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Desde lo más alto, un séptimo piso, un abuelo volaba con su bastón hasta caer en un Mercedes 500. Los restos de su cerebro llegaban hasta la esquina de la calle, y un perro, seguido de otro perro lamían los restos vorazmente moviendo el rabo. La gente se acercaba por curiosidad, una madre le tapaba como podía los ojos a su hijo, manos en la cara, gritos, miradas en alto, y el dueño del coche, un capullo con maletín se tapaba la nariz alrededor de la prole, llamaba al móvil, y como si de un ébola se tratara, guardaba una distancia prudencial. Las sirenas de ambulancias y policias ululaban en calles lejanas. Un forense los acompañaba, los bomberos despegaron el cuerpo desfigurado, lleno de vidrios, cráneo aplastado y bastón. Una funda con cremallera se llevó al cadáver, y una grúa depositó al coche abollado por unos rieles...

Antes, Una comida familiar. La dentadura postiza la cogía de un vaso, se levantaba, se peinaba, pero no se le empalmaba. Su gusano estaba muerto, ni aun chupándosela en las putas, era un caso perdido. Todos y cada uno de sus nietos comían, uno cogía un trozo de queso, el otro bebía un sorbo de Coca-Cola, su hijo, abrazaba a su mujer y la besaba. Una mesa redonda, mucha comida en el centro, y después, se daría paso a una tarta, con velas: las de su 71 cumpleaños.
Comiendo, su cabeza pensaba y su conciencia le dictaba “tírate por el balcón, tírate, si no se te levanta, para qué vivir más, tírate por el balcón”, la voz de su hijo le llegaba a lo más profundo de su ser, a su vez las trompas de Eustaquio, entre otras cavidades, recibían la emisión del mensaje, “¿papá, estás bien?”, le dijo. “Si, no te preocupes, ¡come anda!”, le dijo él. Ahora la otra voz le bombardeaba de nuevo, “!suicídate!, no tienes mujer, la familia que tienes no sirve, no tienes pito, ya no puedes follar”, y unas voces rieron dentro de su cabeza. Se dirigió al baño mientras su nieto se agarraba a uno de sus zapatos hasta que se pudo deshacer. En el interior del baño se miró en el espejo, volvió a bajar la bragueta y cogió una revista pornográfica escondida; la abrió por su página favorita e intentó masturbarse. Su rubia favorita de tetas grandes lo miraba a él, y de la revista una voz resurgió “¿es que no te pongo nene, ya no se te levanta? “; y la voz desapareció y el viejo empezó a darse golpes por bajo. Aunque seguía sin levantarse.

Pasó de hoja hasta llegar a una de sus morenas favoritas, “la de los ricitos”, se dijo para si, mientras la dentadura postiza se hacía visible en el lavabo, volvió a sacarla y empezó a manosearlo a la vez que la morena rizada lo miraba frontalmente, “!levántate anda por favor, házlo por mi cabrón!”, le dijo a su miembro, “¿Crees que se va a levantar?, viejo, no eres más que un viejo, ¿No te gustan mis tetas...es eso, no te gusto yo...?”, habló la voz de la morena. Cerró la revista, se subió la bragueta, se puso la dentadura postiza y volvió al salón. Fuera, sus dos nietos le volvieron a agarrar desde el suelo los tobillos, los llevó arrastrando, esta vez a los dos, se sentó en la mesa y se puso tomar el postre. “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos... Cumpleeaaaaños feliz...!” , las luces permanecían apagadas y un 71 en el centro que se encargó de soplar. Alrededor de la cifra, un pene salía del interior de la nata y el chocolate, era un miembro fláccido e insignificante que le decía “!hola soy tu rabito!, mira, no mires a tu alrededor, ellos no lo van a ver viejo chocho, lo mejor que puedes hacer es tirarte por ése balcón, ves, tu vida es basura, eres nulo, así que debes hacerlo, debes hacerlo, debes hacerlo...” y se metió entre las profundidades de la tarta... el viejo estaba como loco, no estaba tan seguro si las voces que tenía en su interior eran falsas o verdaderas, lo tenía todo fuera de control, su familia, sí, su familia acababa de tomarse el café, se disponían a levantarse, coger los abrigos y a dejarlo sólo otra vez. No, no quería más soledad, la odiaba, “!No, eso si que no!”, se dijo para sí, pero era irremediable, la familia ya estaba en la puerta, ya se habían despedido y estaba perdiendo la cordura. “Adiós, cuídate adiós”, le dijo su hijo, “Adiós abuelo, que cumplas muchos más”, le dijo su nieto, “que cumplas muchos más...” se repitió... Fue a la bañera. Un chorro caliente salía despedido con fuerza, el agua se llenaba y cogió un consolador que tenía en uno de sus armarios predilectos. Lo encendió en un enchufe que estaba cerca del baño y un sonido como de panal de abejas comenzó a bullir. Tenía tres velocidades. Un impulso le hizo poner la más rápida, abrió el ano, y se lo metió por detrás...

Pasados unos minutos su miembro seguía fláccido y el panal de abejas sonaba aunque débilmente, tampoco aquel viejo consolador, con el que tanto disfrutaba su mujer, él mismo lo descubriría años después de que ella muriera... su anélido había fallecido y el agua del baño empezaba a rebosar y caer a la superficie. El consolador se había quedado encendido-era muy antiguo-. El viejo se dirigió a la bañera, pisó el agua del suelo que había caído, y se dio un baño. El tiempo pasaba y al rato oyó un ruido y se dijo “!mierda, el consolador, el puto consolador!”, salió de la bañera y lo apagó...

En la azotea. Una puta de lujo lo había intentado. Se fue sin poder hacer nada, su miembro murió por siempre jamás. “!A tomar por culo, me tiraré!”... entonces cogió lo que más quería, un bastón, el que le regaló su mujer, y se arrojó al vacío.



Texto agregado el 19-06-2005, y leído por 119 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-05-2006 No hay nada como un buen texto ácido para sonreir con tranquilidad. mi puño de estrellas para tí. por cierto, checa mis cuentos, talvez te agraden muchocarajo
 
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