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El esta a punto de acostarse después de un día agotador. La espera de este momento empezó desde que tubo que levantarse de la cama en la mañana. Todo el día, mientras cumplía con sus obligaciones, espero el momento de descansar. Y lo hace pensando que tiene 9 horas por delante para dedicarse a lo que mas le gusta, dormir.

Cuida todos los detalles. Cierra bien la persiana para que por ninguna rendija penetre algún haz de luz que perturbe su descanso. Desconecta el televisor, le molesta la maldita luz roja que queda prendida cuando se apaga desde el control remoto. El teléfono también, no sea cosa que alguien llame a las 3 de la mañana equivocadamente. Los malos olores le molestan, cuidadosamente pasa media hora antes de dormir bañándose, no para oler bien al día siguiente, sino para oler bien al irse a la cama. Rocía unas gotas de perfume excesivamente costoso sobre la almohada, a la mañana siguiente se pondrá la colonia mas barata que encontró en el autoservicio de la esquina. Escuchó decir alguna vez, que fumar cigarrillos una hora antes de dormir perturba el sueño. Por mas que fuma como un condenado todo el día, dos horas antes de dormir no se permite fumar más. Aunque afuera el frío es aterrador, el duerme sin estufa. No porque no tiene, no puede soportar a los malditos tubitos fluorescentes que se iluminan para calentar el ambiente. ¿Una estufa a gas? No podría, siempre hacen un ruidito molesto. Otra cosa que el hace es tener una libreta al lado de la cama, en ella anota todos sus problemas y sus posibles soluciones antes de dormir. No sea cosa que se quede preocupado por algo y no pueda concentrarse para poder descansar.

Conciliar el sueño para el, es tarea fácil. Nunca tarda más de cinco minutos. No se puede permitir perturbar sus nueve horas de descanso religioso. Y siempre cumple con la misma rutina. Siempre le resulta. Siempre duerme sus nueve horas. Hasta ahora.

Después de tomar todos los recaudos se dispuso a dormir. Cerro los ojos y lo escuchó. Un pequeño zumbido. Un casi imperceptible zumbido de mosquito. ¿Adonde estaría? Encendió la luz. No lo vio. Lo siguió escuchando. Su fino sentido de la audición no le indicaba donde podría estar. Recorrió la habitación con la vista. Nada. En el baño no se oía ni siquiera el goteo de alguna canilla. Pero el mosquito estaba, seguro que ahí estaba. Apago la luz y se dio media vuelta. No le prestaría atención. Pero el zumbido seguía estando. El tiempo corría y las horas de descanso volaban. Pensó que quizás podría no escucharlo tapándose los oídos con la almohada. Resultó. No escuchaba más el molesto zumbido. Aunque sólo fue por un tiempo. Otra vez. Se levantó y empezó a recorrer la habitación como un loco. Buscando a ese maldito mosquito invisible. Ya le quedaban solamente ocho horas para dormir. No lo encontró, pero el zumbido había desaparecido casi mágicamente. Se acostó, otra vez y durmió un poco, casi media hora. Hasta que lo despertó ese zumbido. Se dirigió hacia la cocina y agarro el veneno para moscas y mosquitos. Roció toda la habitación. El olor era nauseabundo. Pensó que si ahora se dormía, el veneno terminaría por matarlo a él. Después de pasar un buen rato sin escuchar el zumbido abrió la ventana. Esto hizo que el se tuviera que vestir, ya que hacia bastante frío y el acostumbraba a dormir desnudo (la ropa se le enredaría en el cuerpo). Toda esta tarea tomo dos horas. Ya había perdido tres horas de descanso y sólo le quedaban seis. En la mañana sería un desastre. Finalmente cerro su ventana, se desnudó, apago las luces y ahora sí, dormiría. El zumbido no se escuchaba, pero apenas puso su cabeza en la almohada, ahí estaba de vuelta. Se paró y empezó a dar golpes en el aire. Parecía un gorila en estado de excitación. Se acostó en el suelo, seguía escuchándolo. Se paró, golpeó las paredes, gritó, aulló. Prendió un cigarrillo al que ni siquiera tragó un poco de humo, todo iba desperdiciado en las paredes. El zumbido seguía y a el le parecía mas fuerte. Sintió ahogo, tosió. Se acostó en la cama y cerró los ojos. Empezó a cantar una canción infantil en su mente. Simplemente el mosquito invisible estaba y cuando parecía que más tranquilo se encontraba, más fuerte sonaba y el reloj más rápido pasaba.

Quizás la falta de libertad le jugó una mala pasada. Quizás el mosquito nunca existió. Quizás todo haya sido un mal trago que bebió de la botella del destino. Quizás la locura se presenta de diferentes maneras. O quizás haya sido la señal para abandonar el juego. Un disparo en la sien puede ser un método demasiado simple para dormir. O demasiado seguro. En su descanso, nunca más volvería a ser molestado por el zumbido.

Texto agregado el 30-11-2001, y leído por 991 visitantes. (0 votos)


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