La inhumanidad.
Caminaba imperceptiblemente en torno a la presa, sigilosa. Posó sus manos en los delicados hombros del individuo, lo rodeó con sus ansiosos brazos, comprimiéndolo suavemente, le susurro palabras ininteligibles, convenciéndolo de todo. Lo tenía entregado y tan manso que la presa podía entender su confuso lenguaje. Miró los ojos transparentes del hombre y de manera complaciente, se inclinó mostrando pleitesía.
Todo parecía calmo, él yacía en su regazo, observándola con ojos de cordero. Ella lo miraba apeteciblemente, ocultando la mueca macabra que se asomaba en aquel delicado rostro. La mujer se acercó lentamente y lo besó con sus labios fríos, mientras él le acariciaba el rostro.
Así vivieron, ella guarecida como un parásito, robándole el calor, acaparando sus ilusiones, despojándolo de la vida. Él, sumido en el abandonado, pero aparentemente feliz, sangrando voluntariamente y entregado su inhumana amada.
|