| Era la mañana delveinte y dos de mayo,
 lo primero que hice
 al levantarme fue
 buscar un papel y
 una pluma para
 escribirte uno de
 mis poemas el cual
 te lo iba a entregar
 en la noche, durante
 nuestro segundo encuentro.
 
 Transcurrieron las horas,
 yo me adelanté a
 nuestro mágico lugar
 de reunión; estuve
 caminando largo rato
 antes de tu llegada.
 
 De pronto una
 horrible depresión
 se apoderó de mi,
 como presintiendo
 un triste final,
 esta sensación
 pudo ser aliviada
 con una botella
 de cerveza.
 
 Llegó la hora
 de nuestro encuentro,
 ahí, ante el monumento
 a los Libertadores,
 te vi igual de hermosa
 y radiante como la
 noche anterior.
 
 Yo te esperaba
 con unos sencillos
 pero valiosos
 obsequios para ti:
 unos discos de acetato
 de tu grupo musical
 favorito The Beatles.
 
 Estos discos fueron
 mi tesoro durante
 muchos años,
 porque The Beatles
 fue también mi grupo
 musical favorito y gracias
 a ello pude conocerte, pero
 desprenderme de ellos
 para que tu los tengas
 no representó para mi
 ningún sacrificio.
 
 Además de estos
 presentes, uno en
 especial, el poema
 escrito para ti,
 con mi puño y letra,
 solo faltó escribirlo
 con mi propia sangre.
 
 Después te confesé
 todo lo que siento por ti
 teniéndote frente a mi,
 mirándote a los ojos,
 como debió ser
 desde el principio.
 
 Pero ya tenías tus dudas,
 claro, por los malos entendidos
 y mis errores cometidos antes,
 me explicaste también otros
 motivos por los cuales
 seguías en duda, pero
 aún así aún quedaba
 abierta alguna posibilidad.
 
 Tras contarme también
 sobre tus penas y alegrías,
 casi al finalizar la noche,
 te dediqué una canción
 del Cuarteto de Liverpool
 junto al manso Río Guayas,
 mientras se consumía
 otra botella de cerveza.
 
 Finalizó la noche,
 te llevé hasta tu morada,
 yo regresé a mi hogar
 temporal para descansar
 y recibir el nuevo día,
 la última vez que nos veríamos,
 pero con la esperanza de
 vernos otra vez.
 
 Lo que no imaginé
 es que ese presentimiento
 de que algo desastroso
 iba a pasar, se convertiría
 en una triste realidad.
 
 CONTINUARÁ...
 |