Hay dos velas encendidas frente a mí y un poco de música (no sé lo que intento decir con “un poco de música”) de un grupo musical islandés llamado Sigur Rös que crea unas atmósferas exquisitas para mi gusto, para mi tipo de ensoñar. Esta es toda la atmósfera que necesito en este momento para comenzar (o intentar) escribir algo – Ah, y cigarros y café.

Todo lo que escriba depende de todo lo que esté pensando y sintiendo en este momento. También, al mismo tiempo, todo lo que escribo está supeditado a lo que no estoy sintiendo y anhelo o deseo sentir. Busco en mí un vacío, un hueco, e intento llenarlo con mi imaginación. También, al mismo tiempo, invoco – para decirlo de alguna manera – mediante una sensación de incremento la añoranza por la presencia de una otra persona, la primera que venga, que forme un halo alrededor de una de las dos velas y comencemos a contarnos una historia, juntos, una historia bonita o triste, pero que sea suave, que sea pura sensación, que sea puro anhelo, que sirva, como si juntos, estuviésemos llenando a alguien, cambiando el aire, haciendo algo con poder, que cure, que sane, que haga sonreír a una estrella, o siquiera un poquito a ti.