Infórmame de lo que pasa en este mundo
y de la gente que camina con la mirada
clavada en la economía gastada de los bolsillos.
Cuenta cómo llega el invierno al cerebro
o si el hambre juega en los estómagos
de niñas y niños o en dónde lloran
los corazones llenos de frío.
toma unas fotos para mirarlas
en el camión de las veintitantas horas.

Mándame cartas en las que expliques
cómo mueren uno a uno los que viven
a tu alrededor, e incluye postales
o revistas de animales para recordar
que no estaba tan solo.
Usa la computadora y teclea
como se están perdiendo mil cosas del costal
y escribe si todavía respira el abuelo.

¿todavía las miradas se pierden entre si,
los cuerpos se entregan libremente y sin desconfianza?

Relátame en tus líneas si estoy vivo
o si camino por la calle con la mirada oscura
o si ya no te miro como antes,
narra la caída de mis dientes
y luego como huyeron los cabellos de mi cráneo
y también lo que paso el día de todos los Santos.
Sóplame al oído la muerte de mi voz
y cuenta ahora como soy.

Pij.