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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Talleres / Revisión del cuento20 - [F:9:12420]


ninive,04.09.2012
Esta revisión del cuento compartido 20 es una prueba. Sometemos el resultado a la opinión de los compañeros y nos guiaremos por sus observaciones.
Se trató de no tocar la escencia del escrito original.
 
ninive,04.09.2012
Cuento original
nicio *lider-de-masas**lagunita***silvimar**** hugodemerlo
Veinte poemas de amor y un hombre desesperado
*
Roberto lee en voz alta, por enésima vez el poema 20, le imprime una entonación seca, rotunda, su voz denota dolor, un dolor que se va acrecentando en cada lectura, y ya son muchas las de esta noche, y aún mas las lecturas de este poema, en las últimas dos semanas ...

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Roberto cierra con cuidado el libro de Neruda, lo deja perfectamente alineado al borde de la mesa baja del salón, mira el reloj de diseño que esta colgado en la pared, junto al cuadro, un Tápies auténtico, - regalo de bodas de su suegro- , ya son las tres de la madrugada, la televisión lleva horas encendida sin señal, con ese color azul absurdo, desde que terminó la película en el Blue Ray, Rebecca de Alfred Hitchcock versión original subtitulada. Roberto siente la abrumadora sensación de soledad, aunque aún percibe su presencia por toda la casa, un hogar abandonado, con una simple nota

“Te dejo, vuelvo a casa de mis padres con los niños, nuestros abogados arreglarán los asuntos, no te quiero, adiós.”

Veinte palabras, veinte, otra vez el veinte, ¿ Acaso se puede romper un matrimonio en veinte palabras?

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos ...

-y éstos sean los últimos versos que yo le escribo...

-¡ Zorra ¡ - exclama entre dientes, con gran frialdad, sus ojos tiritan como los astros azules del poema, pero no con ese sentimiento de frío por la soledad del amor perdido, es un odio agobiante y paranoico odio.

Roberto se dirige lentamente, por el pasillo a su despacho, lleva más de 48 horas sin pegar ojo, antes podía dormir algo tomándo varias pastillas, pero ahora ni siquiera lo intenta. Toda la casa está en silencio, las risas, los juegos con Andrea y Marcos, las broncas, las frecuentes y acaloradas broncas, ya son parte del pasado, los cuartos de los niños en total oscuridad, inmensos, ordenados, dolorosamente vacíos, los ojos de las súper-nenas del póster gigante de la habitación de Andrea, se clavan en la patética figura de un derrotado

Sigue mascullando su triste retahíla ...

-Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

-De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Al llegar a su despacho, se sienta en su escritorio y en la pantalla de cristal líquido del ordenador se refleja un hombre desaliñado, con barba de dos semanas, el pelo revuelto y sucio, - déjame en paz, inútil, no vales para nada – le espeta a su propio reflejo, garabatea rápidamente unas letras, con la pluma Mont Blanc que le regalo para su cumpleaños, dobla meticulosamente la carta por la mitad exacta, y la introduce en un sobre blanco, remitente, Roberto Sánchez de Elizalde, y dándole la vuelta al sobre, escribe el destinatario “Al Juez de este caso”.

Roberto, pulcramente vestido, afeitado y con su traje de lana fría gris, detiene en la calle, maleta en mano a un taxi, levantando el brazo y haciendo una señal.

- Al aeropuerto del Prat, rápido, tengo que coger el puente aéreo hasta Madrid.

**
Roberto piensa que su vida ha tomado un giro impensado, nunca se habia dado cuenta de que ella no lo amaba, siente culpas que aún desconoce.
Sube al avión, la desazón va tomando cuerpo y su corazón sufre un decepción se siente muy frágil, y recuerda su niñez. Regresa el dolor tremendo de cuando perdiera a su madre y del cual nunca pudo recuperase.
Se desespera porque no solo perderá a la mujer que ama,sino que también le duele saber que sus hijos al pasar el tiempo dejarán de quererlo. Ella, su madre algún día formará pareja y será el fin.
Al llegar al aeropuerto se siente deprimido, inútil y solo. Comienza una oración pidiendo a Dios poder rehacer su hogar que ahora esta desbastado, aunque se sabe hipócrita ya que nunca creyó en Dios, hoy por primera vez siente que lo necesita, siente que lo escucha, y llorando musita unas pocas palabras.
Sale presuroso del aeropuerto, toma un taxi y le da la dirección de la casa de sus suegros.
Comienza a hilar una larga lista de las cosas que hizo mal, de las que su mujer también tuvo mucho que ver, sueña desesperado con regresar al pasado y corregir todo aquello pero sabe que es imposible. Roberto se hunde en el asiento del taxi que sacude su cuerpo mientras su alma llora desolada.
De pronto el coche comienza a dar tumbos, la vista se le oscurece ,siente un fuerte golpe en su sien derecha y en un segundo advierte que su vida depende de una mano amiga- Dios piensa....

***

Tuvo muchas noches de silencio y oscuridad, parecía sentir voces a su alrededor pero volvía a caer en un sopor que le hacía perder la realidad, tuvo sueños, soñó con ella y una cantinela de versos rotos lo perturbaba y no podía despertar,..

-”Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos” - Y su cabeza estallaba de dolor.

Una mano suave acariciaba sus cabellos, el no podía verla, solo percibía un suave perfume a rosas.

Quiso levantar la mano para tocar sus ojos y no podía, las tenía atadas a la cama, solo oía pasos a su alrededor,

De pronto recordó todo, el avión, el accidente, y la carta al juez, no la abrirían hasta que el cometiera lo que se propuso, eso esperaba.

Vino el medico a revisarlo y vio que había reaccionado, comenzó a hacerle preguntas para saber como se llamaba, sus documentos se habían perdido con el accidente.
--Mi nombre es Roberto Rojas..¿Que me pasó? Vine en busca de mi familia y ahora me encuentro aquí, no puedo ver doctor!
--Es que un coagulo de sangre le afectó su visión, esperamos que este se disuelva y usted vuelva a ver, quédese tranquilo.

--Porque tengo las manos atadas?

--No están atadas, lo lamento… usted no puede moverlas, el mismo coagulo le impide muchas cosas, inclusive caminar, solo funciona su parte neurológica que lo deja hablar.

Roberto desesperado intenta moverse y no puede, lagrimas de dolor caen por los costados de su rostro.

Cae en un estado de depresión y ya no quiere hablar con nadie, viene alguien con una voz muy dulce a leerle y hablarle, el le grita:

--¡Basta!, déjeme solo.

Durante meses el quedó inmóvil en esa cama, después lo trasladaron a un hospicio, buscaron a sus familiares pero nada, a alguien se le ocurrió publicar una foto con su rostro y se divulgó por toda la ciudad, nadie acudía por el, estaba solo…pero un día….

****
Pero un día Roberto despertó…sintiendo sus extremidades, movió las manos y los pies, luego los brazos, las piernas.
¡Es un milagro! Se dijo, todo funciona nuevamente, se tocó la cara, el cuerpo, y se sentó en la cama, todo estaba de maravillas, menos el corazón…el corazón aun continuaba herido.

En ese mismo instante decidió continuar el plan, nadie lo vio salir del hospicio, se vistió silenciosamente tomó sus pertenencias que estaban guardadas en un armario y se marchó delante de todo el mundo como si nada, como un fantasma entre la gente que no lo vio, un fantasma herido de amor, que no asusta, que no vuela, un alma en pena que deambula solo, buscando la liberación eterna de un amor desesperado.

Rebecca leyendo el diario en la casa de verano de sus padres frente al mar, se sorprende con la foto de Roberto, llama a su abogado y se dirigen al hospicio donde al llegar le cuentan de la huida de su marido, inútiles llamados al celular de Roberto y un largo deambular por las calles en busca de su paradero sin resultado, acabaron en un triste y frustrante retorno a la casa de la playa.

Pasaron los días sin noticias de Roberto, una noche Rebecca se encontraba sentada en la hamaca de la galería mirando hacia la oscuridad del mar en una noche esplendida de verano, con un cielo estrellado y recorda que una noche como esía conocido a Roberto en la playa. estaba caminando bajo el cielo estrellado y él se le acercó diciendo:
¡Nunca imaginé encontrarme una estrella fugaz en la arena!
Eran otros tiempos, el abogado le interrumpió los recuerdos

¡Buenas noches!- Rebecca!, del susto salto de la hamaca

¡Buenas noches, qué susto! Contesto exaltada, ¿Qué le trae por aquí?

¡Le traigo una carta del juez, en realidad es de su marido, se la envió al juez para que se la entreguen a usted personalmente esta noche exactamente a esta hora las diez de la noche!

Rebecca sacudió la cabeza, ¡Es la hora aproximada en que conocí a Roberto! Le dijo al abogado que escuchaba atentamente

¡Tome, le entrego el sobre, que tenga buenas noches mañana la veo en mi oficina!

¡Gracias!, tomó la carta y se sentó en la hamaca para leerla

Lee las primeras líneas

“Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado”

Un par de lágrimas comienzan a rodar por las pálidas mejillas de Rebecca

“En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio”

En ese mismo instante a pocos metros de Rebecca, la figura de un hombre comienza un lento camino en busca del mar

“Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio”

Una parejita que se daba arrumacos en la arena observó al hombre que entraba al mar, se reían de este loco de traje que caminaba por la arena recitando un poema

“Hice retroceder la muralla de sombra.
Anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto”

A Rebecca la temblaba la carta en las manos, y el corazón en el pecho

“Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido”

El hombre se sumergía lentamente recitando a viva voz, la pareja de la playa comprendió de que se trataba y llamó a emergencias rápidamente

“Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en el cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron”

Rebecca era un mar de lagrimas, bajo un mar de estrellas que tiritaban en la lejana galaxia de los recuerdos, en la nebulosa oculta del arrepentimiento, en el infinito lamento del universo.

“Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros”

Se escuchan sirenas acercarse las luces de las ambulancias llegan hasta la casa de la playa tiñendo de azul y rojo el rostro de Rebecca en llantos.
El hombre se entregó a la mar, en un canto desesperado.

“Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado”
 
ninive,04.09.2012
Cuentocompartido revisado

*Ignus revisa la parte delider de masas
** cromática revisa la parte de lagunita
*** leobrizuel revisa la parte de silvimar
****ninive revisa la parte de hugodemerlo
Por enésima vez, Roberto lee en voz alta el poema 20. Su entonación seca, rotunda, denota dolor. Un dolor que se acrecienta en cada lectura, de las muchas de esta noche, y aún más en las últimas dos semanas...

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Roberto cierra con cuidado el libro de Neruda, lo deja perfectamente alineado al borde de la mesa baja del salón y mira el reloj de diseño que está colgado en la pared, junto al cuadro. (Un Tápies auténtico, regalo de bodas de su suegro).
Son las tres de la madrugada. La televisión lleva horas encendida sin señal, con ese absurdo color azul... Hace mucho que terminó la película en el blue ray: “Rebecca” de Alfred Hitchcock - Versión original subtitulada.
Roberto siente una abrumadora sensación de soledad. Aún percibe su presencia por toda la casa. Un hogar abandonado. Y una simple nota:
“Te dejo, vuelvo a casa de mis padres con los niños, nuestros abogados arreglarán los asuntos, no te quiero, adiós.”

Veinte palabras, veinte. Otra vez el veinte. ¿ Acaso se puede romper un matrimonio en veinte palabras?

"Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos ...

-y éstos sean los últimos versos que yo le escribo..."

-¡ Zorra ¡ - exclama entre dientes. Con gran frialdad, sus ojos tiritan como los astros azules del poema, pero no con ese sentimiento de frío por la soledad del amor perdido, es un odio agobiante y paranoico.
Al llegar a su despacho, se sienta en su escritorio y en la pantalla de cristal líquido del ordenador se refleja un hombre desaliñado, con barba de dos semanas, el pelo revuelto y sucio. -“déjame en paz, inútil, no vales para nada” -le espeta a su propio reflejo. Garabatea rápidamente unas letras, con la pluma Mont Blanc que ella le regalo para su cumpleaños. Luego dobla muy meticulosamente la carta exactamente por la mitad, y la introduce en un sobre blanco. Remitente: “Roberto Sánchez de Elizalde”. A continuación, dándole la vuelta al sobre, escribe el destinatario “Al Juez de este caso”.

Más tarde, pulcramente vestido, afeitado, con su traje de fría lana gris y su maleta, levanta un brazo en la calle deteniendo a un taxi.
- Al aeropuerto del Prat, rápido, tengo que coger el puente aéreo hasta Madrid.


**"Ya dentro del coche, Roberto piensa en el giro impensado que ha tomado su vida: por increíble que parezca, no se dio cuenta de que ella no lo amaba.
Cuando sube al avión, la desazón va tomando cuerpo y su corazón se siente muy frágil: recuerda su niñez, el dolor tremendo que sintió cuando perdió a su madre y del que nunca pudo recuperarse. Es la misma sensación que lo invade ante esta decepción.
La sola idea de perder a la mujer que ama lo desespera, y ese sentimiento lo lleva a imaginar que con el paso del tiempo, cuando su madre forme pareja nuevamente, sus hijos ya no lo querrán de la misma manera.
Al llegar a destino, se siente tan deprimido, tan inútil y tan solo, que comienza una oración pidiendo a Dios poder rehacer su hogar, ahora devastado. Sabe que esta siendo hipócrita, que nunca creyó en Dios, que hoy, por primera vez siente que lo necesita, que Dios lo escucha, y llorando musita unas pocas palabras.
Sale presuroso del aeropuerto, nuevamente sube a un taxi, esta vez en dirección a la casa de sus suegros.
Sigue cavilando sobre la larga lista de cosas que hizo mal, en las que su mujer también tuvo mucho que ver, imagina - desesperado - cómo sería regresar al pasado y corregir todo aquello, pero sabe que es imposible.
Roberto, hundido en el asiento del taxi, llora de manera desolada.
De pronto, el coche comienza a dar tumbos, entre lágrimas la vista se le oscurece y siente un fuerte golpe en su sien derecha. En un segundo advierte que su vida depende de una mano, y piensa nuevamente en Dios."

***

Se suceden sueños de silencio, de sombra. Voces inesperadas que naciendo de la nada giran a su alrededor. Lo abruma un sopor irreal, cuajado de sueños y palabras rotas.
A veces, con nitidez, recuerda aquellas noches cuando ella, entre sus brazos, le juró la eternidad de su amor. Aún percibe el contacto tierno de la mano amada acariciando su pelo. Todavía adivina en el aire su perfume…

En algún momento se produjo: recordó el taxi,los golpes, el caos, las repentinas tinieblas… Asaltó su memoria la existencia de la carta al juez. Acaso, quiso pensar, no sería abierta hasta que…
Sus manos,que parecían atadas a la camilla, se mantenían inmóviles.
Un médico que lo ausculta. Con gravedad, la mano del profesional revisa el cráneo, tantea el abdomen, mueve con cautela las articulaciones.
- ¿Puede hablar? Deme su nombre…
- Rojas. Me llamo Roberto Sánchez de Elizalde… ¿Que me pasó? ¡Por Dios, no veo, no veo!
- Tranquilo, no es más que un efecto transitorio, un simple coágulo.
- Me han atado las manos, ¿por qué?
- No… no están atadas, lo lamento… ¡Calma! Por ahora no podrá moverlas. El shock le impide muchas cosas, inclusive caminar. Pronto estará mejor.
En un supremo esfuerzo intenta moverse, separarse de aquellas cadenas, pero es imposible. Cede al fin, agotado, mientras una lágrima huye por la mejilla macilenta.
Se forma un grupo en su entorno. (¿Quiénes son, qué quieren? ¡Basta!, déjenme solo), los oye en un revoloteo de aves carroñeras.

Transcurrieron los meses. Roberto, cautivo de una cama de hospital fue luego enviado a una casa de salud. Allí vegetó con una relativa evolución física sostenida, aunque, por desgracia, no ocurrió lo mismo con su salud mental. Su siquis, profundamente lacerada por la experiencia, se mostraba estéril, exangüe, ajena a cualquier intento de recuperación.
Pasaba horas y horas en una misma posición, sin quejas, sin señales de vida. Apenas se lograba alimentarlo y merced a los denuedos de su enfermera.
Las gestiones para contactar a familiares o amigos fueron inútiles.Los documentos perdidos en el accidente, el mutismo que lo confinaba, el misterio desafiaron largamente a los intentos por identificarlo. Finalmente, una imagen suya fue divulgada por los medios de comunicación. Pasaron los días y cuando el desaliento comenzaba su labor…

****... Roberto despertó… movió las manos y los pies, luego los brazos, las piernas.
¡Es un milagro!-se dijo- ¡Todo funciona!
Se tocó la cara y palpó el cuerpo. Al sentarse en la cama comprobó que estaba de maravillas, todo menos el corazón…el corazón que aún continuaba herido.

En ese mismo instante decidió continuar con el plan. Se vistió en silencio, tomó sus pertenencias y se marchó del hospicio pasando ante la gente que pareció no verlo¡cómo verlo si era un fantasma herido de amor, un fantasma que no asusta, un alma en pena que deambula ante todos sin ser notado! Era un ser fantasmal en busca de la liberación eterna de un amor desesperado.
----
Rebeca estaba leyendo el diario en la casa de verano de sus padres frente al mar,y se sorprende al ver la publicación con la foto de Roberto.Llama a su abogado sin pérdida de tiempo y juntos van al hospicio en donde se enteran de los pocos detalles de la huída. Han llamado a la policía. Lo buscan .
Después de inútiles llamados al celular de Roberto y un largo deambular sin resultado por las calles, Rebeca retorna a la casa de la playa, triste y frustrada.

Pasan días sin ninguna noticia. Cierta noche, una espléndida noche de verano, Rebeca está sentada en la hamaca en la galería, mirando hacia el mar y recordando que fue una noche como esa, con un cielo estrellado así como el de esa la noche que conoció a Roberto. Ella caminaba por la orilla del mar cuando él se le acercó diciendo:
¡Nunca imaginé encontrar a una estrella fugaz en la arena!
---
La voz del abogado interrumpió sus recuerdos.
-!Buenas noches, Rebeca!
-!Qué susto!¡Buenas noches,¿ hay noticias?- exclamó poniéndose en pie- ¿Qué le trae por aquí?

-¡Vengo para entegarle una carta del juez,... la carta en realidad es de su marido que se la envió al juez con la recomendación de que llegara a sus manos esta misma noche a esta hora, las diez de la noche!

Rebecca sacudió la cabeza y murmuró asombrada: ¡Es la hora en que conocí a Roberto!
El abogado le entregó el sobre en silencio.
-La dejo sola, buenas noches, si me necesita, mañana la espero en mi oficina!

'¡Gracias!, tomó la carta y volvió a sentarse en la hamaca.

Rebeca lee las primeras líneas

“Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado”

Unas lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.

“En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio”

En ese mismo instante a pocos metros de distancia, un hombre comienza un lento camino hacia el mar

“Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio”

Una parejita que se daba arrumacos en la playa observa al hombre que camina por la arena recitando. Se rien de ese loco que parecía que estaba por entrar vestido al mar.

“Hice retroceder la muralla de sombra.
Anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto”

La carta temblaba en las manos de Rebeca como el corazón en el pecho

“Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido”

A lo lejos, pero no tan lejos ,la figura se sumergía lentamente en el agua recitando a viva voz.La pareja de la playa llamó a emergencias ante la evidente intención del hombre.

“Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en el cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron”

Rebecca lloraba bajo un mar de estrellas que tiritaban en la lejana galaxia de los recuerdos, en la nebulosa oculta del arrepentimiento, en el infinito lamento del universo.

“Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros”

Sirenas,... luces de la ambulancia que están tan cerca que tiñen de reflejos azules y rojos el rostro pálido de Rebecca ...
El hombre se sumerge totalmente en el agua, en un canto desesperado.

“Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado”

 
ninive,04.09.2012
Escribe Ignus a lider de masas en la corrección detallada
Estimado líder-de-masas:
Me ha tocado “corregir“ tu parte del cuento. Te he dejado algunas sugerencias encerradas entre “//”. También corregí algunos errores de tipeo (acentos y demás) y mejoré apenas la puntuación. He notado que (al igual que yo), tienes una importante tendencia a utilizar mucho la coma “,” y menos el punto seguido. Traté de corregirlo en algunos sitios.
Todo lo hice con mucho respeto por tu relato, y por supuesto, mi palabra no es ley. Si algo te parece equivocado estaré totalmente de acuerdo con tu visión del asunto. (Eres el autor, nadie sabe mejor que tú lo que escribiste).

Aquí viene:


Roberto lee en voz alta, por enésima vez el poema 20, le imprime una entonación seca, rotunda, su voz denota dolor, un dolor que se va acrecentando en cada lectura, y ya son muchas las de esta noche, y aún mas las lecturas de este poema, en las últimas dos semanas ...

//
Creo que podrías mejorar un poco esta frase, de esta manera:

Por enésima vez, Roberto lee en voz alta el poema 20. Su entonación seca, rotunda, denota dolor. Un dolor que se acrecienta en cada lectura, de las muchas de esta noche, y aún más en las últimas dos semanas...
//

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Roberto cierra con cuidado el libro de Neruda, lo deja perfectamente alineado al borde de la mesa baja del salón, mira el reloj de diseño que está colgado en la pared, junto al cuadro, un Tápies auténtico, - regalo de bodas de su suegro- , ya son las tres de la madrugada, la televisión lleva horas encendida sin señal, con ese color azul absurdo, desde que terminó la película en el Blue Ray, Rebecca de Alfred Hitchcock versión original subtitulada. Roberto siente la abrumadora sensación de soledad, aunque aún percibe su presencia por toda la casa, un hogar abandonado, con una simple nota

//
No me termina de cerrar la parte del Blue Ray, ni el corte abrupto de la oración cuando son las tres de la madrugada. Tal vez podría haber sido así:

Roberto cierra con cuidado el libro de Neruda, lo deja perfectamente alineado al borde de la mesa baja del salón y mira el reloj de diseño que está colgado en la pared, junto al cuadro. (Un Tápies auténtico, regalo de bodas de su suegro).
Son las tres de la madrugada. La televisión lleva horas encendida sin señal, con ese absurdo color azul... Hace mucho que terminó la película en el blue ray: “Rebecca” de Alfred Hitchcock - Versión original subtitulada.
Roberto siente una abrumadora sensación de soledad. Aún percibe su presencia por toda la casa. Un hogar abandonado. Y una simple nota:

//

“Te dejo, vuelvo a casa de mis padres con los niños, nuestros abogados arreglarán los asuntos, no te quiero, adiós.”

Veinte palabras, veinte. Otra vez el veinte. ¿ Acaso se puede romper un matrimonio en veinte palabras?

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos ...

-y éstos sean los últimos versos que yo le escribo...

-¡ Zorra ¡ - exclama entre dientes. Con gran frialdad, sus ojos tiritan como los astros azules del poema, pero no con ese sentimiento de frío por la soledad del amor perdido, es un odio agobiante y paranoico.
//Aquí te borré la palabra “odio” al final, que estaba repetida//

Roberto se dirige lentamente por el pasillo a su despacho, lleva más de 48 horas sin pegar ojo Antes podía dormir algo tomando varias pastillas, pero ahora ni siquiera lo intenta. Toda la casa está en silencio. Las risas, los juegos con Andrea y Marcos, las broncas, las frecuentes y acaloradas broncas, ya son parte del pasado, los cuartos de los niños en total oscuridad, inmensos, ordenados, dolorosamente vacíos, los ojos de las súper-nenas del póster gigante de la habitación de Andrea, se clavan en la patética figura de un derrotado.

Sigue mascullando su triste retahíla ...

-Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

-De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Al llegar a su despacho, se sienta en su escritorio y en la pantalla de cristal líquido del ordenador se refleja un hombre desaliñado, con barba de dos semanas, el pelo revuelto y sucio, - déjame en paz, inútil, no vales para nada – le espeta a su propio reflejo, garabatea rápidamente unas letras, con la pluma Mont Blanc que le regalo para su cumpleaños, dobla meticulosamente la carta por la mitad exacta, y la introduce en un sobre blanco, remitente, Roberto Sánchez de Elizalde, y dándole la vuelta al sobre, escribe el destinatario “Al Juez de este caso”.

Roberto, pulcramente vestido, afeitado y con su traje de lana fría gris, detiene en la calle, maleta en mano a un taxi, levantando el brazo y haciendo una señal.


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Tal vez esto suene mejor así:

Al llegar a su despacho, se sienta en su escritorio y en la pantalla de cristal líquido del ordenador se refleja un hombre desaliñado, con barba de dos semanas, el pelo revuelto y sucio. -“déjame en paz, inútil, no vales para nada” -le espeta a su propio reflejo. Garabatea rápidamente unas letras, con la pluma Mont Blanc que ella le regalo para su cumpleaños. Luego dobla muy meticulosamente la carta exactamente por la mitad, y la introduce en un sobre blanco. Remitente: “Roberto Sánchez de Elizalde”. A continuación, dándole la vuelta al sobre, escribe el destinatario “Al Juez de este caso”.

Más tarde, pulcramente vestido, afeitado, con su traje de fría lana gris y su maleta, levanta un brazo en la calle deteniendo a un taxi.
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- Al aeropuerto del Prat, rápido, tengo que coger el puente aéreo hasta Madrid.

 
ninive,04.09.2012
escribe Zepol
ZEPOL,04.09.2012
Probablemente sea deformación profesional, de seguro lo es, pero quisiera reclamar su atención sobre el hecho de que, corregir, significará en algunos casos, cortar, podar, suprimir, darle vuelta a una frase poco clara, etcétera.

Y los escritores, artistas al fin, tienen (tenemos) la sensibilidad a flor de piel. Y algunos también el orgullo.

Entonces... apelo al buen sentido común para no molestarse ni enfadarse cuando el corrector de turno (sea quien sea el agraciado) nos moche la que creíamos nuestra perla literaria más lograda.

Caso contrario anticipo un nido de disgustos y fugas.


 
lider_de_masas,04.09.2012
Tengo la sensiblidad a flor de piel y también el orgullo por supuesto, pero ...

me encuentro en un nido de afectos compartidos, ganas de aprender ( ser corregido ) y más dispuesto a compartir con todos Uds.

Gracias Ignus, creo que la redacción tuya, es más coherente, mis mas sinceras felicitaciones.

Uff. menos mal que ha sido poco retoque, estaba en oración, eso de ser conejillos de indias, es lo que tiene. ( ahora está hablando mi subconciente )
 
hugodemerlo,04.09.2012
Es una agradable sorpresa, ver a mi "patito feo" convertido en un hermoso "Cisne" estuve leyendo el cuento y a decir verdad, tenía ganas de corregir yo mismo muchas cosas, errores de "punto y coma" (no dejen de leer mi cuento, je je) y otras cosas que ninive (me saco el sombrero) logró corregir en forma impecable!
Corrigió y agregó diálogos manteniendo lo que yo quise transmitir para el final.
Por mi parte estoy más que satisfecho con la corrección.
¡Se imprime!
 
musas-muertas,04.09.2012
ok!!! voy a aceptar de que hubo mucho respeto por lo escrito y de que la idea no fue alterada (al menos por lo que dice sentir Lider_de_masas)... creía que los cambios iban a ser mas profundos y radicales. Muy buen trabajo de Ignus. Va mi voto positivo!!


 
silvimar-,04.09.2012
Me gustó el retoque y adorno que le dio leobrizuela, pero en fin! por lo menos dejó la misma idea de mi parte en el cuento. lo que no entiendo cuando el medico le pregunta el nombre y pone:

Rojas. Me llamo Roberto Sánchez de Elizalde.

Lo demás todo bien, usa un lenguaje que yo no se si podría, soy muy simple. Nunca me creí Borges jaja
Espero aprender de todo esto, estoy muy agradecida por la dedicación y la enseñanza, abrazo!!

Muchas gracias leobrizuela, espero que todo entre en mi cabeza a medio tiempo.

 
ninive,04.09.2012
Silvimar, ese Rojas hay que borrarlo quedó de un arreglo mal arreglado. Gracias por señalarlo
 



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