Estaba desesperado, era el año 2015, y conseguí marihuana, una piedra. Una piedra es la marihuana más barata que se puede conseguir, dicen que las mean para que no den mucho olor al traficarlas.
Seguí las indicaciones de un video de Youtube y metí la piedra de 25 gramos en agua hirviendo según recuerdo. Revolví durante un rato y saqué, ahora sí parecía marihuana de verdad y olía a marihuana. Puse los 25 gramos completamente mojados sobre un plato entre servilletas para que se seque.
Entonces fumé durante semanas, y cuando se terminó fumé más. Cómo no sabía bien como secarla, cada vez que me encendía un porro se me apagaba muy rápido y me costaba fumarlo.
Recuerdo la primera noche, rápidamente me acosté y tuve sueños donde se podían ver figuras con contornos luminosamente blancos muy bien definidos. Mis expectativas eran diferentes, pero eso ya era algo. Yo buscaba sentir algo diferente.
Lo siguiente que recuerdo haber experimentado, otra noche en la que al día siguiente no tenía que trabajar, y había tomado bastante cerveza, en esa época tomaba mucha cerveza. Y todo se puso muy lento, hermosamente lento, caminé muy lentamente al baño, me puse a mear, todo pasaba muy lento. Y estaba muy relajado, nunca había conocido ese nivel de relajación. De repente solo fui un hombre meando y nada más.
Entonces me encontraba con un amigo, que vivía a pocas cuadras, y de repente yo caminaba muy lento, tan lento que llamaba la atención. He visto solo a dos personas caminar así, dos chicas.
Y dejé de fumar, porque no me iba tanto esa lentitud. Pero seguí tomando alcohol, cerveza sobre todo. Aunque en una época se me dio por comprar vinos, así que mientras tomaba cerveza compraba botellas de vino, y casi que las coleccionaba. Tenía una mesa grande para mí solo, así que la aproveché para tener los vinos sobre la mesa. Y entonces tenía como diez vinos, y la verdad es que no recuerdo cómo ni cuando los tomé, pero no queda ninguno.
En realidad, pasaron ya varios años. Y seguí buscando sentirme diferente, así que tomé otra droga, LSD. Con LSD tuve experiencias mucho más fuertes, tan fuertes que una vez me olvidé de tomar alcohol. Ahí me di cuenta de que había empezado a tener una adicción al alcohol, sentí un ataque de ansiedad muy fuerte. Intuitivamente me encerré en el baño con un porrón, una botella de cerveza, y un sentimiento de querer salir a la calle a matar gente. Me calmé tomando cerveza, como quien da un trago para quitarse la resaca, y no recuerdo más nada de ese día.
Otro día casi me vuelvo loco, había tomado una dosis completa de LSD, bastante elevada, de 300 microgramos, me bañé y me acosté. Tuve una visión donde todo era una luz, yo mismo era parte de esa luz, y sentí que podía ser lo que yo quisiera ser. Entonces me levanté y de sentirme esa luz a estar en ese departamento interno lleno de un empapelado berreta, con alcohol en mi sangre desde años anteriores, con porro barato aún en mis venas de la noche anterior. Tenía que salir, miré mi billetera, había quinientos pesos que en ese entonces valían algo, pero para mí en ese instante no valían nada, solo eran papel pintado. Lo dejé y salí sin rumbo.
Caminé y llegué, guiado quizás por mi intuición, aunque seguramente por mi instinto hasta el edificio donde vivía mi novia de ese momento. Una mujer más grande que yo, catorce años más grande. Pacientemente la convencí de que me dejara pasar, había poco nos conocíamos, ella no sabía de toda esta experimentación mía con drogas, pero me dejó pasar. Le dije entonces la verdad, que había tomado una droga. Se calzó una mochila y fuimos hasta un almacén, compró cerveza, pan para sándwiches, queso. Cuando volvimos me hizo un sándwich. Durante varios días sentí que nada tenía sentido, pero nunca me olvidé de esa mujer recibiéndome en su casa.
Pasó el tiempo y me mudé a un departamento con balcón, sin un empapelado barato, dejé de comprar esa piedra de 25 gramos, y seguí con el LSD. Seguí también con el alcohol, pero mucho menos. Siempre me gustó hacerme jugos de frutas, así que me compré un exprimidor y cuando despertaba de la siesta, después de merendar, me hacía un jugo que me duraba hasta irme a dormir, así evitando, casi por casualidad tomar alcohol todas las noches. Y de paso, al despertarme cada día a las cinco de la mañana para ir a trabajar, ya no me sentía completamente destrozado y resacoso.
|