Eran aproximadamente las tres de la mañana, ya todo se reducía a bultos inertes, exangües en el suelo, pútridos, hastiados de droga y sexo… Sangre y un poco de sal. Un vodka naranja derramado en la cama de mi pieza, y un sonido ensordecedor… Monumental. Algo invadía el aire… Algo rompía ese monacal sentido de la vida, ese marginal ir y venir, dormir y coger, beber y jalar…. Algo ajeno a ese universo se movía lento, acechando en algún punto el momento preciso. El tiempo se detuvo, los relojes cayeron… La conciencia fluía y fluyó, el mundo luchaba en vano: una mano pedía ayuda, otra subía el volumen del estéreo, y los gritos se apagaban antes siquiera de ser oídos… Todo se consumía, el viento, el agua, el vodka, el ser… Ese algo aún se movía impávido, ese algo quería ver el sol. Se subió a la ventana y exhaló… Inhaló, exhaló, inhaló, exhaló… Extendió sus brazos hasta sentir la brisa acariciar su cuerpo. Abrí entonces los ojos, el tiempo corrió, y mientras los relojes se levantaban, las copas se resquebrajaban y el ámbito se enrarecía, su cuerpo caía mórbido por el infinito, desde el todo hacia la nada, hacia el sol… Entiéndanla, ella siempre lo quiso: ver el sol. |