TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / juliocesarg / Crónica de un sentimiento de culpa

[C:180292]

Crónica de un sentimiento de culpa


Solo sus pasos rompían el helado silencio de la noche. Caminaba sin prisa, con la calma de quien se siente seguro de sí. ¿Y por qué no habría de sentirse tan calmo y seguro? ¿Acaso no fallaron por unanimidad a su favor, los doce miembros del jurado?
Sin embargo muy dentro de él, una pequeña inquietud lo incomodaba.
Por la vereda húmeda continuó la marcha mirando fijamente hacia la nada, mientras su mente proyectaba imágenes, unas veces en las paredes al costado, otras en las baldosas que tenía delante. Incluso en las coloridas carteleras de los cines cerrados creía ver los rostros que por tanto tiempo lo atosigaron con miradas acusadoras durante los nueve largos meses que durara el juicio. Pero ahora todo aquello había pasado. Suspiró aliviado al recordar el veredicto de inocente y en su cara se dibujo una sonrisa mientras repasaba mentalmente la sentencia del juez: Libre de culpa y cargo.
Mas la pequeña inquietud, crecía.
Ya podía sentir la augusta placidez de su mansión en las apacibles noches de verano por venir. Estaba a salvo. Incluso presentía la calidez del sol que otra vez bañaría sus tardes a partir de mañana. Ese sol que se le prohibiera durante tantos meses. Ese sol que a veces coronaba su frente. Ese sol...
El martillo de madera que al golpear sobre el estrado cerró aquella última sesión, le retumbó en los oídos trayéndolo violentamente a la realidad. Como si recién despertara de un profundo sueño miró en todas direcciones tratando de ubicarse en tiempo y espacio. Tal era la abstracción que recordar la reciente experiencia le producía. Allí estaba, de pié, solo en medio de una sola calle poco iluminada, con el viento frío enmarañando sus cabellos.
Se acomodó el abrigo, y metiendo ambas manos en los bolsillos, subió nuevamente a la vereda para continuar caminando.
Al llegar a una esquina observó hacia la derecha. Era un callejón muy oscuro. Parecía un inmenso telón negro en el cual, ni hubo posado los ojos, comenzaron a plasmarse imágenes que él estaba tratando de enterrar en lo profundo de su inconsciente, o desterrar de su memoria, pero cuanto más empeño ponía en tal afán, tanto mas se alejaba del logro de su objetivo. Un frío estremecimiento le recorrió el cuerpo cuando la gigantesca figura desesperada, lo señaló con dedos crispados clamando por su inocencia desde el fondo del callejón. Apurando el paso cruzó la calle y cerró con fuerza los ojos intentando borrar de su mente aquella maldita aparición.
Estoy libre. Estoy bien. Comenzó a decir, primero para sus adentros, luego en voz alta, tratando de alejar las sombras de temor y culpa que, disfrazadas de viento se retorcían alrededor de él, agitándole en el pecho, furiosas, los mares de su tranquilidad.
Así como ante la presencia de un poderoso león huyen asustadas todas las gacelas que abrevan a orillas del lago, así sus miedos, de pronto, huyeron despavoridos a esconderse en las tinieblas, cuando más allá del extenso puente al que se acercaba, divisó las luces de la ciudad que lo estaba esperando. Intentó sonreír, buscando alegrarse con la proximidad de su destino, pero solo consiguió dibujar con el rostro, ahora desencajado, lívido y sudoroso, una mueca grotesca, carente de gracia.
Aun así, apresuró todavía más el paso apoyándose en esa momentánea falta de temor, y mientras atravesaba el puente pensó – Ya estoy cerca. Voy a llegar.
En medio del puente estaba cuando un sector de la ciudad, donde se emplaza la cárcel, sufrió una formidable baja de tensión amenazando con vomitar tinieblas.
La iluminación oscilaba con potencia variable. Se detuvo y observó atónito la luz languideciendo. Horrorizado, sintió que los fantasmas otra vez emergían de todas partes, incluso de entre sus sentimientos. Todo el puente, le parecía, giraba vertiginosamente cuando se agarró con ambas manos los cabellos como intentando arrancárselos al tiempo que soltaba un espantoso alarido.
El indigente que cubierto con cartones dormía varios metros mas allá, despertó asustado poniéndose inmediatamente en pie junto a la formidable columna de acero que le daba cobijo.
Miró también él hacia la ciudad y luego con naturalidad le dijo al extraño que tan violentamente lo sacara de su sueño:
- No es para tanto, solo están friendo a otro delincuente.
Pero el atormentado no pudo oírle, porque en su cabeza retumbaban voces que decían: “Tu fuiste, no él. Tú eres el culpable. Ahora son dos los inocentes que mataste.”
Los ojos del indigente se abrieron enormes cuando vieron, literalmente, volar al hombre frente a él, arrojándose por sobre la baranda rumbo al oscuro vacío.
El indigente corrió hacia el lugar llegando justo a tiempo para ver como las líquidas fauces devoraban al suicida. En ese instante las luces de la ciudad se normalizaron. Esto atrajo la atención del mendigo quien, olvidándolo todo, acomodó la sucia cuerda que ajustaba en la cintura a su pantalón gastado y silbando se encaminó hacia la prisión.
Debía apurarse. Quizás ninguno de los otros había visto las luces parpadear. Sí, quizás nadie llegaría antes que él hasta el contenedor de basura, junto a la prisión, donde dentro de algunos minutos habría una camisa, un pantalón, y un par de zapatos casi nuevos. Tal vez hasta fueran de su mismo número y talle. Sí, se sentía con suerte. Tal vez mañana incluso el sol coronaría su frente.

Texto agregado el 10-02-2006, y leído por 140 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-03-2006 Realmente es excelente. 5* sorgalim
10-02-2006 Este está de concurso amigo mío... sólo le acomodas 2 o 3 cositas y te aseguro que te vas lejos... como te dije antes, tu talento es muy grande y debes explorar todas las posibilidades que puede ofrecer turcoplier
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]