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En una alegre ciudad un hombre alegre se despertaba para dar la bienvenida a un nuevo y alegre día. Se sentó en la cama y poniéndose sus cómodas y alegres pantuflas caminó desperezándose hacia el baño. Cantaba una alegre canción mientras tomaba una alegre ducha que duró unos 15 alegres minutos. Salió de la ducha, se secó con su alegre toalla color verde limón y se vistió alegremente mientras su perro Eustaquio esperaba a su alegre dueño para el paseo de la mañana. Le colocó la correa al perro y bajó a un gran y alegre patio rodeado por alegres árboles que, como todas las mañanas, le daban la bienvenida al alegre perro y su dueño. Las flores cantaban, los pájaros salían alegres de sus nidos y el sol, sonriente, bañaba al alegre hombre y su perro otro día más. Todos los días eran lo mismo, alegres y joviales para todos los seres vivos. Un día como cualquier otro, el hombre alegre y su perro alegre bajaron al alegre patio como todos los días, pero se percataron que en medio del gran patio alegre se encontraba un sauce llorón., con sus lánguidas y no alegres ramas caídas.
-“ No alegre?..” Reflexionó el hombre mientras sacaba a su perro alegre y éste alegremente depositaba sus “sorpresas” en el patio. El hombre no le dio más importancia al árbol y se fue, mientras las alegres flores, como todos los alegres días, lo despedían. Días pasaron y las ya no alegres flores siquiera recibían al alegre hombre y su perro cuando llegaban al patio, el no tan alegre sol brillaba pálidamente y los no tan alegres árboles arrojaban sus hojas al piso. El hombre culpó al sauce llorón, reclamando que todas las criaturas del patio, en su afán de consolar al árbol, habían perdido su alegría.
-“Maldito egoísta… quiso toda la atención para él,..¡Y ya ni las flores nos dan la bienvenida!”-
El hombre alegre decidió un día cortar el árbol y volver a traer la alegría al patio y a todas las criaturas nuevamente. Una mañana, se despertó alegremente más temprano de lo normal, fue en pijamas al garaje y tomó su alegre motosierra. Llegó al no tan alegre patio, prendió su alegre motosierra y cuando se disponía a matar al sauce llorón, este replicó:
– Hombre, ¿crees que así podrás destruirme? Si no asumes tu condición, vendrán miles de sauces llorones a invadir tu hogar, y probarás lo que es estar cubierto de sal!”-
El hombre ciego de tanta alegría por eliminar el mal, mató al sauce sin alegre piedad, mientras éste moría tranquilamente en el no tan alegre lugar. Feliz de haber cometido su alegre tarea, el hombre guardó su motosierra y esperó hasta la hora de sacar a su alegre perro a pasear. Llegó la hora y esperó a Eustaquio como todos los días para salir alegremente a caminar. Buscó el hombre al perro por todos los rincones de la casa, hasta que alegremente se le ocurrió una idea. Fue al no tan alegre patio y al llegar, sus ojos alegres no podían concebir…. Eustaquio, su alegre animal, yacía muerto junto al sauce llorón y junto a él todas las flores, pasto, hojas, duendes de cerámica,… todos demacrados junto al no tan alegre sauce llorón. El hombre, después de ver tal escena, se sentó en una roca y comenzó a llorar…

Texto agregado el 16-08-2005, y leído por 466 visitantes. (0 votos)


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