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De un día para el otro me dijeron que ya no me llamaba como me llamaba. De un día para el otro todo mundo me dijo que mi nombre ya no era el mismo de antes. Y nadie mencionaba como me había llamado antes.

Solamente me lo hacían saber. Estaba yo como un pedazo de basura arrojado al mar. Me fui poco a poco acostumbrando a mi nuevo nombre, a la manera en la que los demás también me comenzaban a tratar, que era muy diferente.

Había días que me sentía agotado, que de repente volvía a recordar como me llamaba antes, a mis padres y a mi infancia. Pero de pronto recordaba que ya no valía la pena estar sintiendo nostalgias. Dejé de ser una persona con tristezas, con nostalgias y con todos los sentimientos que arraigan un pasado.

Ese pasado de un nombre que antes existió. También se me olvidaron muchas ideas que antes tuve, buenas y malas ideas, y aprendí que las nuevas ideas tenían que ser, solamente mejores que las anteriores.

Me contaron la historia en la que se habían conocido mis padres que resultaban dos estelas en medio de un cementerio. Era una historia corta, tal vez de cinco minutos.

Mi madre cambió de trabajo cuando conoció a mi padre y él dejó a la mujer que tenía al irse esa noche que se conocieron junto con ella a ver algunas películas.

Dicen que se ahorraron muchas cosas conociéndose, sobre todo, seguirse preguntando cosas, porque se daban cuenta, que como pocos, eran felices.

En el trabajo me dicen que no tiene importancia, que todos nos ponemos de cuando en cuando un poco cansados, pero que eso no se llama tristeza, que lo que tenemos que hacer es trabajar más.

Yo siempre dije que me estaban tomando el pelo en el trabajo y por eso me revelé: entendí que siempre nos estaban pidiendo que trabajáramos más pero que en realidad, si lo dejábamos de hacer, no nos iban a despedir, tampoco se iba a detener el trabajo, porque el trabajo, marcha solo, solamente.

Me despreocupé por un montón de cosas y adopté otras posturas con respecto a la vida, por ejemplo, me empezaron a gustar las norteamericanas, y también algunas europeas. Volví a ver cine y volví a frecuentar bares y discotecas de la ciudad.

Tegucigalpa estaba muy cambiada, las mujeres se habían vuelto más bonitas pero más fáciles. Me acosté con varias muchachas pero no me enamoré de ninguna. Volví a buscar a una antigua novia. Al verme me dijo que me veía bien, que mi nuevo nombre me quedaba de maravilla, que iba muy bien con las camisas lacoste que de repente me había estado comprando, como sin darme cuenta.

Me quedé viendo en el espejo de la sala de su casa que era una casa muy grande que la alquilaba en una zona de mucho dinero de la capital: siempre sigues siendo el mismo vanidoso.

Nos reímos un ratito, después nos dimos una buena revolcada en su recámara. Era la primera vez que teníamos relaciones sexuales. Se enojó después de un rato de hacer el amor porque me dijo que estaba yo fingiendo, en parte era cierto pero en parte también era falso.

Me levanté y osé irme pero ella me retuvo, se acercó a mí y comenzó a besarme: eres muy sensual me dijo. No te puedo dejar aunque seas un farsante. Me fui a vivir con ella.

Hablábamos de sus padres y de mis padres, de los padres de nuestros padres y de nuestros vecinos que todos, o casi todos se habían ido yendo. Les había ido peor. Teníamos tanta suerte ella y yo.

Después llegó Katia a nuestra vida, una chica del interior del país, nos limpiaba la casa, me recordaba mucho a una muchacha que conocí en mi niñez, aquella se llamaba Laura, fue la primera mujer a la que miré desnudándose.

También era flaca. – Siempre llega usted muy cansado del trabajo. Sí, desafortunadamente hago lo mismo todos los días. La muchacha se sentaba a conversar conmigo mientras mi mujer estaba en su trabajo. Un día la muchacha me dijo que estaba embarazada. Me di cuenta que el muchacho no era mío, lo pensé, ¡no tiene sentido! Yo no había sido nunca infiel. Jamás. Los hijos todavía no han llegado a nuestra vida pero lo que si ha llegado es una nueva época en la que las viejas generaciones se están muriendo y están dando paso a nuevas generaciones.

El otro día como por casualidad me encontré con el hijo de un antiguo militar, un hombre que fue muy nefasto para el país, iba con mi mujer, la trabajadora también iba con nosotros.

Nos asustamos al ver su rostro de loco. Ese día no pude dormir. Reflexionamos después de ver un rato la televisión que en el país había habido más crímenes en los últimos dos meses que en toda la década anterior. Es seria la cosa.

La casa es una casa muy bonita, tiene muchas plantas, tiene espacios interiores donde uno de repente se sienta a leer un libro o a escribir. Son rincones con luz solar en el día y con luz de luna en la noche. Huelen muy bien.

A veces ella me está viendo leer desde el umbral de la puerta de nuestra recámara, la trabajadora está dormida, me llama con la vista y me dice: ven,
Yo voy y siempre me digo: sigo siendo un hombre muy joven.

Nos metemos a la bañera que es una bañera muy grande por donde entra la luz externa, nos quedamos un rato en la bañera, escuchando a los grillos y la radio, que está mejor que antes, porque antes la radio era una basura.

Esta semana pasada fue un poco confusa para mí, un hombre llamó por teléfono a la casa y preguntó por el nombre que yo tuve antes. Le dije que ya no me llamaba de esa manera, se asustó un poco. Era un viejo amigo, extranjero. Tuve que explicarle que me habían cambiado el nombre, pero lo recibimos en la casa.

Se quedó durmiendo unos días con nosotros, le gustó el ambiente, al principio se sintió desubicado pero con los días se enteró que seguía tratando con su viejo amigo de siempre, su hermano.
Se fue, había estado de paso por el país.

Yo no sé sinceramente cómo es que me encontró. Esta sociedad hace nacer hombres muy hábiles, mujeres muy hábiles, niños y ancianos muy hábiles. Pero también todo lo contrario. El cine sigue siendo una pasión en nuestras vidas.

¿Verdad que es una pasión todavía? Sí, es una pasión. Y tú que me decías que ya no te gustaba.

Texto agregado el 19-11-2005, y leído por 163 visitantes. (0 votos)


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