Es la palabra la que nos une en lo “nuestro” en el “mundo” el cual para ser “nuestro” es construido mediante la palabra y así hacemos “nuestro” “mundo” y por supuesto: creemos que funcionamos en “él”; porque la palabra nos da una significación funcional dentro de ese “mundo” que no es más que una interpretación de una cosa olvidada o inexistente (ya) porque la palabra no la puede nombrar.

Sin embargo el otro mundo es otro porque es un mundo sin palabras y funciona sin palabras ya que las palabras sólo sirven entre “nosotros” para referirnos a lo “nuestro” que no es más que un acuerdo consensuado que se acuerda mediante palabras. En otras palabras: Las palabras me divorcian, las palabras te divorcian de aquello que me puede permitir ser yo mismo, de aquello que te puede permitir ser tú mismo(a).

“¿Qué sientes?”

Sólo debido a un divorcio cuya acta es la palabra es necesario preguntar “¿Qué sientes?” TENIENDO NOSOSTROS LA FAULTAD DE SABER SIN PREGUNTAR. Es el uso de la palabra, que sólo hace referencia a lo consensuado, lo que nos impide o nos estorba el sentir lo que siente el otro. ¿A pesar de que aún podamos sentir lo que siente el otro necesitamos la palabra para saber?

El Hombre de la Máscara Negra es un Yo silente que nace de la tierra.