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Inicio / Cuenteros Locales / Eduz / Aventuras y Desventuras con el 314

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El otro día estaba volviéndome del colegio y, para variar un poco, decidí en lugar de tomarme el 60 ahorrarme las 8 cuadras que tengo que caminar hasta cabildo y tomarme el colectivo 130 hasta Puente Saavedra y luego el 314 desde ahí. ¿Por qué? Porque el tiempo es dinero y estaba pajero. ¿Te gusto la rima? Soy un rapero, y sigo rimando. Soy un canchero. ¡No puedo parar! Quizás llegue hasta Enero.

En fin.

Desde un principio asumí que me iba a salir más caro que tomarme un solo colectivo, pero supuse que sería cuestión de centavos. A lo sumo me saldría el doble. O eso creí.
Cuando me subí al 314 e inocentemente le dije al chofer “Setenticinco por favor”, el hombre comenzó a reír a carcajadas hasta ensuciar olorosamente sus pantalones. Cubriéndome la nariz con un pañuelo miré a mí alrededor. La gente se ahogaba de la risa, señalándome con sus índices y sacándome fotos con sus celulares. Creí que me iba a dar epilepsia.
Cuando estaba por largarme a llorar el conductor me pregunta, secándose una lágrima:

Colectivero - Jojo.. ¿Hasta donde...? JoJo... ¿Hasta donde vas pibe?

Eduz - Esteeeem... Hasta Hirigoyen al 1100.

Colectivero – ¿Y de cuanto me pediste el boleto?

Eduz – De $0,75

Colectivero – JJAja0ja0ja0j0aj0aj0aj0aj0aj0aj0aj0aj0ja0ja0j

Eduz - ¿Me explica de que carajo se ríen todos?

Colectivero – ¿Es la primera vez que te tomas este colectivo no?

Eduz – Si, ¿Y?

Colectivero – Acá las cosas funcionan un poco diferentes, flaquito.
(Presiona unas cuantas teclas en su tablero)

Colectivero – Te sale $1,25. Ponelas rápido, pero de a una... (murmurando) Puto.

Eduz – ¿$1,25? No es un poco caro?

Colectivero – ¿Viajás o no?

Me resigné y metí el exagerado monto, moneda por moneda, soportando las risas que todavía perduraban por el fondo. Amargado, decidí sentarme en los asientos de atrás. Me di cuenta de que algo no andaba nada bien. ¿Por qué salía tan caro ese colectivo? Debía haber una razón. Me negaba a creer que simplemente la línea 314 me estaba cagando. Algo debía haber en el medio, y yo lo sabía, y era cuestión de desentrañar el misterio y agregarlo a la lista de los resueltos por mi, el mejor (y único) agente de P.E.P.E

Decidí que lo mejor era ir a hablar con algún representante de la línea en su terminal en San Isidro.
Aaah, estar al pedo... Le deja tiempo a uno par semejantes boludeces. Nada mejor que esto hay en la vida.

Bien. En la entrada me recibieron algunos choferes comiendo choripan, el infaltable perro que hay en todas las terminales y el siempre amigable monóxido de carbono que se invita solo a tus capilares nasales, se queda a cenar en tus pulmones, te usa el teléfono, se come tu comida y se queda dormido en tu sillón.

Eduz – Cof Cof Cof

Colectivero 1 – ¿A quien le decís Cof?
Eduz – Disculpá, estoy buscando a alguien que me pueda responder algunas preguntas sobre las tarifas

Colectivero 1 – ¡A ver si te corrés para atrás!. ¡Meté las monedas de a una! ¿Estamos todos? ¡Cierro la puerta! (Se aleja haciendo ruido de motor con la boca y tocando una bocina imaginaria)

Eduz – Ooooooooookey... (A otro hombre) Disculpe, ¿Usted me puede ayudar?

Colectivero 2 – Decime

Eduz – Quisiera hacer algunas preguntas sobre la tarifa. ¿Con quien tengo que hablar?

Colectivero 2 – ¿Sabes? No nos gustan los forasteros en este lugar. Mucho menos los que hacen preguntas

Eduz - ¿Me estas jodiendo? El 80% de este negocio se trata de lidiar con forasteros que hacen preguntas.

Colectivero 2 – Bueno. Metete en esa oficina de ahí. (murmurando) Puto

En la oficina, una secretaria gorda teñida de rubio, masticando chicle y con auriculares con micrófono en la.... Bien, el estereotipo de secretaria, me recibió. Cuando le dije que venía a hacer preguntas sobre las tarifas intentó apretar disimuladamente, un enorme botón rojo fosforescente que comenzó a brillar con intensidad y a emitir un agudo silbido cuando lo apretó. Cómo si nada pasara, y con cara de “yo no fui”, me preguntó mi nombre y dirección. Supuse que no debía darle mis verdaderos datos así que contesté que era Cornelio Saavedra y que vivía en Primera Junta. Cuando me preguntó mi teléfono le contesté que era una pelotuda porque en 1811 no se había inventado el teléfono. No me entendió. Mientras trataba de explicarle, salió el Gerente de la línea y me pidió que lo siguiera a su oficina.

Gerente - Así que... Me cuentan que andás haciendo preguntas por ahí. ¿En que te puedo ayudar?

Eduz – Si, mire, antes que nada quiero decir que en esta línea están todos locos. Primero el tipo ese que maneja un colectivo imaginario, después el que se cree en una película del “Far West” y la gorda pelotuda esa que no entiende el chiste de Cornelio Saavedra.

Gerente – Y si, hay mucha gente que no sabe quien fue Cornelio Saavedra

Eduz – Es indignante...

Gerente – Tenés que entender que no a todo el mundo le gusta el rugby

Eduz – ¿Rugby? ¿Que...? No importa. Escuche, ayer me tomé el 314 y me cobraron $1,25 por una distancia que el resto de los colectivos hubiera cobrado $0,75. ¿Por qué?

Gerente – Porque te vieron la cara de boludo.

Eduz – No creo, porque tenía puesto un gorro y... No, espere. Dígame por que carajo cobran tan caro. ¿Que tiene de especial su línea y su recorrido?

Gerente – Mira pibe. Te voy a decir la posta. Te estas metiendo en algo que no te incumbe para nada. Digamos que hay que mantener cierto “Equipo” (Guiñando los ojos y haciendo el gestito con los dedos) que otras empresas no tienen. Y ahora andate

Eduz – ¿Equipo? ¿Son dueños de un equipo de fútbol? ¿Cuál?

Gerente -... Tomátelas.

(Me levanto. Estoy cerrando la puerta)

Gerente – Y dejate de romper las bolas.

Saliendo de la oficina, rascándome la cabeza y mirando mi reflejo en la ventana, algo dolido por lo de “Cara de boludo” me dispuse a marcharme. Antes de irme quise hacerle unas preguntas a la secretaria, pero me dijo que acababa de recibir un memorándum que decía que a todo aquel que viera a un pibe con cara de boludo le dijera que se dejara de romper las pelotas.

Deprimido, caminé lentamente hacia la playa de estacionamiento de los colectivos. Me di cuenta que no tenía guita para tomarme el 314 de vuelta a casa, porque había traído solo 75 centavos, así que fui a ver si el conserje me podía prestar los 50 centavos que me faltaban. Antes de tocarle la espalda, el hombre comenzó a hablar en voz baja.

Conserje – Sé por que viniste

Eduz – Si lo que pasa es que no traje guita porque...

Conserje – ¡¡SSsshhh!! Callate, boludo que te vana escuchar. Vení, seguíme.

Lo seguí hasta una pequeña garita en el fondo de la playa de estacionamiento. Encendió una lamparita que colgaba del techo y se sentó en un banquito.

Eduz – No me va a violar ¿No?

Conserje – ¿Con esa cara de boludo? No. Escuchame bien. Estuve viendo que andas haciendo preguntas. Preguntas difíciles, que solo yo puedo contestarte

Eduz – ¿Usted? ¿El conserje?

Conserje – ¿Por qué no? Yo veo todo lo que pasa acá. La gente me deja manejar su basura; escarbar en lo más profundo de sus hábitos y penetrar el manto de su alma a través de sus desperdicios. Si hay alguien que te puede dar información útil acá soy yo.

Eduz – Okey. A ver ¿Qué tiene para decirme?

Conserje – Bueno, primero que nada quiero mostrarte esto
(Saca una pequeña cajita metálica debajo de su banquito y la abre. Un leve resplandor verde emana de su interior).

Eduz – ¡Es hermoso! ¿Qué es?

Conserje – Es Plutonio, idiota, y no es hermoso, es sumamente radioactivo. De hecho, el solo haberlo visto 5 segundos te va a costar 10 años de tu vida y tus hijas van a nacer con pene, así que espero que lo hayas visto bien.

Eduz – ¿Y donde encontró eso?

Conserje – En la basura. ¿Dónde más? En esta empresa hay algo turbio. Revisando la basura encuentro cosas que no se pueden creer. La otra vez encontré una teta. Y eso no es todo; si bajas al subsuelo te vas a encontrar con una puerta que dice “Laboratorio secreto – No pasar”, que ni siquiera mi llave maestra puede abrir, y eso que siempre me están rompiendo las pelotas para que barra en todos lados. Ah, y a veces los colectivos llegan medio chamuscados en la parte de adelante, como si hubiera entrado a la atmósfera desde el espacio o les hubieran tirado con un soplete. Todo muy extraño.

Eduz - ¿Cómo que encontró una teta? ¿Una teta de mujer? ¿Era grande?

Conserje – ¡Concentrate pibe! Lo que haría yo sería tratar de meterme en ese laboratorio secreto, seguro que ahí hay respuestas.

Eduz – ¿Por que me ayudás tanto?.

Conserje – Te ayudo porque hace un tiempo perdí a un ser muy querido por culpa de esta línea. Si querés agradecerme podés ir a comprarme un agua al kiosco; me muero de sed.

Eduz – Bueno, pero no tengo nada de guita
Conserje – Esta bien. Tomá $1,50 y trame el vuelto

En el trayecto al quiosco vi que un 314 estaba saliendo y me olvidé de comprarle su agua al Conserje. Me subí y pagué el boleto con su guita y, cuando me acordé, me estaba lavando los dientes a punto de irme a dormir. Esa noche soñé con una teta mutante asesinando al conserje.
A la mañana siguiente, un sábado, me propuse volver a realizar una nueva visita a la terminal del 314 para seguir con mis averiguaciones.

Cuando llegué y pregunté por el conserje, que en aquel momento me di cuenta no solo de que no sabía su nombre, sino también de que no tenía razones reales para confiar en él. Después de todo parecía estar medio loco, y para lo que yo sabía, lo que me había mostrado ahí en esa cajita era un sticker “glow in the dark”.
Desdichadamente me contaron ahí en la terminal que el conserje había fallecido el día anterior. Aparentemente, y por más extraño que pareciera, había muerto de sed.

Colectivero 3 – Sí, no sé. Antes de morir dijo algo de un flaco con cara de boludo que lo había re cagado. Mucho no le entendí; Creo que deliraba por la falta de agua, viste.

Eduz – Si, si. Probablemente fuera eso. Ejem.

Colectivero 3 – Hey, un momento... Mirame a la cara un segundito pibe. Vos tenes cara de...

Eduz – Bueno che, un gusto. Me tengo que ir. Chau chau.

¡Que gran tragedia! Muerto y por mi culpa, el conserje era mi última esperanza si quería resolver aquel misterio (Que por cierto era cada vez más ambiguo) y con él se había llevado toda la información útil a la tumba. Ya nada podía hacer allí. ¿O si podía? La voz del viejo conserje resonaba en mi cabeza como si un duendecillo con un pequeño i-pod se hubiera tirado a escuchar dentro de mi cabeza un remix punchi con las últimas palabras que llegó a decirme antes de que yo lo matara.
Era claro lo que debía hacer: Si quería quedar en paz con mi recuerdo del conserje y resolver el maldito caso, debía colarme en el laboratorio secreto y colectar suficiente información para explicar por que la línea 314 cobra 50 centavos de más en su recorrido, aunque tuviese que dar mi vida si fuera necesario.

Por suerte había traído mi camuflaje óptico estilo selva panameña conmigo, lo que me facilitó enormemente mi tarea de infiltración cerca de la base: Cerca de la terminal había una gran casa de empeño en la que pude venderlo y con los 50 mangos que me dieron soborné al guardia del laboratorio para que me dejara pasar. Como era un Colectivero que lo hacían trabajar horas extra de patova en la puertita, y no se las estaban pagando, no dudó ni medio segundo en aceptar la guita e incluso se ofreció a cagar a trompadas al guardia de adentro si le tiraba 10 mangos más.
Le dije que no hacía falta y entré. Un brillante resplandor fluía por toda la habitación, cegando temporalmente a cualquiera suficientemente estúpido como para mirar al tubo fluorescente del cual emanaba; creo que a mi solo.
Conforme el chisporroteo verde y rojo amainaba frente a mis pupilas, pude distinguir una serie de mesas de trabajo divididas por paredes de acrílico transparente, cada una ocupada por su propio pequeño grupo de científicos que manoseaban diferentes materiales brillantes de toda la gama de colores. Era como si el desfile de orgullo gay hubiera pasado por ahí y hubiera instalado su base de operaciones para tramar eso que quien sabe que traman los gays cuando están reunidos.
Algunos científicos eran realmente extraños. Dos de ellos habían logrado meterse en una sola bata blanca, fingiendo ser siameses. Otros dos trabajaban con una mano mientras apoyaban su otra mano en el trasero del otro y un pequeño grupo en el fondo entonaban “Toxic” de Britney Spears mientras manipulaban químicos en botellas marcados con calaveras furiosas.
De cualquier manera, lo que más me sorprendió fue un mapa de la provincia de Buenos Aires que estaba colgado en una pared, cerca de una enorme máquina que emitía destellos verdes, parecidos a los que emitía el plutonio que el conserje me había mostrado.
Descolgué un traje anti-radiación que había en un perchero y me calé un sombrero de hongo que estaba al lado, pero me quedaba mal así que lo tiré y me acerqué al mapa. Inmediatamente una extraña discrepancia con mi propio mapa mental de la ciudad me llamó la atención.
Según el mapa, la Avenida Maipú no terminaba en Paraná, empezando del otro lado la Av. Santa Fe, sino que seguía unos 2 kilómetros más, por calles que el mapa marcaba con nombres estrafalarios como “Sgto. Pimienta”, “Cap. Planeta”, “Cnel. Tu vieja en tanga” y “Alférez Escalopes Al Jerez”; Calles que según mi propia concepción del lugar, formada por mis numerosos viajes lineales hasta Puente Saavedra, no existían. De una mesa saqué un lápiz y una rata muerta y en su vientre garabatee una copia del mapa; Por desgracia cuando me di cuenta que era una rata, y estaba muerta, me asusté y la tiré a la mierda, accidentalmente metiéndola en un agujero en la máquina de al lado y creando toda una reacción en su interior, que profirió sonidos semejantes a un gordo que se traga un rompeportones. Como era de esperarse, una alarma comenzó a sonar y uno por uno los científicos comenzaron a levantar la vista de sus experimentos para mirarme a mi con cara de culo.
Riéndome de la forma de culo que tenían sus máscaras anti-gas, traté de escapar corriendo, pero no había alcanzado a dar 3 pasos cuando un enorme guardia de seguridad me cortó el paso, cerrando herméticamente la salida con su barriga gigantesca. - Vos no vas a ninguna parte, flaquito - Me dijo con su monstruosa voz – El jefe te quiere ver.
Con la facilidad que tiene un levantador de pesas para arrancar una flor del suelo, el grotesco guardia de seguridad me arrastró por el largo pasillo en el que se hallaba la entrada al laboratorio secreto hasta la oficina del Gerente, quien me esperaba sentado tras su escritorio, jugando con sus dedos.

Gerente – Gracias Archibaldo. Esperá en la puerta. Y vos flaco, te dije que no rompieras las pelotas, que te fueras y no hicieras preguntas. Ahora la bardeaste y de acá no te podés ir, sos un tarado.

Eduz – ¿Qué quiere decir?

Gerente – Veo que la cara te hace justicia... Que voy a tener que matarte, flaquito.

Eduz - ¿Pero por qué? Lo único vi es un mapa raro y algunos científicos trabajando con líquiditos de colores.

Gerente – ¿Encima viste el mapa interdimensional y los fluídos impulsores multigamáticos? Uh, además de matarte voy a tener que torturarte ahora, sos un pelotudo. Además me cuentan que averiaste el reactor nuclear.
Eduz – Yo no arruiné nada. Solo tire una ratita blanca que estaba muerta dentro del tacho ese gigante con la luz verde fosforecente.

Gerente – ¿Ratita Blanca? ¡Ay no! ¡Dr. Provolone!. ¡Mataste a mi rata mascota, basura!. ¡Vas a pagar!

Eduz – Yo solo quise... ¡Ya estaba muerta cuando llegué!

Gerente – ¡Realmente sos un boludo! Cerrá el pico, y esuchame lo que te voy a decir. Ya que de cualquier manera vas a morir, y de la forma más horrible debo agregar, me parece justo que te diga qué es exactamente lo que viste ya que estoy seguro que no tenés la más pálida idea.
Escuchá bien:
Cuando esta línea se creó, en sus comienzos tenía un recorrido que iba todo el largo desde puente Saavedra hasta Santa fe e Hirigoyen.
Eduz – Ahora también lo tiene

Gerente – ¡Silencio o Traigo a Mr. Gruyere para que se vengue por la muerte de su hermano! Cómo decía, en un comienzo el recorrido cubría TODO el largo desde Pte. Saavedra a Hirigoyen.
El problema es que había una zona desde la calle “Sgto. Pimienta” hasta Paraná, en que se subían pocas personas. El recorrido no valía la pena. Tratamos de apelar al ministerio de transportes argumentando que el recorrido por ahí era una perdida valiosa de tarifas y de dinero en combustible, y si nos diera un recorrido por una calle paralela podríamos cobrar más barata la tarifa, en lugar de cobrarla $1,25. El ministerio se negó y nos dijo que si queríamos continuar con la línea íbamos a tener que hacer ese recorrido, para siempre, y que teníamos terminantemente prohibido desviarnos de él. Entonces tomamos medidas drásticas.

Eduz – ¡Lo sabía! Sabía que esas calles no existían. Asi que lo que hicieron fue dinamitar el barrio entero para borrarlo del mapa. ¡Malditos! Son lo más perverso que...

Gerente – No, flaco, sos un boludo. Lo que hicimos fue desarrollar un teletransportador nuclear. Lo único que hacemos es teletransportarnos desde el comienzo hasta el final de esa zona, en la calle Paraná. Nuestros colectivos liberan un polvo somnífero, por lo que la gente se duerme y nadie se entera de nada. Es perfecto.

Eduz – Todo muy lindo, pero hay algo que no entiendo. Si ya no tienen que gastar combustible en esa zona, ¿Por qué siguen cobrando $1,25 la tarifa?

Gerente – Ya te dije, tenemos que mantener todo el equipo de salto interdimensional.

Eduz – ¿Osea que inventaron un sistema para poder saltar toda esa zona para poder cobrar más barata la tarifa, y lo lograron cobrando la misma tarifa de antes solo para mantener el equipo que logra saltar esa zona, agregándole además el riesgo de que todo eso, al ser tecnología nuclear, puede explotar en cualquier momento, volando toda zona norte al carajo en un santiamén?

Gerente -... Eh, si.

Eduz – Y el boludo soy yo...

Gerente – Bueno, yo... ¡Silencio! Lo más genial de todo es que los desperdicios nucleares que se generan acá los tiramos en esa zona, y nadie se da cuenta nunca porque la gente de por ahí no tine colectivos que los lleven al ministerio del medio ambiente. (De un cajón saca un gatito blanco y lo acaricia mientras ríe perversamente) MUAMUAJUAJUAJUJAUJAUJAUJA.
Decidí que tenía que ganar tiempo para pensar una forma como escapar. Archibaldo, el guardia, parecía algo lento tanto física como mentalmente. Lo único que debía hacer era distraer al Gerente y el resto sería pan comido.

Eduz – Estem... ¿Y que tiene que decir acerca del hallazgo de una teta en su basura? ¿Eh? ¿Qué tiene que ver eso con su plan maléfico?

Gerente - ¿Una teta? Vos estas loc... Aah, ya se. Vos estuviste hablando con el conserje ¿No?
Yo siempre supe que era una rata asquerosa. ¿Una rata? ¡¡Ay no, Dr. Provolone!!! ¡¡¿Por qué? ¿Por qué tenías que morir?!! (Llora y se tira al piso en posición fetal)

Eduz – ¡Mirá Archibaldo, un esteroide gigante!

Archibaldo - ¿Huhuh?

Con una desleal patada en los genitales del guardia, logré abrirme paso hacia el exterior y, cómo poseído por mil espíritus dementes, corrí hacia mi libertad. Una alarma comenzó a sonar. Salí a la playa de estacionamiento y me encontré con varios guardias de seguridad con las mismas proporciones que Archibaldo, obviamente buscándome a mí. A mi espalda tenía a Archibaldo pisándome los talones, así que decidí que lo mejor era arriesgarme y tratar de cruzar el patio central de la terminal corriendo lo más rápido posible y tomarme el 314 a casa.
Estaba a punto de correr, pero entonces una voz femenina me llamó desde atrás.
Me di vuelta y vi a una mujer con un solo seno, vestida con traje de superheroína llamándome desde un pasadizo secreto en la pared.

Mujer – Rápido, vení conmigo si querés vivir

Eduz – ¿Sabías que tenes una sola teta?

Mujer – Olvidalo, sos un boludo. Chau.

Eduz – No, esperame, ahí voy.

Seguí a la mujer por un oscuro corredor hasta una habitación de ladrillo iluminada con velas. Una vez más tranquilos, alejados de todo el peligro y mientras recuperábamos el aliento, le exigí que me explicara quien era y de donde había salido.

Mujer- Yo trabajaba acá antes de que comenzaran con todas esas cosas raras que hacen ahí en el laboratorio. Trabajaba con mi marido; los dos éramos conserjes.

Eduz – ¿Vos sos la esposa del conserje?

Mujer – Lo era. Cuando comenzaron con todos esos experimentos radioactivos, al principio comencé a enfermarme, aunque nada grave. Pero un día, mientras barría la puerta del laboratorio, una teta comenzó a desprendérseme. A los pocos días se me cayó por completo. Los doctores me dijeron que podía ser por culpa de la radiación. Fui a hablar con el Gerente y me dijo que me quedara callada o tanto yo como mi marido íbamos a sufrir las consecuencias.

Eduz - ¿Qué hiciste con la teta?
Mujer – No sé, la tiré a la basura. ¿Para que la iba a querer? No interrumpas. Ese día, cuando volvía para mi casa por poco me pisa un auto, pero justo cuando estaba por atropellarme yo me asusté mucho y de mis ojos salieron 2 rayos verdes y lo desintegraron por completo. Me asusté más todavía y salí corriendo a mi casa. Entonces me di cuenta que mis pies no estaban tocando el suelo; estaba volando. Desde entonces comencé a desarrollar mis poderes, jurando que un día me vengaría de la línea 314 por convertirme en el monstruo mono-tético que soy ahora. No podía ni ver a mi marido, así que un día le dejé una notita diciendo que la radiación iba a matarme y que no quería cargarlo con ese sufrimiento, así que me había ido a Marruecos a morir sola. Él por suerte nunca me vio con un solo pecho. ¡El pobrecito! Se hubiera muerto de impresión.

Eduz – Supongo que ya no le molesta, ¿Eh?

Mujer – ¿De qué hablás?

Eduz – ¿No te enteraste? Murió de sed.

Mujer - ¿De sed? ¡Malditos! ¿Cómo fue?

Eduz – Bueno, yo venía de ver al gerente y...

Mujer – ¡El gerente! Lo sabía, ese hijo de su madre esta detrás de todo lo perverso que pasa en esta línea. Tenemos que detenerlo; no podemos dejar que siga haciendo sus atrocidades.

Eduz – ¿Pero que pensas hacer al respecto? Hay un montón de gorilones en el patio, listos a molernos a golpes.

Mujer – Vos dejámelos a mí. Corré al laboratorio y traé algo que pueda incriminar al gerente. Cuando lo tengas, salí al patio y tomate el primer 314 que salga. Llevá la evidencia al ministerio de transportes. Ya me encargué de que puedas entrar al laboratorio. ¡Vamos a hundir a estos malditos! ¡Buena suerte!

Eduz – Esperá, no te vayas... Te quiero decir algo

Mujer – ¿Qué?

Eduz – ¿Me prestas 50 centavos?

Mujer – No... ¡Adiós!

Mientras la misteriosa heroína se elevaba por los cielos, yo me dirigí hacia el laboratorio. Archibaldo debía estar cerca de mí, así que debía apurarme. La cerradura del laboratorio había sido destrozada.
Enseguida tomé el mapa que mostraba la zona del recorrido real del 314, marcada y escrito “Mjuajaujjuajuajuajauaujauja” con marcador indeleble rojo en un margen.
Cuando salí encontré a todos los guardias desmayados y atados en la playa de estacionamiento.
Pensé que todo iba bien, pero entonces vi al Gerente en el frente de un colectivo, apuntándole amenazadoramente a la mujer del seno único con un extraño aparato mientras esta lloraba. Me hizo señas para que me acercara y le entregara el plano, mientras la mujer me gritaba que me fuera y lo entregara a las autoridades. No sabía que hacer y probablemente me hubiera puesto a llorar y no solo habría perdido el mapa sino que además nos hubieran matado a los dos, si no fuera porque en aquel momento, lo impensable sucedió.

Conserje – ¡Sacale tus asquerosas manos de encima a mi mujer!

Gerente – ¿Conserje? ¿De donde carajo...?

No pudo terminar su oración. Cómo un bólido salido de la nada, el gerente cayó desde las alturas con el talón de sus borcegos sobre la nariz del gerente, haciéndolo atravesar una ventana del colectivo y estampándolo contra la pared dejándolo fuera de combate. La mujer corrió en brazos del conserje y se besaron apasionadamente. Yo contemplé la imagen sonriente, aunque intrigado sobre la aparente resurreción del no tan difunto esposo de la heroína del pecho solitario.

Mujer – ¡Oh, Conserje! ¡Te amo! ¡El chico con cara de boludo me dijo que habías muerto de sed! ¿Qué pasó?

Conserje – Permítanme explicarles. Aparentemente, todos estos años de radiación de plutonio hicieron que los poros de mi piel se abrieran descomunalmente, permitiéndome así, absorber nutrientes y agua del ambiente, como una esponja. Afortunadamente, no tengo nada de dinero así que ayer cuando me enterraron, dado que no podían pagar un ataúd, decidieron arrojarme desnudo dentro de un pozo, permitiéndome absorber agua y nutrientes de la tierra como una planta, lo que me permitió volver a la vida. Cuando salí, noté que el sol me llenaba de energía, como una planta que hace fotosíntesis, ¿Viste? Y vine volando acá y como te vi en peligro no dudé ni un segundo y usé mis nuevos poderes; Poderes que descubrí todo gracias a este flaquito con cara de boludo. ¿Cómo podré agradecerte?

Eduz – ¿Tenés 50 centavos?

Conserje – No

Eduz – Entonces dejá.

Juntos, fuimos todos en 314 hasta el ministerio de transporte y explicamos los sucesos de las últimas horas. Nos prometieron que iban no solo a bajar las tarifas (Cosa que hasta el momento no hicieron) sino que también iban a hacernos miembros honorarios del ministerio, que tampoco pasó.
En fin, terminada esta pequeña y extraña aventura pude por fin agregar el primer caso a los archivos de mi oficina, en el cuartel general de P.e.p.e situado en mi fuerte hecho con almohadones en mi cuarto, además de hacer dos valiosos amigos quienes, debo agregar, disfrutan de una segunda luna de miel en alguna parte soleada del mundo; Recuperando finalmente el tiempo que les fue robado por el malvado gerente de la línea 314.

Texto agregado el 03-03-2006, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-03-2006 Ya te lo comenté en el Foro. Excelente. ***** Dehumanizer
 
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