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Inicio / Cuenteros Locales / Stephen_Maturin / LA CONDESA DE MAHÓN (TERCERA PARTE)

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La mañana llego aclarando las ideas y los pensamientos de la condesa, ella se levanto temprano, como era su costumbre, inmediatamente pidió a la señora Walter que le informara sobre el estado de el “guardiamarina”, aunque ella no lo demostrara estaba realmente preocupada por su salud.

-El señor Stevenson esta bien, ya se ha levantado y al parecer se retira en los próximos minutos- dijo la fiel ama de llaves, con un todo de solemnidad, rasgo característico de los ingleses.

- Dígale que no se ira hasta que haya tomado desayuno- la condesa realmente no supo por que lo dijo, o lo sabia y no quería reconocerlo, tal vez gracias a esa noche especialmente extraña, en donde sus sueños parecían salidos de una novela clásica, llenos de cosa mágicas y augurios, que le asediaban sus pensamientos.

El desayuno fue extenso, parecía que ninguno quería que terminara, la condesa estuvo media hora con una taza de té en sus blancas manos, “esperando que se enfriara”, según sus palabras, el señor Stevenson era para la condesa toda una fuente de diversión, ya que carecía de los más incipientes conocimientos de modales de mesa, pero al parecer algo recordaba de la noche anterior, mas no lo suficiente como para no ser un espectáculo digno hasta para la servidumbre de la casa.

- Ahora me acuerdo- dijo la condesa-¿que estabas haciendo cuando te caíste de ese árbol?-

El joven guardiamarina titubeó un poco, se notaba nervioso, y al darse cuenta la pálida faz de la condesa se sonrojo.

-Eso ya no es de importancia-, la condesa a pesar de todo, no trato de seguir preguntando sobre el asunto, ella pensó que continuar no era bueno para nadie.

El tiempo paso, pero la despedida era inevitable, mientras la condesa paseaba por los jardines, que tenían las primeras flores de la temporada, navegaba en un mar de pensamientos, el silencio que había entre los dos era más que silencio, mucho más. Ella en el fondo no quería admitirlo, seria la vergüenza de la familia, una noble de alta estirpe enamorada de un guardiamarina escaso, eso ni dios se lo perdonaría.

Cuando el día ya llegaba a su mitad, el joven guardiamarina se despidió, a pesar de la noche de descanso su cara demostraba la misma preocupación y nerviosismo que la primera vez que lo contemplo, él camino con rapidez hacia ella, y cuando estuvo a tres pasos de la condesa, el silencio fue el único protagonista de la historia, excepto por las aves cantaban a el infinito mar y la fría brisa que acariciaba a las flores prístinas. Una reverencia de el guardiamarina, seguido por un muy bien calculado movimiento de cabeza de la Lady fue toda la despedida.

Antes que termine tan emotivo y significativo acto, este es interrumpido por el padre de la condesa, el cual es una persona notable socialmente y también visualmente, es una persona alta, “más alta que un mástil” como dice el capitán Duncan, su voz, no menos potente que su estampa demandaba autoridad, pero al verlo más de cerca se podía notar que por su edad que era una persona de bastante sabiduría y respeto.

Lo que prosiguió fue una andanada de preguntas hacia el guardiamarina, por parte de de el Conde de Mahón, la máxima autoridad en la isla y único depositario legal de la autoridad de su majestad. Ante tan complicada afrenta, el guardiamarina sabiendo que estaba en sotavento busco la forma de alejarse de allí. Pero no lo logro y en respuesta obtuvo más preguntas.

La condesa al ver como “masacraba” su padre a preguntas a tan joven muchacho trato de sacarlo de manera no tan notoria, dándose cuenta que era simplemente imposible hacer eso, opto por el plan inverso, sacar a su padre de la sala. Llamo a la señora Walter, para que le diera un mensaje a su padre, “cualquier cosa” dijo la condesa ante la pregunta de la ama de llaves.

- Mi Señor, le recuerdo que mañana debe ir donde su sastre, le haría bien tener en cuenta los colores que hay en el muestrario de telas que dejaron hace unos días-

La excusa funciono de manera contundente, el Conde se alejo lentamente hacia donde se encontraba la señora Walter, y el guardiamarina, enfrascado en su nerviosismo, ya se iba cuando la condesa le pide que se quede un poco, porque tiene algo que hablar con el.

Estando de vuelta en el jardín, la condesa se sentó en una fina banca de madera, mientras el aún estaba de pie, el sol había cambiado, y tal vez, no para mejor.

-Siéntate, por favor- dijo la condesa yéndose a un extremo de la banca dejando espacio para hablar. El guardiamarina ante la sorpresa por la acción de tan fina y distinguida señorita no supo que hacer en un primer momento, después, lentamente se sentó, con especial cuidado para no tocar el amplio vestido celeste de la condesa. Esta al verlo sentado le sonrió y después miró hacia las flores, que crecían tan simples y hermosas.

El guardiamarina con un ánimo más renovado, pero aún carente de entusiasmo le dijo mirándola a los ojos perdidos en la flora -¿si tuviera que elegir una planta, cual seria?

La condesa lo miró sorprendida ante la pregunta y respondió yo creo que las rosas, porque me acuerdan cuando era pequeña.

-¿Y porque no elegiría una flor más reciente?- dijo interesado el guardiamarina.

-No lo sé, tal vez por costumbre- la condesa estaba de nuevo mirando las flores.

Ante un silencio, un poco nostálgico, por parte de el guardiamarina, dijo entre palabras cortadas- si, tiene razón señorita, hay que darle prioridad a lo que conocimos y quisimos primero, ¡gracias!

La condesa, extrañada ente lo último dicho se quedo callada por un largo instante, y finalmente dijo-si eso crees tú, esta bien para ti.

El guardiamarina, tras un intrincado silencio, con un grado de nerviosismo límite sólo atinaba a decir-perdone señorita, no es mi voluntad- repitiendo eso de manera constante.

La que ahora estaba asustada era la condesa, no sabia que hacer ante tan extraño comportamiento, pero cuando vio que el guardiamarina sacó una pistola de su chaqueta, la palidez habitual de la condesa se hizo colorida ante la nueva palidez.

-Perdóneme señorita, es por costumbre, lo que quisimos primero, no es por usted-, preparando el arma y apuntándole a la cabeza de la condesa, ella quería gritar, moverse o hacer cualquier cosa por escapar de allí, pero sus nervio la traicionaron. Estaba amordazada por la desesperación y atada por la confusión.

-Perdóneme señorita, son ordenes, es por costumbre, lo que quisimos primero, no es por usted-la voz de el guardiamarina estaba por quebrarse, al igual que la condesa. El jardín estaba desierto, sólo las flores eran testigos de la locura de el guardiamarina, que dijo casi para sus adentros-¡Vive le France!- en un intento desesperado para adquirir valor.

El calor de el día, contrastaba con el frío de el jardín silencioso, con un nuevo silencio, nada agradable. Al ver la pistola tan cerca de sus largos cabellos, la condesa no supo hacer nada más que cerrar los ojos, mirar hacia abajo y asumir lo peor…

Texto agregado el 02-09-2006, y leído por 229 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
23-09-2006 He vuelto a leer los dos capítulos anteriosres, para no perder el hilo de la historia. Avísame cuando cuelgues el cuarto, que esto me gusta. margarita-zamudio
18-09-2006 Me gustó honeyrocio
15-09-2006 me enkantaria ke esta intrigante historia kedara aki y solo aki! seria maravillosa! xomys
14-09-2006 y....? después? elidaros1
12-09-2006 Merece el siguiente capitulo ¡¡ ... y actos asi, hoy en dia siguen siendo pan diario ... la patria ante todo incluso ante el amor, pero ya veremos en esta historia. Cuando coloques la 4ta parte, avisame plis ••••• esme_ralda
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