|                                                                          EL MENSAJE   
 Hacía mucho tiempo que no recordaba lo que soñaba, pero las imágenes de mi último sueño siguieron rondando en  mi cabeza  como si me hubieran conectado a una pantalla. Todos los sueños son extraños, surrealistas,  pero este tenía la peculiaridad de que la escenografía  era  casi virtual; recuerdo que  yo me encontraba de repente entrando a una  antigua casa, filmando con mi tel. móvil y  mandando luego el mensaje  en forma de video. La imagen captada era muy difusa, un zaguán, un pasillo oscuro de baldosas de mosaicos, una puerta, y la silueta de una mujer sentada, como hamacándose en un living. Queriendo saber quién era, me acercaba, pero al ella voltear la cabeza, descubría que no poseía rostro. Decidí entonces captar eso y enviarlo como un mensaje.)
 El teléfono celular lo dejo siempre en  mi mesa de luz apagado para que no me moleste cuando pernocto y  casi siempre lo pongo a cargar mientras desayuno. Esa mañana cumplía con mi rutina de todos los días,  hasta que sentí el primer mensaje. Era raro que alguien me remitiera algo tan temprano, así que me dispuse revisar el móvil mientras calentaba mi café.
 Había varios mensajes que obvié de antemano, solo uno llamó mi atención, fue un ¨Gracias¨  de una mujer que no sabía quién era,  no me aparecía con  foto en su  perfil y su número y nombre  me eran desconocido. Solo decía ¨Gracias¨,  como respuesta a un mensaje que yo, según el horario que plasmaba en la pantalla,  le habría mandado a la noche mientras dormía. Mi  reacción  primera fue sonreír, pero la segunda fue de asombro al evidenciar que el mensaje que ella había recibido era el mismo video que yo había filmado mientras soñaba.
 Era absurdo: o yo estaba loco  o ese mensaje lo habría reenviado de verdad mientras dormía, pero ¿de dónde lo había sacado?, y que se sepa, yo no era sonámbulo ni cosa por el estilo. Lo volví a ver una y otra vez,  minuciosamente, tratando de encontrar indicios entre las imágenes borrosas que se sucedían rápidamente... Para empezar, la casa me resultaba desconocida, pero si realmente era una imagen onírica,  ¿cómo es que aparecía en un mensaje? ¿Sería una terrible casualidad, o lo habré visto yo a ese mensaje antes y lo soñé luego y se lo mandé  a esa mujer? Pero…. ¿Quién era esa mujer?
 Luego de desayunar deliberé que lo mejor era contestarle el mensaje, averiguar su identidad.  Al principio no recibí respuesta alguna, el teléfono estuvo mudo un largo rato hasta que como  a la media hora  escuche su típico ring. Lo abrí y vi lo que decía:
 -Soy yo, ¿no te acuerdas de mí?
 -No,  la verdad que no,  ¿quién eres?, le inquirí yo en un nuevo mensaje.
 -La del video, la señora de la hamaca, la que no tiene cara, me contesto ella al rato.
 
 Era indudable que era una broma muy bien hecha, por alguien experto en informática o lo que es aún peor, tal vez era un virus que estaría perforando los cimientos de mi tel. y quizás de mi vida. También cavia la posibilidad de que esta mujer  solo se limitara a contestar mi mensaje y en realidad  poco y nada tenía ella que ver con el sueño, pero el tono del mensaje y lo de la hamaca me sugerían todo lo contrario.
 -No sé quién eres,  en el video no se ve la cara de ninguna mujer-,  le contesté, para apurarla un poco y terminar con esta desatinada  pesadilla.
 -No tengo cara-, respondió con celeridad.
 -Porque debes ser muy fea-.
 -No es lo que dicen mis ex maridos-, dijo.
 -Mire señora,  no estoy para perder tiempo, le escribo  solamente porque no entiendo cómo sucedió este altercado, porque yo no le envié nada, si se fija el horario  del mensaje, yo a esa a esa hora estaba durmiendo  ¿me entiende?
 -¿Como me lo puede probar?-.
 Hice silencio,  era evidente que no podía probarlo.
 -Para mí está muy claro,  esa es mi casa, se lo puedo demostrar, señor. Le puedo enviar fotos si quiere.
 -Ok hágalo,  le contesté y  hágalo rápido, porque ya me tengo que ir.
 Mientras me preparaba para salir,  sentí de nuevo un ring detrás de otro como si alguien me estuviera mandando una avalancha de mensajes  y pensé: es la loca de la hamaca con sus fotos. Mire los mensajes  y era innegable, era la misma casa, la misma puerta, el mismo zaguán. Luego pensé  si no serian un mero truco técnico  y las habría sacado de mi video.
 
 
 
 2
 
 Volví a mi casa  como a la media tarde, ya casi de noche y puesto que había mantenido el celular apagado,  no supe nada de la mujer de la hamaca. Eso no significó  que no hubiese pensado en el asunto. Nada más alejado. A esta altura  ya dudaba de todo; ¿lo habré soñado yo o efectivamente había estado en esa casa filmando y no me lo acordaba?  ¿Y por qué se lo había mandado a ella, la que además  según sus fotos resultó  ser la inquilina de la  casa? A esta altura  no sabía si contratar a un detective informático  o internarme en un manicomio. No hice ninguna de las dos.
 Luego de cenar llegó  el momento de prender el móvil, cuestión  que me causaba cierta
 Inquietud. Desde que había salido de la cárcel y me habían asignado esa casa, no me había pasado nada semejante. Yo no tenía enemigos. ¿A quién le podría interesar perjudicar a un simple empleado de una oficina de mala muerte, a la cual fue asignado?  ¿Quién querría hacerme daño? Nadie puso en tela de juicio mi inocencia, cuando estuve encerrado, salvo  los jueces, obsesionados con cerrar el caso y buscar un culpable, un chivo expiatorio.
 Encendí el aparato y lo resigné  a un costado esperando que sonara; me imaginé de pronto que el teléfono tenía  como vida propia, y me estaba dominando, manteniéndome en vilo desde su carcasa metálica, algo que nunca lo había experimentado antes  y  todo por culpa de esta extraña mujer. Ni bien se activó  comenzaron a llegar  los mensajes. Sabía que algo de eso  sucedería ya que esperaba recibirlos por mis tareas en el trabajo.
 Mire y contesté los habituales, los  de amigos y ex compañeros, y deje para lo último el de ella. Había varios y de todos los gustos, desde fotos hasta pequeños videos expedidos a lo largo de la tarde; en casi todos insistía en encontrarnos en su casa, lo que aumentó más mis sospechas de que acá había gato encerrado, o mejor dicho, mujer encerrada. Tal vez ni siquiera era una mujer la que me  estaba escribiendo y  sin querer me estaba metiendo en un gran  lio. En el último mensaje aparecía la dirección junto a un mapita de cómo llegar. Decidí seguirle la corriente como a los locos.
 -Ok  le dije, ¿a qué hora paso?
 Como la mujer estaba en línea  me respondió enseguida, quedamos  para la noche, mi casa no estaba tan lejos de la de ella, el barrio no me pareció peligroso, no encontré motivos para no acceder a su invitación,  y además, era viernes. Me bañe y apronté lo más rápido que pude, tenía una cita, la primera en mucho tiempo, la primera de mi libertad condicional y no quería desperdiciarla. No podía disimular mi entusiasmo, era la primera mujer que vería en años. Me puse la mejor ropa que tenia, la que pude rescatar de antes del encierro. Llegué  enseguida gracias a los servicios de mi móvil, el mismo que misteriosamente se había activado mientras yo dormía; en el trayecto pensé si no sería un celular inteligente,  que filma solo y manda los mensajes por su cuenta.
 Descendí del micro donde me guio  la voz de mi teléfono y camine según sus indicaciones. El barrio era residencial, de casa bajas, pero  con algún edificio  intercalado entra la monótona línea de balcones y puertas altas. Llegué  a destino como me dijo la voz del celular y me sobresalté  al identificar la casa: era la misma del video. Hasta aquí todo estaba dentro de lo previsto, me cercioré  de que no fuese una mera trampa para robarme  y tome  algunos recaudos al respecto (algo había aprendido en la cárcel); al comprobar que estaba todo en orden,  toqué el timbre.
 Nadie contestó, repetí una y otra vez con insistencia y nada parecía acontecer. La casa estaba oscura, apenas iluminada por una luz intermitente que venía de la calle. ¿Sería una broma de mal gusto de algún ex compañero de celda? Como empezaba a hacer algo de frio, apuré el trámite,  no pensaba quedarme toda la noche ahí. Golpee fuerte por si  era un problema del timbre,  pero cuando lo hice  la puerta se abrió de par en par como si alguien me estuviera esperando.
 -Hola,  grite ¿hay alguien ahí?
 Silencio absoluto y absoluta cerrazón por el pasillo,  el de las  baldosas de  mosaico. Entré iluminándome con mi celular, buscando alguna luz pero no encontré a simple vista el interruptor.  Al fondo del pasillo estaba la puerta que comunicaba con  la antesala del living, la propia del mensaje; la abrí lentamente, pero sentí de pronto ruidos del living, como si alguien arrastrara algún mueble; pude ver la hamaca  pero estaba quieta y vacía, y  de la mujer, nada. Entré  a un dormitorio que creí era el de ella por las fotos que había en su cómoda y  comprobé que vivía sola y me imagine lo hermosa que sería si la tuviera junto a mí. Ahora,  al menos, le había visto la cara. Volví a llamar, pero solo sentí ruidos. Era una trampa, sabía que algo me iba a pasar si no salía lo más vertiginoso que podía de esa maldita casa. Fue lo que hice. A los poco segundos ya estaba en la puerta y al rato ya de vuelta en mi casa.
 Si a alguien le  contaba esta historia, no me iba a creer, era incomprensible por donde se la mirara; el video del sueño, la mujer en la hamaca, la casa  vacía  y los ruidos, los que me hicieron disparar de la casa. Más confuso fue aún, como echando leña al fuego, que apenas llegando a mi casa, recibí un mensaje de la mujer, como si alguien me estuviera siguiendo, y conociera al detalle mis movimientos. Esta vez no eran  sus secas palabras,  ni sus fotos, sino un video; Cuando pulso para verlo, me veo a mi mismo entrando en la casa, abriendo la puerta, recorriendo el corredor y abriendo la puerta del living. Me había filmado y no era un sueño, era la realidad.
 Observé  detalladamente las imágenes. Fueron captadas de frente,  fue alguien que estaba esperándome detrás de la puerta del living  y seguramente era la que había producido los ruidos; pero todo esto, ¿a qué venía, que tenía que ver yo con esa casa? ¿Qué había detrás de los mensajes, de qué me querían asustar, sería una ajuste de cuentas por algo que yo ignoraba? Le respondí  insinuando que me dejara tranquilo, que no me filmara más  y que no  iba a continuar con su juego, pero no me contestó.  Por suerte se acercaba el fin de semana y podría relajarme para pensar y analizar los sucesos. Y lo que era mejor aun, ya no tenía que reportarme en el penal, era un hombre libre.
 
 3
 Al otro día  desperté sobresaltado con un sueño que transcurría dentro de  la casa, pero esta vez, como lo pude comprobar en mi teléfono,  no se  había  mandado como mensaje. Había soñado que yo vivía en esa casa y que alguien me perseguía   arrastrando un mueble, pero no pude reconocer a la persona que lo hacía: cuando intentaba reconocerla, se daba vuelta o se quedaba quieta,  pero no tenía cara.  Me levanté y desayuné, mirando de reojo al móvil. Estaba extrañamente silencioso, lo que me tranquilizó  un poco. Al medio día salí a dar un paseo para despejar mi mente,  aunque fuera  por un rato; por suerte el celular estuvo mudo todo el tiempo, pensé quizás que esta mujer, o lo que sea que fuese, ya no me molestaría más y podría dedicarme a mis asuntos, pero no fue así,  ya que me llegó  un nuevo mensaje de ella. Me senté en un  banco de la  plaza, rodeado de niños y perros que corrían en círculo alrededor mío, algo que detestaba.
 -No soy yo la que te molesta,  eres  tú que sueñas conmigo, decía el mensaje.- Si tú no sueñas mas, si me dejas en paz,  yo no te molestare.
 -¿Quién eres,  porque crees que yo sueño contigo?
 -Solo tú lo puedes saber, yo estaba tranquila hasta que tú me convocaste. Me tengo que ir,  perdón.
 -Hola,  espera,   ¿quién eres? ¿Por qué  te vas siempre, y me dejas con tantas dudas? ¿Porque me invitaste a tu casa?
 La pantalla vacía anunciaba su alejamiento de la conversación una vez más, sumiéndome en una silenciosa encrucijada; me retire  de la plaza en dirección a mi casa. La tarde caía irreverente sobre el horizonte, las sombras  se adueñaban de los colores del atardecer, matices que había echado de menos durante largos años. Pensé en la casa, pensé que ahí estaría la clave de todo este asunto. Mi sueño me lo anunció,  aunque nunca iba a entender cómo  había entrado a mi móvil. Tenía todo el fin de semana para averiguarlo.  Mis asuntos podrían esperar.  Esa noche me costó dormir, no quería volver a tener otra pesadilla, pesadilla que parecía emerger de su letargo y que se empezaba a apoderar de mí.
 A la mañana siguiente decidí volver a la casa para recabar más información.  La localicé enseguida, con la luz del día fue más fácil, la calle era muy arbolada y apenas transitada. Me pareció que yo conocía este barrio  desde antes de estar preso, pero no lo  podía afirmar,  había pasado mucho tiempo. Me pare enfrente y esperé  un rato para ver si alguien entraba o salía.  Con la luz del día  pude observar que tenía un balcón arriba del garaje,  sus techos eran altos, las persianas pintadas de  verde la vereda rota.  Un árbol escoltaba la puerta, revelándose contra el viento.
 De pronto la vi salir de la casa, era ella  por las fotos que había visto en su casa, hermosa como yo me la imaginé  y esta vez  yo no estaba soñando, ni era una pesadilla, era la realidad, la podía ver con mis propios ojos, pero me parecía tan inalcanzable como cuando la soñaba; elegante y estilizada, caminaba como llevándose el mundo por delante, no juzgaba percatarse de mi presencia  ni reconocerme, me ignoraba por completo.  La seguí hasta la esquina y la abordé  sin perder más tiempo. Ella se hizo la desentendida, como si no me conociera,  como si no hubiese estado asediándome; me insultó  y negó conocerme ni saber nada de mí,  ni  de los sueños que nos involucraban, Me recalcó  una y otra vez  que yo estaba loco, que la dejara tranquila  y que llamaría a la policía  si fuera el caso.
 La corrí por la calle hasta que dobló en otra de las esquinas y tomó  un taxi. Yo hice lo mismo, pero despareció  cuando entró en el centro de la ciudad. Se me había escapado una vez más, pero me juré  sería la última vez. Había dado un paso adelante,  la había visto en la realidad  y me estaba enamorando de ella. Esa había sido su táctica ahora lo había comprendido  y era muy eficaz. No lo podía negar, y ella tampoco lo podía ignorar.
 
 4
 Pasaron varios días sin tener noticias de la mujer, eso me exasperaba y era coherente con lo que ella mismo me dijo: que si yo no la soñaba, ella no se me aparecía. Y era verdad,  porque en cierta medida yo había retornado a mi rutina habitual, ya no soñaba  y eso me alejaba de la mujer de la hamaca. Y a juzgar por lo que era mi rutina, por lo que eran mis días  en la oficina, monótonos e insignificantes, como los de la cárcel,  habría preferido soñarla.
 A la mañana esperaba ansioso algún mensaje que nunca llegaba, y a la tarde prendía el celular en el tren antes de llegar a mi casa  y repasaba en mi mente  uno a uno los mensajes  desde aquel primer día, el del video que soñé. Me desesperaba responder algo que no fuera lo de ella; lo tenía que hacer por obligación,  a veces eran por cuestiones de la oficina, cuando se me traspapelaba algún documento, en  otras eran  simples trivialidades  de gente aburrida y en algunas ocasiones, intercambiaba información sobre  cuestiones que me eran ajenas por completo.
 ¿Ella se hacía rogar  o era verdad lo que afirmaba?  ¿Sería cierto que si  yo no la soñaba, o mejor dicho, si yo no soñaba  con esa casa,  ella no se me aparecería? Pero, ¿cómo obligarme a soñar con esa morada, como haría yo pará volver a ese lugar en mis sueños? Si hubiese una pastilla que me hiciera soñar con ella  la tomaría, fue mi conclusión, pero esa pastilla no existía y ahora  yo estaba incomunicado y eso me hacia sufrir,  como si estuviera de nuevo en una cárcel. La adoraba y no sólo en sueños; se lo quería hacer saber y cuánto más tiempo pasaba sin verla  más la amaba.
 Sin embargo un día recibí algo de ella, un extraño video  donde se me veía  a mí  junto a ella en un lugar que no reconocí, aunque podría ser su casa, alguna parte que yo no conocía. Se nos veía a ambos sentados  como en un patio  en verano, felices,  tomando algo y sonriendo. No era una filmación, yo no había estado allí, era otra cosa, como un llamado,  como una incitación o quizás un recuerdo; posiblemente  lo habrá soñado ella, pensé, y al igual que me pasó a mí,  me lo había enviado en forma  de mensaje.
 Le contesté de inmediato, y  me respondió enseguida, habíamos hecho contacto nuevamente a través de un sueño; ella jugaba conmigo, primero me incitaba, se aparecía en mis visiones, para luego rechazarme en la realidad. Estaba hermosa en ese video y sonreía como en los viejos tiempos. No quería dejar pasar esta oportunidad,  no quería que siguiera jugando a las escondidas conmigo, esta vez nos íbamos a ver cara a cara y podría decirle un montón de cosas que quizás el tiempo no me lo había permitido. Necesitaba verla, ella era ahora parte de mi vida.
 Fui de noche, esta vez no hacia frio, apenas una brisa, el árbol estaba quieto,  los duendes me guiaron hacia la puerta. Me recibió pero no estaba sola, sentí ruidos que venían del dormitorio, y vi  la sombra de un intruso que escapaba por detrás del patio. Ella lloraba  y repetía una y mil veces que no quería saber más  nada de mí, que no la molestara más,  y que no la involucrase en mis sueños, que no eran los de ella y  que todo había terminado. Yo no sabía si estaba alucinando o si me había puesto algo en la bebida.
 No supe cómo fue que sucedió, pero recuerdo que fue en defensa propia; de un momento a otro  la vi de pronto en la hamaca, ensangrentada, de espaldas, sin poder verle la cara, agonizando y gritando  que no la mate. Yo trate de salir, pero no encontré la puerta, porque estaba soñando, pero nadie me creyó.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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