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Recuerdo que esa noche una polilla jugueteaba volando ruidosamente alrededor de la lámpara.

Yo, que sin duda era la niña más linda de la fiesta, me encontraba sentada en el sillón que está en ese lugar tan inoportuno, bajo las escaleras. Tenía sueño. Después de bailar con casi todos los hombres de la familia, desde mi abuelo materno hasta el pequeño Javier, sentí un cansancio horrible, acompañado de calor y hambre. Seguramente me quedé dormida.

Cuando estoy con esto cabros chicos me aburro mucho. Hablan de puras tonteras, de juguetes, de no sé que ideas de hacer bromas. Yo estaba preocupado de otras cosas. Cosas de grandes. Me acuerdo que después de cenar empezó el baile. El año pasado no me preocupé mucho de parecer simpático ni nada por el estilo. El año pasado sí que el aburrimiento fue total. Pero este año no. Esta vez me di cuenta de que en esa casa vive la mujer más hermosa del mundo. Incluso bailé con ella. Al principio no me pescó mucho, pero al final hasta me contó que una vez me cambió pañales cuando yo tenía como cuatro meses. Pero esa noche bailamos y me di cuenta de que casi estoy de su porte.

Más que el hambre, lo que me molestaba era el calor. Además, me empezó a doler la cabeza y el ruido que hacían los niños cuando bajaban corriendo por las escaleras me resultaba insoportable. Y además el sueño. Parece que la noche anterior me había amanecido en una fiesta. Miré para todos lados y tuve una sensación de hastío terrible. Sin que nadie se diera cuenta tomé una lata de cerveza que había en la mesa y me fui al patio, a tomar aire puro. Ahí encontré al Javier. Tan lindo que se ha puesto.

Ojalá que nadie lea estas cosas, para que no vayan a pensar que soy no sé qué. Esa noche, la Tatiana andaba con un vestido morado muy lindo. El morado es mi color favorito. Tenía el pelo suelto. Me acuerdo que al verla me daba como un calor en todo el cuerpo y no podía parar de mirarla. No le he dicho estas cosas a nadie, por eso las escribo. No es que yo me fije en estas cosas siempre, a la única que miro es a ella. No podía dejar de mirarla. Es muy linda. Tiene unos labios gruesos y rojos, que parece que están siempre mojados y brillantes. Me gustan sus hombros. Sobre todo lo que me llamaba la atención era su pecho. Antes no me había fijado, pero los senos de Tatiana ahora son lindos y redondos. Además al verle las piernas daba la impresión de que eran suaves y calentitas, sobre todo en la parte de arriba. Yo estaba pensando en todas estas cosas cuando la vi llegar y me puse súper nervioso.

De repente me empecé a sentir mareada y me vino el recuerdo del tonto de mi pololo, de las notas del colegio, de un montón de cosas malas que había querido sacarme de la cabeza bailando. Pensé en volver adentro a bailar, pero me sentía mal. Además, el aire estaba rico. Me senté al lado del solitario Javier, dejé a un lado la lata de cerveza y me dieron ganas de fumar. Le empecé a hablar al Javier de cualquier cosa, para que se me olvidaran esas ganas. Así nos quedamos harto rato. Se puso entretenida la conversación: al final me di cuenta de que no sabía qué éramos él y yo, si primos o hermanos lejanos o simplemente conocidos. Sólo me acordaba de que algunas veces lo iban a dejar a la casa cuando era una guagua. Pero aparte de eso no lograba ver la relación entre sus papás y los míos. En eso nos divertimos harto rato. Se me quitó el dolor de cabeza, pero el mareo era insoportable.

Me dio un poco de cerveza, que estaba harto mala. Me prometió que me iba a enseñar a fumar, pero después, porque en ese momento se sentía un poco mal y se iba a poner peor con el humo. Me empezó a preguntar si tenía polola y esas cosas, pero yo antes nunca me había preocupado de eso y no tenía ninguna historia para contarle. Ella me empezó a contar sus historias llenas de problemas. Al rato me abrazó y dijo algunas cosas pero no le entendí. Después me preguntó que por qué la miraba tanto. Le respondí que la encontraba linda. Me dijo que yo también era lindo.

El mareo ya era mucho. Hasta me costaba ver claramente. Le dije al Javier que me acompañara a la pieza porque supuse que me iba a caer si iba sola. Entonces me tiré en la cama, totalmente exhausta, como si hubiera caminado kilómetros. Parece que me quedé dormida un rato. De repente me di cuenta de que el Javier estaba ahí todavía, de pie junto a la cama, mirándome. Me acordé de la ropa nueva y de mi mamá enojona. Le pedí al Javier que me pasara una polera que había encima del velador y que me sacara los zapatos. Cerré los ojos por un momento, no sé si me quedé dormida. Reaccioné y me saqué el vestido y me puse la polera. Me acordé de que el Javier estaba todavía ahí, a mi lado. Le pregunté que si me quería. Se ruborizó y me dijo que sí. Le dije que fuera a preguntarle a alguien qué era yo de él. Salió corriendo.

Mi mamá me dijo que antes vivíamos en la casa de al lado y que éramos amigos de la familia, que por eso siempre íbamos a los cumpleaños y a las fiestas, pero que Tatiana y yo no éramos nada. Eso le dije a Tatiana, que ya estaba medio dormida. El corazón me latía súper fuerte, parecía que se me iba a salir. Tatiana estaba ante mis ojos solo con una polera y calzones, nada más. Se notaba enferma, tenía los ojos brillosos. Me dijo que me iba a regalar algo. Se sentó en la cama y me dijo que me pusiera a su lado, mirándola a la cara. Me dijo que tenía que mirarla a los ojos. Entonces puso su boca en mi boca, y sentí como su lengua tocaba mis dientes. Sin pensarlo saqué la lengua y la junté con la de ella. Su saliva pasó a mi boca. De repente me soltó y se tiró a la cama. Tragué su saliva y me quedé mirándola. Me dijo que por favor apagara la luz. Le pregunté si quería que la tapara con alguna frazada y me dijo que no, que tenía mucho calor.

Hizo el ademán de irse, pero lo agarré del brazo. Lo senté a mi lado y le empecé a contar la historia de mi vida y todo lo que significaba hablarle con sinceridad a mi madre. No sé si entendió cuando le insinué que quizá estaba embarazada. En un momento le dije que sacara un cigarro del velador para enseñarle a fumar, pero dijo que mejor prefería tomar de mi saliva. Me dio mucha risa y le dije que mejor otro día, porque se iba a acostumbrar. Hice que se sacara los zapatos y se acostara a mi lado. Puso su pierna alrededor de la mía y se recostó sobre mi pecho. Me dio mucha risa cuando metió su mano bajo mi polera y me empezó a hacer cariño cerca del ombligo. Pensé en que quizá me había equivocado. Me quedé dormida.

Todas estas cosas son imposibles de contar a alguna persona. La piel de Tatiana es muy suave y no hay mejor almohada que sus senos. Además es muy rico su olor, que a veces se mezclaba con el olor a cerveza y a cigarro que había en esa pieza. Y lo mejor es que cuando desperté ella tenía su mano helada en mi axila. Todas estas cosas son secretas. Ojalá que nadie lea esto.

Recuerdo que esa noche una polilla juguetona se quemó las alas. Y pensó que era otro el que se quemaba.


Texto agregado el 04-11-2005, y leído por 163 visitantes. (0 votos)


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