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Ven... te invito a mi baile, ese donde las mujeres se entorpecen cuando muevo mi cuerpo... si, muchas no aparecen más, pero contigo es otra cosa, contigo es algo más... más interesante que con las otras perras, lo tuyo es para un trato especial, algo que nadie tiene, ni ha tenido. Ven conmigo, ven a la pista de baile, ven a volar sobre las nubes, mientras las estrellas parpadean cerca... así, después, podemos caer, pero tú debes estar tranquila, estás en mis brazos... uno en tu espalda y el otro en tu cintura, donde nadie nunca caminó, dulce mujer.

Pon tu mano en mi hombro, el otro colócalo más abajo, para que puedas sentir ese fervor en tu estómago, como aceite caliente en un pequeño recipiente, y de esa manera, me puedas decir que quieres bajarte del vuelo de ensueño. "Que pena" te diré, pues no te dejaré bajarte de este crucero que he preparado especialmente para ti, con una gran vista al océano de los mil deseos que compartimos, esta noche de un profundo y eterno amor en la pista de baile.

Con fuerza te acerco a mi cuerpo, tu mirada es de asombro, tu cara formula una pregunta, el miedo te absorbe… te ves tan linda; por mi parte, solo sonrío. Levanto tu pierna hacia mi pecho, la cual agarro con fuerza, me inclino hacia delante y tú hacia atrás, deslizando tu pie en el suelo, entre mis piernas… te aferras fuertemente a mi cuerpo, te levanto y seguimos danzando. Tu cabeza en mi hombro, mi respirar en tus oídos. En ese instante, tu cara cambia su aspecto, entiendo que te encanta, porque me miras otra vez pero con cara de miedo, con cara de placer, un pequeño, pero largo placer. Ahora si te tengo en mis manos, te tengo en mis brazos, te tengo en mi poder, bajo mi hipnosis, mi influencia. Nadie puede negarlo ni salvarte… después de que caes en mis brazos, dormida por mi aroma, te llevo en mi auto, atrás, acostada, para que nadie te vea ni sospechen de mí.

Una caricia en tu cara y tus ojos se abren lentamente mostrando la hermosura y profundidad que tienen, te preguntas en donde estas, "aterrizamos" te contesto. El silencio en las calles indica que ya es tarde, entrando en razón deseas mover tu cuerpo, pero amarrada, nada puedes hacer, tu cara perpleja, una vez más, hacen que tu ritmo cardiaco aumente considerablemente.

"Relájate, puedes morir y no quiero eso" te digo, comienzas a bajar tu respiración, tus latidos se hacen menos audibles en el silencio y por fin caes en un estado de paz, de calma. Registras la pieza con precaución, un cuchillo en la mesa de al lado te llama la atención, miles de cosas pasan por tu mente, te preguntas si seré un asesino o simplemente estás alucinando.

"La cena esta servida" te susurro al oído como suave brisa de primavera mientras te libero de tus presiones. Te acercas a la mesa con cuidado, me miras a la cara y sin mencionar una palabra ni mostrar expresión alguna, tomas la silla, la corres y te sientas al frente mío. Destapo los platos y como animal que recién recibe una bala en su cráneo, tu cara cambia se deforma mostrando lo impactada que estas, "mi plato favorito" piensas… yo tan solo afirmo con mi cabeza.

Al terminar de comer, tomamos un trago, en verdad, muchos; después de un rato, comienzas a reírte de tus problemas, a hablar de tus antiguos novios, a llorar por otras estupideces. Tomo tu mano suavemente, tus ojos tristes brillan a la luz de la luna llena, seco tus ojos con un suave pañuelo, ese compañero que siempre viaja en mi bolsillo, tú, embriagada por la mezcla del alcohol y el perfume de mi pañuelo, solo atinas a besarme.

La cama abierta y todo lo demás es inercia…

Nos besamos con fiereza, animales en celo que no se tienen respeto, viven en una selva la cual es de ellos y por los demás no tienen respeto, no importa, la cama es nuestra y estamos solos, nos tocamos con lujuria, nos mordemos el uno al otro con pasión, nos besamos con una tormenta de amor, siempre deseando el cuerpo del otro, manos que recorren como hambrientos conquistadores en tierras vírgenes, tocando, acariciando con ternura y placer lo que cada uno desea de la otra persona. Nada te detiene... yo tampoco quiero detenerme.

Comienzas a rasgar mi camisa, la tomas con ambas manos abriéndola con ira, los botones vuelan como insectos directos al néctar, mientras mis dientes entierro en tu cuello, mis manos se aferran más y más a tu cuerpo; verdaderas fieras pelean por ser dominantes, hasta que yo rasguño tu espalda, caes de bruces a la cama, eres la presa y yo el cazador, te tengo en mis garras, eres mi cena, tú, sangrante de un dolor que te da placer, entiendes que nada me importa, nada excepto hacerte el amor con el anhelo que te tengo desde hace mucho tiempo, en ese entonces me tiras a la cama; acariciando mi pecho comenzaste a desvestirme, no me dejaste mirar lo que estabas haciendo, me dejaste con la cabeza hacia atrás, mientras besabas mi cuerpo, lentamente quemabas con tus labios mi pecho, dejando una marca, diciendo que esto es tuyo, dejando una huella imborrable, tú huella, diciendo que esto te pertenece, me paralicé por completo, ni un centímetro de mi cuerpo tenía la habilidad de moverse por su cuenta. Tus dedos caminaban lentamente por mi pecho mientras bajabas lentamente a donde estaba lo que tanto buscabas y anhelabas, el dulce premio que esperaste con ansias.

Sí, yo estaba muy excitado, demasiado, tenía mi pene bastante duro y ella seguía jugando y lamiéndolo como si nada pasase, empezaba a masturbarlo, a pasar su lengua en la punta de la cabeza de mi pene, la cual estaba roja y brillaba ardiendo como fuego vivo, el mismo que nos consumía en pasión… ella lo hacía tan bien, le encantaba morderlo por los lados, tocarlo suavemente… su cabeza desapareció entre mis piernas, me pregunté "¿Qué está haciendo?", en ese momento fue cuando ella empezó a lamer mis testículos con dulzura, lado por lado paseaba su lengua mientras me masturbaba, nada la podía detener. Volvió a succionar mi órgano mientras una de sus manos bajaba a mis testículos, pasando lenta pero suavemente y cada vez iba bajaba más; debo admitir que es lo más extraño que he sentido, pero a la vez, es lo más excitante… empezó a introducir sus dedos en mi ano y a acariciar cerca de mi pene, pero por dentro, realmente ¡Es lo más excitante! ¡Me había vuelto un loco! Ella me observaba como me retorcía y tan solo se digno a preguntarme “¿Te gusta?” Lo estaba disfrutando, se mordía el labio mientras observaba fijamente mi expresión, lo cual la excitó tanto que, sin pensar, metió sus dedos más y más adentro… siguió con su trabajo.

Cada vez me sentía más cerca de terminar, no podía aguantar, no podía... En ese entonces, me miró, detuvo su macabro trabajo y, una vez que saco su boca de mi pene, vi como un largo hilo blanco colgaba entre mi cuerpo y su boca, estaba atónito, ella era tan perfecta para esto que no la quise matar, me había bloqueado, era un virus dentro de mis sistema borrando mis recuerdos, mi misión, mi todo, concentrándome sólo en ella y en nadie más. Ella, me vio y pensó que yo estaba cansado, se acostó pensando que todo había terminado… ¡Error! Mis dedos entraron en su órgano y su cara hizo un cambio notable, desde la oscuridad del cansancio a la luz irradiante de un goce inigualable. Se sentía suave, mojado y placentero, comenzó a respirar aceleradamente, sin parar, mientras yo acariciaba su sexo, lo hacía cariñosamente y cada vez que metía mis dedos mojados, ella cerraba su boca evitando que se escucharan sus gritos como si en la habitación de al lado hubiese mucha gente, así que empecé a lamer sus pezones, los cuales estaban durísimos, no resistió y sus gritos aumentaba mi excitación… mientras ella sonreía, yo seguía excitándola, seguía llevándola más y más cerca de su final. Saqué mis dedos, los cuales estaban mojados, pegajosos, calientes, como el ambiente que se estaba llevando en mi habitación; puse mis manos entre sus piernas abriéndola lentamente en el mismo instantes que besaba sus pechos, pasaba mi lengua entre sus pezones, ella sonreía de placer deseando más, baje en un tren de besos por su cuerpo, dejando mi nombre con cada beso en su cuerpo hasta que llegué a la estación mojada por la lluvia, allí pasé mi lengua lentamente, era otro sabor, otro aroma, todo envolvía mi ser, me susurraba, me excitaba, no podía evitarlo, pasaba la lengua más y más rápido o a veces reducía la velocidad permitiéndome gozar ese momento libidinoso, un momento que recordaría y que quedaría plasmado en su memoria, en sus recuerdos y en los míos. Estaba vuelta loca, no podía aguantarlo, se quedaba sin habla, era una experiencia de otro mundo, su cuerpo se sentía libre, su alma podía volar en la habitación… y yo… ahí, entre sus piernas, bebiendo como borracho en la cantina, no era olor a cerveza, no era sabor a whisky, era algo más embriagante, más vicioso... era un licor bastante fuerte ¡Lo amaba!

En ese momento, pude ver lo más hermoso que la naturaleza había creado...

Con mis besos, de inmediato me convertí en un caballero olvidado de mis tierras, descubriendo nuevos lugares donde vivir, besé un valle hermoso y seguí hasta una planicie, donde marqué mi nombre en cada rincón de ese hermoso planeta, miré a lo lejos y unas montañas se movían lentamente, como si respiraran, como si estuviesen vivas, tomé mi corcel y seguí en mi búsqueda. Llegué a la cima de cada montilla, descansando un buen rato, mirando al horizonte, observando lo que ya había recorrido. Una vez que levanté mi cuerpo, el suyo yacía en mi cama, estaba bastante agotada y el sudor nos mantenía refrescados, con mis brazos la levanté y abierta como estaba, la acoplé a mi cuerpo e introduje mi pene en el manantial que me dio vida. Estaba tan mojada que sin problemas pude penetrarla, ella se levantó de inmediato para abrazarme y caímos los dos a la cama, estábamos en el cielo, éramos dos almas acopladas, hechas a la perfección para la misión que la vida tenía para nosotros… encontrarnos y saciar nuestra sed. Abrió sus brazos para disfrutar nuestro encuentro, luego me abrazó con fuerza mientras yo seguía haciéndole el amor con la pasión que nos envolvía, nuestros cuerpos marcaban un ritmo irreconocible para muchos ignorantes, pero común para nuestros oídos, era el latir de nuestros corazones acelerados al son de la sinfonía de nuestro amor.

Ella, entre gemidos, propuso que cambiemos de posición, bajo la hipnosis de su aroma, acaté a sus órdenes sin quejarme, cuando saqué mi pene de su órgano, sentí lo duro que estaba, era impresionante, nunca había sentido algo así, entonces ella me tiró a la cama, caí de espalda y observé su figura levantada, sus pechos se movían con rapidez, jadeábamos como perros en celos, éramos verdaderas bestias. Se subió encima de mí, acomodó mi órgano con su mano, la cual le temblaba bastante, tenía muchas ganas de seguir, lo introdujo completo, hasta el final y ella comenzó a moverse, su mente estaba totalmente revolucionada, cualquiera lo sabría con tan solo escucharla gritar, movía sus caderas fuertemente, trataba de que llegara lo más adentro posible y eso me excitaba demasiado, tocar y acariciar el final de todo su ser, me encanta... Entonces ella empezó a decirme "¡Más fuerte! ¡MÁS FUERTE!" y yo, bajo el efecto de su embriagante sabor, no respondí con palabras si no con acciones; mi cuerpo estaba desconectado de mi mente y se llenó de energía, con mis manos tomé fuertemente sus caderas, las empujaba hacia mi cuerpo, quería seguir sintiendo su piel con la mía, ella se levantó, gozaba cada segundo, casi levitando con su boca abierta y jadeante no quería detenerse, ya no se escuchaban gemidos… ella había comenzado a gritar y en cada grito apretaba mis piernas con sus manos, cada vez con más fuerza y yo, bajo el vicio del placer que ella me entregaba en cada gemido, no quise detener mi constante vaivén de mi cuerpo con el suyo.

Llegó el momento en que mi cuerpo llegaba a su máxima entropía en conjunto al de ella, sus gritos eran se escuchaban más allá de lo que cualquiera pudiese imaginar y mi excitación no me permitía hacerla callar. Sus manos en mi pelo, las mías, aferradas a sus caderas que no cesaban de moverse, la penetración se hacía cada vez más y más fuerte, la cama rechinaba como chancho degollado, nada podía arruinar este momento pleno, la experiencia estaba en su fin, todo iba con viento a favor, ella en su nirvana y yo en mi final… Un desgarrador grito salió de su boca, inundando el silencio, el orgasmo más intenso que ella había sentido en su vida y yo, eyaculando en su interior, fue mi mayor hazaña hecha en mucho tiempo. Su cuerpo cayó sobre el mío, dejando sus pechos en mi cara y sus brazos se desparramaron en mi cama. Nuestros corazones palpitaban rápidamente, cansados estábamos, no podíamos más, habíamos dado todo lo que teníamos y mucho más, el silencio volvió a apoderarse de mi habitación, pero no de nuestros oídos.

Mis ojos se encontraron con los suyos, lágrimas rodaron por sus mejillas, como rocío de agua que baja de las hojas en un atardecer, mi mano acariciaba su cara y los dos, sincronizadamente, como si lo hubiésemos planeado, nos dijimos con nuestro último aliento: "Te amo"

Y los ojos, de ambos, se cerraron en una noche de roja luna llena.-


___Mr. Doctor_________________

Texto agregado el 25-03-2008, y leído por 118 visitantes. (3 votos)


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