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dreamcatcher,03.03.2007
Escribe algun texto que termine con la siguiente frase:

"Llega a casa y apaga la luz"
 
dreamcatcher,03.03.2007
1-

Recorre las calles recolectando hojas. Pasan los trenes sin mirar. Autos fantásticos huelen mal. Piratas del asfalto rodeando la nada. Espejos que tiemblan si se les da la gana.

Paraíso desparejo. Unos gritan sin eco. La voz que se pierde sobre cañaverales. Aventurarse a hacer lo incorrecto. Siempre supo que era izquierdo. Solo advertía la melancolía que le llevaba tres cuadras.

Lagos sin cisnes. Cuadros con márgenes. Ideas aplicadas encerradas en trajes. Cubiculos uniformes y clases apartes. El subte tragando las masas y el hombre tragando la carne.

Llega a casa y apaga la luz.
 
judith13,03.03.2007
2.-

cada mañana con el humor inconstante como en tiempo de otoño, con la agonía todavía revuelta en tu cabeza y esos benditos libros , esos que te robaron tantas noches y ahora recuerdas con nostalgia como fue que se logro escribir... cada titulo marcado por la esperanza de tu añorada libertad, ahora ya no es nada todo se desvanece como el humo de tu cigarrillo, tu perpetua vida muere con cada día, se convierten en cenizas vivientes que vuelan a tu alrededor, ya no será como antes lo sabes y no tienes agallas para poder afrontarlo, te queda el ultimo café en esa esquina donde no la viste mas, se perdió frente a tus ojos y la neblina hizo el resto y tu vida se fue en esa mirada perdida, en ese cielo sin una gota de lastima... ahora es solo es el cuerpo que llega a casa y apaga la luz…
 
sara_eliana,04.03.2007
Cuando ve que está con su amante, llega a casa y apaga la luz.
 
churruka,04.03.2007
El cielo se ennegrece sobre su cabeza. Se revuelca rabioso entre jirones de nubes y vomita laberintos obscenos de ira contenida. El aire se lamenta suicida. Jura y desea devorarse a sí mismo.
Es la luna la única quien se asoma por un hueco, cuyos bordes lamen lenguas azules. Alumbra la herida, la llaga que él ignora; y que sin embargo sólo con la realidad de su mirada lo mata.
Su cara de plata mortecina está al alcance de la mano, le basta con estirar los brazos; y ante sus ojos se materializa una escalera de plomo, que sube hasta que se inclina y se asoma al hoyo en donde lo aguarda la luna, y se tropieza con su rostro....¿ Es un espejo o es él una imagen más de la demencia?
Nunca conocerá la respuesta. Antes de morir llega a casa y apaga la luz.
 
sara_eliana,04.03.2007
Llega a casa y apaga la luz, se tiende, exhausto sobre la cama. La oscuridad es total; sin embargo, imitando al alba, la claridad exterior se filtra, tenue, silenciosa, por las cortinas leves y poco a poco las cosas van mostrando sus contornos. Esa extraordinaria y conocida percepción lumínica fue adormeciendo su vigilia, ayudada por el cansancio. Hasta que cruzó la línea, con sus pulmones a punto de reventar, la boca abierta en un esfuerzo desesperado de supervivencia, el ladrido de los perros castigando sus oídos y sus ojos, captando apenas esa luz tenue allá, a la distancia. Un esfuerzo más y llega. Llega a casa y apaga la luz.

 
Stelazul,04.03.2007
La luna llena rutilaba sobre el mar de esa noche de agosto... Creaba un halo de purpurina a su alrededor. Un halo que parecía caer como sutil polvo de polvo de estrellas desgranándose y espejeando en las aguas. Eva permanecía estática, de pie, junto a la baranda de madera del pequeño embarcadero, deslumbrada por el espectáculo. Mezclándose con él. Miró a su alrededor. A su espalda el chalet que Arturo había diseñado y hecho construir para ella relumbraba en la noche como una gema preciosa... Hacía sintonía perfecta con el marino del agua y el purpurina de su aire. Era un tronco de prisma hexagonal y sus paredes de cristal lo cubrían en cenfea, destelleando. Sobre él caía la luz de la luna en baño de plata... Su frontal estaba abierto al mar. Una leve luz estorbaba en la magnética noche. A su lado el cómodo sillón de orejas de color lapislázuli, del cual emergían unos rizos ensorijados... Serpeaban cadenciosas y nítidas, llegando hasta ella, las notas del magnético saxo de Miles Davis. Kind of Blue. Sus ondas se mezclaban en el perfume de la dama de noche que flanqueaba el umbral, impregnándola como si fuera etérea. Mmm. Tanto dulzor... Eva se sintió aún más embriagada. Entró en casa y apagó la luz.

 
luto13_,05.03.2007
iUn ser alado suele arrepentirse de su naturaleza, sólo cuando comprende el sentido oculto de ella./i

Volaba Tineola bajo la noche, alabando al silencio otoñal; ese silencio que permanece tan intacto, y tan bien escudado en los cielos de abril. Y Tineola era un insecto bastante especial; o mejor dicho, de gustos bastante especiales y refinados. Cabe explicar que ella no devoraba elementos comunes al uso doméstico; Tineola sólo tragaba libros. Desde que tuvo un pleno uso de su razón (por mucho que los hombres aseguren todo lo contrario), se había encariñado con esos artefactos tan herméticos, y tan misteriosos a su rústico entendimiento de bestia nocturna. Y si acometía contra las hojas del pensamiento ajeno, era simplemente porque algo adentro parecía tener vida; algo latía en cada página que probaban sus finas, sutiles, y dulces fauces plateadas. También es necesario mencionar, que no es muy común encontrar un buen tipo de libros repartidos por los contornos de un parque. Casi siempre tuvo que conformarse entonces, con restos de hojas caídas o con textos ambiguos y olvidados por la falta de tacto. Las personas nunca extravían un buen libro que les signifique algo importante, o que de por sí les estimule un recuerdo, de alguna bien estimada primavera.
Exhausta de alimentarse de sobras, Tineola se decidió un buen día a adentrarse en una casa enorme, un gran hogar que, de seguro, cobijaría en sí los mejores libros de la corriente humana y su historia. Sin embargo, Tineola nunca vería venir el desenlace de su propia brevedad.

Una vez que se deslizó suavemente por entre la puerta de la casa, al entrar también uno de sus dueños, sintió un aroma tibio a tabaco y a almendras tostadas. Hasta ese punto, todo en orden. De hecho, fue más bien progresivo y constante, el miedo que iba cobrando vida en su organismo, y despertando con cada nueva cosa, un nuevo temor, pues este era el modo en sí, cuando un ideal se presenta: siempre es un reto a la tolerancia. El ambiente entero le era excesivamente extravagante: las sillas de caoba oscura eran como fantasmas padeciendo de una insensata enfermedad al alma, las escaleras de roca grisácea se asemejaban a desniveles tallados en hueso añejo, los pilares férreos de un techo enorme que parecían enmarcar el misterio; todo allí tenía una razón de ser, pese a que no le fuera en lo más mínimo comprensible. Al sobrevolar los estantes de un librero, Tineola creyó estar en presencia de su grácil paraíso ensoñado. Al fin se encontraba con una imagen que no la espantaba; los libros y sus letras doradas, sí tenían valor y significado. Por eso no pudo entender del todo, el porqué se sintió aún más atraída por una vieja lámpara con cristales en forma de lágrima. Adentro de su pecho, se abrían paso sensaciones contradictorias de deseo y de decepción. Dejó esperando a su cena, enfriándose en sus tapas rígidas de cuero, para dar una tímida ojeada al nuevo centro de su fijación. Giró sus alas plateadas, y, elegantemente, se dio de lleno contra la Luz. Tineola nunca averiguaría lo que sucedería poco después: no alcanzaría, ni a percibir el sutil olor a quemado de su cuerpo en llamas, ni el resplandeciente ocaso de su distorsión existencial. Los libros callaban, como otorgándole un grado de expectación animada a la tragedia; la habitación entera estaba sumida en un silencio honorable.

Una mujer fatigada suspira de pronto, cierra con llave la puerta delantera, y, subiendo las escaleras paso por paso, para encontrarse con su enamorado, llega a casa y apaga la luz...
 
dreamcatcher,29.08.2007
Corrían las corridas. Ideas en velas. Promesas sin cumplir. Caminos curvos. No se de un fin.

Marcas destinadas a extinguirse. El semen escapándose de sus manos. Nada de esconderse en el baño.

Toca timbre sin timbrar. Piernas que sacuden la ausencia. El diablo se digna a bajar. Formas sin caducidad.

El beso, primero sorpresivo, luego obligado. El duro contacto de la franqueza y el silencio de estampa.

Habías pagado con dólares.

Llega a casa y apaga la luz.
 



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