En la parte trasera de la casa había una puerta que de la cocina llevaba a un patio de ropas luego unas escaleras que bajaban al pozo. El pozo había sido construido en cemento y tenía una tapa de concreto bastante pesada. Carolina cogió una pala y removió la tapa. Tenía unos 10 metros de profundidad. Ató una cuerda a una manija de hierro que había en el borde del pozo. Se puso unos guantes y comenzó a descender. Dos metros más abajo había una escalera de hierro incrustada en la pared de cemento siguió bajando hasta que tocó el agua. Hizo un nudo para marcar la cuerda y volvió a subir. Dejó la tapa de concreto corrida y escondió la pala detrás de un arbusto. Enrolló la cuerda pero la dejó atada a la manija. Subió por las escaleras hasta el patio de ropas y debajo del lavadero había una llave de paso. La cerró y verificó que no estuviera pasando agua por ninguna de las tuberías. Abrió la llave del lavadero, luego el lavaplatos y luego los lavamanos. Terminado esto, salió de la cabaña cerrando todos los candados.
Condujo de regreso y un km antes de llegar se detuvo. Abrió el capó y vació el tanque del agua. Luego volvió a arrancar a las 6:00 en punto estacionó en el parqueadero del supermercado de la Portada al Mar.
Jimena ya estaba esperándola. Hizo sonar el pito del carro y Jimena saludó con la mano.

- ¿Hace rato llegaste?

- No, antes pensé que no alcanzaba a llegar. Mi papá es eterno...

- ¿te trajo hasta acá?

- No, me vine en un taxi porque él iba para donde mis abuelos y si le digo que vamos a coger carretera a esta hora, se pone paranoico. Le dije que iba a encontrarme con vos en el Obelisco para comer empanadas y tomarnos un par de cervecitas.

- Bueno, entonces vamos.
Carolina manejó rápido y en 20 minutos estaban ya en la cabaña. Todavía no había oscurecido del todo. Carolina sacó de la bodega del carro Entraron por la puerta principal recorrieron la casa y cuando entraron a la habitación de los mellizos Jimena comenzó a sentir un frío helado.

- Se me olvidó traer un suéter o algo, esto está helado.

- Si, por acá hace mucho, muchísimo frío. Voy a revisar las tuberías y luego nos vamos, si querés metete al carro y me esperás.

- Ni por el chiras, yo no me quedo sola.

- Bueno, igual solo voy a ver si corre agua, tampoco es más.
Jimena se quedó en la sala mientras Carolina abría la llave del lavamanos de abajo.

- No sale nada... Fijáte si sale agua en el lavaplatos...
Jimena fue hasta allá pero no salió ni una gota.

- ¿Hace cuánto que no vendrán por acá?

- Por lo menos 5 años, lo que hace que Pablo está encerrado porque él era el que al final la usaba.

- ¿Y entonces?

- Pues vamos, ya se que no hay agua, pero al menos energía si hay. Vamos a ver que pasa, todavía no me he decidido a comprarla.

- No se... Yo no me meto a decir nada, pero este sitio me produce miedo. ¿No sentís la energía que hay aquí?

- No, yo la verdad no siento nada raro.
Salieron de la casa y Carolina cerró de nuevo los candados. Se subieron al carro y encendió el motor.

- Hay que calentarlo un poquito. Qué vaina con los carros usados. Siempre les aparecen gallitos.

- Caro, está saliendo humo, no hay que calentarlo, está recalentado!

- Mierda! – Carolina apagó el carro y abrió el capó. Sacó una linterna y comenzó a mirar. – Vos sabés algo de mecánica?

- No mucho, pero mirá si el tanque del agua tiene agua, siempre que se recalienta un carro hay que mirar eso.

- Cuál es el tanque del agua?

- Mucha bestia... vení yo miro. – Jimena alumbró el lugar y le dijo: - Esto está vacío, antes fue que no se incendió el motor cuando subíamos.

- ¿Qué hacemos?

- Nada, dejar que se refresque y llenarlo de agua.

- ¿De dónde vamos a sacar agua si no hay aquí?

- Eso si está grave. Nos va a tocar caminar hasta que encontremos alguien por aquí que nos ayude.

- Bueno, yo me acuerdo que Pablo sacaba agua de un pozo que había en la parte de atrás de la cabaña. De pronto podemos sacar de allí.

- Yo voy con vos, ya te dije que no me pienso quedar sola.
Fueron hasta el pozo y Carolina que llevaba la linterna fingió que se resbalaba.

- ay! Mi pié.

- ¿Cómo te caiste?

- No sé, pisé algo liso y se me dobló el tobillo. Esperate que me pase el dolor.

- Pues quedate aquí y me echas ojito, ¿esa cosa es el pozo?

- Si, creo que tiene una escalera o algo que sirve de escalera. Buscá a ver si hay un balde o algo.
Jimena buscó por los lados pero no había nada. Solo encontró una botella plástica de gaseosa grande de las de litro.

- Toca llenarla porque ¿qué más se hace?

- Amarrala con esa cuerda que tiene a un lado, ¿la ves?

- Si – Jimena amarró el pico de la botella a la cuerda y lanzó la botella, pero como era de plástico flotaba en el agua.

- No... esto no sirve, hay que bajar porque no se hunde.

- Yo no puedo bajar, me está doliendo el tobillo mucho.

- Pues yo bajo, pero vení al menos para que me tengás la linterna.
Carolina se arrastró hasta el pozo y Jimena la ayudó a pararse. Luego cogió la cuerda y se amarró la cintura y comenzó a bajar. Llegó hasta la escalera y siguió bajando con algo de impresión porque había bichos y lombrices por las paredes de cemento cubiertas de moho.

- Ya la estoy llenando. No me quités la luz que no veo ni mierda.
Carolina dirigió el rayo de la linterna a la cara de Jimena mientras desataba la cuerda. Luego la tiró dentro del pozo. Jimena sintió que ya no la sostenía pero estaba agarrada a la escalera de hierro.

- Caro, se soltó la cuerda... ¿Qué hacés? ¿Por qué apagás la linterna?

- Callate perra! Esto es lo que te merecés.

- Carolina – Gritó – No me vas a dejar aquí, - comenzó a subir los escalones de hierro pero pronto se dio cuenta de que terminaban muy lejos del borde – ¿Te enloqueciste?

- Que te callés! – Gritó y el eco retumbó en los oídos de Jimena. Se dio cuenta de que Carolina había perdido la razón y que no tenía forma de salir de allí.

- Caro, yo se que me porté muy mal en el pasado, pero somos amigas.

- No! Vos nunca has sido amiga de nadie, vos solo has usado a la gente y a la gente no se le usa, a la gente se la respeta.

- ¿Cómo vas a decir que yo te he usado? Vos sos mi mejor amiga, yo nunca he hablado mal de vos, nunca me ha dado pena andar con vos, siempre te he querido.

- No te voy a oír nada más. Vos sos una manipuladora mentirosa. Te saqué de mi vida y ahora vas a pagar por todo lo que has hecho.
Y diciendo esto volvió a correr la tapa de concreto. Sus ojos brillaban en la oscuridad. Sentía calor por el esfuerzo. Los gritos de Jimena se escuchaban ahogados. No había riesgo de que alguien la escuchara por mucho que se acercara a la casa. Fue hasta el lavadero y abrió la llave de paso. Llenó una botella con agua y se fue a llenar el tanque del carro. El motor encendió sin problema y regresó a su casa.
Tomás estaba esperándola. Se frotó contra sus piernas y parecía feliz.
Carolina se miró las manos y no sabía por qué las tenía raspadas, su ropa estaba sucia como si se hubiera arrastrado en el pasto, pero no recordaba nada.
Subió a darse una ducha y luego se acostó a dormir. No se vio con sus padres. Por la mañana muy temprano sonó el teléfono.

- Carolina, buenos días.

- ¿Quién habla?

- Gabriel Montes.

- Gabriel, ¿como le va?

- Mas o menos, Carolina. Disculpa que llame tan temprano pero es que no sabemos nada de Jimena. No vino a dormir ni ha llamado y como ustedes se vieron anoche...

- ¿Anoche? No. Ella me plantó. No es raro en ella. Así que yo me regresé cuando vi que no llegó al Obelisco.

- No puede ser, ella me dijo que iba para allá.

- No se preocupe, seguro se encontró con alguno de sus amigos en el camino y hasta allí le llegó la intención.

- No se... ella estaba muy contenta de que la hubieras buscado. Me dijo que habían estado alejadas y que ya habían limado asperezas.

- Si, pero usted sabe como es ella. No es que sea mala, pero... usted la conoce mejor que yo.

- Tienes razón, voy a esperar a que aparezca. Pero me va a oír.

- Bueno, Gabriel, de todas maneras estoy pendiente si me llama o algo yo le digo que usted la está buscando y por favor, me avisa cuando aparezca, aunque no parezca también me preocupa.
Carolina colgó el teléfono y subió a ducharse. Saludó a sus padres cuando bajó.

- ¿donde estuviste anoche? – Le preguntó su madre.

- Fui al Obelisco porque había quedado de encontrarme con Jimena allí, pero nunca llegó. Yo ni siquiera me bajé del carro. Estuve oyendo música dentro de él y como ella no apareció me vine para acá. Me acosté temprano, eran como las 9 de la noche. Tenía sueños atrasados.

- No puedo creer que vuelvas a hablarte con esa vieja. Creí que ya nunca tendríamos que volver a hablar del tema.

- Mamá, ella es la única amiga que he tenido. ¿No podés respetar eso?

- Es que no te conviene esa amistad. Nunca te ha convenido y es mejor solo que mal acompañado.

- Tal vez, pero yo la quiero mucho y si en algo puedo ayudar para que ella deje de hacer las cosas que hace, pues lo haré.

- Pierdes el tiempo, tú le importas muy poquito y ella solo te ha usado las veces que ha querido.

- Lo mismo me decía Pablo, y tal vez tengan razón. Hace un rato me llamó su papá, dijo que ella no había aparecido anoche. Quien sabe en que anda. Sabes qué mamita, tienes razón no vale la pena seguir manteniendo esa amistad. Por mí Jimena Montes se murió ya.
Salió rumbo a la cabaña. Jimena había pasado la noche helada en ese pozo, agarrada de los tubos de la escalera orando para que nada le pasara. Estaba agotada de gritar y su garganta le ardía mucho.

- ¿Quién es? – Logró decir pero el sonido de su voz sonó extrañamente a sus oídos – Por favor ayúdeme!
Nadie le contestó y la luz entró brillante en el pozo. Era de día. Trató de cubrirse los ojos y poco a poco comenzó a adaptarse a la luz.

- ¿Carolina?

- Maldita sea! Cierra la boca. Te traje algo de beber. Tómatelo.
Jimena alcanzó el termo que le acercaba Carolina desde el borde del pozo. Lo abrió y bebió. Era agua. Estaba sedienta de gritar y el agua calmó su garganta herida.

- Vas a hacer lo que yo te diga si quieres salir de allí. Vas a amarrarte la cuerda que te voy a tirar a la cintura y luego voy a subirte. Si intentas correr o atacarme te mato. ¿Oíste bien? Te mato.

- Si no voy a hacer nada pero sacame de aquí por favor. – suplicó.
Carolina fue subiéndola lentamente y cuando llegó a arriba la tiró al piso. Jimena estaba muy débil por el esfuerzo de horas sosteniéndose de los barrotes y gritando. Rápidamente le amarró las manos y la subió arrastrada por las escaleras hasta la casa. La sentó en la silla de la habitación de los mellizos y le amarró las manos y los pies a la silla. Luego comenzó a limpiar todo el cuarto, quitó las mantas que cubrían todo, limpió las telarañas y el polvo.

- ¿Por qué me hacés esto?

- Silencio. No quiero que digas ni una sola palabra.
Siguió limpiando el lugar y luego se acercó a la silla donde estaba Jimena atontada por la debilidad y horrorizada por no saber lo que le esperaba.

- El te idolatraba. ¿Cómo pudiste hacerle tanto daño? Lo buscabas para impedir que te superara. No lo dejaste vivir. Durante dos años te aseguraste de que viviera un infierno para luego morir. Yo me voy a asegurar de que vivas un infierno... antes de morir.

- ¿Qué me vas a hacer? Por Dios, Carolina, David se murió hace años, cometí un error, era una niña y no sabía lo que hacía. Me arrepiento por eso, pero esto es demasiado.

- Que te callés tu boca, perra. Demasiado lo que sufrió el, y vos seguiste como si nada, y luego Nando, vos no sabés lo que fue para él lo que le hiciste con su mejor amigo, pero vos seguiste como si nada, y yo. Yo que no hacía más que apoyarte y ayudarte, te acogí en mi casa, te presté mi familia para que sintieras el calor de hogar, te ofrecí lo mejor que siempre tuve y no te importaba, me dabas la patada cada que te daba la gana, me usabas y cuando obtenías lo que querías me desechabas. Y seguiste la vida como si nada. A tu lado Clara, tu mamá se ve como una santa.

- Me estás dando donde más me duele.

- Si, he esperado mucho por este momento. No valés nada. – Le dio una bofetada y su labio empezó a sangrar.

- Matándome no lo vas a re vivir, ni torturándome mucho menos.

- Tal vez no, pero ojo por ojo y diente por diente. Vos has hecho daño a muchas personas y hay que ayudarle al destino para hacerte pagar todo.
Cerró la puerta tras de si. Jimena intentó desatarse pero era imposible, estaba inmovilizada. No tenía voz suficiente para gritar así que esperó. Escuchaba ruidos en la cocina. Carolina se puso unos guantes de cuero forrados con una rejilla de alambre y cogió un frasco de soda cáustica, uno de lejía y uno de ácido sulfúrico que había conseguido días antes en un almacén de limpieza industrial. Se puso una mascarilla protectora, tomó un embudo y regresó al cuarto.

- Hora de tomarte la sopita.

- ¿Qué es eso?

- No te preocupes va a doler un poco pero luego pasará.

- Yo no voy a tragarme nada

- Podemos hacerlo de dos formas, la buena o la mala, tu escoges.

- Espera, por favor, yo no me quiero morir, podemos arreglarlo, voy a hacer lo que tu quieras.

- Yo no quiero nada tuyo ni que venga de ti. No has entendido, esto no tiene reversa. Yo no voy a negociar nada. Te tomas esto y punto.

- ¿Qué es?

- Mejor no te digo, te lo hará más difícil. Solo tomate un trago largo o si no yo te lo puedo hacer tragar igual. – Le mostró el embudo.

- Pues me vas a tener que matar primero.

- Bueno, no hay problema – Carolina salió por una roca y regresó.
Jimena la miraba con horror, no podía creer que Carolina estuviera así de desquiciada. Realmente la iba a matar. No era una pesadilla era verdad y le estaba sucediendo a ella.

- Caro, por favor no lo hagas, piensa en ti, tu no eres una demente, tu no eres mala, no se qué te ha pasado pero por favor no me hagas nada. Te juro que nunca más voy a volver, te juro que no le diré nada a nadie. Esto queda aquí entre nosotras, como todos nuestros secretos.

- Cállate perra maldita. Te vas para el infierno de una vez por todas.
Alzó la piedra y comenzó a darle golpes en la cabeza que Jimena intentó esquivar al principio pero el tercero le dio en la nuca y quedó semi inconsciente todos los demás golpes le destruyeron el cráneo. Para Jimena todo había terminado. Lo último que alcanzó a ver fue la imagen de Tomás observándola agonizar. La sangre salpicó la pared, la puerta, las ventanas, el piso, la alfombra, todo estaba lleno de sangre.

- Ven aquí gatito, ya todo terminó. ¿Viste cómo suplicaba? Maldita perra, ahora voy a tener que limpiar toda esta porquería.
Sacó de la bodega del carro unas bolsas negras de basura, envolvió el cadáver con sábanas y luego con las bolsas. Lo aseguró con cinta de empacar y lo arrastró hasta el carro. Forró la bodega con más bolsas plásticas y allí lo metió. Se quitó los guantes y se puso unos de caucho para limpiar todo el cuarto. Lavó la alfombra y las cortinas, la ropa de cama, las paredes, los muebles, todo con agua, jabón y finalmente con lejía para borrar los rastros de sangre. Extendió la ropa mojada y la alfombra en el patio trasero. Volvió a revisar el cuarto en cada rendija y cada centímetro para que no hubiera quedado ningún rastro. Recorrió de nuevo la casa asegurándose de que todo estuviera en su sitio, volvería después para tender las camas y acomodar la alfombra tal como la había encontrado. Recogió los frascos de lejía, ácido sulfúrico y el de soda cáustica lo llevó hasta el patio trasero y lo dejó en el closet de herramientas. En una bolsa metió las cuerdas, acomodó la tapa del pozo y cerró con candado la puerta trasera. Echó un último vistazo a todo y salió de la casa. Le puso los candados a la puerta de entrada y llevó hasta el carro lo que había usado para limpiar. Abrió la bodega y los lanzó sobre el cadáver de Jimena.
Encendió el carro y salió de la propiedad. Tomó la carretera en sentido contrario al pueblo. Condujo hasta Las Peñas, otra vereda a una hora y media de Felicia. El río quedaba a unos 15 minutos del pueblo. Buscó donde parquear el carro cerca de la orilla. Ya estaba oscureciendo pero había luz suficiente para no encender la linterna. El río Las Peñas era tranquilo poco caudaloso pero profundo. Se puso de nuevo los guantes y la mascarilla, sacó el cadáver de la bodega y empezó cortar el envoltorio que había hecho. Tenía el cráneo desfigurado y con unas tijeras le cortó el pelo y lo fue echando en una de las bolsas, luego con una piedra le fracturó la mandíbula superior y le destrozó los dientes, con un destornillador fue arrancando una a una las muelas botándolas al río. Luego roció ácido sulfúrico sobre lo que quedaba de su rostro, en la palma de sus manos y sus pies. Le quitó los zapatos y la ropa, incluso la interior. Esperó a que el ácido quemara la piel y sus huellas y lanzó el cadáver al charco. Recogió los restos de las sábanas y las bolsas de basura con la ropa y los zapatos y los acumuló todos en una sola bolsa grande. La metió a la bodega del carro, lavó el destornillador, lanzó la piedra ensangrentada al río y también la otra roca con la que le destruyó el cráneo. Encendió la linterna para chequear que no quedara nada. Se subió al carro y arrancó.
Tomó la carretera que conectaba con Cali entrando por el lado de Bella Vista. Llegó casi a las 9 de la noche a su casa.

- ¿Donde estuviste todo el día? ¿Por qué no contestabas al celular?
- Madre, fui a recorrer Jamundí y Bella Vista para ver si había alguna casa que me gustara, me entretuve mirando los paisajes y se me hizo de noche. El carro está molestando porque se recalentó y tuve que buscar agua para echarle... Pero ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan angustiada?

- Es que el papá de Jimena Montes volvió a llamar. Está desaparecida desde ayer y me preocupé.

- Yo que voy a saber donde anda esa vieja. Voy a cambiar de celular, no me entró ninguna llamada, a penas si salgo del perímetro urbano se queda sin señal.

- Es esa empresa nueva, parece que no sirve como las de siempre. Vendieron más de la cuenta y ahora no tienen cobertura suficiente. – Dijo don Felipe que había escuchado la conversación.

- Bueno, ya llegué, no tienes por qué preocuparte, aquí estoy. ¿Tomás... lo han visto?

- Cuando tu no estás yo no se donde se mete ese animal.

- Cuando tenga hambre aparecerá. Voy a ducharme, hoy sudé mucho.

- Y hueles raro, como a algún químico.

- Debe ser porque estuve parada al lado de una planta de yo no se que cosas viendo el atardecer. Olía como a específico. Es una lástima, ya no hay sitios donde ver el atardecer sin que la ciudad se lo coma a uno.
Subió las escaleras, se duchó y se acostó a dormir. Durmió profundamente toda la noche.
Por la mañana se levantó al sentir a Tomás. Lo contempló un rato y fue a servirle comida. Al rato se levantó su padre.

- No se por qué madrugas tanto si todavía no haz comenzado a trabajar.

- Al que madruga Dios le ayuda. Y a mi me ha ayudado mucho toda la vida.

- Eso es verdad. ¿Qué vas a hacer hoy?

- Tengo que ir a cerrar un trato. Ya decidí que voy a comprar la cabaña de Felicia. Es la única que me gusta. Todo lo que he visto tiene algún pero, en cambio esta es perfecta. Siempre me lo pareció.
Salió primero hasta la cabaña para recoger la ropa de cama, colgar las cortinas, tender ambas camas tal como lo había visto al llegar. Cubrió por último la silla con una sábana y acomodó la alfombra que todavía estaba algo húmeda.
Cerró la casa y se fue loma abajo dentro de la propiedad con la bolsa que contenía la ropa de Jimena, los zapatos y los frascos de químicos. Le prendió fuego y se hizo una llama bajita. Le puso hojas secas para que el fuego acabara con el último rastro que quedaba. Cuando se extinguió cogió un palo y removió las cenizas. Solo quedaba la botella de vidrio donde estaba el ácido sulfúrico que ni el fuego había destruido. Estaba vacía, lo había usado todo en el cadáver. Quebró la botella y se fue.
Condujo hasta la casa de doña Mariana.

- Doña Mariana, vengo con excelentes noticias.

- Entonces ¿se queda con la cabaña?

- Si, definitivamente me encanta. Había olvidado lo acogedora que es. Aquí le traigo las llaves de vuelta y usted me dirá cómo proceder.

- Bueno hagamos una cita para ir a firmar la promesa de compraventa, usted me da el 10% y el resto cuando las escrituras estén a su nombre.

- Perfecto, esta es mi tarjeta, llámeme cuando tenga todo listo.

- Ayer fui a ver a Pablo...

- Que bien! ¿Y le dio saludos de mi parte?

- Le conté que había venido a verme. Pronto sale ¿le conté?

- Si, me dijo, espero que todo salga bien.

- Si, parece que en un mes sale pero yo quiero que se vaya del país. El no. El dice que se quiere quedar trabajando y portándose bien. ¿Usted no quiere ir a visitarlo?

- Doña Mariana... no se, él me pidió hace años que no lo hiciera y yo respeto eso.

- Pero le haría mucho bien. Está preocupado porque la gente debe estarlo juzgando. Usted sabe, por haber estado allá.

- La gente olvida y yo creo que el puede empezar una nueva vida, tranquilo sin ese pasado. No me pida que lo visite, yo se que él prefiere salir primero y ya ve... solo falta un mes.

- Bueno, mijita, entonces yo la llamo cuando tenga listos los papeles.

- Está bien. Quedo pendiente.
Carolina salió contenta. Llegó al medio día a su casa y almorzó con sus padres y con su hermano. Por la tarde se quedó en la casa. Contempló un rato a Tomás que parecía ausente. Indiferente. Luego se puso a leer.

- Carolina – la llamó su madre – Te buscan unos señores.

- Ya bajo.

Carolina bajó las escaleras y vio a dos uniformados. Le hicieron preguntas sobre Jimena y ella contestó que no sabía donde podría estar. Lo único que recordaba es que habían quedado de ir a comer juntas dos días antes pero ella nunca apareció.

- ¿Y a usted no le llamó la atención?

- Pues no. Ella siempre ha hecho cosas así. Tiene fama de incumplida porque queda con todo el mundo de hacer programas, salidas y cosas así, pero al final escoge la que más se le antoja. Por eso no me pareció raro que no llegara, no era la primera vez ni será la última. Es vicio ya de ella dejarme metida – se rió – antes me molestaba, pero ya no me importa. Aprendí que ella es así y punto.

- Es raro que no se preocupe. Por lo que entiendo son buenas amigas y ya pasaron las 48 horas de rigor, ya se considera desaparecida.

- Si le pusiera cuidado a todas las veces que se desaparece, estaría medio loca. Me preocupo, solo que conociéndola puede estar en San Andrés con algún amigo pasado unos días. De todas formas uno nunca sabe. Espero que no sea sino otra de sus perdidas intencionales. Si llego a saber algo, les aviso.

- Por favor. Disculpe la molestia.

- No, no se preocupe, en lo que pueda ayudar estoy a su disposición.

- Una última pregunta. Su familia dice que ustedes estaban alejadas. ¿Por qué habían discutido?

- Pues fue hace muchos años. Ya no recuerdo bien, ella se involucró con dos amigos míos al tiempo y yo pues no estuve muy de acuerdo con eso. Cosas de jóvenes inmaduras. Pero de eso ya han pasado como 7 años. Por eso es que no me preocupo por su desaparición. Ella no es muy convencional que digamos, mas bien es un poco anárquica así que en cualquier momento aparece y verá que no era nada grave.

- ¿Y en 7 años no hablaron? ¿Solo hasta hace dos días?

- Hablamos un par de veces antes de irme del país, pero yo me fui durante 5 años y perdimos contacto, ahora que regresé me encontré con ella y quedamos de vernos y actualizarnos. Hace dos días como le dije fui a verla y la invité a comer, pero no llegó.

- ¿Sabe si ella tenía algún enemigo, alguien que quisiera hacerle daño?

- No oficial, no sabría decirle porque hace años había una que otra esposa enojada porque salía con hombres casados, pero de eso hace mucho tiempo, no se ahora a qué personas frecuentaba, como le digo no nos hemos puesto al día... aún.

- Bueno, no la molesto más. Si recuerda algún detalle por favor se comunica conmigo o con su familia.

- Si claro. Gabriel debe estar muy angustiado, voy a llamarlo más tarde.
Los agentes de la policía se fueron y Carolina no llamó a Gabriel.

- Mamá, como que si es serio lo de Jimena.

- Pues esperemos que esté bien. Una cosa es que no me agrade y otra muy distinta es desearle algún mal.

- Si. Me daría pena por la familia, si algo le ha pasado. – Sin saber por qué en ese instante tuvo la certeza de que jamás sabrían qué pasó con Jimena. Jamás la encontrarían.

 
luccas,12.09.2006
Vaya! que personaje Carmen!
sigo leyendo...
 
Carmen_Posada,14.09.2006
¡Gracias mi Letty!

¡Rayos! me convertí en azul... con lo que odio tener la bolita azul... Tocará "Re-crearme"

jajajajaja

¡Verde hasta la muerte!

Cuando vuelva verde entonces si le pongo el nuevo capítulo. Antes no.
 
luccas,17.09.2006
>Mmmmm... el que espera desespera, mejor quèdese azul y suba el otro capìtulo
 
Carmen_Posada,17.09.2006
Mi Letty:

Gracias a ti, a Isa y a Angélica por haberse aguantado todo el bodrio completo. Este es el último capítulo. Nada qué hacer. Me habría gustado colgarlo con mi eterna bolita verde, pero esta vez parece que me quedo azul por un ratito más.

Llegamos al desenlace, que en realidad no lo es tanto. La vida real es diferente a las vidas de las novelas. A mi me gustan los desenlaces sin finales, así las historias inventadas se asemejan mucho más a la realidad. En la realidad todo es cíclico. Solo existen referetes como puntos de partida y puntos de llegada. Vida y muerte, dicen.

Espero entonces los comentarios que tengan.


*******************************************
bTRECE

Un nuevo amanecer (Capítulo 18 Final)/b



Carolina se despertó esa mañana con mucha sed.

Se había tomado una botella de vino sola. Pero se sentía renovada. Recordó que tendría que llamar por lo del teléfono satelital.

Había pasado la primera noche en su nuevo hogar. El sol brillaba pero no hacía calor. Se dio una ducha y se puso la ropa del día anterior. Tendría que contratar un camión para llevarse algunas cosas que no le gustaban de la cabaña y traer las suyas de la casa de sus padres.

Llegó a la casa de sus padres antes de las 10 de la mañana. Desde allí llamó a la empresa de teléfonos y quedaron de ir al día siguiente. Contrató el camión de trasteo y luego verificó que estuvieran todas las cajas.

- Voy a hacer un asado para inaugurar la cabaña. Madre, ¿me ayudas con la familia? Voy a hacer un mapa para que le saquen fotocopia y le den a todos.

- Desde cuando te interesa hacer una fiesta. Toda la vida le has sacado el cuerpo a los eventos sociales.

- Es que esta vez es diferente. Me siento libre y feliz. Siento como si estuviera empezando a vivir. Por cierto, ¿has visto donde puse la tarjeta del médico que me vio cuando me dio ese mareo, el que estaba en el restaurante?

- Si, la vi sobre el escritorio de tu hermano. ¿Te has vuelto a sentir mal?

- No, pero quiero hacerme los exámenes que me mandó y quiero ver si todo está bien. De control. ¿Me acompañas?

- Si, claro. También quiero hacer la lista de invitados al asado para saber qué tanto necesito. A parte de la familia quiero invitar a doña Mariana y a Pablo. Salía esta semana de la cárcel y quiero darle la bienvenida.

- No me parece.

- Mamá, no estoy diciendo que vaya a volver a tener algo con él, solo quiero que se sienta seguro de que la vida nos cambió, que ya somos libres y que podemos seguir con nuestras vidas, cada cual por su lado.

- Tu verás, pero es un riesgo grande.

- También quiero invitar a Carlos Lotero, a su esposa y a sus hijas, a Nacho y a su esposa, que Felipe vaya con Mónica y bueno, es un comienzo.

- ¿Un comienzo?

- Si, madre, anoche estuve pensando que casi no tengo amigos y los que tenía ya ni los veo, ni los llamo, mejor dicho, ya no tengo ningún contacto con nadie. Ya es hora de socializar. No puedo ser una ermitaña sola y amargada toda mi vida. Quiero conocer a alguien, quien sabe, enamorarme. Tal vez todavía tenga una última oportunidad. Si no llega... pues nada, no importa, pero no quiero volver a estar tan sola como he estado durante toda mi vida.

- Me alegra oír eso. No es tarde.

- ¿Nos vamos?

Carolina estaba irreconocible, sonriente, alegre, hablando de todo. Donde el médico le contó sobre sus mareos y que había sentido uno la noche anterior. Le mandó exámenes y se los hizo inmediatamente para no arrepentirse luego. De allí fueron a comprar las cosas para el asado que lo harían el domingo. Era viernes y se fue con su madre a almorzar. Luego fueron hasta la casa de doña Mariana para invitarla con su hijo. Pablo saldría por la tarde de la cárcel.

Dejó a su madre en la casa y siguió para Felicia. Pasó por el pueblo y se detuvo en la tienda. Tenía que contratar a dos personas en lo posible una pareja porque hacía al menos dos años que no había agregados en la finca.

- ¡Buenas tardes!

- Señorita, en qué le puedo ayudar.

- Acabo de mudarme a La cabaña que fue de los Dussan. Ahora es mía y me gustaría saber ¿cómo funciona el comercio acá? ¿qué días abren la tienda y la cooperativa? ¿Qué cosas se consiguen y cuales tengo que ir a buscar en Cali?

- Señorita, acá solo los lunes cerramos de resto toda la semana está todo abierto desde las 6:00 de la mañana hasta las 7:00 de la noche. Cuando no la atiendo yo la atiende la mujer mía o la hija. Usted puede dejarnos la lista de lo que necesita y lo que no tenemos se lo consigo. El billar si funciona solo desde por la tarde hasta las 10:00 de la noche, pero no creo que le interese mucho.

- Ya, si es cierto, no se jugar billar – sonrió – Me parece perfecto, voy a sacar una lista de lo que se consume para entregársela y usted cada semana me tiene el pedido y yo lo recojo, ¿le parece?

- El hijo mío se lo puede llevar como hacíamos con el finadito doctor Dussan.

- No es necesario, yo tengo paso obligado por acá y así le evito la molestia. ¿Sabe que otra cosa necesito? Necesito dos personas, en lo posible un matrimonio. Para que ocupen la casa de los agregados. Para que él se encargue de las cosas de trabajo pesado, jardinería, reparaciones, y voy a comenzar a criar animales de corral, también tendrá que encargarse de eso; y la señora se encargará de la cocina, el aseo, administrar los víveres y esas cosas. ¿Sabe de alguien que le interese?

- Pues el hijo mío está sin trabajo hace rato y se tuvo que venir a vivir con la mujer a la casa nuestra. Usted dirá. Es buen trabajador pero me salió malo para el estudio así que el pobre no tiene muy buena cabeza, pero es un burro para el trabajo. Si quiere lo pone a prueba y a la mujer. Ella cocina rico y es hacendosita pero tiene niño de brazos. Si a usted no le importa eso...

- ¿Cuánto tiene el niño?

- Tiene 8 meses. Y eso no le impide a ella trabajar bien.

- Entonces no se diga más. Llámelos y yo los conozco. Si son tan amables como usted no tendré inconveniente.

El muchacho tenía al menos 30 años. En realidad no era muy brillante, pero tenía una mirada transparente y se veía deseoso de trabajar. La mujer era mucho más joven, de unos 20 años. De manos grandes y fuertes. Tenía una sonrisa agradable y un su aspecto también lo era, humilde pero muy limpia. Eso le dio buena impresión. Les pidió que la acompañaran hasta la cabaña para que abrieran la casa de los agregados y se hiciera una lista de lo que necesitarían para acondicionarla de nuevo.

La casa era pequeñita pero muy cómoda. Tenía dos cuartos pequeños, un comedor, un baño y una cocinita. En el primer cuarto estaba un catre doble con su colchón y sus almohadas. Estaba muy sucio por el polvo y las telarañas, pero era cuestión de limpiar bien todo. En el segundo cuarto había herramientas y cajas de chécheres. Podrían sacarlas, seleccionar lo que sirve y lo que no sirve y acomodarlas en el cuarto de herramientas de la cabaña, junto al lavadero, en ese cuarto podrían acomodar el corral del bebé y más adelante cuando creciera pasarlo a una cama.
La pareja no podía creer la oportunidad que tenían. Estaban muy agradecidos y quedaron de llegar al día siguiente muy temprano para comenzar a acomodar todo y a limpiar.
Carolina se sintió a gusto con ellos. Eran muy sencillos, sin resentimiento social ni nada parecido. Les pagaría salario mínimo a cada uno con sus prestaciones y tendrían techo y comida libre del salario. Le pareció una propuesta justa. Ellos habrían aceptado menos, pero Carolina no quería que estuvieran descontentos.

- Ojalá pudiera pagarles más, pero mi salario tampoco da para hacerles una mejor oferta.

- Cómo se le ocurre si por acá es muy difícil conseguir trabajo y además no tenemos que gastar en transporte ni nada.

Se despidieron y se fueron caminando cogidos de la mano, felices. Era tan fácil hacer felices a las personas.

El camión de la mudanza llegó primero que los nuevos agregados Efraín y Yolanda. Los hombres comenzaron a descargar el mueble de la biblioteca que era bastante grande, en cedro, muy pesada, el computador, el escritorio. Cajas con libros, su archivador. Casi todo era de oficina. Una nevera, una estufa de gas y un televisor grande nuevos eran lo único que venía adicional.

Cuando llegó la pareja venían con sus maletas y el corral del niño en una carretilla de arena, eso era todo. Sintió un poco de pena por la diferencia, pero se hizo el propósito de nunca marcarla. Yolanda traía el niño en brazos.
Desocupado el camión pidió que desarmaran las camas gemelas ya que había pactado con doña Mariana que no entrarían en la venta. Tampoco el baúl que estaba en la sala donde guardaba álbumes familiares y toda la ropa de las camas. Eso también regresaría a sus dueños.
Despachó el camión y se reunió con sus nuevos empleados.

- Ambas casas necesitan una buena mano de aseo. Comenzaremos con la de ustedes que es pequeña.

- No señorita, primero la suya.

- Primero que nada no me digan señorita, me recuerda que todavía soy soltera, pueden decirme Carolina, Caro o Carito, como mejor les parezca. Segundo, hay que ser prácticos, mañana tengo muchos invitados para inaugurar la cabaña y prefiero que ustedes estén descansados. Vamos a trabajar duro los tres todo el día, pero no quiero que al final del día también tengan pendiente lo de su casa. Luego de acomodarse y dejar al niño también instalado nos venimos para acá a limpiar todo esto. ¿Les parece?

- Lo que usted ordene seño... Carolina.

Estuvieron en esa labor todo el día. Ambas casas quedaron limpias y organizadas. Carolina montó su oficina en la que fuera la habitación de los mellizos Londoño. Sacó el televisor a la otra habitación que sería de huéspedes. Era la más grande de la primera planta. Tenía un camarote y una cama doble. Había comprado juegos de cama sencillos y dobles compañeros. Pusieron flores naturales que Efraín había traído del pueblo. La habitación de Carolina había quedado en la segunda planta. Puso allí el otro televisor y la cama era doble. Había comprado almohadas y cobijas de plumas de ganso para el frío. La habitación y el baño eran grandes. Y después de limpiar los vidrios la luz entraba por las ventanas como en los buenos tiempos de aquella cabaña. También allí puso flores Efraín en gesto de gratitud. Trabajaron como hormigas brazo con brazo. Así se rompió el hielo entre la pareja y su nueva jefa. Al final del día estaban exhaustos. Esteban, el bebé de la pareja había estado presente en todo. Acomodaron el corral en el comedor mientras trabajaban y desde allí su madre podía verlo todo el tiempo. Era un angelito. No lloraba y sonreía todo el tiempo. Durmió por ratos y cuando se despertaba su madre le daba un biberón, lo cambiaba y seguía con su trabajo. Tenía una linda voz Yolanda y cuando Carolina la escuchó cantarle al niño le pidió que lo hiciera siempre que quisiera, que era una bendición tener una voz tan melodiosa y agradable de escuchar.
Comieron juntos y acordaron algunas normas, entre ellas que al menos una vez por semana comerían con ella para hablar del trabajo. Les explicó que su trabajo la mantendría muy ocupada para estar al frente de todo.

A la mañana siguiente Carolina se levantó temprano. Abrió la ventana de la habitación y la brisa helada le acarició la cara. Respiró profundo con los ojos cerrados y al abrirlos el cielo comenzó a clarear.

Escuchó un susurro lejano: iDale señor el descanso eterno... Y brille la luz perpetua./i


b
********************FIN********************
 
luccas,19.09.2006
Los comentarios...

Para empezar el fin me parece... no me parece. Una novela debe tener fin. De donde quiera que la escritora la haya tomado. Debe tener fin.

Bueno, la vida atormentada de una jovencita con la inmadurez de su edad y que no logrò superar en el transcurso de todos los capìtulos. Por el contrario, su inmadurez fuè siendo mayor, es por eso que considero que esta novela aun no llega a su fin. La protagonista toca la cumbre del egoismo, se transforma en el ego de su propio ego, intenta por todos los medios de ser siempre en centro de atenciòn aunque tenga que eliminar a quien le estorba y... piensa... que esa es la lìnea que señala su victoria, cuando... solo es un escalòn mas de su inseguridad.
Matar, eliminar, sacar del camino a nuestros contrincantes, a nuestros enemigos, a todos aquellos que no piensan como nosotros o no sienten como nosotros, es... una muestra de cobardìa, de... no querer enfrentarlo.
Aùn le falta a tu historia como Carolina tiene que vivir las consecuencias de sus errores, ya viviò algunas, pero le faltan casi todas.
La vida errada de sus amistades la arrastra, fantasea con los hèroes y en su subconciente pretende ser un hèroe al igual que ellos. El gato... creo que el gato es el mas racional de todos.
Me deja insatisfecha... me falta el descenso, me describes la elevaciòn del ego... pero aun no encuentro la humildad en ninguna parte.
todo ser la adquiere, de alguna u otra manera y una persona sin humildad, aun... està incompleta.

No creo que sea autobiogràfico, quien la escribe tiene simulitules con el personaje de Carolina, pero... yo prefiero pensarla mas madura.

Un beso mi niña.
Te quiero mucho.
 
luccas,19.09.2006
*similitudes.

 
Carmen_Posada,19.09.2006
Mi letty, gracias por la crítica constructiva que haces.

Pero veamos: Si fuera autobiográfica totalmente yo debería estar en la cárcel. No mato una mosca, bien lo sabes, pero digamos que fantasear con ello de vez en cuando hace bien. Por eso es mejor escribirlo, para sacarlo de uno.
Es cierto, no hay humildad. En ninguna parte, y tal vez haya demasiadas similitudes entre Carolina y la autora (o sea yo) Pero los verdaderos detalles biográficos no están en el personaje de Carolina. Si se quiere es de la que menos. Ni siquiera el personaje del gato es irreal, solo las acciones son ficción.

¿Por qué no me gustan los finales? Porque no creo en la justicia en la vida real. En el imaginario siempre habrá héroes y heroínas que hacen justicia o ayudan a que la justicia no cojee. En el mundo real es otra cosa. No pasa de ser un lugar común esperar que los "malos" paguen el precio de sus acciones. Pero eso ya es trillado. Meter a Carolina al manicomio por demente y por asesina a sangre fría, sería como "Y vivieron felices para siempre". Desde Cenicienta odié esos finales. Por ser un truco más para enajenar al ser humano, para lavarle el cerebro haciéndole creer que debe esperar un buen final.

Creo en lo cíclico, también en la ley de causa y efecto, pero debes recordar que este personaje tiene una influencia sobrenatural que le hace actuar de esa forma. Sin explicarlo, estoy justificando su demencia.

Veremos si con el tiempo logro recopilar material para hacer un final diferente. Tal vez el lector aún quiere que le den finales felices.

Besos, canija!
 
luccas,19.09.2006
A eso me refiero, mira... la novela es buena, entretiene y uno espera los capìtulos con entusiasmo, pero... la cortas y dices aquì terminò todo cuando yo creìa que apenas iba empezando lo emocionante.

Me explico?
Me gusta que la protagonista sea una asesina, no es ni la primera ni la ùltima, no necesariamente tiene que pagar con càrcel o que la avienten a un pozo como a jimena... no... eso es lo que espero, que no sea lo mismo de todas o que las dejan a medias porque ya no saben de donde sacarle un final, o... que repitan y repitan e mismo.
Tu sabes Carmen... es tu novela y no es mala, a mi punto de gusto me quedo con ganas de ese final que nadie espera ...
Necesito que la muchachita crezca, no se puede quedar enana todo el tiempo, porfis, has que crezca y dale un sorpresivo final de esos que tu si sabes dar.

besos mi niña, hasta donde la dejaste es bastante buena...

Yo si quiero que la termines.
Tomarè como que leì un libro incompleto o... que algùn chamaco travieso le arrancò la mitad.

Es buena la novela... no la dejes asì.
todo mi cariño.
 
Carmen_Posada,20.09.2006
El chamaco travieso que le arrancó la mitad me la devolverá algún día... por ahora no hay más final que este!

Sorry, Letty, no soy tan buena con los finales.

b¡¡¡No son de fiar!!!
 
luccas,23.09.2006
Gracias por abrir este foro muertelenta (mi amiga del alma)
Gracias Carmen por compartir su novela
(aùn espero el final)
pero... mas gracias...
por ser quienes son conmigo!!
Eso sì no tengo como pagarlo carajo!

Les regalo este mi Dìa
que ha sido bendito desde el amanecer.

 
Muertelenta,29.09.2006
Uff! ya merito acabo...
 
madrobyo,30.11.2007
...
 
Muertelenta,13.08.2008
Casi dos años después volví a leer este bodrio y lo disfruté nuevamente, tal vez mucho más.

Hay partes que no recordaba, tal vez porque en aquella ocasión leí muy rápido, pero quiero decirte Carmen, que me pareció muy interesante y entretenida la historia. Perfectamente narrada, excpto unas partes donde aplicas algo así como lecciones de Psicología que honestamente leí sin mucha atención, pero aparte de eso, está muy buena.

Pero al igual que Letty, siento que todavía hay muchísima tela de donde cortar, hay cosas que se quedaron como en el aire, misterios que aclarar, me intriga muchísimo... saber qué fue de los otros personajes, en fin... Sé que el lector también tiene que hacer el trabajo de interpretar, de darle su propio sentido a la historia, pero a veces también nos gusta que nos presenten todo el plato servidito sin tener que pararse por la sal.

Como dices en una parte de la novela "¡qué facil es hacer felices a las personas! así que, ¿por qué no nos regalas un poco más?

¿Se podrá?
 
Muertelenta,13.08.2008
Muertelenta, reviviendo viejos foros.

i(Con su permiso, Ergo)/i
 
isamar,13.08.2008
"...Mario Vergas-loca y de Alfresco Bráis. Troncagiolo y la viuda de Burgués, Maria Kodak...."

jaaaaaaaaaaaaaaaa

Qué nostalgia de foro, verdad, y qué fue de la novela Carmen?
 
Muertelenta,13.08.2008
Estamos esperando el autografiado.
 
Muertelenta,14.08.2008
¿Carmen?
 
Cretino,14.08.2008
¿Angélica?
 
tejera,14.08.2008
¿Mónica?
 
Cretino,14.08.2008
¿Memo?
 
tejera,14.08.2008
 
sensei_koala,14.08.2008
¿Adalberta?
 
Cretino,14.08.2008
¿enfermera?
 
Murcielago,18.10.2008
No había visto los últimos comentarios en este foro. La última vez que lo visité fue hace taaaaaaaaannnnnnntooo tiempo.

Me halaga saber que está inconclusa (de ahí lo mala que le pareció a los editores), me halaga porque ya no la siento como un trabajo desperdiciado, simplemente suspendido. Supongo que me falta madurez y berraquera para terminarla de verdad. También me falta dejar que el tiempo resuelva algunas cosas que fueron tomadas de la vida real (sólo unas pocas, aclaro).

Algunos de los personajes son reales, aunque los hechos hayan sido modificados. Algunos murieron (tres específicamente) otros no sé dónde están. Los personajes principales... de ellos no me atrevería a decir nada aún. Cada vez que me enfrento a esta historia y tengo que releerla para intentar darle un verdadero final me bloqueo por completo.

Pero tengan la certeza, Angélica, Letty, Isa y los pocos que la disfrutaron, que algún día lo haré y - de la forma que sea - les haré llegar ese final a sus manos.

Besos
 
rhcastro,21.10.2008
Me complace saber que continuarás con ella.

 
anggelbueno,18.05.2009
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
 
meaney,18.05.2009
Bueno hay una novela muy buena de Carmen,

http://www.lectur...

 
rhcastro,18.05.2009
Carmen de Posadas Mañé. (Montevideo, 13 de agosto de 1953), escritora hispano-uruguaya, residente en España.


Biografía [editar]Hija de un diplomático y una restauradora es la primogénita de cuatro hermanos, tres niñas y un niño. Vivió en Uruguay hasta los 12 años, donde a causa de la profesión de su padre debió trasladarse a Argentina, España, Inglaterra, donde fue al colegio, y Rusia. Comenzó sus estudios universitarios en la Universidad de Oxford y los abandonó en el primer curso para casarse con Rafael Ruiz de Cueto. De este matrimonio tuvo dos hijas, Sofía (1975) y Jimena (1978). Se casó en segundas nupcias con Mariano Rubio. En 1985 adquirió la doble nacionalidad uruguaya y española. Presentó en 1988 el programa de Televisión Española, Entre líneas. Comienza su carrera literaria escribiendo literatura infantil y juvenil en 1980 que prosigue hasta 1987. En 1984, su libro El señor Viento Norte ganó el Premio Nacional de Literatura a la mejor edición. Su primer trabajo más allá del género infantil será Escena improbable en colaboración con Lucrecia King-Hedinger. Escribe guiones de cine y televisión y dos ensayos satíricos: Yuppies, jet set, la movida y otras especies, y un año más tarde saca El síndrome de Rebeca: guía para conjurar fantasmas. Desde este momento, Posadas irá alternando cuento y novela. En 1991 publica el ensayo ¡Quién te ha visto y quién te ve! y en 1995 la novela Cinco moscas azules. En 1997 escribe la colección de cuentos Nada es lo que parece. Al año siguiente obtiene el Premio Planeta con Pequeñas infamias. En el año 2002, la revista Newsweek destacó a Carmen Posadas como una de las autoras latinoamericanas más destacadas de su generación Cuando las cosas comienzan a tomar un rumbo claramente ascendente para Posadas, las muertes de su padre y de su marido en 1999 suponen un duro mazazo para la escritora, que confiesa no haberse recuperado aún. En el año 2001 publicó La Bella Otero, que pronto será llevada al cine. En 2002 publica un recopilatorio de artículos, La hernia de Viriato: Recetario para hipocondríacos escrito en colaboración con su hija Sofía. En 2003 aparece El buen sirviente, y en el año 2004 A la sombra de Lilith, en colaboración con Sophie Courgeon. Ambas obras han sido recibidas por la crítica y el público con igual favor que sus obras anteriores. En conjunto, sus libros han sido traducidos a veintiún idiomas y se puede encontrar en las librerías de una cincuentena de países. Existe una biografía autorizada sobre la autora que se llama "Carmen Posadas. Una historia por contar" en la que se recogen todos los años de su vida desde su nacimiento hasta la actualidad. Ha sido escrita por el periodista Moisés Ruiz, profesor de la Universidad Europea de Madrid, en la que Carmen Posadas es miembro del Consejo Asesor Universitario. Ésta es la primera vez que la escritora pasa a ser la protagonista de las propias páginas de un libro. En la obra cuenta detalles sobre su vida que hasta ahora eran desconocidos. Fue publicada en febrero de 2007 por la editorial Adhara. Juego de niños, Planeta, 2006 y Literatura, adulterio y una tarjeta Visa Platino, Planeta, 2007. "Hoy caviar, mañana sardinas", RBA 2008, en colaboración con su hermano Gervasio Posadas y "La cinta Roja", Espasa 2008 son sus últimas novelas. Otros galardones son el premio Apeles Mestres de literatura infantil y en el año 2008 Premio de Cultura que otorga la Comunidad de Madrid




CReo que no hablamos de la misma Carmen...

http://images.goo... fia&um=1&ie=UTF-8&sa=N&tab=wi

No sè. Tendrà 56 años segùn la fecha que mencionan acà para la biografìa de Carmen Posadas?
 
rhcastro,18.05.2009
No veo a nuestra buena CArmen escribiendo algo sobre el buen sirviente jaaaaaaaaaaa, No esta Carmen!!
 
meaney,18.05.2009
ay yo pensé que era la misma
 
rhcastro,18.05.2009
La diferencia està en la S de posadas, Y el caràcter claro. Ufa! !Yquè caràcter carajo! ja!
 
meaney,19.05.2009
Bueno hay otras diferencias.
 



Para escribir comentarios debes ingresar al sitio: Ingresar


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]