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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Cuentos Comunitarios / LA CASA DE MIS ANTEPASADOS - [F:7:3819]


LaCanela,10.09.2005



Recorrí miles de kilómetros, hasta ir al norte de aquel nuevo país para mí. Era la tierra de mis antepasados, Galicia, mi añorada Galicia, en España. Atravesé un océano para cumplir la última voluntad de mi hermano Vicente. Tenía que espaciar sus cenizas en la casa de los bisabuelos.

Allí estaba ella, majestuosa e imponente, bella, grandiosa. Una típica construcción antigua, un pazo gallego. Nuestra familia poseía grandes dominios, tierras desde hace siglos. Fui recibida con todos los honores en por mi tia abuela Rosalía, anciana de cabellos blancos que era hermana de mi fallecida abuela Yanira. Ya rondaría los noventa años. Me contó la historia familiar, de por qué emigraron a la lejana Australia mi país de origen.

Mujer soñadora, de cuerpo pequeño, ojos café... recuerdo que siempre mi madre hablaba constantemente de ella. De sus poemas, la fragilidad de su salud... recuerdo que una vez sentada al lado de la chimenea mi madre me contó como murió mi abuela.

 
pucky,13.09.2005
era en primavera, la estacion del amor. mi abuela era joven todavia y mi abuelo habia muerto hacia poco tiempo. Dicen que antes de morir ella decia ver a mi abuelo en el jardin y que conversaban de irse juntos hacia "el otro lado". un dia la encontraron en la cama, con una sonrisa dibujada en su frio y palido rostro; estaba dura y seca, pero parecia feliz. por lo menos eso es lo que decia mi madre.

mi tia abuela me recuerda mucho como era ella, dice que eran muy amigas de chicas y que su perdida le dolio mucho, aunque sabia que era feliz, que habia partido para irse con su amor...

(disculpa las faltas ortograficas y la falta de MAYUSCULAS)
 
LaCanela,13.09.2005
Una historia romántica de amor. No se hablaba mucho en la familia, pero mi abuela, la dulce Yanira fué en tiempos de la guerra actriz. No estaba nada bien visto para la época, pero ella era una mujer de amplia cultura, que había estudiado en Paris. Mi abuelo, Abelardo se quedó prendado de ella cuando viajó por asuntos de negocios y la vió bailar en el "Moulin Rouge".

Fué a todas las representaciones durante la semana que permaneció allí, y siempre la esperaba a la puerta con un gran ramo de rosas amarilas, las preferidas de ella, después de sobornar al conserje.
Ella atentamente le daba las gracias, pero le hizo ver que no salía con desconocidos. Era una mujer de fervientes creencias religiosas. Pronto, en unos meses, volvería a su país, España.

Abelardo la pidió permiso para cartearse con ella. Ella le miró con sus ojos verdes y con una leve sonrisa dijo que sí.
 
LaCanela,15.09.2005


La enfermedad hizo que a los doce años la internaran por primera vez en un hospital enorme, aislado de todo y de todos en la lejana provincia de Sevilla. Ella contaba cómo se sintió al despertarse en aquel lugar, enorme, frío, carente del calor humano de los suyos.

Cada vez que recuerdo las palabras de mi tia abuela, hablándose de la madre de mi padre, lágrimas empañan mis ojos negros. Me trae recuerdos tristes y desolados... Murio en brazos de Pedro "Peregrino" aquejada por una cruel enfermedad. Dejó un hijo huérfano. Mi padre.

Pero dejemos el pasado, y volvamos al presente, Rosalía, prima hermana mía me acompañó por los balnearios que llevan mi nombre en honor a ser la nieta primogénita. Recorrí fuentes, manantiales de agua caliente, de agua salada, piscinas naturales. Agua purificadora, agua de vida. Recorrí las estancias me alegré de ser una Sanxenjo, el apellido familiar de rancio abolengo. Familias de emigrantes enteras están repartidas allá en Argentina, y otros países como Venezuela, Perú, Chile... Nunca averigüé por qué mi padre se marchó a un país tan lejano.
Caminé lentamente a la pequeña ermita, le dije a mi prima me esperara fuera. Tenía que hablar con Dios a solas, quería rezar unas oraciones por mis antepasados. Tenía tantas alegrías que contarles en voz baja. Mi profesión de abogada me había llevado a las cotas más altas, como profesional de prestigio. Los bienes materiales nunca me atrajeron, siempre desde mi privilegiada posición ayudé al necesitado, principalmente a las mujeres, personas humildes que no tenían medios para pagar mis servicios. Pronto podría convertir mi sueño en realidad. En memoria de mi padre, D. Fulgencio de Sanxenjo, tenía pensado darle nombre a una Fundación a las Mujeres Maltratadas e Hijos.

Allí, en aquella ermita hice la promesa de ayudar siempre al necesitado.
Deposité las cenizas de mi querido hermano, de mi único hermano. Mi hermano pequeño que fue compañero infatigable de juegos en la niñez, y ahora... un fatal accidente se lo llevó para siempre de mi lado. Me alejé de allí con profundo penar, las lágrimas corrían por mis mejillas. A mis treinta y cinco años me había tocado el lado más amargo de la existencia. Todos los familiares más directos habían fenecido.

A la salida me encontré con el párroco, el reverendo Castelar, que se acercó a mí para ofrecerme su ayuda en cualquier menester, no dudara en reclamar sus servicios. Le pedí que el próximo domingo se oficiara una misa en memoria de su alma.

Allí estaba esperándome, mi prima Rosalía un par de años más joven que yo, pero ya madre de un adolescente de dieciséis años, mocetón alto, moreno de piel y de ensortijado pelo negro. Me recordaba a mi padre ya fallecido. La acompañé por los verdes prados, el aire purificaba mis maltrechos pulmones, no podría quedarme mucho tiempo, el clima cálido no me venía bien por mi delicada salud.
Rosalíahablaba, risueña, feliz de conocer a su prima hasta ahora desconocida. Era la típica mujer gallega, trabajadora y llevando adelante sola a su hijo, ya que su marido desapareció en la mar. Villagarcía de Arosa, pueblo de pescadores, principalmente. Siempre soñé con venir, aunque nunca sospeché que situación tan desdichada me trajera a aquellas tierras tan añoradas por mí. Indagué el nombre de los balnearios, y se debía a que mis abuelos fueron de luna de miel a Egipto, y visitaron las pirámides de "Sakkarah", nombre que había dado la vuelta al mundo entero. Eran unos balnearios muy visitados nacional e internacionalmente.

Me intrigaba la historia de amor de mis abuelos Pedro "Peregrino" y Yanira. Ella era una mujer de vida alegre, mujer adelantada a su época. Sufrió lo indecible para ser actriz de teatro. En aquellos años de la posguerra no estaba bien visto, ni siquiera por sus familiares. Mi abuelo se encontró con la oposición familiar, y tozudo marchase como emigrante a la lejana Australia, cuando aquí en su país tenía todos lujos a su alcance, pero renunció a todo, por el amor de aquella mujer. A ambos les presentó una amiga en común, Mari Carmen, una mujer de mediana edad, inteligente, sensible, que cada cumpleaños renegaba a regañadientes de cumplir un año más, pero era extremadamente sensible, escritora de bellas poesías. Era una mujer de la capital, apreciada por todos. Hizo de casamentera con mis abuelos. Lamentablemente sólo tuvieron un hijo único, mi adorado padre fallecido en accidente de tráfico, junto con mis abuelos. Algo de mí murió aquel día. Tan sólo quedé con mi madre Nora, y mi hermano pequeño. Fue una infancia dura.
Pero volvamos al presente.

Caminamos las dos lentamente por el sendero, hasta el hogar de mi tía abuela Rosalía. Me comentó que teníamos que solucionar los problemas de la herencia de mi padre sobre diversas tierras del pazo, así como la parte que me correspondía a los beneficios de los balnearios. El administrador nos esperaría por la tarde en las oficinas del balneario.

Cuando por la tarde nos recibió vi ante mí a un hombre entrando en la cuarentena, de cabello cano y profundos ojos. Conservaba la fortaleza y robustez de sus años mozos. Tenía una voz grave, y una sonrisa de un niño. Su nombre era Matéu y el me pregunto mi nombre y le contesté me llamo Loise.

Me asombro sus maneras educadas, y sus explicaciones administrativas no pedía apartar la mirada. Atendí a sus aclaraciones pues era todo un poco complicado. Dinero. Devolvería hasta el último céntimo si pudiera devolvérselo a los míos.

El asunto que teníamos que solucionar era el de arreglar unos terrenos para hacer una fundación para la gente humilde que residía en la zona y el dinero que teníamos que aportar en los mismos. Acordamos en vernos el día siguiente. Y empezar las negociaciones con la constructora.

Los días siguientes yo descansé e hice un poco de turismo, acompañada de mi sabia prima Milagros. Con ella recorrí toda la provincia de Pontevedra, y estando tan cerca de Santiago de Compostela nos fuimos a la ciudad del Apóstol para rezar unas oraciones para toda la familla. Mi hermano se negó a ser enterrado, y en su testamento dejó bien claro que quería que sus cenizas fueran esparcidas por la ría gallega. Así lo hicimos toda la familia, y el padre Castelar rezó unas oraciones por el descanso de su alma.
Matéu venía a menudo por el pazo para darme los detalles de la obra en construcción, cuando el no podía venir iba yo a su casa. Me sorprendió que aún no se hubiese casado, era un solterón empedernido. Así empezó una sincera amistad, era un hombre de gran conversación, dicharachero y alegre. Contaba anécdotas de toda la familia. Pasaba el tiempo y cada vez estábamos más unidos por una profunda amistad que día a día se iba engrandeciendo. El me llamaba familiarmente Lois, como todos mis conocidos. Yo le contaba historias de mi Argentina natal, cada vez me sentía mejor en mi tierra de adopción, Galicia.
 
pucky,25.09.2005
Un año pase allí después del entierro. En el verano, Matéu me pidió ser novios. Y eso es lo que éramos hasta hace poco. El viernes pasado, me pidió casamiento. Respondí que no, que era demasiado pronto. Una hora mas tarde me encontraba en el aeropuerto, quería escapar de mi conciencia, la que me hacia sentir mal por el hombre que lloraba allá en el café, donde lo había rechazado.
Me tome el avión, y ya arriba, por una de esas casualidades, me metieron en primera clase. El viaje fue estupendo, como se ha de saber, solo que me seguía carcomiendo la conciencia.
A mitad del océano, vino la azafata con una botella de champagne, una copa de lemonchump y una carta. Esta decía: "para esa bella mujer que observo allí sentada"
Tome la copa, y bebí esa sabrosa bebida, de repente, sentí en mi boca algo duro, era un anillo, en su interior decía: "Matéu y Lois". Lo busque y no lo encontré, una señora me dijo que lo vio quedarse en el aeropuerto después de darle las indicaciones a la azafata. Me puse a llorar y busque un paquete de carilinas en la cartera, pero en vez de eso, encontré un pasaje de vuelta a Galicia...

"me caso, pense"
 
LaCanela,25.09.2005
Desde luego Matéu es orginal hasta en la forma de pedirme en matrimonio. Ya iba de regreso a mi querido país, a Argentina. La verdad que ejercer de abogada daba lo mismo en un país que en otro. Ya estaba deseando poner los pies en tierra para volver de nuevo a Galicia, a la tierra de mis antepasados. Y decirle a Matéu que nunca más me iría de su lado. Mi sitio era ese, aquella era mi tierra. Me sentia medio española, medio argentina.

 
LaCanela,28.09.2005
Llegué a mi bello país, Argentina. En un par de días resolví algunos asuntos... y de vuelta a España. Con la persona que me ha dedicado todo su tiempo, con el hombre más bondadoso, generoso y amable que pudiera conocer.
Estaba allí, en el aeropuerto. Era inconfundible con su abrigo marrón y el paraguas en la mano. Me costará acostumbrarme a las abundantes lluvias de Galicia.

Nos fundimos en un tierno beso. Ya estábamos prometidos. El me ayudará como albacea del testamento de mis abuelos, a manejar el negocio de los balnearios que han sido de toda la vida, propiedad de la famila.

Sé que mi prima no se alegrará con el compromiso. Allá ella. Está en juego mi felicidad. Mi prima Milagros ya tendría ocasión de buscarse un buen novio.

Los días pasaron vertiginosos, las últimas obras para la Fundación donada por mi padre D. Fulgencio Sanxenjo e hijos. Por una buena causa "A favor de las mujeres maltratadas e hijos".

Cuando todo terminara, tendría que empezar con los preparativos de mi boda. Nadie me diria cuando partí de Argentina, que de veras podría reunirme con mis antepasados, e incluso vivir, en la bella Galicia.

/siganlo si gustan/
 
-Danae-,29.12.2005
Ohhhh. Suena a Fin
 
aurelio,05.01.2006
La casa donde crecí, estaba igual cuando la visité por última vez. Vieja, despintada, temblorosa, pero erguida dignamente. Testigo de guerras milenarias, pleitos de borrachitos que terminaban en muertos, revoluciones traicionadas, acciones contra el imperio, trenes impetuosos de la frutera que arrollaban a los suicidas sin fortuna, de niños vecinos corriendo tras cualquier cosa redonda que pudieran patear, de las esperas congojantes por las amadas y amados que timidamente aparecían después de las seis de la tarde, de los aviones mercenarios que atacaban los cuarteles de la revolución y cuya orden venía del norte, de las dos palmeras del Rastro de enfrente donde destazaban el ganado para alimentar a la población, de la calle polvorienta donde los facinerosos asaltaban a los trasnochados transeúntes y donde corriendo como gacela me escapé de ellos muchas veces. Esa es la casa de mis sueños, no la mansión del barrio rico del pueblo ni el apartamento de lujo en Miami Beach porque estos se pueden obtener, mas aquella casa no, porque ahora es historia y la historia no se compra.
 
mapata,06.01.2006
La casa de los abuelos quedo desnuda, sin vida.
Las paredes siempre bien pintadas y cuidadas, perdieron su brillo.Hasta el aroma a humedad de las macetas hulló del halo de la muerte que la visitó , convirtiendola en una triste casona derruída.
La vida y la muerte entraron por la misma puerta.
Ahora, solo recuerdo el llanto amargo de nuestro padre antes del adios.
Las primas queridas arrancaron del jardín todo vestigio de vida.
Las azaleas y los rosales yacían derrumbados sobre las baldosas descoloridas.
Guardo con cariño una foto de la casa de los abuelos,pero me reuso a verla porque un llanto amargo asoma en mi alma...
La vida y la muerte entraron por la misma puerta que cerramos para siempre sin mirar atrás.
 
rafudo_,06.01.2006
Bueno la casa de mis abuelos es grande espaciosa y antigua. Me encanta vacacionar ahi. Un saludo.
 
margarita-zamudio,10.01.2006
La casa de mis antepasados se encontraba a quince metros de profundidad. Allí estábamos calentitos y a salvo de los tigres de colmillos largos y de unos animalotes enormes.
Mi padre, fuerte como un mamut, nos traía por las noches algún que otro animal cazado por sus fuertes brazos, aunque de vez en cuando también traí heridas que mi madre curaba con grasa de dinosaurio.
No nos aburríamos, pues teníamos paredes para pintar y nos divertíamos mucho.
 
rafudo_,10.01.2006
no deberíamos hacer un cuento o algo así???

Saludos.
 
ladygabrielle,10.01.2006
de mis antepasados solo polvo...
la casa de mis antepasados huele a muerte en todos lados..el tiempo se detiene y las palabras sobran...
los murmullos presagian la soledad abrumadora y los fantasmas sueñan con la juventud perdida
la casa de mis antepsados es mi hogar en las penumbras donde se vive de recuerdos....
 
mapata,15.01.2006
Buen cuento el de margarita.
 
margarita-zamudio,16.01.2006
Gracias, Mapata. No sólo el mío, sino todos, unos más que otros, pero todos buenos.
 
margarita-zamudio,16.01.2006
La casa de mis antepasados se encuentra perdida en las montañas. Es una casona antigua, llena de polvo donde no vive nadie, ni siquiera animales de sangre caliente, ni tan siquiera una rata.
Allí, en el sótano, rodeado de silenciosas tumbas paso los días huyendo del terrible sol que podría destruirme.
 
margarita-zamudio,16.01.2006
La casa de mis antepasados se encuentra perdida en las montañas. Es una casona antigua, llena de polvo donde no vive nadie, ni siquiera animales de sangre caliente, ni tan siquiera una rata.
Allí, en el sótano, rodeado de silenciosas tumbas paso los días huyendo del terrible sol que podría destruirme.
 
margarita-zamudio,17.01.2006
A veces mi ordenador me juega malas pasadas, como la de duplicar los mensajes.
 
mapata,17.03.2006
Guardo una fotografia de la casa de mis antepasados, los abuelos .En vida fueron mis padres y yo una hija para ellos...
El tiempo, que todo lo alcanza,lo borra y se lleva.
Se detuvo en aquella fotografía, la cual no suelo mirar por miedo a llorar.
 



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