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Fue hace mucho tiempo cuando descubrí cual era la diferencia con el resto. Fue duro y penoso tener que contrariar todos mis anhelos y deseos por ser una persona cualquiera, tener expectativas y proyectos como otro habitante más de este desolado valle. Con el paso del tiempo mis anhelos se equipararon con la angustia y melancolía de un presidiario que se sabe inocente e incomprendido del designio dado por un tribunal, tal vez uno o más carceleros velaren por mi secreta muerte y cremaren los restos hasta que la ceniza se haga polvo y sea arrojada en un bidé descolorido y musgoso. No sería necesario guardar remembranzas de seres tan pestilentes de su mal, ni siquiera existiría recuerdo alguno que pudiere establecer mi registro en la historia. Me sabía diferente, pero no sabía de qué ni por qué.
A pesar de visitas constantes a diferentes especialistas en terapias de salud e, incluso, acudir a hechiceras indias, nada ni nadie me dijo cuál era mi error biológico. No me contentaba con una simple respuesta bioquímica o sideral, requería entender cuántas personas eran de idéntico pesar, quienes éramos los elegidos para cargar con esta tribulación.
En el hogar –si es que se puede decir que existe uno- había absoluta censura y fuertes restricciones para aquellos que quisiesen hurgar en busca de diferencias. “Eres igual y más inteligente, y lo vas a demostrar aún a fuerza de que sangres por ello” me decía mi progenitor. Creo no haber dado más que satisfacciones y aún con todo, creo que nunca se sintieron orgullosos de mí. No obstante, siempre existió un espacio familiar compuesto de taxativas manifestaciones de cariño que se hacían hasta en forma hostil, pues sentían la necesidad de expresar con mucha claridad algo en lo que no creían, como la bondad se manifiesta en los ricos.
Todo me decía que un día cualquiera podría atentar contra esta extraña patología que agobiaba todas mis sensaciones, lo cual era muy similar a aquellos casos terminales y sin recursos médicos, pero diametralmente opuesto pues, mientras los otros se morían por vivir, yo vivía sabiéndome muerta. Me afectaban todas aquellas cosas que me animaran a vivir, que alentasen el último escondrijo de mis ilusiones. Por ello no requería de cariño ni de comprensión, mi mejoría sólo necesitaba que no me recordaren que existían cosas por qué vivir, como los hijos.
Sí, los niños me ahogaban y despertaban las más fuertes frustraciones, no los quería cerca, pero el gran número de hermanos me impedía no ser parte de una familia numerosa y de cuatro generaciones vivas. Siempre se supo que yo era reticente a ellos, pero la verdad es que no los odiaba, al contrario, deseaba ostentar alguna vez su inocencia y jovialidad intrínseca que nace de jugar y jugar, pues nunca, debido a mi mal, tuve la fortuna de jugar con tierra. Y me empeñé en ser una de ellos, y jugar el mayor tiempo a no ser yo, a traspasar la conciencia de mi infelicidad y dejarme llevar por la simpleza de ser una más dentro de un mundo ignoto.
Luego, dediqué mis esmirriados esfuerzos en conquistar un mundo pleno junto a seres de verdad inocentes, y quise ser como ellos. Un accidente que costó la vida de mis padres me impuso en la necesidad de subsistir por mí misma, y creo haberlo logrado sacrificando muchos dolores ajenos, todos los cuales me traen a la actual etapa de mi vida, aislada de una sociedad iracunda que clama por mi muerte. Sí, ahora no sólo mi familia sentía la fuerza natural de mi abominación, el medio común, las gentes masas que inundan las calles y paseos públicos cazando a los culpables de sus derrotas y afecciones económicas a través de la escafandra de la prensa y sus aduladores, reconocían en mi a la alimaña desnaturalizada electa para la pena capital, la cual había sido suprimida por desgracia para mi. Y digo desgracia porque siempre me he querido morir, pero soy cobarde y no me imagino arremetiendo contra mi propio cuerpo.
He consumado hechos paganos y atrocidades que significan perversiones para el resto de la gente. Pero cuando una vive sola –sola significa nadie más te acompaña- y necesitas energía de los demás para vivir, debes, inexorablemente buscarla de un modo alternativo, de lo contrario te pudres. Nosotras –tal vez haya otras- sabemos que es doloroso ser diferente y aislada, y que nadie más te comprenderá porque no existe expiación para este mal inherente, y sabes que luchas día a día para morir luego, en una pesadilla que te ahogue y te permita escapar de este sino tuerto y cojo que toca a quienes la naturaleza arbitrariamente elige como merecedores de su corrupción. Importa muy poco ser infausta y desgraciada, pues, pese a todo, dentro de tus sienes se alberga el secreta anhelo de mejorar y ser normal, al menos unos años te dices, o unos meses que sean, y buscarás por todos los rincones de la experiencia humana para encontrar la cura. Cuando me embarque en esa empresa sospeché que podía llegar a consecuencias incalculables, pero las asumí, porque en la soledad, sólo te dañas tú, los demás no importan porque no les importas, y lo que hagas, aunque sepas de su maldad, esta justificado en la búsqueda que todos los normales de este mundo pretenden para sí y los suyos –en mi caso, es sólo para mi-, y no es más que el bienestar y la salud.
Se que comencé a parecerme al resto y que los demás lo creían, y por fin pude estar con la gente que me rechazaba, frecuentar sus lugares y transitar por sus veredas. Pero los gritos de esos niños no me dejaban dormir, a veces creía que eran de verdad, pero nunca los escuché porque siempre comenzaba por hacerles perder la conciencia a través de engañosos confites, luego de lo cual, me quedaba con ellos para siempre. Los gritos que escuchaba estaban dentro de mí, pero sabía que los demás terminarían por escucharlos, pues mi cuerpo no los toleraría por mucho tiempo. Los expulsé de mi, pero volví a ser la de antes. No dudo de que esos pequeños nunca sufrieron, para consuelo de sus padres, porque me preocupé al menos de eso, de engañarlos bien. El cuento de Hansel y Gretel no era sólo eso. Ahora lo sé, ahora que ya no tengo remedio.

Texto agregado el 20-11-2005, y leído por 93 visitantes. (1 voto)


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